Info|krisis.- En 2008, cuando empezó la crisis, el conocido economista Niño Becerra,
auguró que en unos pocos años las drogas, y concretamente la marihuana, se
legalizaría para evitar que la gente fuera consciente de lo que se le veía
encima y los 426 euros les dieran para vivir en casa de sus padres, en un local
ocupado o en una casa de alquiler solidario consumiendo su dosis cotidiana de
marihuana o similar. Eso o, antes o después, algunos jóvenes se rebelarían.
Nadie se rebela y lucha con el cerebro ralentizado por los efectos de la
marihuana. Todo inducía a pensar que iba a ser José Luis Rodríguez Zapatero
quien se iba a encargar de esta tarea y, sin embargo, ha sido el líder de la
derecha quien nos lo ha traído. ZP, a fin de cuentas, solamente entreabrió las
puertas a la legalización de las drogas, Rajoy las ha abierto de par en par.
No es que Niño Becerra fuera un
vidente al estilo de la “bruja Lola” o similares, es que se trata de alguien
que une, a su tarea docente que le permita estar en contacto con sectores
juveniles de la sociedad, el sentido común y la lectura de las tendencias
promovidas desde la UNESCO y demás foros internacionales en los que se
atrincheran los “reformadores sociales” de nuestro tiempo.
Con la UNESCO de fondo
Siempre hemos dicho que el
programa con el que gobernó Zapatero parecía inédito en España; en realidad no
lo era para quién leía mensualmente El
Correo de la UNESCO y estaba pendiente de las resoluciones de este
organismo internacional. De hecho, en los últimos años, las manifestaciones de
apoyo a la legalización de la marihuana se hacen siempre utilizando la excusa
de los “derechos culturales” que establece la UNESCO y, entre ellos, el
“derecho a ser visibles, tener una cultura propia e independiente”. Sin olvidar
que el médico uruguayo Luis Yarzábal, director
del Instituto Internacional de la Unesco para la Educación Superior en América
Latina y el Caribe (IesalC/Unesco) fue el encargado de realizar el estudio
previo que llevó a la legalización de la marihuana en Uruguay.
Desde
1983, la legalización de la marihuana ha estado presente en los programas de
izquierda. Fue precisamente en las elecciones de septiembre de ese año, cuando
el PSOE incluyó en su programa la “despenalización de las drogas” (consumir
droga no sería delito, el delito sería traficar con ella) que se calcula que
aportó entre 1.500.000 y 3.000.000 de votos a Felipe González para obtener su
primera mayoría absoluta. El resultado fue que dos años después, en las calles
de todo España, apareció la primera gran epidemia de heroína, liquidada diez
años después con la desaparición física de la mayoría de los toxicómanos.
¿Son peligrosas?
Pero
en los años 80 y 90, salvo algunos intelectuales de poca solvencia y en
ambientes “artísticos”, cuando se aludía a “legalización de la droga” se estaba
aludiendo, especialmente, a la marihuana. La heroína quedaba fuera de todo esto
al ser evidente y visible su peligrosidad. Poco a poco, casi sin darnos cuenta,
mientras aumentaba la presión sobre los fumadores de tabaco, disminuía,
paralelamente, la censura social sobre los fumadores de haschisch o marihuana. Otro tanto le tocó a la cocaína que en los
años ochenta adquirió fama de ser una droga “de élites” y que se benefició entonces
de cierta permisividad social. En el momento de escribir estas líneas, los
especialistas en lucha contra la droga son ya perfectamente conscientes de la
capacidad adictiva de la cocaína y de su rapidez en el deterioro de las redes
neuronales y en la generación de accidentes cerebro-vasculares. ¿Y la
marihuana?
Las
variedades que se cultivaban en los años sesenta, cuando la marihuana acompañó
de manera inseparable al fenómeno hippy, tenían un principio activo en
cantidades mucho menores (hasta quince veces) que las cultivadas en la
actualidad. En los inicios del milenio todavía era raro que alguien ingresara
en un centro médico intoxicado por el consumo de marihuana. Tan sólo se habían
producido algunos problemas entre jóvenes que habían decidido realizar
“pasteles de marihuana” y no habían medido las cantidades. Sin embargo en los
últimos años han empezado a aparecer consumidores de marihuana aquejados de “psicosis cannábica”. Esto se debe a las
técnicas de selección de semillas que tienen como objetivo el conseguir siempre
variedades con un principio activo más potente. La marihuana que se fumaba hace
treinta años era mucho más “tolerable” para el organismo que la que se fuma en
la actualidad.
Cultivo in-door
Es
cierto que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado siguen realizando una
tarea de represión contra el tráfico de drogas que, de tanto en tanto, logra
algunos éxitos. Pero no hay que olvidar que en Marruecos, el cultivo de
cannabis se realiza legalmente en el Valle del Rif, en donde 100.000 hectáreas
están dedicadas a esta actividad, gracias a un fuero concedido por Mohamed V a
sus habitantes. Aquel fuero establecía que se podía cultivar esta droga en el
Rif para consumo de sus habitantes… pero los rumores sobre la protección de la
que gozan algunos narcotraficantes desde el Majzén
(lo que aquí en Europa equivaldría a la “corte”) han sido insistentes
especialmente en estos últimos veinte años. La sensación que da es que
anualmente se realizan en España una serie de decomisos de droga perfectamente
calculados (de la misma forma que se capturan 1/3 parte de los envíos de tabaco
ilegal y se permite que 2/3 lleguen a los consumidores), pero que no se
intenta, por todos los medios, cortar el cordón umbilical que une el
narcotráfico marroquí con los consumidores europeos.
A
esta negligencia hay que sumar el hecho de que los consumidores habituales,
especialmente aquellos que figuran entre los que tienen menos capacidad
adquisitiva, tienden a mantener ellos mismos sus propios cultivos de marihuana.
En ocasiones ya no se trata de la maceta de “maría” colgada en el balcón, sino
de cultivos perfectamente industrializados y que cuentan con todos los recursos
y el asesoramiento técnicos. No en vano, en España, en estos momentos se
realizan más de una veintena de “copas y
ferias cannabicas” algunas de las cuales, como la que tiene lugar en
Barcelona, no tienen nada que envidiar a los grandes eventos y ferias
internacionales.
De
todos estos eventos, sin duda, el Spannabis
de Barcelona (subtitulado “feria del
cáñamo y tecnologías alternativas”), que va ya por la onceava edición es el
más popular. Celebrado este año entre el 14 y el 16 de marzo en la Feria de
Cornellá, registró 30.000 visitas que pagaron religiosamente 15 € por día o
bien un forfait de 25 €. Un buen negocio, en cualquier caso, al que asistieron
más de un centenar de empresas dedicadas a todo lo relativo al cultivo “in door” (en casa) de la marihuana. La
feria homóloga celebrada en Málaga (el Spannabis,
Málaga 2014) celebrada del 9 al 11 de mayo, fue visitada por 10.000
consumidores. El Expogrow 2014 de
Irún recibió a unos 15.000 visitantes, muchos de ellos franceses, mientras que
el Expocannabis Madrid va por su
décima edición con una asistencia de 20.000 consumidores. Cientos de tiendas en
todas las ciudades y pueblos de España, venden productos para el consumidor y
para el cultivo casero de la marihuana. No existe absolutamente ningún control
sobre todo esto. Es frecuente que muchos chicos jóvenes, sin oficio ni
beneficio, piensen en hacer de su “afición”, el consumo del cannabis, un medio
de vida y abran pequeños establecimientos de este tipo, vendiendo bajo mano lo
que ellos mismos cultivan.
200 clubs de cannabis en las Ramblas
Pero
esto no es todo. Hasta hace poco, Holanda era la meca de todos los fumadores
europeos de cannabis. Allí existían cientos de “clubs de cannabis” en los que
se podían elegir entre distintas variedades. Luego, como se sabe, la marihuana
se legalizó sin restricciones en Uruguay.
Pero,
un buen día de julio de 2014, nos enteramos de que en Barcelona, solamente en
las inmediaciones de las Ramblas, han florecido a partir del otoño pasado,
doscientos “clubs del cannabis”, especialmente destinados a jóvenes turistas
alemanes que llegan a Barcelona en busca de estos locales de la misma forma que
los turistas ingleses aparecen buscando cerveza a bajo precio, drogas de diseño
y balcones a buena altura para poder descalabrarse a gusto.
El
hecho de que en los últimos años, los alquileres de locales en el centro de
Barcelona hayan disminuido hasta un tercio de lo que valían hace ocho años, ha
favorecido la implantación de esta industria, además, por supuesto, del visto
bueno de las autoridades barcelonesas decididas a convertir la Ciudad Condal en
rival de Amsterdam en turismo “sólo para colgados”.
Es
cierto que existe toda una literatura (médica en muy pocos casos) que asegura y
garantiza que el consumo de la marihuana es completamente inocuo y que resulta
muy difícil que el consumidor tenga criterio y preparación suficiente como para
distinguir sobre informes “solventes” y las meras defensas cerradas del
consumo.
Y a todo esto ¿por qué hay que rechazar el
cannabis?
La
marihuana tiende a relajar el organismo, despreocuparlo de las condiciones
reales, sumirlo en una especie de sopor aparentemente lúcido, más o menos
prolongado, dependiendo de muchos factores personales. Los restos del THC, el
principio activo del cannabis, se depositan especialmente en las partes grasas
del organismo tardando años en ser eliminadas a pesar de que haya cesado el
consumo de cannabis.
No
es raro que quienes tengan a un miembro de la familia que haya comenzado a
consumir cannabis, noten en él un cambio de carácter: en realidad, la mejor
crítica que puede realizarse al cannabis es que modifica la personalidad, esto
es, la aliena, hace que dejemos de ser nosotros mismos para ser “otra cosa”, en
cuya ecuación la alteración de la química del cerebro tiene una parte esencial.
Esto para los consumidores moderados; en lo que se refiere a los consumidores
compulsivos, los desórdenes en su cerebro, el dejar de percibir la realidad, la
irrupción de psicosis y neurosis extremas, las paranoias, están,
inevitablemente, al final del camino. Al mismo tiempo que se altera la relación
del consumidor con el entorno de no consumidores.
El
hecho de que el consumo de marihu
ana
esté aceptado socialmente y banalizado, no quiere decir que no encierre ciertos
riesgos, el menor de los cuales es la alienación y el mayor la psicosis
cannábica. Sin olvidar, por supuesto, que si bien la inmensa mayoría de
consumidores de esta droga o bien no la alternan con ninguna otra droga, o con
alcohol (multiplicando así sus efectos), todo consumidor de heroína, antes ha
sido consumidor de cannabis.
La droga como arma del “sistema”
El
hecho de que un consumidor de cannabis tienda al sopor, a buscar en el porro un
refugio ante situaciones de máxima relajación, y por tanto, en la pasividad en
sus comportamientos cotidianos, hace que se convierta en “poco competitivo” en
relación a jóvenes que no realizan estos consumos y que están siempre más
“despiertos” y alerta. Es difícil disimular que se consume cannabis. Con pocas
frases o, simplemente, observando el “estilo” del interlocutor, se puede percibir
claramente si se está ante un consumidor compulsivo de cannabis.
No
es raro que el “sistema” prefiera una juventud atiborrada de cannabis a una
juventud despierta y que piense por sí misma, en guardia y crítica hacia la
época en la que les ha tocado vivir. De ahí la permisividad de los drow-shops, la absoluta legalidad de las
ferias cannábicas y la absoluta tranquilidad con la que se pueden abrir “clubs
de cannabis” sin ninguna restricción.
Pero
esta no es la única droga que ya ha sido legalizada. Hasta hace poco, los
servicios de una prostituta eran simplemente un desahogo para gentes que, por las
razones que fuera, debían de recurrir a ellos. Sin embargo, en los últimos
tiempos, es frecuente que las páginas en las que se anuncian estos servicios,
en una proporción de un 10% aludan a “fiestas blancas”. Contrariamente a lo que
algunos puede estar tentados de pensar, “fiesta blanca” no indica precisamente
efusión de semen, sino que alude al consumo de cocaína. Existen incluso bases
de datos de servicios de prostitución que incluyen “fiestas blancas”. Están al
alcance de todo el mundo. Las autoridades lo saben, los consumidores tienen al
alcance de la mano a proveedores… No se hace nada contra este nuevo frente de
consumo de drogas. Es más, cuando se intenta “regular la prostitución” aparecen
las “ideas geniales” de multar a los usuarios, pero sin tocar a quienes
publican anuncios que sugieren tráfico de cocaína explícitamente.
Todo
esto no es más que la exteriorización de la decadencia de la sociedad española.
Nuestro país es débil porque nuestra sociedad es extremadamente débil. La
“democracia” no ha aportado valores que sirvan como baluartes defensivos a la
penetración de las drogas y de cualquier otra forma de alienación de la
personalidad. La permisividad hacia el consumo de la marihuana y de la cocaína,
son algunos síntomas de esa debilidad. El sistema educativo, el sistema
judicial, el aparato policial, en buena medida ya han renunciado afrontar este
problema. A fin de cuentas, desde el punto de vista de algunos políticos, es
mejor que la juventud esté tirada sobre un jergón fumando un porro que votando
a Podemos o afiliándose a cualquier
partido de la extrema-derecha.
La
droga es un arma del sistema para frenar disidencias especialmente en los
sectores juveniles. Empezar a reconocer esto supone entender por qué ha
aparecido esta tendencia a banalizar el problema y de dónde deriva la
permisividad en el consumo y en el tráfico de ciertas drogas. Otro de los
grandes logros del gobierno Rajoy...
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