Info|krisis.- La muerte sacrificial de Dominique Venner nos
sorprendió cuando estábamos corriendo la traducción de una de las obras que escribió
con más entusiasmo y que le reportó más fama como historiador: Baltikum,
aparecida hace cuarenta años, es una obra que no solamente nos informa sobre un
episodio histórico titánico sino que nos explica cómo fue posible el
nacional-socialismo, las Secciones de Asalto y su enfrentamiento con las SS.
Nos cuenta cuál era la moral de los
combatientes alemanes cuando se firmó el Tratado de Versalles, nos dice por qué
experimentaron como una sensación extremadamente vivida el haber sido
traicionados y apuñalados por la espalda, cómo se sintió Alemania, cuando
después de más de cuatro años de privaciones, todo se desmoronó y el Estado,
pura y simplemente, se volatilizó. En ese momento, quienes habían estado hasta
ese momento en la retaguardia o agazapados, creyeron llegado su momento: fue el
tiempo de los especuladores, de los usureros, pero también el tiempo de los
bolcheviques. Solamente los Freikorps reaccionaron ante todo esto. Se
organizaron en torno a sus jefes naturales, aquellos que habían destacado en la
guerra, que habían dirigido unidades de asalto, jóvenes que debieron abandonar
sus estudios para integrarse al frente y que tras cuatro años no conocían ni
recordaban nada más que la guerra, con sus destrucciones y su camaradería, con
su heroísmo y su abnegación. A ellos más que a nadie les era imposible soportar
la República de los usureros y los cobardes, incapaz de afrontar a los
bolcheviques y dar bienestar a la población. Sin embargo, Weimar tuvo que
recurrir a ellos y lo hizo en nombre de la patria. Y aquellos combatientes no
pudieron resistir el llamamiento realizado por Alemania, acudieron allí en
donde eran requeridos: en las calles de Berlín y de Munich, para sofocar las
revueltas espartaquistas y sus excesos, acudieron a las marcas del Este, a
Curlandia y a Lituania, acudieron a liberar Alta silesia de la ocupación
polaca. También operaron en el Rhur recién ocupado por los franceses. Allí fue
capturado y fusilado uno de ellos, Alberto Leo Schlageter, miembro del NSDAP,
cuyo núcleo inicial, precisamente, estaba formado por excombatientes. Ellos lo
elevaron a la categoría de mito.
Apenas eran unos miles, todos ellos verdaderos “perros
de la guerra”. En 1923, muchos de ellos, con apenas 25 años, habían vivido
nueve años de guerra. Era normal que quisieran llevar la camaradería y los
valores que constituían el núcleo de su existencia a la vida civil. Y fue así
como protagonizaron episodios como el golpe de Kapp o el pustch de Munich.
Querían construir un mundo nuevo provisto de los valores propios del soldado.
Eran conscientes de que había que purificar la patria y que tal acto pasaba por
el fuego. Cuando la república de Weimar les traicionó (y lo hizo en varias
ocasiones), supieron que debían castigar a los traidores. Se organizaron
clandestinamente, cometieron atentados inmisericordes y ejecutaron como la
Santa Veheme medieval a quienes juzgaron culpables. Durante un tiempo se
convirtieron en nihilistas: nada merecía ser salvado porque nada tenía la
altura suficiente para sustituir a la patria perdida.
La formación del NSDAP, respondió a la exigencia de los Freikorps de disponer de un aparato político que reconstruyera el Reich. La existencia misma del NSDAP es impensable sin el recuerdo de los Freikorps y estos, a su vez, son incomprensibles sin aludir a las “tropas de asalto” creadas por la Wehrmacht en 1915 para afrontar la guerra de trincheras. Esas unidades nuevas estaban concebidas con criterios muy diferentes al resto del ejército regular. Sus oficiales no estaban seleccionados por su categoría social, sino por su valor. Estaban extremadamente próximos a sus tropas y formaron unidades extremadamente eficientes en los asaltos a trincheras y fortines. Pues bien, fue entre los supervivientes de estas tropas que se formaron los Freikorps y luego las Secciones de Asalto del NSDAP.
Muchos de ellos vieron en Hitler el hombre
llamado a reconstruir la patria y lo siguieron en su aventura. Tras el golpe de
Munich, tras su estancia en la prisión de Landsberg, Hitler cierra una etapa:
ya no se tratará de conquistar el poder mediante una audaz maniobra de fuerza,
sino de convertirse en un partido de masas capaz de hacerse con el control de
la nación a través de las instituciones. En 1923, el fracaso del golpe de
Munich es algo más que el fracaso de una estrategia, es el final de los
Freikorps y el inicio de la conquista democrática del poder.
Este periplo de cuatro años, de 1919 a 1923, es
lo que nos describe admirablemente Dominique Venner. Es indudable que su vida
fue un ejemplo hasta el final de valor y de dignidad. Primero como militantes
política, como hombre de acción y como doctrinario, como impulsor de
organizaciones que renovaron en los años 50 y 60 el combate político en defensa
de la patria, de la identidad y de la sociedad. De Jeune Nation a la OAS, de Europe Action a la Fédération des
Étudiants Nationalistes, Dominique Venner destacó como activista, dirigente, y doctrinario.
Muchos de los conceptos que hoy están suficientemente claros entre las fuerzas
patrióticas e identitarias, lo están gracias a su opúsculo Pour une critique positive, redactado en prisión y considerado como
el ¿Qué hacer? del nacionalismo. La
propia Nouvelle Droite debe mucho, desde sus orígenes, a Dominique Venner.
En mayo de 2013 decidió que era necesario dar
testimonio de la decadencia europea mediante una acción expeditiva. Ante el
altar mayor de Notre Dame de París, asumió una muerte sacrificial, mucho más
que un suicidio. Lo explicó en la carta que dejó sobre aquel lugar que, mucho
más que templo cristiano, es crisol ancestral de tradiciones seculares. Por eso
eligió Notre Dame como escenario: para reclamar de todos nosotros la defensa de
la identidad europea, en este momento negro de nuestra historia.
No somos de los que lloramos a nuestros
muertos, sino de los que recogemos su antorcha y aspiramos a que la luz de sus
llamas ilumine a cada vez más de nuestros compatriotas. Es por esto que hemos
decidido traducir y editar Baltikum: una de las obras más queridas por
Dominique Venner. Lamentablemente, esta obra no se integrará en los circuitos
de consumo cultural y no podrá ser un best-seller. De esta obra solamente podrá
editarse un número limitado de ejemplares, distribuidos entre amigos y gentes que
comparten los mismos o parecidos ideales
que Dominique Venner, sin duda, el mejor de todos nosotros. El precio de venta
cubra mínimamente los gastos de traducción y el coste de la edición y esperamos
que así sea entendido. Baltikum es una obra que merece leerse porque aclara
algunos enigmas de la historia y porque Venner es un autor cuya obra merece ser
conocida. Y esto es lo que hacemos con la edición de este libro.
Características técnicas:
Tamaño: 15x23 cm
Páginas: 400
Portada en cuatricomía
Pedidos: eminves@gmail.com