En su momento, cuando Aznar llegó al poder en
1996 ya dijimos que, aparentemente, su único mérito consistió en oponerse a
Felipe González y en ser objeto de un atentado por parte de ETA. Por lo demás,
de él lo único que sabíamos es que había sido jefe de la sección de Institutos
y Enseñanza Media del Frente de Estudiantes Sindicalistas durante unos años en
la transición, aquella formación falangista disidente del Movimiento
franquista, joseantoniana ortodoxa y católica. Sin embargo,
sorprendentemente, tras aquel vacilante comienzo en el que empezó recibiendo el
calor de un público devoto concentrado ante las puertas de Génova, gritando
aquello de “Pujol enano, habla castellano”, a la vista de que su mayoría
parlamentaria era relativa fue él quien declaró, contra todo pronóstico y
contra la lógica más elemental que, él, Aznar “hablaba catalán en familia”.
Luego supimos que las lenguas no se le daban muy bien y que, difícilmente hubiera
trenzado amistad con el malaje de Bush de no ser porque este chapurreaba
castellano mejor de lo que Aznar destrozaba la lengua de Shakespeare. Pero el
episodio del “catalán en familia” y de su polémica con Bush sobre quién corría
más en menos tiempo, Aznar ya había quedado suficientemente catalogado.
En efecto, durante sus años de estancia en el
poder se benefició especialmente de la riada de fondos estructurales que llegó
de la Unión Europea y que permitió abordar desde obras públicas hasta limpieza
de fachada de catedrales. La construcción inició uno de sus tradicionales
ciclos alcistas y pareció como si la larga noche del felipismo (agónico desde
1988 cuando empezó a despuntar el caso GAL y quedó claro que si alguien no
tenía intención de luchar contra la corrupción era el PSOE (porque el PSOE “era”
la corrupción) hubiera terminado y España fuera, sino una fiesta, si al menos
quedara como terreno fértil para la esperanza.
Aznar tenía por delante un largo camino de
reformas. Era evidente que las autonomías estaban costando demasiado y que, en
especial, la catalana y la vasca se habían enquistado como problema. Resultaba
también obvio que nuestra enseñanza estaba en crisis y que hacía tiempo que había
dejado de formar jóvenes. En cuanto a la seguridad social y a las pensiones, se
decía –y era falso- que no se podrían pagar a la vista del descenso de nuestra
natalidad y del alza de la edad media (mentira estadística porque la vida de
los españoles no se prolongaba, sino que lo que se disminuía era la tasa de
mortandad de los recién nacidos, con lo que la edad media subía…
estadísticamente). Los salarios eran bajos pero nadie –y menos Aznar- aludía a
que la globalización estrenada en noviembre de 1989 y (caída del muro de
Berlín) y sellada con la segunda guerra del Golfo (intervención americana en Kuwait)
constituían los pistoletazos de salida de la globalización y en ese marco, poco
podía aportar el trabajador español, cubierto por un sistema de seguridad
social procedente, casi completamente, del franquismo y que el felipismo no
había desarmado completamente.
El felipismo había aportado como “modelo
económico” la promoción de la “marca España” mediante una serie de “eventos” en
cadena (Quinto Centenario del Descubrimiento, Exposevilla, Olimpiadas del 92,
generalización del envío de contingentes militares españoles a escenarios en conflicto)
y con la llamada “reconversión industrial” (pago de Felipe González a la
socialdemocracia alemana por haberle construido de la nada un partido, el PSOE
inexistente durante el franquismo, y darle carburante económico suficiente para
que llegara al poder) que liquidó nuestra industria pesada, nuestra minería y
nuestros astilleros, parte de nuestra ganadería vacuna y de nuestra
agricultura, que podían entrar en competencia con los intereses franco-alemanes
y esto a cambio de unos “fondos estructurales” que, como aquel al que le tocaba
la lotería, el felipismo empezó a dilapidar sin tener en cuenta que un día nos
tocaría a nosotros entregar para el desarrollo de nuevos países miembros de la
Unión.
Era evidente que faltaba un “modelo económico”
y que Aznar debía aportarlo si quería superar las notas de corte para ingresar
en la Zona Euro. Y lo hizo, vaya que si lo hizo. Aquellas aguas trajeron los
lodos en los que hoy nuestro país sigue debatiéndose y ahogándose.
En efecto, ahora, cuando Aznar parece haberle
cogido nuevamente el gusto a salir por la TV y a ejercer de oráculo político,
cabría echarle en cara: “¿CON QUÉ MÉRITOS DAS CONSEJOS, TÚ QUE ERES EL
RESPONSABLE DEL ARRANQUE DE LA BURBUJA INMOBILIARIA Y DE LA LLEGADA DE 7.000.000
DE INMIGRANTES?”
El hecho
de que Aznar sucediera al rey de los GAL y de la corrupción, el hecho de que
precediera a la estupidez personificada en Zapatero, no le exime de sus
responsabilidades que no fueron precisamente pocas.
1. No abordó ni una sola reforma necesaria en
materia de ordenación del territorio, de contención de las autonomías, de
reformas estructurales del Estado ni de sus servicios (especialmente sanidad y,
muy especialmente, educación).
2. Creó un modelo económico neoliberal, de
común acuerdo con la patronal inmobiliaria y con la banca basado en salarios
bajos, acceso fácil al crédito y desarrollo hipertrófico del ladrillo, sin la más
mínima barrera prudencial ni contención especulativa.
3. Para completar este modelo económico y
garantizar los salarios bajos, entreabrió las puertas a la inmigración
permitiendo que entraran bajo su mandato 3.000.000 de extranjeros, la mayoría
de los cuales hoy ya tienen nacionalidad española.
4. Basó su política exterior en situarnos en
el furgón de cola de todas las intervenciones del “amigo americano”,
intervenciones en Afganistán e Irak, dictadas por los intereses del complejo
militar-industrial-petrolero, verdadero guía del gobierno Bush.
5. Intentó imitar a los “grandes” del
neoliberalismo, especialmente a la Tatcher, intentando obtener “prestigio” de
cuestiones patrióticas como el “asunto Perejil” que, en realidad supuso una
concesión a Marruecos por presión de EEUU (España seguiría siendo “titular” de
la soberanía en el islote… pero no podría ejercerlo).
6. No hizo absolutamente nada para contener
la corrupción, especialmente en los ayuntamientos (y de las que parte de los
beneficiarios fueron miembros de su propio partido) que avanzaba imparable
desde los tiempos del felipismo y de la mano con las inmobiliarias.
Todos aquellos errores (y algunos más de
menor cuantía) estallaron en el período siguiente, cuando de manera brusca las
bombas de 11-M (de cuyo origen NO SE CONOCE HOY ABSOLUTAMENTE NADA) pusieron fin,
bruscamente, al gobierno del partido popular. Lo que ocurrió luego puede
resumirse así: Zapatero, quien no tenía ni una sola idea en materia económica o
política, se limitó a una primera legislatura en la que todo iba bien por
inercial (en la medida en que seguían llegando fondos estructurales y que la “burbuja
inmobiliaria-bancaria” todavía iba creciendo, optando por aplicar su
enloquecido programa de “ingeniería social” dictado por los cerebros enfermos
de la UNESCO, por la progresía y por el último tópico humanista-universalista, olvidándose
de introducir las correcciones necesarias en materia ECONÓMICA (contención de
la burbuja, retorno a la economía productiva) y POLITICA (freno a las
autonomías, liquidación de “instituciones florero”, reformas en educación y
sanidad). En el arranque de su segunda legislatura, cuando ya había estallado
la crisis, ZP tardó en reconocer su existencia, dictó medidas absurdas que
costaron más de ¡medio billón de euros!, contribuyendo a hacer que la crisis
inmobiliaria pasara a ser también una crisis de deuda pública, y España cayó a
plomo por el pozo sin fondo en el que Aznar nos había colocado colgados de un
hilo de seda…
Aznar tuvo dos legislaturas: sus defensores
se escudan en que en la primera no tuvo mayoría absoluta… pero sí la tuvo en la
segunda. Y en esa segunda legislatura pudo corregir los primeros efectos
deletéreos de las iniciativas erróneas tomadas en la primera (especialmente
cuando ya se había producido el primer “efecto llamada” y cuando los precios de
la vivienda estaban subiendo un 15% anual). No lo hizo, sino todo lo contrario.
Actuó como si los problemas no existieran: negó que la delincuencia se hubiera
disparado, que los salarios eran cada vez más bajos y los contratos basura del
felipismo se habían generalizado. Miró a otro sitio, allí donde las grúas y las
excavadoras daban la sensación de que había actividad económica. Confundió el
aumento del PIB (que indica el volumen de movimiento económico) con la renta
per cápita (la media de lo que ganamos cada español) y se refugió en las
mentiras estadísticas de las cifras macroeconómicas para demostrar que… España
iba bien. Y lo que iba era directa al precipicio.
Para colmo, quiso tener una “salida de
caballero”: dos legislaturas y basta, quería irse con la cabeza bien alta de
ser el “mejor presidente” en la historia de la democracia española (a fin de
cuentas no era difícil: Suarez no fue más, como él mismo decía, que un “vendedor
del Corte Inglés”, alguien que solamente sabía camelar a unos y a otros, Calvo
Sotelo, un monolito indolente situado más allá del bien y del mal y, además,
breve, sobre Felipe y Zapatero su gestión fue nefasta en el primer caso, y
nefanda en el segundo. Así que no era difícil superarlos. Aznar le facilitó a
Rajoy lo que debía ser su última carambola: una elección segura en 2004.
Y entonces llegaron las bombas del 11-M. A
los efectos brutales del atentado (192 muertos) se unió una campaña mediática
preparada de manera anticipada y la incapacidad de un ministro del interior sin
ningún mérito (salvo el ser un yes-man
de Aznar, un mero servidor sin iniciativa, ni capacidad de análisis, ni
criterio propio) que una y otra vez echó la culpa a ETA (cuando ya existían
nexos de unión entre ETA y funcionarios de Interior a través de Josu Ternera),
negándose a aceptar el hecho de que ¡SE IGNORABA Y SE IGNORA QUIEN IDEÓ EL
ATENTADO, SABIÉNDOSE SOLO QUE UNOS “MORITOS” IMPRESENTABLES FUERON LA CARNE DE
CAÑÓN DEL MISMO!
Inútil decir que Aznar fue víctima de su
propia trampa: desde el verano de 2001 había permitido que se publicaran
reiteradamente las noticias en España de que existían “tramas islámicas”,
cualquier dossier que llegaba de los EEUU procedente del Departamento de
Estado, del Departamento de Justicia, del Pentágono, del FBI, era considerado
como VERDAD OFICIAL por el ministerio de defensa, por el ministerio del
interior, por el CNI, por la Audiencia Nacional… Y esos informes FALSOS Y
ELABORADOS EN OSCUROS LABORATORIOS DE OPERACIONES PSICOLÓGICAS INDICABAN QUE
HABÍA “YIHADISTAS” EN ESPAÑA DISPUESTOS A ACTUAR… Durante el período Aznar se
detuvo a 200 “islamistas”, la mayoría de los cuales habían militado en
formaciones de ese tipo… durante la guerra civil argelina, pera optar luego por
retirarse y emprender el camino de la emigración a Europa.
Cuando PRISA, dos minutos después de los
atentados del 11-M sentenciaba que eran de marca islamista, mientras que el
jefe de los TEDAX decía telefónicamente a Acebes que se trataba de un atentado
etarra, estaba generando el efecto “rebote” en la opinión pública. Acebes y
Aznar entendieron pronto que si aludían a la responsabilidad islamista caerían
víctimas de su propia trampa y que eso generaría el trasvase de 3.000.000 de
votos de rechazo a la guerra de Irak que, hasta ese momento, estaban dispuestos
a olvidar ese “pecadillo” de Aznar, pero no si el “pecadillo” costaba 192 vidas…
En lugar de convocar al “Pacto Antiterrorista”,
realizar una declaración común, comprometiendo al PSOE y afirmando la ÚNICA
REALIDAD: QUE SE IGNORABA QUÉ CEREBRO CRIMINAL HABÍA IDEADO EL ATENTADO, Acebes
quiso mantenerse 48 en la idea inicial de responsabilidad de ETA. Ya se conoce
el “principio de Peter” sobre los distintos niveles de incompetencia: un
incompetente, nombra a gente más incompetente que él para que no le haga
sombra. Eso explica por qué un tipo vinculado a grupos extremistas católicos –Legionarios
de Cristo- estaba situado en un cargo para el que, obviamente, no tenía la más
mínima experiencia ni idoneidad.
Aznar y el aznarismo fueron arrojados del
poder con una brutalidad y una brusquedad sin precedentes. Ni hoy en el
gobierno, ni ayer en la oposición, NO INSISTIERON EN QUE SE INVESTIGUE DE UAN
VEZ POR TODAS, PARTIENDO DE CERO, LOS ATENTADOS DEL 11-M. Todos saben que parte
de la responsabilidad recae en funcionarios que estuvieron a las órdenes de Acebes,
vinculados a anteriores cúpulas de Interior y que los ministros del PP nunca
consiguieron ni aislar, ni siquiera relevar de sus responsabilidades.
Aznar estuvo callado durante los años aciagos
del zapaterismo y hace poco volvió de ultratumba (con el pelo recortado, las
canas teñidas, el bigote afeitado y el labio de escayola bien visible),
presentándose como si hubiera sido un “gran presidente”. Fue, eso sí, la gran
oportunidad que tuvo este país antes de hundirse, probablemente para siempre, en
la crisis y la desesperanza. La desaprovechó y, no solamente eso, FUE EL
DESENCADENADOR Y EL CAUSANTE DE LA BURBUJA INMOBILIARIA. Zapatero tenía razón:
a él le había estallado entre las manos, como al gilipollas que tiene una
granada de mano sin anilla y en lugar de resolver la situación, opta por ponérsela
en la boca. Lo triste de Zapatero es que de lo único que se le puede acusar es
de “bambi” de la vida, de “bobo ilustre” y de humanista baboso sin dos dedos de
frente, es decir, del mediocre rodeado de mediocres que actúa mediocremente
ante una situación excepcional como fue el desencadenamiento de la crisis inmobiliaria
en el verano de 2007. Es lo que tiene ser elegido democráticamente por un
electorado víctima de la telebasura, las sucesivas reformas educativas y el
miedo por perder lo poco que tiene.
¿Y Aznar? Aznar pasó por el FES, así que sabe
que la crítica que realizó José Antonio Primo de Rivera a la democracia y al
parlamentarismo sigue siendo válida. Es difícil que haya podido olvidar también
lo que era el patriotismo que se desprende de las lecturas que debió realizar
en su juventud. Y también es difícil que haya podido olvidar los ideales de
justicia social y servicio que tuvo en otro tiempo. El oportunismo y la
ambición pueden ser tomados momentáneamente como sustitutivos, pero hay
momentos, en la soledad, antes de
conciliar el sueño en el que, seguramente, debe pensar en todo el daño que
ocasionó a millones de personas su amigo Bush; Aznar, en esos momentos, debe
ser consciente de que en el origen de la crisis actual está su modelo
económico; consciente de sus silencios ante la globalización y consciente de que
no hizo todo lo que podía para contener al nacionalismo catalán; consciente de
que sus 3.000.000 de inmigrantes a los que permitió entrar marcaron el camino a
los otros 4.000.000 que llegaron después y que esos recién llegados
contribuyeron, no a la “justicia social”, sino a abaratar los salarios, a
aumentar la conflictividad en las calles, a convertir en caótico nuestro
mercado laboral, haciendo la vida mucho más difícil, sino imposible, para
millones de españoles. Y si no es capaz de pensar ni siquiera eso que es
evidente para alguien con dos dedos de frente, es que, simplemente, como otros
presidentes de gobierno anteriores, está, literalmente, loco.
¿Con qué cara se presenta Aznar ahora a los
españoles? Debería de estar avergonzado y abochornado por lo que hizo él y por
lo que hoy hacen las gentes que él colocó para sustituirle. Debería de estar
avergonzado con que 192 muertos sigan preguntando desde el más allá, por qué
tuvieron que morir. Debería de pedir disculpas por idear y aplicar un modelo
económico suicida por el que todavía y durante muchos años más nos seguiremos
debatiendo en la ruina. Debería de arrodillarse ante toda la nación y pedir
perdón por las reformas que pudieron hacerse y que jamás se hicieron.
Eso y no otra cosa es lo que nos hubiera
gustado oír de José María Aznar. Eso, claro está, y el reconocimiento de que la
Trama Gürtel creció bajo su mando y… finalmente, le pagó la iluminación en la
boda de la niña… Porque lo de que PRISA está quebrada, eso ya lo sabíamos… y
que Aznar cobra de un grupo internacional rival de comunicación, por cierto,
también lo sabíamos. ¿”Aznar el honesto”? ¿Ah, pero en el actual régimen queda
alguien honesto? De ser así habría que conservarlo en formol como rara avis.
© Ernesto Milá – infokrisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com