Dominique Venner: me alegro de haber traducido alguno de tus libros, me
alegro de haberlos leído casi todos, me alegro de compartir contigo los mismos
ideales y me alegro de que medio siglo después de que crearas EUROPE-ACTION,
tus ideales siguen
siendo aquellos por los que en otro tiempo luchaste, me alegro de que murieras
pensando como viviste y me alegro finalmente de que tus enemigos hayan sido los
míos y de que tu muerte haya sido como tu vida, un ejemplo para todos nosotros
y un estímulo para no renunciar nunca a nuestros comunes ideales. A partir de
ahora podemos decir que no solo Mishima se suicidó para llamar la atención por
la decadencia de su Nación, sino que en la Vieja Europa también un hombre dio testimonio
de esa decadencia y su fuerte fue un grito para el combate de nuestra
generación y de las que vendrán.
Dominique Venner ha muerto porque no quería que
su pueblo y su gente, entre ellos el creador de Notre Dame de París, fuera
sustituido por pueblos alógenos llegados al continente para mayor gloria de la
globalización y el neocapitalismo y a despecho de que en apenas unas
generaciones su identidad sustituya a la nuestra. Su muerte es una vida
entregada en defensa de la identidad de todos nosotros, de la de su familia, de
tu identidad y de la mía.
He leído varias veces la carta de despedida de
Venner. No es la de un depresivo que en el pozo de su enfermedad lo ve todo
negro. Es la carta de alguien que quiere evitar con su testimonio la ruina de
una identidad ancestral y plurimilenaria.
Oí hablar de Venner hace muchos años a antiguos
miembros de Europe Action, de la OAS y de Jeune Nation que habían estado a los
órdenes y con los que también había compartido tareas de dirección. Venner no
era una vida fracasa, profesionalmente había alcanzado las más altas cotas de
consideración en su profesión de historiador y sus libros están traducidos a
muchos idiomas. Dirigía una conocida revista de historia en estos momentos y yo
mismo le había traducido para la Revista de Historia del Fascismo, su obra
Baltikum, una historia de los cuerpos francos alemanes y su folleto Por una
crítica positiva que fue, en cierta medida, el documento en el que el
neofascismo europeo apoyó su renovación en los años 60. Fue un militante
durante su juventud, un líder comprometido que conoció la cárcel y la
exaltación de los mítines, las reuniones y las manifestaciones en unos momentos
terriblemente difíciles para su patria, cuando la República amputó el
territorio argelino y arrojó a la ruina y a la muerte a millones de europeos
que vivían en Argelia.
Al salir de la cárcel publicó Europe-Action,
seguramente la revista más interesante e innovadora del neofascismo francés en
la postguerra sin la cual sería incomprensible tanto el movimiento de la
Nouvelle Droite, como la propia revista de historia que publicó Venner hasta su
muerte. Participó, así mismo, en las tareas de dirección de Jeune Nation cuando
apenas había cumplido los veinte años y se significó siempre, hasta su retirada
como militante, como dirigente e inspirador teórico y estratégico de las
organizaciones a las que perteneció, incluida la Federation des Etudiants
Nationalistes.
Reproduzco a continuación la carta en la que
indica los motivos de su suicidio:
Estoy sano de cuerpo y mente, y me lleno de
amor por mi esposa e hijos. Amo la vida, y no espero nada más allá, si no la
perpetuación de mi raza y mi gente. Sin embargo, en la noche de esta vida, frente
a enormes peligros para mi país francés y europeo, siento el deber de actuar
sin tener fuerzas. Creo que tengo que sacrificarme para romper el letargo que
nos aqueja. Ofrezco el resto de mi vida con la intención de la protesta y la
fundación. Escogí un lugar altamente simbólico, Notre Dame de París, que yo
respeto y admiro, que fue construida por uno de los genios de mis antepasados, lugar
de culto ancestral, recordando nuestros orígenes inmemoriales.
Mientras muchos hombres son esclavos de sus
vidas, mi gesto encarna una voluntad ética. Yo doy la muerte para despertar la
conciencia dormida. Me rebelo contra el destino. Protesto contra lo que
envenena el alma y al individuo, contra los deseos invasores que destruyen
nuestra identidad, incluido la familia, base de nuestra civilización milenaria.
Mientras yo defiendo la identidad de todos los pueblos, también me rebelo
contra el delito de reemplazar nuestro pueblo.
El discurso dominante puede dejar sus
ambigüedades tóxicas, pero son los europeos los que van a asumir las
consecuencias. El no tener una identidad que nos amarra a la religión, que
compartimos desde Homero en su propia memoria, depositario de todos los valores
en los que nuestro futuro renacimiento reconstruido con la metafísica de la
fuente dañina ilimitada de toda deriva moderna.
Pido disculpas de antemano a cualquier persona
que mi muerte va a sufrir, ante todo,a mi esposa, mis hijos y nietos, así como
a mis amigos y camaradas. Pero una vez terminada la conmoción atenuada del
dolor, no me cabe duda de que cada uno verá el significado de mi gesto y mi
orgullo. Espero que los que trabajan en conjunto viendo el pasado. Van a
encontrar en mis escritos algo presagiado y explicara mi acción.
Dominique Venner
Vale la pena leer desde el primer libro de
Venner hasta el último y conocer también su historia como militante. Su muerte
es una llamada a centuplicar los esfuerzos en defensa de nuestra identidad y un
grito de combate y de movilización. Ahora le tocará a los esbirros de la prensa
corrupta y miserable, lanzar cuántas difamaciones se les ocurran en sus
laboratorios de operaciones psicológicas, no nos cabe la menor duda de que se
tergiversarán los motivos que le llevaron a morir ante el altar de Notre Dame de
París, en la isla de la Cité, allí mismo en donde hace miles de años, antes de
la catedral ya existía un templo pagano. La única forma de defender su memoria
es combatir por los mismos ideales que le llevaron a él a una vida de
compromiso militante en defensa de la identidad europea. Porque si Dominique
Venner fue algo, fue, sin duda, un combatiente, doctrinario y militante, que
tuvo claro los motivos de su combate (contra la partitocracia, contra la
plutocracia, contra el liberalismo, contra el nuevo orden mundial, contra el
marxismo y su progresía, en defensa de un patriotismo social y nacional y de
una Europa que, por supuesto, no es esta Europa miserable e inviable construida
por los delirios de poder franco-alemanes, sino la Europa de los pueblos
orgullosos de una identidad que se forjó desde Salamina hasta Lepanto y hasta
el cerco de Viena y que, golpe a golpe.
Venner no creía –como nosotros no creemos
tampoco- en un más allá venturoso. Lo que cuenta es el momento presente y no
las evasiones idealistas de otros mundos tan desconocidos como irreales. Venner
creía en la Tradición y en la Sangre. La tradición que nos lega arquetipos y
modelos de comportamiento a los que debemos de ser fieles porque son los más
acordes con la voz de la sangre. La tradición y la sangre es con lo único que
llegamos a la tierra y lo único que legaremos. A eso le llamaba “identidad”.
Por eso murió y por eso otros estamos obligados
a recoger su mensaje.
© Ernesto Milá – infokrisis – ernesto-mila.rodri@gmail.com