Cuando el gobierno de
Pedro Sánchez se hizo con la Moncloa, lo primero que restableció fue la “sanidad
universal”. “Era de justicia”
dijo Carmen Montón, ministra de sanidad, consumo y bienestar social (como si la
sanidad, el consumo y el bienestar social tuvieran algo que ver). Y de repente
supimos que cualquier turista o
inmigrantes ilegal que pisara nuestro suelo, solo por el hecho de haber puesto
la suela, se hacía merecedor de aquello que pagamos todos nosotros pagamos:
asistencia sanitaria. Si esta medida es tan avanzada, me quejo de que en
los países más avanzados del planeta (y más estables) solamente puede entrarse
pagando un seguro médico particular que cubra los gastos mínimos de un
accidente o cualquier otro problema de salud que podamos tener. Cada vez que paso una temporada en Montreal
me toca pagar un pastón a las aseguradoras españolas. De otro modo no me
dejarían pasar más allá de la aduana del aeropuerto no fuera que me
descalabrara de un patinazo. Y no me quejo de esto, que me parece justo (a fin
de cuentas, yo resido en Canadá, pero no trabajo en Canadá, no he contribuido
en nada a la prosperidad canadiense ni a la construcción del país, y me parece
justo pagar por lo que gasto o puedo gastar). De lo que me quejo es de esa manía de los progres carpetovetónicos en
ser más guay que nadie e implantar la “sanidad universal” en lugar de las
mejoras necesarias en el sistema de salud.
Solamente en Tanzania hay 17.000 negros albinos. Leo en El País que se cotizan a 75.000
euros/pieza. Sí, los negros tienen razón en quejarse de que comerciantes árabes
los vendieran como esclavos para la construcción de América, pero no tanta
cuando ellos mismos siguen practicando formas como estas de esclavitud con los
suyos. ¿Lo peor? Lo peor es que se paga 75.000 euros en Tanzania –no lo dice un
digital de pacotilla, sino El País-
por “pieza muerta”. Se ve que su piel, sus huesos y sus vísceras son recomendables
para determinados rituales de brujería. Cosas de África. Maquino que si en Tanzania hay 17.000 en toda África
negra ascenderán como mínimo a 200.000. Parece que no es buen negocio ser
albino en África negra. Así que, los albinos africanos optan por irse hacia
Europa en donde lo humano está fuera del mercado alimentario. Me documento
y veo que los albinos tienen problemas de visión hasta la ceguera, suelen
complicarse con cánceres de piel, precisas continuos cuidados en la piel y
están limitadas en sus actividades laborales al no poder tolerar los rayos del
sol… Así que es el Estado que ha asumido
la “sanidad universal” quien tiene que pagar un error genético que ocurrió en
la selva africana.
Por las calles de Barcelona he visto algún negro albino que
supongo que ha llegado a España con la mentalidad de que aquí atan a los perros
con longaniza y nuestros progres van de redentores del género humano. Es dramática la enfermedad, desde luego, como dramático es el
caso de los africanos contagiados por SIDA. Pásmense, 25,3 millones declarados según la OMS en 2001 y 36,1 millones para la
FAO un lustro después. ¿Y ahora? Si tenemos en cuenta que se trata de casos
diagnosticados, parece claro que podrían llegar a los 50 millones con facilidad
en 2018. De momento, ya han muerto 15 millones de africanos. Hoy, el SIDA
es una pandemia africana que afecta, sobre todo al tercio Sur del continente y
a la mitad Este. La FAO prevé un descenso de la mano de obra en Namibia del 26%
y en la Sudáfrica de Mandela de un 20%. Los
tratamientos antisida en 2016 –lo dice el prestigioso DiarioFarma- cuestan
entre 3.700 a 9.700 euros por paciente y mes. Por supuesto, ningún país africano –esa colección de Estados fallidos pero independientes- lo costea. De hecho, algunos Estados opinan que el SIDA no
existe, otros que es un “invento blanco”. Y, por tanto, no es raro que los africanos contagiados por SIDA opten por dirigirse
al país de los julays administrado por giliflús progres y redentores.
Otro caso menos dramático. A un inglés con barriga cervecera, nariz, mejillas y ojos de alcohólico, no le operan de un trasplante de corazón porque
la ciencia médica dice que no servirá de nada: su dolencia es producto de sus
malos hábitos de vida. O un fumador inglés con cáncer de esófago. Somos libres
para llevar una vida sana o para destrozárnosla a nosotros mismos, pero si
elegimos este último camino, la sanidad británica, con mucha lógica, nos dice: “alto, usted no tiene derecho a que otros paguen
aquello de lo que sólo usted es responsable”. Llanto y crujir de dientes, y luego charter para España en donde la “sanidad
universal” asumirá la factura.
Un último caso. Residiendo en la Comunidad Valenciana tuve
una hernia inguinal, debían operarme y se fijo la intervención entre seis y
doce meses después de ir por primera vez al médico. No es grave, pero sí
molesto. Unos amigos me invitaron a Navarra: nada más llegar, debía de ir a
cualquier hospital, entrar por “urgencias” y decir: “Me duele…”. Inmediatamente te operaban. Luego supe por un amigo
tabaquista que los parches de nicotina eran gratuitos en Navarra, mientras que hay que
pagarlos en cualquier otra comunidad autónoma... Pensar que hay igualdad en las taifas autonómicas es creer en que el mundo es cuadrado.
¿Qué me dicen de todos estos casos? Lo resumo, porque es de
lo que me quejo. Aquí todos los
gobiernos están “orgullosos de nuestro sistema sanitario”. Si tenemos en cuenta
las colas, las demoras, la cantidad de fármacos de primera necesidad que no
están subvencionados, los servicios básicos no cubiertos, o las desigualdades de una región a otra, nos daremos
cuenta de que la sanidad española precisa una reforma en profundidad. Condición
sine qua non de la misma es que el Estado recupere las competencias en esta
materia. Solamente así se podrá tener una “sanidad unificada”. En segundo
lugar, la situación de los sidosos y albinos africanos, como de los
tuberculosos llegados del extranjero es grave y lamentable. Pero, como cada uno
de nosotros, ellos también tienen papá, mamá y un Estado que debe de hacerse
cargo de ellos. Yo me siento satisfecho cada vez que, en el Aeropuerto de
Montreal, me piden el seguro sanitario, el lugar en el que voy a residir, el dinero que llevo o el
billete de vuelta. No lo considero un atentado contra mis "derechos humanos". He
cotizado a la SS en España, he pagado IRPF en España, así que quien tiene
responsabilidades sobre mí es el Estado Español y cuando resido en el
extranjero, me tengo que pagar mi sanidad (o mi Estado debe de llegar a algún acuerdo con la sanidad del país en
cuestión). Otra cosa sería absurda. Pues bien, es hora de que los países africanos, se responsabilicen de las
dolencias de sus ciudadanos en lugar de exportarlos.
Estas son algunas reflexiones inorgánicas que me llevan a
quejarme de la cantinela progre de la “sanidad universal”. Sanidad que usted y yo estamos pagando y no el gobierno okupa que la
proclama. El gran engaño consiste en
sugerir que la sanidad debe ser para “todos los habitantes de la galaxia”... Para todos, sí, para todos los que son hijos de
esta tierra cuyos padres, abuelos y tatarabuelos han contribuido con su trabajo
y sus impuestos, a levantarla, para todos los que la pagan y para todos los que
sin haber nacido aquí, están trabajando aquí.
Para nadie más. El resto, los que han entrado ilegalmente deben de irse
después de que les hayan las tiritas y el árnica en urgencias, o pagarla como
hace servidor cuando viaja a países avanzados, estables y de vanguardia. España
no puede ser el hospital mundial, no puede ser la tierra de promisión de los
contagiados por VIH, por tuberculosis, por chikungunya o por zika, dengue, ni
para los albinos africanos… ¿Por egoísmo? No, por volumen y por sentido común.