viernes, 7 de septiembre de 2018

365 QUEJÍOS (131) – LA SANIDAD UNIVERSAL


Cuando el gobierno de Pedro Sánchez se hizo con la Moncloa, lo primero que restableció fue la “sanidad universal”. “Era de justicia” dijo Carmen Montón, ministra de sanidad, consumo y bienestar social (como si la sanidad, el consumo y el bienestar social tuvieran algo que ver). Y de repente supimos que cualquier turista o inmigrantes ilegal que pisara nuestro suelo, solo por el hecho de haber puesto la suela, se hacía merecedor de aquello que pagamos todos nosotros pagamos: asistencia sanitaria. Si esta medida es tan avanzada, me quejo de que en los países más avanzados del planeta (y más estables) solamente puede entrarse pagando un seguro médico particular que cubra los gastos mínimos de un accidente o cualquier otro problema de salud que podamos tener. Cada vez que paso una temporada en Montreal me toca pagar un pastón a las aseguradoras españolas. De otro modo no me dejarían pasar más allá de la aduana del aeropuerto no fuera que me descalabrara de un patinazo. Y no me quejo de esto, que me parece justo (a fin de cuentas, yo resido en Canadá, pero no trabajo en Canadá, no he contribuido en nada a la prosperidad canadiense ni a la construcción del país, y me parece justo pagar por lo que gasto o puedo gastar). De lo que me quejo es de esa manía de los progres carpetovetónicos en ser más guay que nadie e implantar la “sanidad universal” en lugar de las mejoras necesarias en el sistema de salud.

Solamente en Tanzania hay 17.000 negros albinos. Leo en El País que se cotizan a 75.000 euros/pieza. Sí, los negros tienen razón en quejarse de que comerciantes árabes los vendieran como esclavos para la construcción de América, pero no tanta cuando ellos mismos siguen practicando formas como estas de esclavitud con los suyos. ¿Lo peor? Lo peor es que se paga 75.000 euros en Tanzania –no lo dice un digital de pacotilla, sino El País- por “pieza muerta”. Se ve que su piel, sus huesos y sus vísceras son recomendables para determinados rituales de brujería. Cosas de África. Maquino que si en Tanzania hay 17.000 en toda África negra ascenderán como mínimo a 200.000. Parece que no es buen negocio ser albino en África negra. Así que, los albinos africanos optan por irse hacia Europa en donde lo humano está fuera del mercado alimentario. Me documento y veo que los albinos tienen problemas de visión hasta la ceguera, suelen complicarse con cánceres de piel, precisas continuos cuidados en la piel y están limitadas en sus actividades laborales al no poder tolerar los rayos del sol… Así que es el Estado que ha asumido la “sanidad universal” quien tiene que pagar un error genético que ocurrió en la selva africana.

http://eminves.blogspot.com/2018/07/iberia-alternativa-mision-y-destino-de.html

Por las calles de Barcelona he visto algún negro albino que supongo que ha llegado a España con la mentalidad de que aquí atan a los perros con longaniza y nuestros progres van de redentores del género humano. Es dramática la enfermedad, desde luego, como dramático es el caso de los africanos contagiados por SIDA. Pásmense, 25,3 millones declarados según la OMS en 2001 y 36,1 millones para la FAO un lustro después. ¿Y ahora? Si tenemos en cuenta que se trata de casos diagnosticados, parece claro que podrían llegar a los 50 millones con facilidad en 2018. De momento, ya han muerto 15 millones de africanos. Hoy, el SIDA es una pandemia africana que afecta, sobre todo al tercio Sur del continente y a la mitad Este. La FAO prevé un descenso de la mano de obra en Namibia del 26% y en la Sudáfrica de Mandela de un 20%. Los tratamientos antisida en 2016 –lo dice el prestigioso DiarioFarma- cuestan entre 3.700 a 9.700 euros por paciente y mes. Por supuesto, ningún país africano –esa colección de Estados fallidos pero independientes- lo costea. De hecho, algunos Estados opinan que el SIDA no existe, otros que es un “invento blanco”. Y, por tanto, no es raro que los africanos contagiados por SIDA opten por dirigirse al país de los julays administrado por giliflús progres y redentores.

Otro caso menos dramático. A un inglés con barriga cervecera, nariz, mejillas y ojos de alcohólico, no le operan de un trasplante de corazón porque la ciencia médica dice que no servirá de nada: su dolencia es producto de sus malos hábitos de vida. O un fumador inglés con cáncer de esófago. Somos libres para llevar una vida sana o para destrozárnosla a nosotros mismos, pero si elegimos este último camino, la sanidad británica, con mucha lógica, nos dice: “alto, usted no tiene derecho a que otros paguen aquello de lo que sólo usted es responsable”. Llanto y crujir de dientes, y luego charter para España en donde la “sanidad universal” asumirá la factura.

Un último caso. Residiendo en la Comunidad Valenciana tuve una hernia inguinal, debían operarme y se fijo la intervención entre seis y doce meses después de ir por primera vez al médico. No es grave, pero sí molesto. Unos amigos me invitaron a Navarra: nada más llegar, debía de ir a cualquier hospital, entrar por “urgencias” y decir: “Me duele…”. Inmediatamente te operaban. Luego supe por un amigo tabaquista que los parches de nicotina eran gratuitos en Navarra, mientras que hay que pagarlos en cualquier otra comunidad autónoma... Pensar que hay igualdad en las taifas autonómicas es creer en que el mundo es cuadrado.

¿Qué me dicen de todos estos casos? Lo resumo, porque es de lo que me quejo. Aquí todos los gobiernos están “orgullosos de nuestro sistema sanitario”. Si tenemos en cuenta las colas, las demoras, la cantidad de fármacos de primera necesidad que no están subvencionados, los servicios básicos no cubiertos, o las desigualdades de una región a otra, nos daremos cuenta de que la sanidad española precisa una reforma en profundidad. Condición sine qua non de la misma es que el Estado recupere las competencias en esta materia. Solamente así se podrá tener una “sanidad unificada”. En segundo lugar, la situación de los sidosos y albinos africanos, como de los tuberculosos llegados del extranjero es grave y lamentable. Pero, como cada uno de nosotros, ellos también tienen papá, mamá y un Estado que debe de hacerse cargo de ellos. Yo me siento satisfecho cada vez que, en el Aeropuerto de Montreal, me piden el seguro sanitario, el lugar en el que voy a residir, el dinero que llevo o el billete de vuelta. No lo considero un atentado contra mis "derechos humanos". He cotizado a la SS en España, he pagado IRPF en España, así que quien tiene responsabilidades sobre mí es el Estado Español y cuando resido en el extranjero, me tengo que pagar mi sanidad (o mi Estado debe de llegar a  algún acuerdo con la sanidad del país en cuestión). Otra cosa sería absurda. Pues bien, es hora de que los países africanos, se responsabilicen de las dolencias de sus ciudadanos en lugar de exportarlos.

Estas son algunas reflexiones inorgánicas que me llevan a quejarme de la cantinela progre de la “sanidad universal”. Sanidad que usted y yo estamos pagando y no el gobierno okupa que la proclama. El gran engaño consiste en sugerir que la sanidad debe ser para “todos los habitantes de la galaxia”... Para todos, sí, para todos los que son hijos de esta tierra cuyos padres, abuelos y tatarabuelos han contribuido con su trabajo y sus impuestos, a levantarla, para todos los que la pagan y para todos los que sin haber nacido aquí, están trabajando aquí.  Para nadie más. El resto, los que han entrado ilegalmente deben de irse después de que les hayan las tiritas y el árnica en urgencias, o pagarla como hace servidor cuando viaja a países avanzados, estables y de vanguardia. España no puede ser el hospital mundial, no puede ser la tierra de promisión de los contagiados por VIH, por tuberculosis, por chikungunya o por zika, dengue, ni para los albinos africanos… ¿Por egoísmo? No, por volumen y por sentido común.