jueves, 6 de septiembre de 2018

365 QUEJÍOS (130) – LOS POLÍTICOS QUE SE HACEN EL HARA-KIRI


La dimisión de Xavier Doménech ha sorprendido a la clase política y a su propio partido. Se va porque dice que está “agotado” por las tensiones de los “comuns”. Lo sorprendente en el caso es que deja el cargo y el escaño. Hubiera podido pillar unas decenas de miles de euracos abandonando su formación política y formando un grupo mixto en el Parlament de Cataluña y conservando su escaño en Madrid. En lugar de eso ha preferido volver a enseñar historia en la Universidad Autónoma de Barcelona. Era el “hombre fuerte” (si es que en Podemos puede hablarse de “hombres fuertes” por aquello de la ideología de género) de “En Comú – Podem”. Vaya por delante que no creo que la política española haya perdido gran cosa con esta dimisión. Me quejo de que no dimitan más políticos. Y me quejo todavía más de que, muchos, no dimiten porque fuera de la política no tienen donde caerse muertos. Así ha llegado la clase política española a ser un parking para abogadillos de pocos pleitos, parados, parásitos de menos luces y lo que en Cataluña, hace 100 años se conocía como “saltataulells”, que venía a ser algo así como un aprendiz de botica llegado del villorrio.

Doménech, a decir verdad, pertenecía al sector más “nacionalista” de “En Comú – Podem”. Su idea era que “cualquier partido que quiera tener la hegemonía en Cataluña debe apostar por el catalanismo”… Coño, y por el Barça, y por los calçots, y dentro de poco por hacer el Ramadán en familia... Fue de los que recuperó el viejo mito de que la “construcción nacional y la libertad nacional” son inseparables, idea que no era el fruto de sus neuronas sino de la Unión Socialista de Cataluña y de los nacionalistas de izquierdas de hace casi 100 años, olvidada durante los años del franquismo y que el PSAN recuperó a finales de los años 60. Tiene gracia que una de las especialidades de Doménech en su oficio de historiador sean los refugios antiaéreos en Cataluña durante la guerra civil. Sus tres trabajos sobre los bombardeos de Barcelona y los refugios antiaéreos han sido editados por instituciones oficiales (el ayuntamiento de Barcelona, la Gencat y el ayuntamiento de Granollers). Su irrupción en la política fue tardía, cuando el sarao aquel de “los indignados”. Llegó en abril de 2018 a secretario general de Podemos en Cataluña. Y ayer va y dimite harto del ambiente irrespirable de la formación política.

http://eminves.blogspot.com/2018/07/iberia-alternativa-mision-y-destino-de.html

Lo malo de la dimisión ha sido que se ha solapado con la conferencia de Quim Torra sobre cómo iba a sacar adelante el embarrancado “procés”. Casi mejor. En España la noticia de la dimisión de algún político suscita más interés por lo inédito que una eventual guerra civil o la localización de un extraterrestre en la Plaza de Sant Jaume. El caso es que el tal Doménech se va, harto de los líos internos del partido. Porque “En Comú” es una verdadera olla de grillos (y lo ha sido siempre desde su fundación) en donde coexisten todas las posturas posibles y algunas más de las imposibles. Es un partido curioso en el que encontramos a personajes aparentemente cualificados por su titulación universitaria pero cuyas opiniones políticas parecen sacadas del TBO, chirrían más que los ejes del carro del pobre Echenique y son más casposas que la coleta demodé del Iglesias. Al parecer uno de los motivos que han llevado a su estampida de la política ha sido su relación con Ada Colau. De todas formas había decidido no presentarse a las elecciones, así que, en el fondo, no ha hecho nada más que adelantar la decisión unas semanas.

Veremos lo que queda de “En Comú – Podem” cuando las encuestas reales (que no las del CIS) garanticen a Pedro Sánchez no quedar segundo o tercero en las próximas elecciones. De lo que no cabe la menor duda es que los años de ejercicio de poder municipal pesarán como una losa en los resultados de “Podemos”. Parece difícil que los barceloneses vayan a olvidar los años de gestión de la Colau que están terminando como los más difíciles de su historia desde 1939.

Si quieren que les diga la verdad, me importa un higo los motivos que han llevado a Doménech a dimitir y no digamos las riñas y las peleas a navajazos en el interior de la formación política que llegaba para “renovar” la política española y que está de capa caída, especialmente en Cataluña, entre otras cosas porque se ha convertido en más de lo mismo. Raros son a los que Podemos no ha decepcionado. Yo no soy uno de ellos. Soy “apolítico”: no es que no me interese la política, es que estoy distanciado de ella.

La política se ha convertido en una selección al revés: los que tienen salidas profesionales, los que mantienen cierta honestidad, los que tienen vida más allá del negocio de la política, se van y se quedan los parásitos, los demagogos, los que no tienen donde caerse muertos y los que no soportarían perder el coche oficial, el aforamiento, la jubilación y los euracos o se sentirían mal intentando vivir de su trabajo. Y esto dura demasiado. Hasta la transición, se exigía a los gobernadores civiles, a los ministros y a los altos cargos del Estado determinado número de años de ejercicio del servicio público o bien una titulación adecuada. Desde Suárez, lo único que se exige es que sepan escalar, tengan una sonrisa encantadora o un discurso lánguido y correcto dentro de los parámetros de la mediocridad usual en el ruedo político, dar puñaladas traperas y caer en gracia de algún “comunicador” o que sean auténticos visagras-man para inclinarse ante los “señores del dinero”. Dicho de otra manera, el que vale, vale y el que no, que se dedique a la política. Y me quejo de lo que ha llegado a ser la clase política, hasta el punto de que quien dimite parece como si reivindicara una honestidad que hace tiempo desapareció del ruedo  político. ¡Claro que es para quejarse!