lunes, 24 de septiembre de 2018

365 QUEJIOS (138) – ASÍ ENVENENAMOS A LOS MÁS PEQUEÑOS


Me siento más iracundo que de costumbre. Ando por Braga, seguramente una de las ciudades más hermosas y acogedoras de Portugal y de Europa. La ciudad de las 100 iglesias. Obviamente, no es de eso de lo que me quejo, sino de lo que me felicito. Pero es que he alquilado un céntrico apartamento para los días que permanezca aquí. Dentro de la nevera había un paquete de golosinas. Nunca las había visto en España, a pesar de que estén fabricadas en Alicante, tal como dice la etiqueta. Pero esa etiqueta dice otras muchas cosas. Entre otras advierte que el E102 que contiene “puede tener efectos negativos sobre la actividad y la atención de los niños”. La golosina en cuestión se llama “Cola Power” y está fabricado por Damel. De eso si que me quejo: de que puedan venderse productos que tengan “efectos negativos” ¿para quién? Para los niños.

Hay que decir que la indicación está en la parte posterior del envoltorio, en una letra de cuerpo 8 ó quizás 9. Cuesta de leer. Además, la impresión no es particularmente nítida. Supongo que más del 99% de los que comprar este producto ni se preocupan por leerlo. Así pues, algo que genera repercusiones negativas sobre la “actividad y la atención de los niños” se vende y consume como si fuera un alimento inocuo. Una “chuche”… Solamente tengo dos observaciones que realizar. Acaso tres, pero la tercera es quizás la más irrelevante: un gobierno de una nación dignos de tal nombre, no permitirían que este producto estuviera a la venta. Si, ya sé que no tenemos gobierno (tan sólo una banda de alucinados a los que nadie ha elegido y de mujeres de cuota cuyos rostros de amargadas son un poema) y, por los pelos que tampoco tenemos nación.

Pero las otras dos observaciones son, como mínimo, igualmente, elementales. La primera de todas es que, si los fabricantes de tabaco se ven obligados a poner en las cajetillas, ocupando un tercio de la superficie que “el tabaco perjudica gravemente a la salud”, a veces acompañado de imágenes de pulmones destrozados, ¿por qué diablos no se obliga a los fabricantes de estas chuches que incluyen el aditivo E102, a poner algo parecido? No estaría de más una advertencia que pudieran leer todos los padres. Es evidente que ningún padre en su sano juicio compraría tales chucherías, y que serian pocos los establecimientos que las vendieran. Lo más probable es que el producto desapareciera y que el maldito E102, como mínimo, no se administrara en productos para consumo infantil.

La otra observación es también elemental. Basta con ver la situación de la infancia en España. Los rasgos que acompañan a los niños nacidos en España –y que cualquiera que haya viajado a otros países comprueba que no están presentes en ningún otro país del mundo- son hiperactividad y falta de concentración. Hace sólo unas semanas hablando con un sobrino de 14 años, al que en 2009 le detecté eso que se llama “trastorno de falta de atención” me comentada que ni siquiera puede ver un largometraje completo. A partir de los 8 años ya le costaba concentrarse durante unos minutos en una conversación. Cualquier actividad que abordase con interés, al cabo de 5 ó 10 minutos terminaba aburriéndole, o bien, simplemente, perdía el hilo, se desconcentraba y su cerebro pasaba a estar en otra cosa. El “trastorno de falta de atención” es hoy una de las primeras causas, sino la primera, del fracaso escolar, en el que España está a la cabeza de Europa.

Y yo me preguntaba por qué. Hoy, en Braga me he enterado leyendo por simple curiosidad el reverso de una bolsa de chuches para niños. Lo peor no es que un fabricante desaprensivo ponga en venta un producto que “puede tener efectos negativos sobre la actividad y la atención de los niños”, lo grave es que un gobierno de ineptos de incapaces, preocupados por ideologías de género unos, por las armas de destrucción masiva otros, o por el pago de la deuda, permitan que se venda. Claro esta que ellos ya han cumplido ordenando la indicación del reverso, esa indicación que nadie lee porque resulta casi imposible leer. Como la letra pequeña de los seguros en donde se encierran las cláusulas leoninas, sin duda las más importantes. Todos cumplen: el gobierno hace valer la ley, la justicia y preservar la salud, el fabricante incluye el veneno pero, a continuación dice: “advierto que es un veneno”. Es la hipocresía democrática propia de los tiempos que corren…

Pero el caso es que España es líder mundial de ni-nis, de niños y adolescentes que no sirven para trabajar ni para estudiar, la mayoría porque sufren problemas de concentración y carecen de la capacidad de fijar en algo su atención. Y a nadie parece preocuparle. Hubo un tiempo en el que los alimentos infantiles eran los más seguros que podían consumirse: en tanto que el eslabón más frágil de una sociedad, debe ser protegido y su alimentación cuidada. El Estado no la cuida. Y algunos siguen votando, pensando que tal o cual opción solucionará todo el desastre organizado que se remonta ya a décadas. Y mientras, los niños histéricos consumiendo las chuches compradas por sus padres sin leer las indicaciones. Repito: “puede tener efectos negativos sobre la actividad y la atención de los niños”… Lo he dicho varias veces y lo vuelvo a repetir alto y claro: para determinados delitos –y todo esto constituye un incalificable delito contra la salud permitido por dejación del gobierno del Estado- cuatro paredes para un castigo son tres de más. ¿O es que vamos a ser también tolerantes y comprensivos con lo atentados contra la salud cometidos sobre nuestros hijos y nietos?