martes, 27 de agosto de 2024

NUEVO CURSO POLÍTICO: SE SABE CÓMO EMPIEZA, PERO NO CÓMO TERMINARÁ

En las puertas del nuevo curso político sería muy difícil encontrar otro que se abriera en una situación tan absolutamente pesimista. No existe -ni para el poder, ni para la oposición- un solo factor de optimismo. Las cifras macroeconómicas son malas, pero la realidad político-social es aún peor. El discurso del pesimismo se ha instalado en la sociedad española y las declaraciones optimistas de los miembros del gobierno y de los poncios autonómicos, suenan más falsos que un negro con el pelo liso. Y este es el problema que tiene en estos momentos España: si algo va como un “cohete”, si somos líderes en algo, es precisamente en velocidad hacia el abismo. Sabemos cómo empieza el curso 2024-2025, pero ignoramos como terminará o, más en general, como concluirá el “drama español”. Esto es lo que nos impulsa a ser tan negativos:

     


1) EL PEDROSANCHISMO ESTÁ PERDIENDO EL RELATO

Pedro Sánchez cree que basta con enjuagar a los medios de comunicación tradicionales para mantener el “relato” en el que basa su permanencia en el poder, a saber “que España va, no solo bien, sino como un cohete”. Es el “optimismo antropológico” de Zapatero elevado a la enésima potencia. Pero, así como ZP ignoraba porqué iban bien las cosas en los primeros años de su gobierno (por las ayudas de la UE, por el modelo económico de Aznar que, básicamente, podía resumirse en “pan para hoy y hambre para mañana”, por el aumento de la burbuja inmobiliaria, por la llegada en pocos meses de 3.000.000 de inmigrantes, lo que hizo subir el PIB, etc.) y su optimismo era el propio del idiota que caía de un edificio de 20 pisos y al llegar al 10 decía “bueno, hasta ahora todo va bien”.

Pero, al final, incluso el más optimista advierte la realidad. Y la realidad le llegó a ZP en forma de crisis económica mundial en 2007 (que no reconoció hasta 2009). Allí murió, no solo el zapaterismo sino también la socialdemocracia, cuando optó por salvar a la banca, arrojando a miseria y paro a 6.000.000 de españoles. Pero, lo que en ZP era estupidez, en Pedro Sánchez es, simplemente, mala fe.

Esta mala fe se extiende a todos sus ministros, incluso es un virus que recorre todas las autonomías que se limitan a adaptar los gestos y proclamas del presidente. Anteayer, Marlaska declaraba que “los delitos con arma blanca han descendido”. Al día siguiente -consecuentes con esta proclama- el gobierno vasco declaró que quienes amenazaran con un “arma blanca” no serían detenidos… Pero, la realidad dice otra cosa: los delitos con arma blanca aumentan tanto como la inmigración ilegal y masiva. Lo pueden negar todos los medios de comunicación subvencionados por el poder central o autonómico, o por ambos, pero la realidad es que, cada día, unos cientos de ciudadanos que han sido víctimas de asaltos con arma blanca, o los han presenciado, se convencen de lo contrario.

Y lo que es peor para el relato del gobierno: esta tendencia no va a disminuir por mucho que Marlaska se esfuerce en considerar solo como “agresiones con arma blanca” a los que han sido agredidos con una botella de leche y no a aquellos que han visto el brillo de una filosa navaja amenazando su cuello. Las agresiones con cuchillos han crecido en toda Europa en los últimos cinco años. Y no se trata sólo de yihadistas más o menos tarados, sino de la delincuencia de a pie que se ha convertido en la principal importación africana de la UE, superando incluso a las sandías y melones marroquíes cultivados primorosamente con aguas fecales.


2) EL “RELATO” DEL PEDROSANCHISMO

El “relato” del pedrosanchismo se mantenía sobre todo en cuatro factores:

1) unos medios de comunicación comprados al peso (siempre, la carne de periodista se ha cotizado barata), olvidando que influencers y youtubers tienen en muchos casos una audiencia superior a cualquier medio convencional ultrasubvencionado y, que mayoritariamente son contestatarios en relación a las líneas del gobierno sanchista y, además, salen gratis: monetizan sus visitas en redes sociales.

2) un PP timorato, flojo en su papel opositor, triste y más aburrido que un partido de ajedrez emitido por radio. En todas las ocasiones en las que el PP ha echado un capote al pedrosanchismo, ha evidenciado que no es la “alternativa”, sino más bien la “alternancia” y que, si llega algún día a gobernar, la política de Feijóo será como la de Sánchez, aunque quizás más sosa y con menos sobresaltos familiares.

3) unos “aliados” que, en realidad, son grupos políticos en declive (especialmente Podemos, Sumar, ERC, Junts), unos sindicatos mudos y vacíos de afiliados, y unas ONGs principal reducto de paniaguados de este país, que saben que sin Pedro Sánchez en Moncloa, peligrarían sus suculentos beneficios. La actual mayoría Frankenstein está formada por el “club de los fracasados”: sumadas sus impotencias pueden ser mayores que el PP en número de diputados, pero ni son coherentes, ni estables, ni siquiera capaces de gobernar con mínimos de eficiencia.

4) Unos “nuevos electores”, inmigrantes naturalizados, bolsas de ni-nis, que votarán a quien les garantice paguita ad infinitum. Obviamente, el pedrosanchismo no presenta esta compra de nuevos electores como necesaria para sustituir los huecos cada vez mayores en su electorado tradicional, sino como “medidas sociales”, necesarias para paliar “la pobreza”. El problema es que nadie da algo a cambio de nada. Si los receptores de estas paguitas debieran de prestar un servicio al Estado (limpiar pintadas, acudir allí donde hay incendios, realizar servicios sociales, limpiar bosques, realizar tareas de repoblación forestal, etc, etc,) todo sería más justo y eficiente, pero la peor política consiste en acostumbrar a la población a recibir algo sin dar nada a cambio.

3) CURSO POLÍTICO 2024-2025:
UNA ACUMULACIÓN DE PROBLEMAS INSOLUBLES

Pero, en el inicio del nuevo curso político 2024-2025, al pedrosanchismo se le van acumulando problemas. Más y más. Por eso decíamos al principio, que sabemos como se inicia es curso político, pero no sabemos como puede terminar. Aunque la convicción es que, inequívocamente, acabará, con Pedro Sánchez en Moncloa o con Feijóo, pero, en todo caso, peor de lo que estamos ahora. Y esto por varios motivos:

- Gobierne quien gobierne la deuda del Estado seguirá creciendo: solo en el primer trimestre de 2024, la deuda pública aumentó en casi 40.000 millones de euros y, en la actualidad, se sitúa en torno a 1.625.000 millones, esto es 1,62 ¡billones de euros! El 109% del PIB. Solamente en los próximos tres meses, de octubre a diciembre, el Estado deberá pagar 23.500 millones ¡en intereses generados por la deuda pública! Este año 2024, el Estado ha tenido que pagar un 40% más de intereses de deuda y a principios de 2024 se preveían pagos de 44.000 millones a lo largo del año en deuda. Solo desde 2020 hasta 2022 el Estado pagó 566.700 millones de euros en concepto de intereses ¡en apenas dos años!, mientras que, en los siete años que median entre 1995 y 2019 se pagaron cinco veces menos: 113.700 millones.

En conclusión: la economía española va “como un cohete” porque el pedrosanchismo ha aumentado artificialmente el dinero emitiendo más y más deuda pública. Pero esta práctica tiene un límite y no puede estirarse hasta el infinito. España, desde el momento en el que la UE estableció como “criterio de convergencia” que la deuda pública estuviera por debajo del 60% del PIB, ha llegado con mucho a aquel límite. Grecia (que en la actualidad está endeudada por un 164% de su PIB) no tiene apenas peso económico en la UE, pero España, cuya economía es ¡siete veces! la de Grecia, si puede poner hacer tambalear todo el sistema económico-financiero europeo.

- Gobierne quien gobierne las bolsas de subvencionados directos o indirectos, seguirán ahí y exigirán seguir percibiendo subsidios: pensar que, un eventual gobierno “de derecha” o de “centro-derecha” enderezará la economía, afrontando una reducción del gasto público, es tan peligroso como un cirujano con hipo. En efecto, si convenimos que una parte importante del presupuesto del Estado va a parar a subsidios a sindicatos, al 75% de la inmigración marroquí que no trabaja, y a un porcentaje aún mayor de inmigración subsahariana en idéntica situación, o a subvencionar el mantenimiento de casi 20.000 MENAs, unidos a los subsidios que reciben ONGs de lo más exóticas, o a ni-nis que jamás cotizarán a la seguridad social y así sucesivamente, entenderemos porqué, en las actuales circunstancias, esos subsidios no pueden cortarse de un día para otro. Hacerlo, supondría un estallido social. Igualmente, ocurre con los pisos “okupados”. Se ignora el número total de viviendas que han sido sustraídas a sus legítimos propietarios y okupados por intrusos. Sólo se conoce que en 2023 se registraron 15.289 casos nuevos. Así pues, es posible que la cifra se sitúe entre los 50 y los 75.000 pisos. Desalojarlos de un día para otro, implicaría dejar en torno a 150.000 personas en la calle. Tratándose, sobre todo, de inmigrantes ilegales. El pedrosanchismo compensa su falta de interés por la vivienda pública, descargando en la iniciativa privada el problema de la vivienda: los pequeños propietarios de vivienda -no los bancos, ni los grandes inversores, como suelen repetir las ONGs y el gobierno- están pagando la nula eficiencia del ministerio de la vivienda. Un gobierno de derechas que prometiera “desokupación ya”, vería inmediatamente como aumenta la criminalidad desde el mismo momento en que devolviera los pisos a sus legítimos propietarios.

En conclusión: los problemas generados por el zapaterismo (más inmigración en momentos de crisis), larvados durante el gobierno de Rajoy (subsidios para contener la criminalidad y los estallidos sociales) y durante el pedrosanchismo (más inmigración subsidiada para generar un nicho de votos especialmente entre los inmigrantes naturalizados), son, en la actualidad, prácticamente irresolubles y cualquier intento de restar privilegios a los grupos que se han visto beneficiados por las subvenciones, los subsidios y la manga ancha ante las okupaciones, generará un estallido de violencia social para la que el Estado, ni la judicatura, ni el sistema de prisiones, están en condiciones de afrontar.

- La política de gobernar con la no-España, ha llevado al PSOE a un callejón sin salida: Desde los “acuerdos del Tinell”, suscritos por el PSOE-PSC en 2003 con ERC y con la extrema-izquierda, la estrategia del PSOE se ha basado en gobernar apoyado por los nacionalistas e independentistas creando un “cordón sanitario” en torno a la derecha. El problema es que, en aquellos momentos, solo había una derecha, el PP, y ahora hay dos: una “derecha liberal”, PP, y una “derecha nacional”, Vox. O, si se prefiere, una “derecha domesticada” y una “derecha rebelde”. Si bien la lógica política y las necesidades de estabilidad de la sociedad española, implicaban en la primera legislatura de Sánchez un acuerdo entre PP y PSOE, una “gran coalición”, fórmula recomendada por la UE, Sánchez optó por un acuerdo con Podemos que fue ampliando en la actual legislatura, cada vez más, a medida que su margen electoral iba descendiendo. Y sí tenemos hoy la “parajódica” situación de un PSOE (perdedor de las anteriores elecciones) que obtuvo mayoría parlamentaria gracias a la coalición con el resto de perdedores (nacionalistas e independentistas). En su infinita ambición e ignorancia histórica, Sánchez cree que puede seguir eternamente realizando concesiones a la “no-España”, mientras esta garantice su propia mayoría. En realidad, se equivoca: desde el punto de vista de la “no-España” lo que está aplicando es la “teoría del salchichón”: ir cortando rodajas del salchichón hasta agotarlo, es decir, hasta conseguir su objetivo final, la desvinculación de Cataluña y del País Vasco, del resto de España. De ahí, las concesiones a los independentistas catalanes, primero la amnistía, luego la promesa de un “concierto económico” y la condonación de 15.000 millones de deuda de la gencat (es decir, traspasar 15.000 millones a la deuda del Estado…), unido a la liberación progresiva de matarifes etarras. Es evidente que, buena parte de todas estas medidas que han sido contestadas con recursos a las instancias superiores, son de difícil encaje con el ordenamiento constitucional español y, algunas generarán problemas en las “baronías” socialistas. Esto hace que tanto Junts (que empieza a ver que los pactos con el gobierno, lejos de reforzarla, están contribuyendo a romper aún más el independentismo y a favorecer el crecimiento de la Alliança Catalana con su discurso antiinmigracionista), como ERC (cuya situación electoral e interior es, en estos momentos, de máxima urgencia), estén planteándose en estos momentos, hasta cuándo seguirán apoyando al PSC en el gobierno de la gencat (en el caso de ERC) y al PSOE en el parlamento del Estado (en el caso de Junts y de ERC).

En conclusión: el cálculo que están haciendo en estos momentos ERC y Junts no es más que una “evaluación de daños”. ¿Qué les perjudica electoralmente más? ¿seguir apoyando y obteniendo concesiones del pedrosanchismo, cada vez más empantanado en fraudes, escándalos, procesos por corrupción, miserias, desgobierno, o bien romper con el pedrosanchismo, del que tienen la legítima sospecha que les está tomando el pelo? El dilema para los independentistas es: o bien seguir dejándose engañar, pasar por tontos antes su propio electorado y seguir victimizándose, o bien romper con el pedrosanchismo, arriesgarse a que la derecha suba el poder y ésta, para contentar a su propio electorado patriótico, revierta buena parte de los “progresos” arrancados por el independentismo al pedrosanchismo. Nos inclinamos a pensar que Junts tragará carros y carretas, Puigdemont tiene pocas intenciones de volver a España y no ser presidente de la gencat, prefiere la eterna victimización del “exiliado”. En cuanto a ERC, su trayectoria en dientes de sierra, de subidas y bajadas, unido a su exaltado pro-inmigracionismo islamista, lo sitúen ante una situación nueva: nunca el partido estuvo tan dividido, tan necesitado de refuerzos, porque, esta crisis -unida a la crisis general del independentismo catalán, más multidividido que nunca tanto en relación con sus objetivos, como a su estrategia- puede ser una crisis que liquide definitivamente con una sigla centenaria (cuya trayectoria en estos 100 años, por cierto, ha sido catastrófica para Cataluña, ya desde los tiempos de Macía y Companys). Lo que está claro es que, los indepes están sufriendo en su propia carne el desgaste del pedrosanchismo: cuantas más concesiones -reales o supuestas- le arrancan, más se merma su electorado.

- El problema de la inmigración es el que está polarizando a la sociedad: a favor o en contra. A lo largo del verano, el problema migratorio se ha desencadenado en toda su violencia. Y hay dos discursos muy distintos: o cualquier inmigrante ilegal que llega es expulsado inmediatamente, “en caliente” y sin recursos. O bien, cualquier inmigrante que llega es aceptado, subsidiado y tratado como cualquier otro “español viejo”. La primera posición tiene pocos matices: y está creciendo. La segunda, en cambio, -que es la del PSOE, la de la extrema-izquierda, pero también la del PP y de parte de los indepes- tiene multitud de matices y de actitudes. Y, en estos momentos, se encuentra en franco retroceso. Hoy, es del dominio público, que delincuente indultado en África o con deseos de vivir del cuento, mira hacia Europa. Y en concreto hacia España, el país más débil de la Europa Occidental. Lo sorprendente es la actitud del PP (aprobar el proceso de legalización de 500.000 inmigrantes junto al PSOE, el pacto para la redistribución de los MENAs por autonomías), las posiciones de la Conferencia Episcopal (cuyos medios de comunicación siguen sin enterarse de lo que está ocurriendo, negándose a ver la islamización de Europa, creyendo que los miles diarios de recién llegados vienen todos “a trabajar” (como Antonio Jiménez, presentador de “El Cascabel” de TV Trece) o sosteniendo (como Expósito, el jefe de informativos de COPE) que es “inevitable” que cada vez huyan más y más de la “miseria africana”, o la ambigüedad de la Conferencia Episcopal que todo lo ve desde una “perspectiva humanitaria de caridad cristiana”. Si cada día, el sentimiento de la población española -y, por extensión, europea- es más negativo en torno a la inmigración, se debe a evidente imposibilidad ya demostrada de integración, especialmente de las bolsas procedentes de África, a los problemas que genera su presencia y que experimenta la sociedad española, especialmente las clases medias, los sectores más modestos y los turistas (se suele olvidar que España vive hoy del turismo). Resulta incomprensible que cada año “falten camareros” cuando cada día llegan miles de individuos y que ni el gobierno central ni las taifas autonómicas antepongan subvenciones a formación o, como mínimo, condicionen las subvenciones a la formación profesional. La novedad este verano de 2024, es que la situación ya ha llegado al límite, pero nada sugiere que el gobierno vaya a cambiar su política. Los viajes de Sánchez a los países emisores de inmigración son fácilmente comprensibles: como sabe cualquiera que ya tenido un contacto mínimo con gobierno africanos, cuando se negocian ayudas y transferencia de fondos con Mauritania, Gambia y Senegal, lo primero que se negocia son los comisiones que recibe cada parte: el que luego los fondos restantes se destinen o no a lo inicialmente proclamado es lo de menos. Dada la situación del pedrosanchismo, y su problemático futuro, la “ayuda a África” puede ser una de las últimas posibilidades de “pillar comisiones sustanciales” antes de abandonar la Moncloa. En cualquier caso, el problema no está ni en Mauritaria, ni en Gambia ni en Senegal, sino en Marruecos, como cada día los medios se encargan de recordarlo sin querer: miles de MENAS tratando de alcanzar a nado Ceuta es un síntoma: ¿Cómo podía ser de otra manera? El boca-oreja circula a la misma velocidad que el tam-tam, desde Ras Ben Sekka en Túnez hasta el cabo de las Agujas en Sudáfrica y lo que se transmiten es “vente pa’ España que todo lo que quieras hacer sale gratis, nadie te dice nada y, además, te pagan la estancia”. Tal es, en esencia, el actual “efecto llamada” en dirección a España. Y esta cuestión también ha llegado al límite. Hoy, cada vez más partidos anti-inmigración se encuentran en el poder. En Francia el RN es el primer partido en número de votos (con más de tres millones de ventaja sobre su inmediato seguidor, la extrema-izquierda), en algunas regiones de Alemania, la AfD ya es el segundo partido en intención de voto. En Dinamarca, Suecia, Holanda, Italia, el fenómeno migratorio empieza a disminuir a causa de medidas legales para su control. En España, en cambio, va en aumento.

En conclusión: este último factor enlaza con el primero que hemos analizado. La inmigración cuesta dinero (en lugar de generarlo). Por tanto, mientras el ritmo de llegadas vaya creciendo, el déficit público irá aumentando. El peligro es que se cree una situación parecida a la que ha estallado este verano en Inglaterra: “Nos han robado nuestro país”, han gritado los ingleses en las calles, mientras la policía y el gobierno laborista los trataba como delincuentes y, paralelamente mimaba a las hordas musulmanas armadas con cuclillos. Y es que la rección, en Inglaterra, ha llegado demasiado tarde: el país está perdido, literalmente ha sido conquistado por el Islam sin apenas resistencia. Eso puede suceder pasado mañana en España. La perspectiva que tenemos ante la vista es una simbiosis entre islamización y primitivización de la vida pública. El pedrosanchismo no va a poder contener la inmigración, ni siquiera tiene intención en hacerlo, aspira solo a que el “negocio de la inmigración” rinda sus últimos frutos y Sánchez, familia y corte tengan los medios suficientes para establecerse en cualquier otro lugar con los fondos enviados a paraísos fiscales, ante el futuro derrumbe del Estado: derrumbe que a estas alturas es casi irreversible.

En curso político 2024-25 va a ser decisivo: pero más vale que tengamos presente que la situación en la que nos encontramos no es fácilmente reversible. Cabe decir que estamos en un punto en el que “ni contigo, ni sin ti, Sánchez” esto tiene solución. Ni con la izquierda y la no-España, ni con una “gran coalición” PP-PSOE, ni con un gobierno de derechas con mayoría pepera. Para que el PP cambiara su discurso y sus liderazgos internos, sería necesario que Vox superara el 30% de los votos. Esa es la única posibilidad en estos momentos, de reconstruir la autoridad del Estado y una política de reconstrucción nacional coherente. La cuestión no es, si Vox es capaz de llegar a este porcentaje, sino si no es ya demasiado tarde para resolver cualquier cuestión y si intentarlo no generaría un estallido étnico-socio-religioso, la hostilidad de las autoridades de la UE y de los grandes fondos de inversión internacionales

Tales son los grandes problemas de fondo que afronta España en este nuevo curso político que se iniciará en breve.