Para muchos
falangistas este texto puede ser perturbador en más de un sentido. ¿Se trata de
una reflexión extemporánea que no tiene nada que ver con todas las anteriores
que la preceden en las Obras Completas?
¿O más bien es la conclusión de todo lo anterior?
El escrito fue
elaborado por José Antonio cuando llevaba exactamente cinco meses de prisión,
casi dos desde que había sido enviado a la prisión de Alicante y uno desde que
había estallado la Guerra Civil. Todo inducía a pensar que la guerra se
prolongaría y que su propio futuro dependía del resultado del juicio por
conspiración y rebelión militar que implicaba pena de muerte. En estas
circunstancias, es habitual que una estancia en prisión altere el punto de
vista que hasta ese momento ha sido habitual: unos se reafirman en sus
convicciones y las extreman, otros adoptan nuevos puntos de vista, como si los
que han ostentado hasta ese momento fueran culpables de la situación en la que
han terminado encontrándose, otros rectifican por puro oportunismo o afán de
supervivencia, es poco frecuente que las reflexiones que realiza un preso
durante el tiempo de su exilio sean fruto del razonamiento lógico o de una
evolución lineal. También son frecuentes las crisis de fe o el refugio en la
creencia en algo sobrenatural que anteriormente se negaba (recuérdese a Ramiro
Ledesma confesándose la tarde antes de ser fusilado). En el caso de José
Antonio hay que añadir como él mismo reconoció que empleó en el juicio los
“mejores recursos de su oficio” para tratar de eludir la condena a muerte. Finalmente,
el tiempo de ocio que dispone el preso le predispone a meditar, abordar
proyectos que nunca antes había podido acometer y que ahora aborda, pero sin
disponer de los recursos que hubiera podido tener a mano en libertad (consulta
de fuentes, entrevistas con especialistas, uso de su biblioteca, etc).
Todos estos
elementos hacen que las meditaciones del “último José Antonio” (es decir, las
elaboraciones intelectuales que realizó en el curso de sus últimos meses de internamiento tengan una importancia relativa:
si fue “más social” en algunas de las respuestas que dio ante el tribunal
popular fue porque quienes debían absolverle o condenarle eran miembros de la
CNT, del PCE y del PSOE; si negó hechos que la historia ha confirmado –su
participación en la conspiración cívico-militar que estalló el 18 de julio- es
porque en ello le iba la vida… Así pues, todas las reflexiones que realizó
estando en prisión hay que someterlas a caución: para atribuirles algún valor y
encuadrarlas dentro de un esquema de pensamiento riguroso es preciso que tengan
algún tipo de ilación lógica con su actividad intelectual precedente. De lo
contrario, cuando se trata de una ruptura con lo que anteriormente se pensaba o
defendía, hay que interpretar el por qué se ha producido un punto de inflexión,
a qué hay que atribuirlo y si puede establecerse algún tipo de relación con las
posiciones anteriormente defendidas.
Hasta ahora
hemos pasado revista a los planteamientos que presenta en el ensayo Germanos
contra bereberes, queda ahora por establecer tres cuestiones centrales, a
saber:
1.- ¿Por qué José Antonio escribió en su encierro el ensayo Germanos contra bereberes? Y, en consecuencia, ¿qué importancia puede atribuirse al texto?
2.- ¿Tiene algún tipo de relación el contenido del ensayo con lo expuesto previamente por él mismo en sus escritos y discursos?
3.- ¿Existen otros escritos del mismo período de prisión en los que José Antonio expresara ideas análogas o complementarias a lo expuesto en Germanos contra bereberes?
Respondiendo a
estas tres cuestiones tendremos todo lo necesario para valorar y encuadrar este
escrito dentro del pensamiento joseantoniano.
Como ya hemos
apuntado y demostrado con la lectura del texto, Germanos contra bereberes es
una historia étnico-racial de España que intenta explicar las constantes de
nuestra historia, a partir del reino visigodo que se superpuso a las capas
autóctonas celtibéricas y a los distintos estratos que se habían ido
superponiendo y que estaban romanizados. No era una excentricidad: era algo
impuesto por un fenómeno europeo que había salido a la superficie del
continente con la victoria electoral del NSDAP en 1930, cuando, bruscamente,
pasó de tener 12 diputados a disponer de 107 escaños en el Reichstag. Hasta ese
momento, el fascismo alemán era relativamente desconocido y, os pocos
periodistas que habían oído hablar de él fuera de Alemania le atribuían un
valor marginal. El Stahlelm o el
mismo Deutsche National Volkspartei (DNVP) de Hugenberg, eran mucho más
conocidos fuera de Alemania en ese momento. La referencia y el faro del fascismo
genérico mundial era Roma, en absoluto Alemania. Fue a partir de las elecciones
del 14 de septiembre de 1930 cuando empezó el ciclo de apenas veintiocho mees y
quince días hasta que Hitler fue nombrado Canciller. En esos meses apareció un
fenómeno que se ha conocido como “el Brennero ideológico”.
En efecto, de
la misma forma que este paso alpino marca la diferencia entre el mundo
germánico centro europeo y el mundo latino mediterráneo, a partir de 1930-1933
también existió una división entre los “fascismos” europeos que se polarizaron
en torno al fascismo italiano y los que lo hicieron en torno al fascismo
alemán. Nadie duda –y nosotros mismos nos hemos encargado de recordarlo- que el
nacimiento de Falange Española fue tributario del fascismo alemán, es más, que
inicialmente se conoció al entorno de José Antonio como el “fascismo español”,
mientras, para los medios de comunicación, el grupo de Ledesma eran “los
nacional-sindicalistas”. Las diferencias que pudieron existir entre la
referencia originaria italiana y la versión española fueron análogas a la que
existieron en todas las demás variedades nacionales del fascismo en Europa.
Todas tenían algún matiz diferenciador que encajaba especialmente por su
condición de nacionalistas y por las peculiaridades propias de cada país.
En 1933, cuando
se crea Falange Española, en el entorno de José Antonio, el modelo es el
fascismo italiano. Sin embargo en el entorno de las JONS el modelo del fascismo
alemán ha ido cobrando cada vez más importancia. Ledesma tenía cierta
predilección por la filosofía alemana, Onésimo Redondo conoció directamente el
movimiento nacional-socialista que era particularmente fuerte en la Universidad
de Heidelberg donde estudió: en 1929, la Liga de los Estudiantes Nacional
Socialista (NSStB) era ampliamente mayoritaria: allí había estudiado el primer
gran mito del movimiento hitleriano, Albert Leo Schlageter fusilado por los
franceses tras cometer actos de sabotaje contra la ocupación del Ruhr. El
propio Heidegger que ejercía allí de profesor, le dedicó un encendido elogio.
En las columnas de La Conquista del
Estado abundan las referencias al nacional-socialismo. También a Italia,
por supuesto, pero hay un detalle importante: Ledesma menciona en varios
artículos a Curzio Malaparte, e incluso sus concepciones estratégicas estaban
muy influidos por la obra de este autor, Técnica
del Golpe de Estado. Pero cuando Ledesma realiza sus primeros pinitos
político-periodísticos, Malaparte ya es un disidente del fascismo oficial.
En todos los
países europeos, incluso en Iberoamérica, se produjo, primero tímidamente (en
el período 1929-1933) una decantación entre quienes se sentían atraídos por el
fascismo italiano o por el fascismo alemán. Esta decantación se acentuó en el
período 1934-1937. Incluso en países lejanos como Bolivia, la influencia
alemana (y los fondos) estuvo presente en el Movimiento Nacionalista
Revolucionario de Víctor Paz Estensoro, mientras que la influencia italiana (y,
por supuesto, los fondos) se orientaron hacia la Falange Socialista Boliviana.
En los países nórdico-germánicos, a partir de 1933 la influencia italiana se
vuelve cada vez más imperceptible: el fascismo es ya, solamente, alemán. La
formación de la llamada “internacional fascista” (en realidad los Comités de
Acción por la Universalidad de Roma) fue un intento de Mussolini de mantener y
recuperar la influencia sobre el fascismo internacional: el NSDAP nunca fue
invitado y la organización perdió su sentido y se disolvió en cuanto Hitler y
Mussolini aproximaron sus posiciones… a partir de su encuentro en Roma el 3 de
mayo de 1938. De hecho, la mejora de relaciones entre Hitler y Mussolini
comienza cuando acuerdan una posición común ante la Guerra Civil español. No
antes.
En el tiempo en
el que José Antonio escribe Germanos contra bereberes, la sombra de Hitler
empieza a proyectarse sobre el fascismo internacional. De los años 1933 a 1935
Hitler había llegado al poder, pero era frecuente pensar que se trataba de una
presencia momentánea y que el régimen no se consolidaría. Interiormente se
había producido algunos episodios que indicaban un alto grado de inestabilidad
interior (especialmente en el episodio de la Noche de los Cuchillos Largos; el
partido comunista y el socialdemócrata eran los más fuertes de Europa y muchos
se resistían a creer que habían sido derrotados sin lucha) y de oposición
exterior (a diferencia de Italia que solamente empezó a registrar una oposición
internacional real a partir de la invasión de Etiopía). Pero en 1936,
especialmente a partir de la celebración de las Olimpiadas de Berlín, el
régimen demostró, no solamente estabilidad sino una solidez a toda prueba. De
hecho, aquellas Olimpiadas fueron el escaparate internacional que otorgó la
credibilidad que le había faltado al régimen en sus dos primeros años. En aquel
momento, ya estaba claro que los 8.000.000 de parados que llegaron a haber en
Alemania a finales de 1932, ya habían sido absorbidos por la política de obras
públicas e impulso a la reindustrialización. La clase obrera era, en aquel
momento, la que más agradecida estaba al NSDAP. Por eso los focos de oposición
comunistas se fueron extinguiendo: en 1933, -tal como recuerdan las obras
clásicas de I. Kershaw y Joachim Fest sobre el Tercer Reich- la mayor parte de
obreros afiliados al Partido Comunista Alemán eran parados. El trabajo y la
legislación social del Tercer Reich, que prácticamente, era el anticipo del
Estado del Bienestar, hizo lo demás y desarboló, mucho más que los agentes de
la Gestapo, cualquier intento de reorganizar la oposición de izquierdas.
Todo esto había
influido extraordinariamente a José Antonio. No es determinante, pero sí
significativo, el que José Antonio firmara su Germanos contra Bereberes el 13 de agosto de 1936, coincidiendo con
los últimos días de las Olimpiadas de Berlín que se celebraron del 1 al 16 de
agosto de ese año.
Tempranamente,
desde el 23 de julio, habían llegado a Berlín, emisarios enviados por Franco que
se entrevistaron con Hitler en Bayreutg. A partir de ese momento, se puso en
marcha la Unternehmen Feuerzauber
(Operación Fuego Mágico) con carácter de urgencia. Tres días después llegaban a
Marruecos los primeros veinte aviones de transporte Junker 52 y seis cazas
Heinkel 51. Los medios de comunicación republicanos advirtieron pronto esta
ayuda y el eco debió llegar al encierro de José Antonio.
Todos estos
elementos contribuyen a pensar que José Antonio albergaba la idea de introducir
dentro del patrimonio doctrinal de la Falange, algunos elementos que lo
aproximaran al del fascismo alemán. No era “racista”, pero realizaba una
“interpretación racial” de la historia de España, no era “nacional-socialista”,
pero veía en la política social del Tercer Reich un modelo a seguir. Era lo que
podía esperarse después de que las Olimpiadas de Berlín hubieran prestigiado al
régimen alemán y después de que éste hubiera enviado prontamente ayuda material
sin la cual no hubiera podido trasladarse a unidades de la Legión a la
Península.
Esta afinidad
fue creciendo en los meses siguientes: no es por casualidad que fueron los
medios alemanes los que más interés pusieron en liberar a José Antonio y fueron
también el Tercer Reich el que durante los primeros meses de guerra confiaba
más en Hedilla que en Franco.
El “giro
joseantoniano” no tendría continuación, de la misma forma que, poco pudo hacer
el Tercer Reich después del Decreto de Unificación. Goebbels en sus Diarios se mostró excepcionalmente
crítico hacia Franco. Hitler tenía al caudillo como la traducción española de
aquellos militares conservadores de los que se sentía tan distante. En España,
cuando Gerardo Salvador Merino, jefe de los sindicatos, volvió maravillado por
lo que había visto en Alemania fue, inmediatamente expulsado y sometido a
juicio. La tendencia falangista encabezada por Serrano Suñer y su grupo de
intelectuales (Ridruejo, Tovar, Laín, etc) que habían trazado una estrategia de
entrada de España en al Guerra Mundial como detonante de la “Revolución
Nacional”, fueron alejados del poder a partir de 1942.
Desde este
punto de vista, el ensayo Germanos contra
bereberes, tiene su explicación y su sentido: trata de hacer algo que no se
había hecho hasta ese momento y que suponía objetivamente una aproximación a
los puntos de vista del NSDAP. Fue un primer paso dado por José Antonio. La fatalidad
hizo que no pudiera tener continuación.
Respondida a la
pregunta de “¿Por qué José Antonio escribió en su encierro el ensayo Germanos contra bereberes?”, habrá que
responder a la importancia que puede atribuirse al texto, lo que enlaza con la
segunda pregunta que habíamos formulado: “¿Tiene algún tipo de relación el
contenido del ensayo con lo expuesto previamente por él mismo en sus escritos y
discursos?”.
A nadie se le
escapa la importancia de las respuestas a estas dos cuestiones: si el texto
carece de antecedentes indicaría la aparición de una nueva influencia en el
pensamiento joseantoniano procedente del “racismo socialista alemán”. Eso, o
que se trató de un mero juego intelectual sin ningún interés, ni otra ambición
que hacer pasar las horas en el tedio de la prisión. Pero si, por el contrario,
existieran rastros que indicasen una evolución de José Antonio y un progresivo
distanciamiento de Italia, paralelo a un acercamiento a Alemania, esto diría
mucho sobre la evolución del “último José Antonio”.
Los problemas a
afrontar para contestar a esta pregunta son tres:
-
¿Existe algún testimonio que evidenciara
predisposición de José Antonio hacia el Tercer Reich?
-
Sabemos cuál era la posición de José Antonio en
relación a una interpretación étnico-racial de la Historia de España, pero
¿cuál era su posición ante el “racismo socialista alemán”?
-
¿Qué tesis presentan otros textos escritos por
José Antonio en ese mismo período?
Tampoco es
determinante, pero no resulta menos significativo el que en su entrevista con
el periodista Ramón Blardony, concedida en la cárcel de Alicante el 16 de junio
de 1936, a la pregunta de “¿a
qué fascismo se aproxima más, al italiano o al alemán?”, la respuesta fue la siguiente:
“Coincide con la preocupación esencial a uno y otro: la quiebra del régimen liberal capitalista y la urgencia de evitar que esta quiebra conduzca irremediablemente a la catástrofe comunista, de signo antioccidental y anticristiano. (…) En lo económico, Falange tiende al sindicalismo total; esto es, a que la plusvalía de la producción quede enteramente en poder del Sindicato orgánico, vertical, de productores, al que su propia fuerza económica procuraría el crédito necesario para producir, sin necesidad de alquilarlo –caro– a la Banca. Quizá estas líneas económicas tengan más parecido con el programa alemán que con el italiano. Pero, en cambio, Falange no es ni puede ser racista”.
Seguramente las
dos últimas frases son las esenciales: en el aspecto social se sentía más
próximo al “programa alemán” que al “italiano”; y, por lo demás nadie ha dudado
que existieran pulsiones “racistas” en José Antonio. José María Fontana, que
departió con José Antonio durante su visita a Barcelona antes de ir a
encontrarse con Mussolini en mayo de 1935, recuerda que el fundador de Falange
le reprendió después de que se le escapara un comentario “más o menos racista”.
Así mismo, el catolicismo de José Antonio le hacía refractario a tomas de
posiciones racistas. Antes de la fundación de Falange, en un artículo publicado
en La Nación el 23 de octubre de
1933, José Antonio reprochaba al NSDAP que fuera “racista (y, por tanto, antiuniversal)”, mientras elogiaba al “movimiento mussoliniano, que es, como Roma
–como la Roma imperial y como la Roma pontificia- universal por esencia; es
decir, ‘católico’”. Pero estas líneas estaban escritas tres años antes.
Desde entonces habían pasado muchas cosas en Alemania y muchas más en España.
José Antonio,
en función de su nacionalidad y de su credo religioso no podía ser
nacional-socialistas… pero sí podían aproximarse al nacional-socialismo. Y de
la misma forma que Mussolini, para facilitar una aproximación de Italia a
Alemania escenificó algo que había estado ausente en el primer fascismo, la
introducción de una política racial y de medidas antisemitas, igualmente podía
haber intentado José Antonio. El escrito Germanos
contra bereberes hubiera sido una primera aproximación en esa senda. Las
declaraciones al periodista Blardony, indicarían, así mismo, un elogio a la
política social del Tercer Reich. ¿Hay más textos que apunten en la misma
dirección?
En realidad,
no. No puede decirse, por tanto, que José Antonio se hubiera “nazificado”, sino
más bien que era consciente de que estaba cambiando la correlación de fuerzas
en el fascismo internacional. En Alemania se había creado en poco tiempo un
régimen extremadamente moderno que, indudablemente llamó la atención de José
Antonio (que, a fin de cuentas lo que quería era un “Estado moderno” para
España). Y esto, efectivamente, aparecen, como mínimo, en dos ocasiones en un
escrito fechado, más o menos, en la misma época: el Cuaderno de Notas de un estudiante europeo, que debió escribirse en
septiembre de 1936. El documento son apenas unos apuntes incompletos y
deslavazados en el que José Antonio apunte unas cuantas ideas sin apurarlas.
Es, apenas, un esbozo.
En el citado
documento, José Antonio escribe: “El
fascismo es fundamentalmente falso: acierta al barruntar que se trata de un
fenómeno religioso, pero quiere sustituir la religión por una idolatría.
Nacionalismo. El nacionalismo es romántico, anticatólico; por lo tanto, en
último modo, antifascista. De ahí su carácter multitudinario, fatigoso por la
permanencia en la crispación. Falso además en lo económico, porque no se
remueve la verdadera base: el capitalismo. Eso del sistema corporativo es una
frase: conserva la dualidad: patrono-obrero, aunque agigantada en los
sindicatos. Es decir, persiste el esquema bilateral de la relación de trabajo
y, atenuada o no, la mecánica capitalista de la plusvalía. Pero el fascismo
atisba (quizás, sobre todo, en Alemania) que hay algo de forma ascética que
asumir”. Salvo la última frase, el resto son ideas que antes, en libertad
ya había expuesto; en ella explicita lo que le atrae del Tercer Reich: la
austeridad que propaga y el hecho de que las inversiones que el Estado ha
realizado en obra pública reviertan en la comunidad. Las Olimpiadas de Berlín
acaban de terminar, todas las revistas y radios han dado cuenta de los logros
del régimen hitleriano en apenas tres años. A José Antonio no se le escapaba
que en un tiempo récord se había absorbido el paro y que la izquierda alemana
había desaparecido. El Tercer Reich es un régimen “nuevo”, mientras que el
régimen fascista italiano con sus trece años, se mostraba mucho más
conservador. Alemania, además, estaba unificando a las naciones germánicas, lo
que generaba en José Antonio la sugestión de que eso implicaría una
reconstrucción de facto de un polo de agregación europeo: solo quedaba que esa
unificación europea realizada por Alemania (no hay unificación sin unificador)
se realizara bajo el signo “universal”, por tanto “católico” en sentido
etimológico.
La última frase que precede al Apéndice, entrecomillada:
“Y así acaso un día vuelva a encenderse sobre Europa unificada la alegría católica”. En el primer parágrafo del Apéndice amplía esta idea: “¿Qué es España? ¿Una nación? Pero antes: ¿qué es una nación? Nacionalismo = individualismo d los pueblos. El individuo, lo nativo; la nación, lo nativo; frente a individuo, persona; frente a nación (esta nación), unidad de destino = unas cuantas unidades de destino en lo universal. Entre ellas España = el destino de España: la incorporación de un mundo a la cultura católica”. Esta idea se ve completada en el parágrafo VII del mismo Anexo: “Los grandes logros de los sistemas fascistas y s quiebra interna: exterioridad religiosa sin religión. Alemania: llegará a ser un sistema profundo y estable si alcanza sus últimas consecuencias; la vuelta a la unidad religiosa de Europa; es decir, si se aparta de la tradición nacionalista y romántica de las Alemanias y resume el destino imperial de la casa de Austria. En caso contrario, los fascismos tendrán corta vida”. Y en el VIII añade: “Solución religiosa: el recobro de la armonía del hombre y su entorno en vista de un fin trascendente. Este fin no es la patria, ni la raza, que no pueden ser fines en sí mismos: tienen que ser un fin de unificación del mundo, a cuyo servicio puede ser la patria un instrumento; es decir, un fin religioso - ¿Católico? Desde luego, de sentido cristiano”.
Si en los años
anteriores (a partir de 1931, especialmente), José Antonio se había fijado en
que el fascismo italiano exaltaba la universalidad de Roma y esto era, precisamente,
uno de los elementos que más le atraían, tanto a él como a Giménez Caballero (y
la justificación era que Hispania era una de las zonas más romanizadas del
Impero que aportó varios emperadores), cinco años después, percibe en la
unificación de los territorios germanófonos, un intento de reconstrucción
imperial. Cuando José Antonio escribe El
Cuaderno de notas de un estudiante europeo, las reivindicaciones alemanas
sobre los Sudetes y Austria se han reavivado. Se ha recrudecido la ofensiva del
movimiento nacional-socialista que opera en el interior de Austria, para lograr
el Anschluss, la unificación
germano-austríaca que, finalmente, se logrará en marzo de 1938 y, sólo unos
meses después se reincorporarán al Reich el territorio de los Sudetes. Y todo
esto cuando, las democracias europeas aun no se ha habían recuperado de la
remilitarización de Renania que tuvo lugar el 7 de marzo de 1936.
Si unimos este
escrito –por deslavazado y provisional que sea- con lo dicho en el ensayo más
cerrado, Germanos contra bereberes,
parece evidente que se trata de textos complementarios, escritos con pocos días
de diferencia (del 13 de agosto a un día indeterminado de septiembre de 1936). Considera
en ambos que España forma parte de Europa y que los rasgos comunes son, el
catolicismo (el objetivo) y la componente germánica cuya importancia se ha
cuidado de definir. Ahora, en el Cuaderno
de Notas, tiene esperanzas en que el “nacionalismo alemán” se aparte de su
tradición romántica para devolverlo al “destino
imperial de la casa de Austria”.