martes, 21 de noviembre de 2017

LA CATALUÑA POST–NACIONALISTA ¿HAY FUTURO PARA EL INDEPENDENTISMO?




La pregunta es obviamente retórica: nadie –nadie con dos dedos de frente y una mínima capacidad de análisis político– puede creer en que Cataluña, hoy o algún día puede ser independiente. La “flamarada” independentista se está extinguiendo a la vista de todos. Las deserciones en el independentismo son de tal calibre que indican el estado de descomposición, no sólo del proyecto, sino incluso de la misma idea: ayer fueron dos consellers presos (por su mala cabeza… no porque en España no exista libertad de expresión) los que gimieron por su libertad a cambio de “reconocer el artículo 155” (como si un robagallinas pudiera ser excarcelado solamente porque afirme seriamente “reconocer el código penal”), el día antes fue López Tena, uno de los cerebros del activismo independeta, inventor del eslogan "Espanya ens roba" y el que obtuvo en Osona mejores resultados de participación en los seudo–referendums de 2009–2010, el que, no solamente se desdecía, sino que además, realizaba una crítica inmisericorde y terminal al “procés”, a Mas y a los que han llegado hasta el extremo de obligar al Estado a aplicar el 155. El día anterior, Mas ya no sabía qué hacer para pedir que se le redujera la fianza de 5.000.000 de euros por su responsabilidad en el 9–N y casi llorando argumentaba que “tendría que vender sus casas”… La hora del llanto y del crujir de dientes ha llegado. La incorporación de la Forcadell a la lista de ERC, a la que apenas una noche en la mazmorra fría cambió radicalmente sus opiniones políticas, es otra muestra de que el independentismo, casi desea una dulce derrota el 21–D que le permita reconocer ante toda Cataluña lo que toda la Cataluña que tiene dos dedos de frente ya sabe: “no hay condiciones para la independencia…”. Para ese viaje no hacían falta alforjas: algunos lo advertimos hace ya siete años. Cada día la prensa catalana –incluso la que hasta anteayer apoyó al “procés”– nos da noticias, muestras y ejemplos de la bajeza moral, la impreparación, el aventuterismo y la irresponsabilidad que ha estado presente en la cúpula del “procés”, factores que, por sí mismos, lo han arrojado al basurero de la historia.

INDEPENDENTISMO: UNA CUESTIÓN RELIGIOSA

Hoy, solamente algunos comentaristas políticos nacionalistas intentan salvar la cara de los “bonzos” del “procés”: para la mayoría de tertulianos y analistas, para todos los observadores políticos extranjeros, la clase política independentista no estaría en condiciones ni de dirigir una comunidad de vecinos. Después del 21–D, lo más probable es que ERC, PSC y Podemos.cat formen gobierno, en el que, a diferencia de los dos tripartidos anteriores, ERC no solamente no tendrá la voz cantante, sino que será el socio incómodo, forzado, molesto y acomplejado

Y luego veremos qué ocurre con los procesamientos de los dirigentes de ERC, de los personajillos encausados que figurarán como diputados y que todos ellos deberán enfrentarse con inhabilitaciones a perpetuidad así como con el embargo de patrimonios personales. El calvario no ha hecho nada más que empezar para los independetas y lo que es peor para ellos: demostrada su debilidad, ya no tienen carta alguna con la que negociar con Estado (vale la pena recordar que el poder judicial es autónomo y que, en democracia, aunque el gobierno quiera influir, siempre habría un juececillo celoso de su misión que se opondrá).

No es raro que a todos estos barandas del independentismo les haya dado una crisis de fe en plena cárcel: uno de “los dos jordis” estando en misa en la cárcel presenció horrorizado cómo un preso acuchillaba a otro. Éste pánfilo no se ha enterado todavía que la mayoría de presos en las cárceles españolas acuden a misa para poder cambiar drogas con presos de otros módulos. Peor es lo de Junqueras que ha recuperado la fe de cuando era “escolanet” y, según dicen los medios, se pasa las horas muertas rezando en su celda. Razón tenía ayer López Tena en la larguísima entrevista que le realizó ayer El Confidencial, cuando comparaba a los dirigentes independentistas con el colegio cardenalicio y a su “doctrina” como un conjunto de dogmas puestos al servicio de una fe. Ayer mismo, confirmamos esto viendo un vídeo de otro “historiador” independentista en el que decía que la Europa Medieval se lo debe todo a Cataluña, que el primer premio nóbel de la paz fue el Abad Oliva y que los catalanes serán en los próximos mil años, lo que la cultura griega ha sido en el pasado... Éste “historiador” no era tan alucinado como aquel otro mindundi que pontificaba sobre si Colón, El Cid, Teresa de Jesús y el inventor de la sopa de ajo, eran catalanes, pero precisamente, en su circunspección y en sus modales serenos evidenciaba esa “fe religiosa” de la que hablaba López Tena.

NO ES EL FIN DE UNA CRISIS, ES EL FIN DEL INDEPENDENTISMO

Así pues, los independentistas deben felicitarse que la estupidez no esté registrada como delito en el código penal. Pero lo que está claro es que “el mambo se ha acabado”. Estamos asistiendo, no solamente al fin de una ilusión (etimológicamente, lo “percibido por un iluso”), sino a algo mucho más profundo y de mayor calado: el fin del independentismo. De la misma forma que estos días que se cumple el cuarenta aniversario de la muerte de Franco y parece claro que mostrar la solidaridad con el “anterior jefe del Estado” puede ser una muestra de lealtad por encima del tiempo, pero que quien quiera hacer política no puede sino considerar al franquismo como historia, dentro de 40 años el independentismo se examinará en los libros de historia como una locura colectiva que embargó a una cuarta parte de la sociedad catalana. Se verá como arcaísmo y quienes lo han promovido, si tienen algún lugar en la historia, será como responsables de que Cataluña perdiera el ritmo de la modernidad. En las facultades de ciencias políticas se estudiará el fenómeno extraño de cómo una comunidad autónoma ha podido estar paralizada durante casi 15 años desde aquella coña maragallana del “nou estatut”, que a pesar de carecer completamente de demanda social constituyó las primeras aguas que trajeron los lodos independentistas actuales. En las escuelas de psicología los estudiantes harán sus tesis sobre la alucinación colectiva que sufrió una cuarta parte de catalanes y se estudiará el fenómeno del contagio. Y siempre habrá, claro está, un abuelete que dirá a sus nietecitos “Yo voté el 1–O y luego toqué la cacerola…”. Enternecedor.

¿Asunto resuelto? Relativamente. Lo que queda resuelto es, en primer lugar, la desaparición del nacionalismo moderado, mixtura del antiguo regionalismo y de la histeria nacionalista del “siempre más”. Ya no hay pujolismo. Se ha acabado: Cipollino se encargará de liquidar sus restos, en su partido y en su espíritu, y nos apostamos a que en la próxima campaña electoral, la candidatura que encabeza el triste expresidente, “Junts per Catalunya”, intentará competir en independentismo con ERC. Éstos, por su parte, con la etiqueta ERC–CatSí, aparecerán como más razonables e intentarán asumir en el tripartito que se avecina el mismo papel que realizó Carod–Rovira con Maragall. Mal asunto porque, todo análisis que no parta de la base de que “el mambo se ha acabado y no volverá” es erróneo y solamente contribuirá a dar inestabilidad al gobierno–Frankenstein que salga del 21–D.

Si el nacionalismo moderado ha desaparecido (en realidad, desapareció en las anteriores elecciones autonómicas), lo que inicia su declive ahora es el independentismo. ¿La prueba? Las tres candidaturas indepes ni siquiera han sido capaces de pactar la convocatoria de un nuevo referéndum soberanista en sus programas, ni de incluir el reconocimiento del “gobierno de la república catalana”… Paso atrás, previo a los muchos que quedan por dar.

¿La CUP? La CUP es un cero a la izquierda que se verá presionada a un lado por los más realistas de ERC y por el otro por CatComú–Podem. Y la CUP volverá a ser lo que era: una serie de pequeños grupos locales dirigidos por maestrillos y maestrillas, amargados y amargadas, de rostros sombríos.

PARA INSTALAR LA “NORMALIDAD” EN CATALUÑA HACE FALTA…

Insistimos ¿asunto resuelto? ¿Se ha instalado la “normalidad” en Cataluña? En absoluto. Ahora queda desandar lo andado con las “flamaradas” nacionalistas desde principios de los años 80. Y la cuestión de la enseñanza es fundamental. Si el conato independentista ha sido posible es a causa del modelo de enseñanza que rige en Cataluña: con su historia de ficción, con su inmersión lingüística obligatoria, con parte del personal docente ideologizado y que ni siquiera advierte que está adoctrinando. Está claro que con unas elecciones generales que se aproximan, el PP no intentará reformas en profundidad para evitar tensiones suplementarias, pero nadie, ni entre su cúpula, ni entre su electorado, olvidará jamás lo que ha ocurrido en Cataluña y las razones históricas por las que ha ocurrido: no puede dejarle las manos libres en la enseñanza a unos iluminados, para los que modelar la historia en beneficio propio es capital.

En realidad, el PSC como Cs, han llegado a similares conclusiones. Va a depender de cuál sea el alcance de la victoria del PP en las próximas elecciones generales (porque uno de los “efectos colaterales” de la “crisis independentista” ha sido reforzar a Rajoy y hacer que la temática de la corrupción en el PP pase a segundo plano) para que en el terreno educativo PP, PSOE y Cs actúen por consenso. Los nacionalistas más inteligentes, han entendido perfectamente lo que se les viene encima en el terreno de la educación y en estos momentos están movilizándose “en defensa de la escola catalana”… Hacen bien, porque también aquí –aunque nadie se lo haya comunicado– el “mambo se ha acabado”. En realidad, todo va a depender de la posición del PSOE a nivel de Estado y de quien ostente la dirección del PSC: lo cierto es que el sector nacionalista–socialista de este partido, está hoy completamente fuera de combate y reducido a algunos concejales aislados que, probablemente, ni siquiera repitan en las próximas elecciones.

¿Y es todo? El que el Estado reoriente el sistema educativo catalán es una parte importante del problema, pero queda otro igualmente importante: las subvenciones a la sociedad civil. Seamos claros: si existe hoy una “sociedad civil independentista” es porque en los últimos siete años se la ha sobredimensionado a base de inyecciones multimillonarias (e injustificadas) de fondos. Ni el Omnium Cultural, ni la ANC, ni una ristra de asociaciones menores, hubieran podido mantenerse, ni siquiera formarse, de haber dependido de los que estaban interesados en impulsarlas: como las moscas al pastel, los oportunistas acuden al olor a fondos públicos, y los “hombres de fe” ven reforzadas sus convicciones dogmáticas engrasándolas con unos euracos de aquí y de allá. Si el independentismo ha creído que disponía de fuerza suficiente para alcanzar la independencia se ha debido, sobre todo, a que solamente “veía” cómo se movilizaba la sociedad civil amamantada y subsidiada por la gencat. 

Si han existido medios de comunicación en catalán, no de ahora, sino desde finales de los años 70, no ha sido gracias a la iniciativa privada sino a las subvenciones de la gencat. Y hoy ocurre lo mismo con la mayoría de digitales en catalán. Ha bastado un mes para que el diario Avui no pudiera recibir los correspondientes fondos girados por la gencat, para que despidiera a parte de su plantilla y el resto de diarios y digitales, hasta ayer independentistas, se han despertado con otra orientación… Y aquí también va a ser imposible que sigan llegando las mismas subvenciones a todo este mundillo. En primer lugar porque está claro lo que han propagado. Seguirán funcionando lo que tarde la hucha acumulada en agotarse y nunca más volverán a tener la alegría en la llegada y en el manejo de fondos que han tenido desde que Artur Mas se hizo con la presidencia de la gencat.

INMIGRACIÓN Y REFORMAS A NIVEL DE ESTADO

¿Eso es todo? Todo esto –que es inevitable en los próximos años– por sí mismo, lo único que garantiza es que el nacionalismo catalán, un movimiento que va contra la historia en la época de la globalización y que ya iba contra ella a lo largo de todo el siglo XX, decline y se convierta en un arcaísmo de aquí a 40 años. Pero, por sí misma, la crisis del nacionalismo (independentista o no), no hará que vuelva la normalidad a Cataluña. En primer lugar porque Cataluña forma parte, no sólo del Estado Español, sino de la “Nación Española”. Harán falta reformas constitucionales para establecer los límites y las relaciones jerárquicas de manera clara entre las administraciones autonómicas y el Estado. Al principio de que “el que más protesta o el que más mata, tiene mayor autonomía” (con cualquier excusa: que si son “territorios históricos”, que si hay una organización terrorista que da palos y otros deben recoger los frutos, que si tal partido nacionalista colabora con la gobernabilidad del Estado…) debe ser sustituido por la exigencia de lealtad a todas las comunidades autónomas (principio de “más lealtad, más autonomía”).  

Está claro, además, que un Estado no es tal si no sólo descentraliza determinadas competencias, sino que cada autonomía le da los contenidos que quiere. Que el Estado debe recuperar las competencias en materia de educación eso es algo que pocos dudan. Que la sanidad debe ser de la misma calidad y ofrecer los mismos servicios en todo el Estado, y por tanto, debe de estar unificada, es otro puntal básico para redimensionar el “Estado de las Autonomías”.

En Cataluña, además, existe un gravísimo problema: la estupidez nacionalista hizo que Pujol orientara inmigración magrebí a Cataluña por la cuestión lingüística. Simplemente, al capo de tutti i capi le molestaba que pudieran llegar “panchitos” hispanoparlantes… que no se esforzarían en aprender catalán. A los magrebíes (orientados por Angel Colom hacia Cataluña, destacado como “embajador” en Marruecos), siguió la llegada de islamistas africanos y de grandes cantidades de pakistaníes igualmente musulmanes. En el momento actual: casi una cuarta parte de Cataluña es de origen extranjero y algo más de un millón son islamistas. En la región catalana se encuentra la mayor acumulación de islamistas de todo el Estado y una de las mayores de Europa. Así pues, la conflictividad está servida.

La inmensa mayoría de este sector está ultra-subvencionado… y el día en que las subvenciones disminuyan, la “paz étnico–religiosa–social” habrá terminado en Cataluña. Así de simple. Lo peor es que la policía autonómica no está en condiciones de contener el fenómeno, ni las revueltas que pueden producirse en los próximos años. Porque este es otro problema: ¿policía autonómica? Sí, bien, pero ¿para qué y al mando de quién y para hacer qué? Y, reconozcámoslo: los mozos de escuadra figuran en el platillo de los fracasos de la autonomía catalana. Así que parece inevitable que esta policía reduzca sus atribuciones y se reoriente. ¿O es que vamos a olvidar lo que ha ocurrido en la crisis independentista?

Quedan otros muchos frentes en el post–nacionalismo. El económico es, sin duda, uno de ellos. El social otro (la gencat que tanto debía mirar por la sociedad catalana lo que ha conseguido es una sociedad débil, frágil, atomizada, con unos niveles de fracaso escolar, de jóvenes ni–nis y el mayor consumo de drogas de todo el Estado y de casi toda Europa). Así pues, lo que la desaparición progresiva del nacionalismo va a generar no es la solución de todos los problemas. Los creados estos últimos años no se disiparán inmediatamente y sus efectos seguirán sintiéndose durante muchos años, pero quedarán otros problemas que han ido creciendo desde 2003 y a los que casi nadie ha prestado atención. Lo que ocurrirá, simplemente, ser que se abrirán debates nuevos en la sociedad catalana, cada vez más libres de los prejuicios nacionalistas y del riesgo de nuevas “flamaradas” independetas. Y estos debates serán los mismos que en el resto del Estado.



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