La pregunta es obviamente
retórica: nadie –nadie con dos dedos de
frente y una mínima capacidad de análisis político– puede creer en que
Cataluña, hoy o algún día puede ser independiente. La “flamarada”
independentista se está extinguiendo a la vista de todos. Las deserciones en el
independentismo son de tal calibre que indican el estado de descomposición, no sólo del proyecto, sino incluso de la misma idea: ayer fueron dos consellers presos (por su mala cabeza… no porque en España
no exista libertad de expresión) los que gimieron por su libertad a cambio de “reconocer el artículo 155” (como si
un robagallinas pudiera ser excarcelado solamente porque afirme seriamente “reconocer el código penal”), el día antes fue López Tena, uno de
los cerebros del activismo independeta, inventor del eslogan "Espanya ens roba" y el que obtuvo en Osona mejores
resultados de participación en los seudo–referendums de 2009–2010, el que, no
solamente se desdecía, sino que además, realizaba una crítica inmisericorde y
terminal al “procés”, a Mas y a los que han llegado hasta el extremo de obligar
al Estado a aplicar el 155. El día anterior, Mas ya no sabía qué hacer para
pedir que se le redujera la fianza de 5.000.000 de euros por su responsabilidad
en el 9–N y casi llorando argumentaba que “tendría que vender sus casas”… La hora del llanto y del crujir de dientes ha llegado. La
incorporación de la Forcadell a la lista de ERC, a la que apenas una noche en
la mazmorra fría cambió radicalmente sus opiniones políticas, es otra muestra
de que el independentismo, casi desea
una dulce derrota el 21–D que le permita reconocer ante toda Cataluña lo que
toda la Cataluña que tiene dos dedos de frente ya sabe: “no hay condiciones para la independencia…”. Para ese viaje no
hacían falta alforjas: algunos lo advertimos hace ya siete años. Cada día la prensa catalana –incluso la que hasta
anteayer apoyó al “procés”– nos da noticias, muestras y ejemplos de la bajeza
moral, la impreparación, el aventuterismo y la irresponsabilidad que ha estado
presente en la cúpula del “procés”, factores que, por sí mismos, lo han
arrojado al basurero de la historia.
INDEPENDENTISMO: UNA CUESTIÓN RELIGIOSA
Hoy, solamente algunos comentaristas políticos nacionalistas intentan salvar la cara de los “bonzos” del “procés”:
para la mayoría de tertulianos y analistas, para todos los observadores
políticos extranjeros, la clase política independentista no estaría en
condiciones ni de dirigir una comunidad de vecinos. Después del 21–D, lo más probable es que ERC, PSC y Podemos.cat formen
gobierno, en el que, a diferencia de los dos tripartidos anteriores, ERC no
solamente no tendrá la voz cantante, sino que será el socio incómodo, forzado, molesto y acomplejado.
Y luego veremos qué ocurre con los procesamientos de los dirigentes de ERC, de los personajillos encausados que figurarán como diputados y que todos ellos deberán enfrentarse con inhabilitaciones a perpetuidad así como con el embargo de patrimonios personales. El calvario no ha hecho nada más que empezar para los independetas y lo que es peor para ellos: demostrada su debilidad, ya no tienen carta alguna con la que negociar con Estado (vale la pena recordar que el poder judicial es autónomo y que, en democracia, aunque el gobierno quiera influir, siempre habría un juececillo celoso de su misión que se opondrá).
Y luego veremos qué ocurre con los procesamientos de los dirigentes de ERC, de los personajillos encausados que figurarán como diputados y que todos ellos deberán enfrentarse con inhabilitaciones a perpetuidad así como con el embargo de patrimonios personales. El calvario no ha hecho nada más que empezar para los independetas y lo que es peor para ellos: demostrada su debilidad, ya no tienen carta alguna con la que negociar con Estado (vale la pena recordar que el poder judicial es autónomo y que, en democracia, aunque el gobierno quiera influir, siempre habría un juececillo celoso de su misión que se opondrá).
No es raro que a todos estos barandas del independentismo les haya dado
una crisis de fe en plena cárcel: uno de “los dos jordis” estando en misa
en la cárcel presenció horrorizado cómo un preso acuchillaba a otro. Éste pánfilo
no se ha enterado todavía que la mayoría de presos en las cárceles españolas
acuden a misa para poder cambiar drogas con presos de otros módulos. Peor es lo
de Junqueras que ha recuperado la fe de cuando era “escolanet” y, según dicen
los medios, se pasa las horas muertas rezando en su celda. Razón tenía ayer
López Tena en la larguísima entrevista que le realizó ayer El Confidencial, cuando comparaba a los dirigentes independentistas
con el colegio cardenalicio y a su “doctrina” como un conjunto de dogmas
puestos al servicio de una fe. Ayer mismo, confirmamos esto viendo un vídeo de
otro “historiador” independentista en el que decía que la Europa Medieval se lo
debe todo a Cataluña, que el primer premio nóbel de la paz fue el Abad Oliva y
que los catalanes serán en los próximos mil años, lo que la cultura griega ha
sido en el pasado... Éste “historiador” no era tan alucinado como aquel otro
mindundi que pontificaba sobre si Colón, El Cid, Teresa de Jesús y el inventor
de la sopa de ajo, eran catalanes, pero precisamente, en su circunspección y en
sus modales serenos evidenciaba esa “fe religiosa” de la que hablaba López
Tena.
NO ES EL FIN DE UNA CRISIS, ES EL FIN DEL INDEPENDENTISMO
Así pues, los independentistas deben felicitarse que la estupidez no esté registrada como delito en el código penal. Pero lo que está claro es que “el
mambo se ha acabado”. Estamos asistiendo, no solamente al fin de una ilusión
(etimológicamente, lo “percibido por un iluso”), sino a algo mucho más profundo
y de mayor calado: el fin del independentismo. De la misma forma que estos
días que se cumple el cuarenta aniversario de la muerte de Franco y parece
claro que mostrar la solidaridad con el “anterior jefe del Estado” puede ser
una muestra de lealtad por encima del tiempo, pero que quien quiera hacer
política no puede sino considerar al franquismo como historia, dentro de 40 años el independentismo se
examinará en los libros de historia como una locura colectiva que embargó a una
cuarta parte de la sociedad catalana. Se verá como arcaísmo y quienes lo
han promovido, si tienen algún lugar en la historia, será como responsables de
que Cataluña perdiera el ritmo de la modernidad. En las facultades de ciencias
políticas se estudiará el fenómeno extraño de cómo una comunidad autónoma ha
podido estar paralizada durante casi 15 años desde aquella coña maragallana del
“nou estatut”, que a pesar de carecer completamente de demanda social constituyó las primeras aguas que trajeron los lodos independentistas actuales. En las
escuelas de psicología los estudiantes harán sus tesis sobre la alucinación
colectiva que sufrió una cuarta parte de catalanes y se estudiará el fenómeno
del contagio. Y siempre habrá, claro está, un abuelete que dirá a sus
nietecitos “Yo voté el 1–O y luego toqué
la cacerola…”. Enternecedor.
¿Asunto resuelto? Relativamente. Lo que queda resuelto es, en primer lugar,
la desaparición del nacionalismo moderado, mixtura del antiguo regionalismo y de
la histeria nacionalista del “siempre más”. Ya no hay pujolismo. Se ha acabado: Cipollino se
encargará de liquidar sus restos, en su partido y en su espíritu, y nos apostamos a que en la próxima campaña electoral,
la candidatura que encabeza el triste expresidente, “Junts per Catalunya”, intentará
competir en independentismo con ERC. Éstos, por su parte, con la etiqueta ERC–CatSí,
aparecerán como más razonables e intentarán asumir en el tripartito que se
avecina el mismo papel que realizó Carod–Rovira con Maragall. Mal asunto
porque, todo análisis que no parta de la base de que “el mambo se ha acabado y
no volverá” es erróneo y solamente contribuirá a dar inestabilidad al gobierno–Frankenstein
que salga del 21–D.
Si el nacionalismo moderado ha desaparecido (en realidad, desapareció
en las anteriores elecciones autonómicas), lo que inicia su declive ahora es el
independentismo. ¿La prueba? Las tres candidaturas indepes ni siquiera han sido
capaces de pactar la convocatoria de un nuevo referéndum soberanista en sus
programas, ni de incluir el reconocimiento del “gobierno de la república
catalana”… Paso atrás, previo a los muchos que quedan por dar.
¿La CUP? La CUP es un cero a la
izquierda que se verá presionada a un lado por los más realistas de ERC y por
el otro por CatComú–Podem. Y la CUP volverá a ser lo que era: una serie de pequeños
grupos locales dirigidos por maestrillos y maestrillas, amargados y amargadas,
de rostros sombríos.
PARA INSTALAR LA “NORMALIDAD” EN CATALUÑA HACE FALTA…
Insistimos ¿asunto resuelto? ¿Se
ha instalado la “normalidad” en Cataluña? En absoluto. Ahora queda desandar lo andado con las “flamaradas” nacionalistas desde
principios de los años 80. Y la cuestión de la enseñanza es fundamental. Si el
conato independentista ha sido posible es a causa del modelo de enseñanza que rige
en Cataluña: con su historia de ficción, con su inmersión lingüística obligatoria, con
parte del personal docente ideologizado y que ni siquiera advierte que está adoctrinando.
Está claro que con unas elecciones generales que se aproximan, el PP no
intentará reformas en profundidad para evitar tensiones suplementarias, pero nadie, ni entre su cúpula, ni entre su
electorado, olvidará jamás lo que ha ocurrido en Cataluña y las razones
históricas por las que ha ocurrido: no puede dejarle las manos libres en la
enseñanza a unos iluminados, para los que modelar la historia en beneficio
propio es capital.
En realidad, el PSC como Cs, han
llegado a similares conclusiones. Va a depender de cuál sea el alcance de la
victoria del PP en las próximas elecciones generales (porque uno de los “efectos colaterales” de la “crisis independentista” ha sido
reforzar a Rajoy y hacer que la temática de la corrupción en el PP pase a
segundo plano) para que en el terreno educativo PP, PSOE y Cs actúen por
consenso. Los nacionalistas más inteligentes, han entendido perfectamente lo
que se les viene encima en el terreno de la educación y en estos momentos están
movilizándose “en defensa de la escola
catalana”… Hacen bien, porque también aquí –aunque nadie se lo haya
comunicado– el “mambo se ha acabado”. En realidad, todo va a depender de la
posición del PSOE a nivel de Estado y de quien ostente la dirección del PSC: lo
cierto es que el sector nacionalista–socialista de este partido, está hoy
completamente fuera de combate y reducido a algunos concejales aislados que,
probablemente, ni siquiera repitan en las próximas elecciones.
¿Y es todo? El que el Estado
reoriente el sistema educativo catalán es una parte importante del problema,
pero queda otro igualmente importante: las
subvenciones a la sociedad civil. Seamos claros: si existe hoy una “sociedad
civil independentista” es porque en los últimos siete años se la ha
sobredimensionado a base de inyecciones multimillonarias (e injustificadas) de fondos. Ni el Omnium
Cultural, ni la ANC, ni una ristra de asociaciones menores, hubieran podido
mantenerse, ni siquiera formarse, de haber dependido de los que estaban
interesados en impulsarlas: como las moscas al pastel, los oportunistas
acuden al olor a fondos públicos, y los “hombres de fe” ven reforzadas sus
convicciones dogmáticas engrasándolas con unos euracos de aquí y de allá. Si el
independentismo ha creído que disponía de fuerza suficiente para alcanzar la
independencia se ha debido, sobre todo, a que solamente “veía” cómo se
movilizaba la sociedad civil amamantada y subsidiada por la gencat.
Si han
existido medios de comunicación en catalán, no de ahora, sino desde finales de
los años 70, no ha sido gracias a la iniciativa privada sino a las subvenciones
de la gencat. Y hoy ocurre lo mismo con la mayoría de digitales en catalán. Ha
bastado un mes para que el diario Avui
no pudiera recibir los correspondientes fondos girados por la gencat, para que
despidiera a parte de su plantilla y el resto de diarios y digitales, hasta
ayer independentistas, se han despertado con otra orientación… Y aquí también
va a ser imposible que sigan llegando las mismas subvenciones a todo este
mundillo. En primer lugar porque está claro lo que han propagado. Seguirán funcionando lo
que tarde la hucha acumulada en agotarse y nunca más volverán a tener la
alegría en la llegada y en el manejo de fondos que han tenido desde que Artur
Mas se hizo con la presidencia de la gencat.
INMIGRACIÓN Y REFORMAS A NIVEL DE ESTADO
¿Eso es todo? Todo esto –que es inevitable en los próximos años– por sí mismo, lo
único que garantiza es que el nacionalismo catalán, un movimiento que va contra
la historia en la época de la globalización y que ya iba contra ella a lo largo
de todo el siglo XX, decline y se convierta en un arcaísmo de aquí a 40 años.
Pero, por sí misma, la crisis del nacionalismo (independentista o no), no hará
que vuelva la normalidad a Cataluña. En primer lugar porque Cataluña forma
parte, no sólo del Estado Español, sino de la “Nación Española”. Harán falta
reformas constitucionales para establecer los límites y las relaciones
jerárquicas de manera clara entre las administraciones autonómicas y el Estado. Al principio de que “el que más protesta o el que más mata,
tiene mayor autonomía” (con cualquier excusa: que si son “territorios
históricos”, que si hay una organización terrorista que da palos y otros deben
recoger los frutos, que si tal partido nacionalista colabora con la
gobernabilidad del Estado…) debe ser sustituido por la exigencia de lealtad a
todas las comunidades autónomas (principio de “más lealtad, más autonomía”).
Está claro, además, que un Estado no es tal si no sólo descentraliza determinadas competencias, sino que cada autonomía le da los
contenidos que quiere. Que el Estado debe recuperar las competencias en materia
de educación eso es algo que pocos dudan. Que la sanidad debe ser de la misma
calidad y ofrecer los mismos servicios en todo el Estado, y por tanto, debe de
estar unificada, es otro puntal básico para redimensionar el “Estado de las
Autonomías”.
En Cataluña, además, existe un
gravísimo problema: la estupidez nacionalista hizo que Pujol orientara
inmigración magrebí a Cataluña por la cuestión lingüística. Simplemente, al capo de tutti i capi le molestaba que
pudieran llegar “panchitos” hispanoparlantes… que no se esforzarían en aprender
catalán. A los magrebíes (orientados por Angel Colom hacia Cataluña, destacado
como “embajador” en Marruecos), siguió la llegada de islamistas africanos y de
grandes cantidades de pakistaníes igualmente musulmanes. En el momento actual: casi una cuarta parte de Cataluña es de
origen extranjero y algo más de un millón son islamistas. En la región catalana
se encuentra la mayor acumulación de islamistas de todo el Estado y una de las
mayores de Europa. Así pues, la conflictividad está servida.
La inmensa mayoría de este sector
está ultra-subvencionado… y el día en que las
subvenciones disminuyan, la “paz étnico–religiosa–social” habrá terminado en Cataluña. Así
de simple. Lo peor es que la policía autonómica no está en condiciones de
contener el fenómeno, ni las revueltas que pueden producirse en los próximos
años. Porque este es otro problema: ¿policía autonómica? Sí, bien, pero
¿para qué y al mando de quién y para hacer qué? Y, reconozcámoslo: los mozos de
escuadra figuran en el platillo de los fracasos de la autonomía catalana. Así
que parece inevitable que esta policía reduzca sus atribuciones y se reoriente.
¿O es que vamos a olvidar lo que ha ocurrido en la crisis independentista?
Quedan otros muchos frentes en el
post–nacionalismo. El económico es, sin duda, uno de ellos. El social otro (la
gencat que tanto debía mirar por la sociedad catalana lo que ha conseguido es
una sociedad débil, frágil, atomizada, con unos niveles de fracaso escolar, de
jóvenes ni–nis y el mayor consumo de drogas de todo el Estado y de casi toda
Europa). Así pues, lo que la
desaparición progresiva del nacionalismo va a generar no es la solución de
todos los problemas. Los creados estos últimos años no se disiparán
inmediatamente y sus efectos seguirán sintiéndose durante muchos años, pero
quedarán otros problemas que han ido creciendo desde 2003 y a los que casi
nadie ha prestado atención. Lo que
ocurrirá, simplemente, ser que se abrirán debates nuevos en la sociedad
catalana, cada vez más libres de los prejuicios nacionalistas y del riesgo de nuevas
“flamaradas” independetas. Y estos debates serán los mismos que en el resto del
Estado.