Info|krisis.- No hay posibilidades de formar
gobierno estable a la vista de las simetrías electorales. Lo que a primera
vista parecía ser la combinación más razonable (una “gran coalición” entre el
PP y el PSOE) se muestra completamente imposible mientras Pedro Sánchez logre
mantenerse en el poder. La “coalición de izquierdas” no es mucho más probable:
poner de acuerdo a formaciones que en sí mismas, interiormente, son mosaicos,
es una tarea titánica que tiene poco que ver con la escasa talla política de todos
los dirigentes de esas formaciones. En cuanto a una coalición centrista en la
que Ciudadanos apareciera por algún lugar, tampoco aparece como viable a la
vista de que esta formación obtuvo el número de diputados suficiente como para ser
una fuerza política de primera fila, pero no los necesarios para que tuviera un
peso decisivo.
Así pues, no parece que haya solución,
al menos mientras no aparezcan sondeos de opinión que indiquen los corrimientos
del electorado producidos desde el 20-D: a partir de ese momento, los partidos
que se vean más afectados procurarán por todos los medios evitar las nuevas
elecciones y los más favorecidos se crecerán en su intransigencia. Y esto es lo
peor: que, a fin de cuentas, puede ocurrir lo mismo que se ha producido en
Cataluña.
En esa autonomía gobierna un
presidente que nadie ha elegido, tercera fila de la política catalana, por
quien nadie da dos céntimos de euro en los próximos años, enarbolando las
mismas consignas que antes de las elecciones y sin darse cuenta de que, si aquellos resultados indicaron algo es que el
independentismo no tiene “mayoría social” suficiente ni para aproximarse
remotamente a la independencia, ni hoy ni dentro de dieciocho meses. Por otra
parte, Puigdemont subió al poder en Cataluña, in extremis, cuando ya las nuevas elecciones estaban cantadas y JuntsxSI
percibió una pérdida de votos sensible que hubiera enterrado sin paliativos el “procés”.
Lo que hoy gobierna en Cataluña no es
lo elegido por los ciudadanos, sino lo que han determinado las cúpulas de los
distintos partidos. Y todo induce a pensar que en España, va ocurrir otro
tanto.
Una “gran coalición” contaría con el
apoyo del capital, de la UE y de los sectores centristas (de centro-derecha y
de centro-izquierda). Sería la opción más razonable si de lo que se trata es de
salvar al régimen de 1978. Pero el PSOE recibiría el “abrazo del oso” y
perdería a todo su electorado de izquierdas. Por otra parte, el estallido del caso
de corrupción en Valencia –que demuestra que el 3% no es sólo un “problema
catalán”- supone un lastre para formalizar un acuerdo así que sería llamado
unánimemente el “pacto de los corruptos”, pues no en vano, PP y PSOE se
reparten el grueso de la corrupción en España al alimón.
El “pacto de izquierdas” es, sin duda,
la situación más inestable y surrealista que podría darse, con un Errejón como
ministro del interior o una Carolina Bescansa como ministra de sanidad... casi
una broma de mal gusto: los rarillos al poder. El gobierno de los becarios y de
los buscadores sempiternos de subvenciones. Y eso ya cuando Syriza ha demostrado ser un partido como otro cualquiera, cuando
Irán ha suscrito acuerdos con los norteamericanos y su “factor diferencial” es
que unos pezones de mármol o un pene de jaspe puede ofender a su primer ministro y Venezuela se debate
entre enterrar hoy al chavismo por las buenas o hacerlo mañana por las malas.
No corren buenos vientos, precisamente para los amigos de Podemos, ni siquiera
en España en donde la Colau ya ha decidido tirar por su cuenta. ¿”Pacto de
izquierdas”? Pacto imposible.
Poco hay que decir sobre la última
combinación que incluiría al invento de Isidro Fainé, Ciudadanos. Rivera saltó
a la política nacional sin tener los conocimientos suficientes (y no es lo
mismo chinchar al “proceso soberanita”, locura entre las locuras, que opinar
sobre economía, paro, políticas hídricas o internacionales: simplemente, Rivera
no dio la talla en la campaña electoral) y todo induce a pensar que en unas
nuevas elecciones se quedaría con la tercera o la cuarta parte de diputados que
hoy tiene. El centrismo, siempre, o alcanza la mayoría e ilusiona, o se
disuelve en un soplo. Cs no ha resultado la nueva UCD sino que ha reeditado el
fracaso del CDS, invento terminal de Suárez. Poco papel va a jugar Cs en los
próximos meses y en las presentes negociaciones.
No hay pues más esperanza que otras
elecciones. Y la pregunta del millón: ¿solucionarán algo? ¿Bastan unas
elecciones para que cambie algo (y que cambie parabién)? ¿Será posible llegar a
gobiernos estables? Porque no vayamos a olvidar que en las próximas elecciones
se presentarán los mismos. Y estas semanas nos muestran que el “perro del
hortelano” (que ni vive ni deja vivir), sigue vivo y activo en este lugar, cada
vez más desolado del planeta. Ni gobiernos, ni coaliciones, solamente, como
decían hoy algunos medios, “fuegos cruzados” e “incompatibilidades
equidistantes”. Decía Ortega y Gasset que el problema de España era que España
no tenía remedio. Y en eso estamos.
© E. Milà – info|krisis – Prohibida la
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