Infokrisis.- Actores buenos, escenografía buena, efectos especiales buenos, guión infame; resultado: película tan esperpéntica como aburrida. Título: Balada triste de trompeta. Autor del desaguisado: Alex de la Iglesia, reiteradamente acusado de plagio, baranda mayor de la malhadada Academia Española de Cinematografía y director tan sobrevalorado como subvencionado. Recomendación: si os apetece ver lo que hace el cine español, bajadla con cualquier peer to peer. No vale la pena pagar unos euros para aguantar al tipo de al lado zampándose palomitas, al del otro lado hablando con la compañera, al de delante que le suena el teléfono y al de atrás que se tira un cuesco. Lo que ha se proyecta en la pantalla o es gratis o no vale la pena. Yo piqué y aquí me tenéis arrepintiéndome.
Él esperpento: mejor género español
Hubo un tiempo, hacia los 80 y 90 que a los cineastas españoles se les daba bien el género policíaco que sintonizaba con el cine de postguerra que también, a pesar de la escasez de medios, logró cintas interesantes en esa materia. Ahora lo que triunfa en este país es el esperpento. Películas sin pies ni cabeza, con una mediocre realización y cuyo único reclamo son actores que en ese momento gozan de cierta popularidad, parecen bastar para armas una película en base a un guión surrealista e inconexo. Eso, o bien cintas de humor de sal gruesa. O, cintas intimistas “de autor” en donde el aburrimiento nos asalta desde las primeras escenas, el bostezo es irreprimible y la siesta una derivación directa del guión. La Coixet en esto último es única, pero no es la única maestra del bostezo. Balada triste de trompeta es, simplemente, esperpento en estado puro.
El zapaterismo ha impuesto como moda el retorno a 1936 y a versiones libres de la memoria histórica. Esta cinca toca de refilón la brutalidad de aquella época y lo hace de manera esperpéntica tomando como protagonista la figura del payaso. Todo lo que podía decirse sobre los payasos ya se ha dicho. La figura del payaso maltratador no es nueva y la del payaso asesino todavía menos desde que Gazy fue detenido y condenado a la silla eléctrica. Alex de la Iglesia, en cambio, la presenta como la gran originalidad de la película. Ni siquiera Santiago Segura haciendo de payaso tonto da un toque de humor a la cinta que al cabo de 30 minutos genera en el espectador la necesidad de abandonar la sala.
De la banalización y la transformación de la guerra en esperpento
La falsificación y banalización de la guerra civil, se agrava ahora con la transformación del conflicto a la mera dimensión de esperpento. Y para colmo de un esperpento maniqueo en donde los de un lado son buena gente, algo raros, pero buenos tipos al fin y al cabo, y los de enfrente unos hijosdeputa que ganan el conflicto a base de fusilamientos y crueldades.
Desde la presentación de la película llaman la atención las fotos que acompañan a los títulos en donde pueden verse los rostros de la época. ¿Por qué sale el de Fraga, por ejemplo, y no el de Carrillo? A fin de cuentas, Carrillo, a quien no le ha quedado nadie en su vida a quien traicionar, es una mezcla de esperpento y fusilador compulsivo que sintoniza muy bien con la película, pero es que ésta es, a la postre, maniquea y los de un lado están exentos de responsabilidades.
Los tópicos de la guerra civil reafloran en este esperpento una vez más, pero con una novedad. El Valle de los Caídos se convierte en el lugar de referencia de la cinta, tanto en su arranque como en su resolución.
No es la primera vez que el Valle de los Caídos en los últimos años alcanza fama cinematográfica. Recordamos ahora una olvidable cinta porno “El facha X” realizada por un individuo cuya falta de imaginación erótica contrasta con su exceso de obsesiones edípicas, ambientada también en el Valle de los Caídos, cinta realizada en función de “principios”. Esta otra de Alex de la Iglesia no es mucho mejor.
En ambas cintas de lo que se trata es de “matar al padre”: el franquismo, o a papá cargo del franquismo, o los principios recibidos en la educación que el “hijo” siente como asfixiantes y ante los que se revela para afirmar una personalidad propia. Es el clásico complejo de Edipo que desaparece con la adolescencia y que solamente los raritos mantienen vivo hasta la senectud. Alex de la Iglesia tiene también algo de esto y vuelve en esta cinta a realizar unas cuantas órbitas frívolas en torno al franquismo, verdadera obsesión del hijo escasamente creativo que experimenta la sensación de asfixia ante el universo del padre, en este caso de los grandes creadores del cine del período franquista, los Edgar Neville, los Juan de Orduña, los de la Loma, etc.
¿La guerra civil va a servir alguna vez para expresar algo más que los propios complejos y frustraciones personales? ¿Alguna vez se empezará a abordar la guerra civil desde el terreno que sería lógico: la historia? ¿Alguna vez desaparecerá el tratamiento frívolo y maniqueo de la guerra civil de las pantallas? Iría siendo hora…
El plagiario que se plagia a sí mismo
La sombra del plagio ha acompañado en demasiadas ocasiones a Alex de la Iglesia como para que puede eludirse este lado oscuro de su personalidad. La desgraciada serie Pluton BRB Nero estrenada en 2009 por la 2 de TVE fue acusada de plagio por el dibujante de cómics Alfonso Azpiri que había creado el personaje de “Lorna” en los años 80. En 1995, de la Iglesia fue demandado por un joven que afirmaba que el guión de El día de la bestia era la transformación no autorizada de una obra suya, “La Luz” que nunca había sido publicado pero que había remitido a la productora del filme El Deseo SA. Las similitudes eran tales que hacían sonrojar. No son buenos antecedentes como para poder calificar el cine de De la Iglesia de “honesto”.
Pero donde ya todo se convierte en excesivamente triste es cuando el propio de la Iglesia se copia a sí mismo en un autoplagio difícilmente negable. La escena final de Balada triste de trompeta se desarrolla en la cúspide de la cruz del Valle de los Caídos. Los protagonistas penden del brazo horizontal de la cruz y luchan por no caer al vacío. La escena es excesivamente similar a aquella otra en la que los protagonistas de El día de la bestia cuelgan del fluorescente luminoso de Sweeps situado en la madrileña Gran Vía esquina Jacometrezo. O de otra escena similar en La Comunidad, también desarrollada en la Gran Vía. Son la misma escena con los personajes cambiados.
Por otra parte, el payaso triste disparando a diestro y siniestro ráfagas y más ráfagas, no es sino una reactualización de las escenas finales de 800 Balas en donde todos los protagonistas enloquecidos disparan y disparan bastante más de 800 balas.
El ambiente de freakysmo es, por otra parte, habitual y cansino en las películas de Alex de la Iglesia. Lo vimos en Acción mutante, lo volvimos a ver en El día de la bestia y está presente en toda su filmografía desde su primer corto Mirindas asesinas.
Si esto es lo mejor, ¿qué será lo peor?
Balada triste de trompeta es lo que vulgarmente se conoce como un truño, ¿para qué vamos a engañarnos?. Salvo la fotografía de Kiko de la Rica, el guión es rematadamente malo, el ritmo narrativo llega en ocasiones al bostezo y la interpretación, en general, salvo algún actor de reparto, es discretita. De ahí que no se entienda el por qué la película está nominada para ¡quince Goyas! O el Goya está de rebajas o alguien se ha pasado en su peloteo al director de la Academia.
Si esta película es candidata a “la mejor película del año” ¿cómo será la peor? El protagonista, Antonio de la Torre, también nominado como “mejor actor”, completamente inexpresivo, sin matices, sin energía y sin carácter, completamente fofo; la “mejor actriz de reparto”, Terele Pavez… que apenas aparece dos minutos, es irrelevante y, para colmo, en la película hay media docena de actores de reparto que lo hubieran merecido con más méritos (ahora bien, si lo que se quiere es homenajear a la Terele Pavez, esa es otra historia); el “mejor guión original” es otra de las nominaciones inmerecidas; quizás si existiera un premio al “mejor esperpento de la temporada” seguramente este guión lo habría merecido.
Ni merece Goyas en el número en que ha sido nominada, ni siquiera merece verse. La cultura cinematográfica del telespectador no se resentirá si deja de ver este peñazo infumable.
En cuanto a la “actriz revelación”, Carolina Bang, co-protagonista de la película, quizás sea la nominación menos inmerecida. El problema de esta chica que no actúa mal y que tiene un físico digno de encomio, es que su hasta ahora breve carrera parece haberse encaminado hacia ese género que podemos llamar “esperpento nacional”, que hace fortuna en esta desgraciada época de Gran Hermano, zapaterismo a go-go y crisis estructural de toda la sociedad. En efecto, las dos únicas películas filmadas hasta ahora por la Bang son ésta que comentamos y La daga de Rasputín que también sigue por derroteros similares. Jesús Bonilla que, antes había perpetrado El oro de Moscú, reaparece ahora –cuando todos dábamos por fenecida su carrera como director a la vista del aborto anterior- con esta otra cinta que tiene a la Bang de escultural prota.
Po cierto, la Bang encarnó el papel de Lorna en la serie televisiva Plutón BRB Nero. Sí, Lorna, el personaje sobre el que pesa una acusación de plagio…
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