1. Europa (y, naturalmente, España, país miembro de la UE) es un continente superpoblado. Es falso que Europa necesite más población, especialmente hoy cuando se tiende a la automatización de los procesos de producción industriales y de los trabajos agrícolas. El 5 años, el 15% de los puestos de trabajo estará cubierto por robots y la tendencia será creciente en los siguientes 20 años. Admitir hoy inmigración, invocando la necesidad de cubrir puestos de trabajo es una falacia, asumida sólo por ignorantes y difundida por malintencionados.
2. La introducción de población extranjera en España y en
Europa, en especial la procedente de otros continentes, tiende a romper la
homogeneidad cultural que siempre ha existido en nuestro territorio. La
condición mínima para la existencia de una nación es la homogeneidad de su
población. De lo contrario esa nación y esa sociedad se convierten en lo
suficientemente inestables como para ser ingobernables, pero en lo
suficientemente fragmentadas como para que esa inestabilidad no pueda generar cambios
políticos importantes.
3. Las oleadas actuales de la inmigración son una
consecuencia secundaria de la globalización que tiende a abaratar el precio de
la mano de obra en España. La fuerza de trabajo es uno de los factores
sometidos a las leyes del mercado. Por eso puede afirmarse rotundamente que a
medida que hay más trabajadores que aspiran a un mismo puesto de trabajo, el
valor de ese puesto tiende a disminuir. Quien diga lo contrario, miente: y
resulta curioso que sean los sindicatos mayoritarios los que repiten esta
letanía con más énfasis.
4. El mito del progresismo en materia de inmigración es
la “integración”. Se entiende por integración la aceptación de la cultura
autóctona por parte del inmigrante que conserva, al mismo tiempo sus señas de
identidad. La “integración” es un mito voluntarista que hasta ahora nunca
ha alcanzado sus objetivos en ningún país europeo. La “integración” supone el
mantenimiento de la identidad de las comunidades inmigrantes y, quien dice,
identidad, dice, finalmente, territorialidad: quien tiene identidad propia
antes o después reivindica un territorio propio: por eso existen los “guetos de
la inmigración”. Frente al mito de la integración está la exigencia de la
“asimilación”: asumir los rasgos de la sociedad autóctona sin distingos ni ranchos
aparte.
5. Un país como España en el que existen 3.000.000 de
parados, 4.000.000 de trabajadores que cobran menos de mil euros al mes y la
mitad que están en torno a 1.000 euros, es un país que, no precisa llegada de
inmigrantes. Un inmigrante que llega de fuera disputará puesto de trabajo a
un español. El principio de “preferencia nacional” es incuestionable e
irrenunciable en las actuales circunstancias: primero los de casa, cuando aquí
se haya alcanzado el pleno empleo será el momento en pensar en abrir las
puertas a una inmigración legal y encauzada desde los consulados españoles en
el extranjero y no imponiendo la política hechos consumados de “aquí he llegado
y no me voy”.
6. Sumando todas las partidas presupuestarias que absorbe
la inmigración (en ayudas sociales, en educación y sanidad, en justicia,
prisiones, policía, en gastos de repatriación, etc.) se percibe que el gasto
que deriva supone una losa para nuestros presupuestos y constituye una de los
principales factores de gasto público. La inmigración, en todos los países
en donde aparece, se configura como una “aspiradora” de recursos públicos que
hacen imposible el que los ciudadanos de ese país vean aumentadas sus pensiones
o subsidios.
7. Las políticas de inmigración mantenidas en los últimos
15 años por el PP y por el PSOE se basan en el mismo mito: “queremos una
inmigración ordenada”, pero la experiencia dice que no existe “inmigración ordenada”
ni en España, ni país alguno: el movimiento migratorio actual revista las
características de una verdadera invasión salvaje y fuera de control. El
modelo económico de Aznar (que ZP prosiguió sin rectificaciones hasta que se
hundió) incluía salarios baratos, inmigración masiva, ladrillazo y acceso fácil
al crédito. El PP abrió las puertas a la inmigración entre el 1996 y el 2004 y
el PSOE las abrió de par en par entre 2004 y 2010. Las políticas de inmigración
en las comunidades gobernadas por el PP son exactamente iguales a las que se
aplican en las comunidades gobernadas por el PSOE.
8. Los dos grandes hitos de la inmigración en España que
generaron los dos “efectos llamada” fueron, por este orden, la reforma de la
Ley de Extranjería de 1999 y la regularización masiva de febrero-mayo de 2005.
Ambas medidas tuvieron como consecuencia la llegada masiva de ilegales (800.000
en 2004 y 800.000 en 2010…). La reforma de 2005 supuso además una
regularización masiva permanente: nunca en lugar alguno de Europa fue tan fácil
establecerse. A esto se unió la llega de Pedro Sánchez al poder que ha
convertido a España en la única puerta abierta a la inmigración ilegal en
Europa.
9. En la actualidad existen en España en torno a 6.000.000
de inmigrantes entre legales e ilegales, empadronados o no, y a un número
indeterminado de inmigrantes que se han naturalizado españoles al permanecer
durante 10 años con permiso de residencia y de trabajo que asciende entre 4.000.000
más. A medida que vaya pasando el tiempo, el número de naturalizados irá
aumentando mientras el número de inmigrantes permanecerá constante a causa de
las nuevas llegadas. Los resultados de las últimas elecciones generales de 2019
son imposibles de interpretar si se prescinde del voto de esos naturalizados
que solamente votan a quien les ofrece más subsidios.
10. La única solución para evitar que el problema de la
inmigración se enquiste y a la vista de que no hay trabajo para todos y la
presencia masiva de inmigrantes en paro lastra el gasto público, es la
repatriación de los excedentes a sus países de origen y el endurecimiento de las
condiciones de admisión. Esta repatriación debe empezar por los inmigrantes
ilegales, proseguir por los inmigrantes que hayan cometido algún delito en
España, continuar por los inmigrantes parados de larga duración que hayan
agotado las percepciones y ayudas, extenderse a grupos que hayan demostrado
estadísticamente el ser más impermeables a la asimilación, hasta reducir el
número de inmigrantes a millón o millón y medio.
(ARTÍCULO revisado el 09.06.2019)