Más allá del drama que supone el que un pillao, muera a
tiros en el interior de una comisaría de los Mossos, uno se pregunta a qué
extremos estamos llegando en esto de las migraciones y cómo diablos, España sigue siendo el único país del mundo en el que
estos movimientos masivos son tomados como algo irrelevante y que hay que
aceptar como inevitables. Ayer mismo en Costa Rica, se produjeron
manifestaciones violentas –en un país, fundamentalmente tranquilo- por la
masiva presencia de “nicas”, llegados ilegalmente del vecino país y por los problemas
que están generando, asesinatos incluidos. Quejarse de que en España no hay
ninguna reacción, ni siquiera se oye en tertulias en los 17 parlamentos
regionales, en los cientos de ayuntamientos, opiniones sensatas sobre la
materia, no tiene sentido: España esa
así y los españoles somos apáticos e indolentes por naturaleza. Así que no pidamos
peras al olmo, que aquí no hay nada que hacer. De lo que me quejo es de que
esto de la inmigración se ha convertido en una tragicomedia.
Cornellá era uno de
esos lugares destinados por la burguesía catalana como guetos para la
inmigración interior en los años 50 y 60. Todavía hoy es difícil encontrar
allí gente que hable el catalán y es, junto con Hospitalet y otros pueblos del “cinturón
industrial” de Barcelona, una de las zonas menos catalanizadas de la región: la
verdadera pesadilla de la Generalitat independentista. A esas zonas, fue a las
que Pujol fue orientando la llegada de inmigrantes foráneos a partir de los
años 80. Dado que cuando empezó la inmigración masiva en Cataluña (hacia 1996
cuando Aznar abrió las puertas, porque él y no otro es el responsable de la
invasión que tuvo lugar en los ocho años siguientes y de la que ZP no fue más
que el continuador) la Generalitat pensó
que era posible integrar a los inmigrantes magrebíes con la misma facilidad que
se había integrado a los del resto del Estado, no se adoptó ninguna medida
especial de observación ni de seguimiento del fenómeno, ni siquiera se
documentaron sobre las dificultades de integración que los magrebíes
presentaban allí donde fueran. Sabemos lo que ocurrió.
El fenómeno se agravó con la radicalización de sectores
islamistas. Inútil repasar lo que han sido estos últimos 20 años en Cornella,
que han terminado ayer con el revuelo ciudadano organizado por un argelino con
el cerebro carcomido por la religión, casado con una andaluza 12 años mayor que
se islamizó, y que quería aparentar lo que no era. Porque el tipo, en los últimos tiempos, había descubierto que era, mira
por donde, gay. Lo tenía todo: argelino (los marroquíes mayoritarios en
Cornellá se llevan muy mal con los argelinos y tienen fama de pendencieros allí
donde vayan), gay (en una comunidad
cuyos imanes no han prohibido todavía los chistes de gangosos), islamista, con un matrimonio que no debía terminar de ir bien y, dato
importante, sin trabajo, ni medios de
vida salvo subsidios que no le daban para el Porsche al que aspiraba.
Me pregunto varias cosas:
1) Si en España los
gays salen de la ebanistería apelotonándose, ¿cómo es que los gays argelinos
siguen sintiendo vergüenza? ¿No sería bueno reconocer este hecho en la
publicidad sobre “igualdad sexual” y realizar campañas en lengua árabe dedicada
al grupo etno-cultural-religioso que parece seguir teniendo prevenciones, no
sólo contra gays, sino incluso contra la mujer? Lo mismo cabría decir sobre la
violencia de género: ¿por qué no se orienta hacia los grupos, en la lengua, de
los que estadísticamente está demostrado que la ejercen?
2) No me cabe la
menor duda de que este pillao no era
un “terrorista islámico”, por mucho que los Mossos insistan en que sí lo era
porque les atacó al grito de “Allá Akbar”…
Hay que distinguir a los locos de los terroristas, si bien en todo terrorista
hay un loco manifestado, pero para que se pueda considerar un acto como “terrorista”
debe de haber sido ejecutado por militantes organizados en un grupo. Y este,
estaba, simplemente, loco.
3) Podríamos
intelectualizar el tema hablando de “choque de culturas”, de “diferenciales
antropológicos” o de la “soledad del inmigrantes en tierra extranjera” (teniendo
en cuenta que en Cataluña 1 de cada 4,5 habitantes es inmigrante, cuesta
algo que se sientan solos)… pero no vale la pena. La realidad es que hay grupos de inmigrantes mas conflictivos y
pelmazos y otros menos conflictivos. Los argelinos figuran –que se lo pregunten
a los franceses- entre los más de los más: allí donde van, allí crean problemas.
Es su imagen de marca. Y si, además, necesitan ayuda del doctor Freud, más a mi
favor. El caso que nos ocupa pertenece a este bloque: pillao argelino. Si no hubiera
entrado en una comisaría de los Mossos, habría intentado el destrozo en
una mercería y, si no en la charcutería extremeña de la esquina.
Pregunta : ¿y nosotros tenemos que aguantar todo esto? ¿tenemos que aguantar que, además de chorizos, de electroimanes iluminados, terroristas sa tutiplé, e islamistas enloquecidos, además rompan nuestra plácida y bobalicona normalidad, chalados subsidiados que tiran de navaja porque se sienten gays y les da horror? ¿Pero qué nos ha llegado con la inmigración? ¿Por qué ahora en Cornellá, los jubilados que se han pasado una vida para cobrar pensiones justitas, tienen que vérselas con lo peorcito y más colgao de cada etnia?
Respuesta: porque
aquí tenemos lo que nos merecemos. Y un pueblo de apáticos merece un gobierno
de irresponsables.
Valdría la pena
preguntarse por qué en Hungría o en Polonia, en Chequia, no hay este tipo de
inmigración molesta, porqué la mitad del electorado francés, buena parte del
inglés, el italiano, el austríaco, sectores crecientes de Alemania están
reaccionando contra la inmigración y por qué aquí, cada vez más, la inmigración
está resultando cada vez más molesta y esto se ha convertido en el sumido migratorio
de Europa.
De eso me quejo, de
que una pregunta tan obvia no haya partido ni grupo social alguno que se la
formule.