viernes, 3 de agosto de 2018

365 QUEJÍOS (96) – LENGUAS MINORITARIAS


Lo identitario está muy bien. Es lo que José Antonio Primo de Rivera llamaba “lo espontáneo” en uno de sus más memorables artículos: lo que sale de la tierra natal. Luego vino Konrad Lorenz y le quitó la poesía llamándolo “instinto territorial”. Algo propio de los mamíferos superiores. Lo que estos no tienen y lo que José Antonio opuso a esta “espontaneidad”, era “lo difícil”, es decir, un patriotismo que no derivara de nuestros rasgos biológicos, sino que los sustituyera por una “misión y un destino nacionales”. Obviamente, éste segundo patriotismo, no está al alcance de todos. Se nota, por ejemplo, en la dificultad que tienen los nacionalistas catalanes en dar una proyección de futuro a su nacionalismo “espontáneo”. En ellos todo empieza y termina con la independencia. Me quejo de que, a veces, cuando se habla de “lo identitario”, se aluda solamente a lo “microidentitario”. Y es que es para quejarse.

Hoy, en mi 66 cumpleaños –importante porque solamente se cumple una vez 66 años y porque cada día es irrepetible– me han dado una primera alegría. Mi nieto, residente en un país que no viene al caso mencionar, ya tiene centro para cursar sus estudios. Sus padres estuvieron dudando si matricularlo o no en el Colegio Alemán y al final –con buen criterio por su parte– han decidido hacerlo en otro con un sistema particular de enseñanza de las matemáticas, vinculado al Instituto Tecnológico de Massachussets, e “inmersión lingüística” en inglés y cantonés. Además, claro está, de la enseñanza en lengua española… Así que cuando la criatura tenga 17 años hablará a la perfección inglés, cantonés y castellano y la enseñanza de las matemáticas le predispondrá a estudiar alguna carrera de ciencias. Dicho de otra manera: mi nieto será “competitivo”. Podrá trabajar en cualquier lugar del mundo y hablará las tres lenguas que, sin duda, serán las más habladas, las tres que sobrevivirán de seguro en tiempos de globalización… La nuestra, por cierto, es una de ellas, la que se hablará desde los Grandes Lagos hasta la Tierra de Fuego. ¿Díganme si no es para estar orgulloso incluso para un antiglobalizador como el que suscribe?

Claro está que en esto de la educación de los nietos no hay nada seguro. Mucho más seguro es el destino de las lenguas. Sobrevivirán aquellas que muestren por sí mismas, vitalidad y tengan capacidad para crear cultura y ciencia. Las demás, malvivirán a base de subvenciones, generarán jóvenes poco competitivos para salir de su “espacio de confort lingüístico”, o simplemente desaparecerán. Es triste, pero vivimos en un siglo que será cualquier cosa menos el siglo de las “identidades”. No crean que no lo lamento. El catalán, por ejemplo, está unido a mi infancia: toda mi familia paterna hablaba en catalán. Eran los años 50, en pleno franquismo. No era obligatorio, no lo enseñaban en las escuelas, pero la sociedad lo transmitía espontáneamente. Hoy, en la misma zona se habla castellano, catalán y árabe. ¿Qué ha ocurrido? Dos fenómenos: que la natalidad específicamente catalana es una de las más bajas del mundo y que las migraciones interiores y exteriores han alterado el panorama. De poco sirve que la Generalitat haya impuesto obligatoriamente el catalán en la escuela… Y sí, creo que el catalán está en riesgo de desaparición, tal como dice la Generalitat. La diferencia es que, aunque no me satisface la desaparición de los rasgos identitarios de una tierra, lo considero inevitable y, por eso, en su momento, me opuse a la “inmersión lingüística”.

Pero un rasgo del nacionalismo “espontáneo” es ir de victoria en victoria hasta la derrota final. No es que me oponga a que la Generalitat tenga permanentemente a la lengua catalana en la UVI lingüística, es que si quiere ser una institución de “todos los catalanes”, tiene que reconocer que algunos tenemos horizontes mayores y, por tanto, permitir lo que solamente un nacionalista se negaría: a aprender lenguas de proyección mayor por un lado y, por otro, a ser educados en el idioma de los padres y en su cultura tradicional. ¿En árabe también? Pues mira, no, porque la cultura árabe no tiene nada que ver con la tradición europea (y Cataluña, mientras no se demuestre lo contrario, es Europa), mientras que no hay ninguna contradicción entre la cultura catalana, la cultura española y la cultura clásica que las engloba a ambas. Toda familia tiene derecho a planificar el futuro a su voluntad y hoy, en tiempos de movilidad laboral, la inmersión lingüística en catalán supone una amputación para la competitividad de los jóvenes de Cataluña.

Una conclusión: en el estudio sobre Iberia que ha publicado hace unas semanas, planteaba que la fórmula de organización de las comunidades llamada “Estado Nacional” no ha sido única en la historia. Tiene un antes (los Reinos) y un después (en el que estamos entrando todavía a trompicones). Para sobrevivir en el siglo XXI, los “Estados Nacionales” deberán federarse en “grandes espacios”, a la vez, económicos y etno–culturales. Así mismo, las “identidades” deberán reconfigurarse: hasta la revolución francesa, la “identidad” más importante, era la regional; luego ha sido el “Estado Nacional” y, la tendencia, es a que en el futuro, sea una identidad mayor –¿Europa, Iberoamérica, Eurasia?– la que pueda competir con la globalización. Y esto tiene consecuencias lingüísticas: porque lo que no puede hacerse es imponer lenguas regionales acordes con la realidad del siglo XVIII, pero condenadas a morir a lo largo del siglo XXI.

Me quejo de que este problema –que, a fin de cuenta, conduce directamente a plantearse el problema de “lo difícil”– es ignorado por la totalidad del nacionalismo catalán y por buena parte del nacionalismo español. Porque si quieres ser competitivo, la “inmersión lingüística” en Cataluña te permitirá optar a un trabajo en Andorra… no mucho más lejos. Y eso, jode.