viernes, 25 de mayo de 2018

376 QUEJÍOS (26) PRECIOS TURÍSTICOS PARA “NATIVOS”


Me quejo de que España es un paraíso turístico, tierra de balconing y de birra a 26 céntimos lata, país en donde emporrarse y entromparse sale barato. En esta tierra de promisión para el turismo, lo más complicado y molesto es ser hijo de esta tierra y tener que pagar por ello. Un país turístico –y el nuestro empezó a serlo desde finales de los años 50- es un país en el que todos los habitantes que no vivan del turismo se sienten como desplazados y relegados a la categoría de ciudadanos de segunda. DE ESO ME QUEJO: NO SOY TURISTA NI VIVO DEL TURISMO, POR TANTO SOY CIUDADANO DE TERCERA.

A decir verdad, fuera de la lata de cerveza DIA a 26 céntimos y de los porros, todo lo demás que se ofrece en España al turista es caro. Especialmente en las grandes ciudades y en los principales centros turísticos. El precio de la caña si uno se sienta en algún bar del centro de Barcelona está alto, otro tanto pasa con los alimentos o los transportes. Y lo que es peor: eso se nota, sobre todo, al iniciarse la temporada turística. El ron con cola es, para mí algo sagrado que habitualmente degusto en casa (ron caribeño, proporción adecuada, hielo pilé, cuchara larga para remover, copa enfriada con el propio hielo: todo un ritual). El otro día se me ocurrió pedir un cubatilla en un chiringuito recién abierto en la costa. Ron de garrafón (ni se molestaron en ponerlo delante de mí, además escaso sino misérrimo), proporción incorrecta de hielo, vaso de abrevadero, todo ello a 6 euros… Dos euros más que el año pasado, por algo que no vale ni 3 euros beneficio incluido y cuyo coste real no llega a 1. ME QUEJO DE QUE EN TEMPORADA TURÍSTICA UNO TIENE QUE REFUGIARSE EN CASA PARA BEBER BIEN.

Peor es el tema de la comida: para un turista, una “paella” es arroz amarillento con algún mejillón perdido. Usted y yo sabemos que la paella es otra cosa. Pero el turista está predispuesto a pagar lo que sea por una paella tomada en las Ramblas, cinco segundos antes de que un choro llegado de cualquier lugar de la galaxia le robe la cartera o que pase un afiliado a la yihad con una camioneta por el centro o le presenten la cuenta igualmente apisonante y masacradora. Vienen de Francia, vienen de Inglaterra, vienen de Alemania, en donde comer en locales públicos es un 10-50% más caro y beber una cerveza en local público entre un 50% y un 100% más. Esto les parece barato. 

Yo, en tanto que, español y barcelonés, hace ya mucho tiempo que dejé de ir a las Ramblas (solía hacerlo en mi juventud) con otros amigos, para tomar unas cervezas (jarras de a litro, no cañitas) y ver al paisanaje sorprendente que siempre corría por allí. Aquella es zona de carteristas, turistas, yihadistas airados y vendedores de gadgets. Olvídente de la Rambla de las Flores, de los puestos de animales domésticos o de los kioscos con libros y revistas. Todo eso es historia. ¿Pagaría usted un precio abusivo por recorrer un campo minado? Eso son las Ramblas hoy. De todas formas, no es de eso de lo que me quejo, sino de quienes han permitido que las cosas llegaran hasta donde están.

SOY CIUDADANO ESPAÑOL, NO SOY UN TURISTA: NO MEREZCO SER TRATADO COMO TURISTA EN LA TIERRA QUE ME VIO NACER, NO MEREZCO PRECIOS ABUSIVOS PARA TODOS PERO QUE NO SORPRENDAN A TURISTAS PROCEDENTES DE PAÍSES CON SALARIOS MÁS ALTOS Y PRECIOS MÁS CAROS. MEREZCO PRECIOS QUE SE CORRESPONDAN A LOS SALARIOS DE AQUÍ.

Acabaré añadiendo algo: soy turista vocacional. Sé que los precios en París, Berlín y en Londres son lo que son. También sé que hay otros países mucho más baratos y más asequibles a los bolsillos españoles. Me adapto y me gusta adaptarme, PERO EN NINGÚN PAÍS HE VISTO ESA PRÁCTICA DE QUE LOS PRECIOS SE ELEVEN ASINDÓTICAMENTE CUANDO SE INICIA LA TEMPORADA TURÍSTICA, AL TIEMPO QUE DESCIENDE LA CALIDAD DE LO VENDIDO. De eso si que me quejo.