Vaya por delante que soy un gran admirador del arte urbano y
que allí donde voy procuro fotografiar los grafitis de más valor artístico. He
visto grafitis memorables en Montréal y Québec, los he visto portentosos e
imaginativos en Lisboa, en Praga, en Budapest, en Edimburgo e incluso uno de
mis hijos fue contratado para realizar varios grafitis por esos mundos de Dios.
Pero, una cosa es hacer, más que “grafitis”, pinturas murales de más o menos
calidad, lo que podríamos llamar “arte urbano” (impermanente por definición), y
otra muy diferente ir emborronando paredes, trenes, metros y muros con firmas,
con inscripciones gilipollescas o con imágenes simplemente mal concebidas y
peor ejecutadas. De todos, sin duda, pintar los transportes públicos es una de
las muestras más palpables de que hay mucho memo suelto por ahí. Ayer, sin ir
más lejos, a las 3 de la madrugada un grupo de estos payasos apedreó en
Barcelona un tren cuando estaban haciendo pintadas en la estación de Plaza de Cataluña.
Porque, además, estos tipos creen que tienen el derecho a ensuciar paredes y
transportes. Me resisto a llamarlos “grafiteros”. Se quedan en simples
EMBORRONADORES.
Mi queja, de todas formas, no va contra ellos. De hecho, soy
perfectamente consciente de que toda sociedad tiene una tasa de tarados que va
en aumento. Y cada especialidad de estos tarados, hace solamente aquello que
sabe hacer. Es, incluso, de agradecer que los “emborronadores” de este nivel
sean sinceros y nos digan a través de sus “murales”: “soy un pobre diablo, no sé ni siquiera pintar, no tengo criterio
artístico, sentido estético, ni sirvo para nada más que para pulsar un spray, ahí lo
podéis ver, y por cierto, esta es mi firma”. Tanta sinceridad merece cierta
compasión.
No, de lo que me quejo es de que desde hace más de una
década, esta costumbre procedente de lo peor de lo peor de Nueva York (ciudad
en la que, por lo demás, hay grandes muralistas y grafiteros y por la que ha
pasado, entre otros notables, del género, Banshee), no tenga cabida en el código
penal y no sea considerado como delito. ¿Para qué sirve el parlamento si no
legisla? ¿Y para qué sirve el otro parlamentito autonómico si es incapaz de ver
cómo están los transportes públicos de deteriorados por unas pocas docenas de
pobres diablos que creen que así “afirmarán su personalidad”, en lugar de
evidenciar sus carencias? Respuesta obligada: un parlamento que no legisla es
como un jardín sin flores, miserable y deprimente, triste e inútil. Y lo mismo
puede decirse a los ayuntamientos que –como
el de Barcelona- por boca de la Colgau se limitan a declarar “inaceptables”
estas prácticas grafiteras… pero se niegan a tomar medidas, no sea que deba
ejercer su autoridad…
¿Es un delito pintar las paredes? En mi época sí lo era. Si
pintabas un muro con una consigna política y te pillaban, te podían acusar de
una colección de delitos que te hacían arriesgar algún que otro año de cárcel.
Hombre, tampoco es eso, pero si se trata
de atajar esta epidemia a la vista de la cretinización creciente de sectores de
la juventud, víctimas del sistema de enseñanza, de la ausencia completa de
escala de valores. No pido que pintar una pared o un transporte público: LO QUE
PIDO ES QUE QUIEN LO HAGA ESTÉ OBLIGADO A LIMPIARLA, ESA Y CUALQUIER OTRA QUE
EXISTA EN LA CIUDAD.
Porque se trata de restablecer la normalidad e incluso la belleza
de barrios y transportes públicos (ya se sabe que los futuristas amaban la
velocidad de trenes y vehículos) y alguien lo tiene que hacer. LO QUE ESTOY
PIDIENDO ES:
1) Que se utilice esa tupida red de cámaras instaladas por
todas las calles, en los subsuelos, en
los garajes, en las estaciones, para IDENTIFICAR A LOS EMBORRONADORES.
2) Para imponer a estos payasos la OBLIGACIÓN DE REPARAR LO
QUE HAN EMBORRONADO (limpiando con cargo a su patrimonio: si tienen dinero para
comprar sprays, tienen dinero para costearse legías, trapos y medios para limpiar)
3) Extender esa obligación a cualquier otra “firma” que
hayan dejado por la ciudad.
4) El principio debe ser: el que emborrona, limpia; el que genera un gasto a la ciudad, paga ese
gasto, el que molesta a sus vecinos debe compensarles.
5) Ya que se consideran una “tribu urbana” hay que tratarlos
como tal: “aunque no sea tuya, esta basura la limpias tú”.
No creo que haya otra forma de combatir a estos
emborronadores (que, por lo demás, siempre han demostrado ser muy agresivos).
Quizás alguien crea que se podría añadir la oferta de cursos
gratuitos de formación artística. No, desengáñense, el nivel artístico de los
emborronadores es cero. Ni sirven, ni servirán, como pintores, ni artísticos,
ni industriales. Dudo incluso que sirvan para algo, ni-nis por derecho propio y
para siempre.