Hay gente que necesita muletas para caminar por la vida. Al
parecer les da miedo hacerlo erguidos y solos. Hubo un tiempo en el que la
religión era la muleta preferida por las masas. Y, desde este punto de vista,
la religión era una forma de “autoayuda”. No es por casualidad, sin duda, que
los mejores textos de este género de los dos primeros tercios del siglo XX
fueran escritos por jesuitas o sacerdotes católicos. En cierto sentido, el
famoso libro La imitación de Cristo, puede ser considerado como un verdadero
manual de autoayuda (que, incluso, me atrevería a recomendar para quienes
necesitaran algún texto de este tipo).
La auyoayuda que se vende hoy en España pertenece a otra línea: tiene su origen remoto en Benjamin Franklin (que ya tenía una tienda de "hágaselo usted mismo") y en pensadores estilo Emerson o Thoreau, buitreados una y otra vez y trasladados a textos de baratillo.
ME QUEJO DE QUE LOS LIBROS DE AUTOAYUDA FIGURAN HOY ENTRE
LOS MÁS VENDIDOS POR MUCHO QUE EN SU INMENSA MAYORÍA SEAN PURA BASURA, MÁS
PERJUDICIAL QUE OTRA COSA.
En los años 90 me dio por aparecer en distintos programas de
radio en los que, frecuentemente, se aludía a esta temática. Era la época de
Louise Hay, una rubia de bote norteamericana que vendía autoayuda a cascoporro. El
planteamiento era el siguiente: "si te pasa algo malo, es porque tú, pedazo de
capullo, eres malo. A las personas buenas solamente les
ocurren cosas buenas. Si las desgracias se abaten sobre ti, míratelo, porque
debes ser un cabronazo que ni te cuento. Así pues, ¿quieres que te toque la
lotería? ¿quieres llegar a donde te propones? Lo tienes a tu alcance: debes tener un comportamiento moral irreprochable. La suerte te sonreirá". Y se quedaba tan ancha…
El resultado era todavía peor: la suerte no depende de que
seamos moralmente rectos o unos absolutos capullos integrales; el amor depende
de muchos factores e incluso es más probable que a las chicas les gusten los
chicos malos que estirado moralista; y en cuanto a la suerte en el
trabajo, no depende de nuestra virtud, sino de que nos hayamos dotado de los
conocimientos específicos para obtener las mejores vacante. Inteligencia - Suerte
– Preparación – Experiencias serían los cuatro factores que deben estar
presentes en quienes quieran tener un éxito moderado en la vida. Además, las tesis de
Louise Hay tenían su lado oscuro.
Es evidente que nadie por el simple hecho de ser “buena
persona”, justo, honesto, moralmente recto, va a mejorar su posición. Quizás se
sienta mejor consigo mismo, pero ahí empieza y termina todo. Los lectores de
Louise Hay trataban de mejorar, hacían esfuerzos por ser altruistas, por estar
pendientes de su moral… pero su suerte no cambiaba, por lo que seguían pensando
que hacían algo mal, que algo en ellos seguía siendo bajo y miserable. No mejoraban: PSICOLÓGICAMENTE EMPEORABAN. Unos
meses después llegaba la depresión: “no consigo ser buena persona”. ¿Y cómo es
eso? Les preguntaba el psicólogo. “Es que veo que no tengo suerte en la vida”.
Que es como mezclar las churras con las merinas, la velocidad con el tocino, la
gimnasia con la magnesia y la establecer nexos entre causas y efectos que no
tienen absolutamente ninguna relación.
He conocido personalmente a muchos autores de autoayuda:
unos escribían libros por encargo (alguno de esos textos escritos de manera
desganada tengo en mi haber, mea culpa), otros vendían cursos de dudosa eficacia. Me hizo
gracia que firmando libros junto a Pablo Coelho durante un fin de semana, la
gente acudía a él como un gurú de la autoayuda cuando él era el primero en
reconocer que lo único que había hecho era escribir novelas agradables. Sobre
alquimia (su primer gran éxito fue El
Alquimista) me reconoció que no tenía ni idea e incluso me preguntó algunos
detalles sobre el particular por el que me interesaba en aquellos tiempos. El
público que consume autoayuda es excesivamente ingenuo. De esos me quejo.
Los años 90 y la primera década del milenio fueron el período
dorado de la autoayuda. Cuando trabajaba en redacciones de revistas, recibía
todos los que se publicaban. Debí reunir en torno a 200-300 títulos.
Impresionante. Hoy, están donados a la Biblioteca de Villena y algunos quemados
en el Panadero nº 5, una estufa de las antes que calienta como las de antes.
Hoy cuesta más de encontrar los libros de autoayuda y su espacio en las
librerías se ha reducido: nadie puede seguir leyendo autoayuda década tras década
sin mejorar su posición. Y cuando alguien mejora es consciente de que ha sido
por su esfuerzo, por suerte o por preparación: NUNCA POR HABER LEÍDO UN
LIBRO DE AUTOAYUDA.
Muchos editores y muchos autores pillastres, lo que hacen, a
fin de cuentas, es AYUDARSE A SÍ MISMOS. Ni siquiera me quejo de eso: ME QUEJO
DE QUE LAS MASAS TIENEN TRAGADERAS INCREÍBLES, QUE ASUMEN CUALQUIER BASURA DE
AUTOAYUDA IMPROVISADO EN UNAS SEMANAS, CON LA FE Y LA DEVOCIÓN QUE OBRAS COMO “EL
KEMPIS” MERECEN.