miércoles, 13 de octubre de 2010

Génesis del deporte: de misterio sagrado a espectáculo de masas


Info-Krisis.- La verdad es que no recuerdo en que revista publiqué este artículo (quizás Historia y Vida). Lo rescato ahora que, después de una vomitiva ceremonia inaugural, han comenzado los JJOO de París 2024. Quizás a alguien le sirva como patrón de comparación este artículo y encuentre las "pequeñas" diferencias entre el Olimpismo clásico y la chabacanería postmoderna que vimos en el acto inaugural de París...


Génesis del deporte:
de misterio sagrado a espectáculo de masas

La inauguración de las Olimpíadas de Atenas merece que le dediquemos unas líneas al origen de este espectáculo que entronca directamente con nuestras tradiciones ancestrales. Hace 4500 años, los soldados egipcios practicaban el deporte de la lucha con palo, con un silencio y una reverencia muy alejada de las manifestaciones deportivas actuales, como si asistieran a un oficio sagrado.

Mil años después, los cretenses ya habían desarrollado algunos deportes que actualmente siguen practicándose (carreras, pugilato) y combates contra toros que han evolucionado hasta nuestras tradicionales corridas. Lo que para nosotros es un espectáculo para ellos fue un rito.

El deporte es una constante en la humanidad, con 5.000 años de historia, con su grandeza y sus miserias, ayer con su misterio, hoy con su masificación.

ANTES DE OLIMPIA

No está claro cuál fue el primer deporte practicado, ni su intencionalidad. La huella más antigua e inequívoca de actividad deportiva aparece en China en el 2.700 a. de JC. Se trata de formas de educación física destinada a un propósito religioso, curar el cuerpo de enfermedades que le impiden ser un firme servidor del alma. Un viejo proverbio chino afirma "Hay que almacenar la fuerza para hacer un esfuerzo, no hacer esfuerzos para llegar a ser fuerte"... concepción inversa a la que rije en la actualidad. Otra inversión: los chinos, tras una competición deportiva, ofrecían como premio una copa de vino, no al vencedor, sino al vencido, para compensar su evidente debilidad física. En esa misma época se utilizaban las competiciones de tiro con arco, realizadas ritualmente, para designar funcionarios. Por esas fechas, los japoneses empezaron a desarrollar los primeros elementos del jiu-jitsu, basado en un conocimiento empírico de la anatomía y de los puntos débiles de energía.

Al otro lado del océano los aztecas practicaban el "tlatchitli", juego de pelota. Esta, extremadamente ligera, era impulsada a golpes de nalga y cadera... Los persas y tibetanos del primer milenio antes de Cristo jugaban a un antecedente del polo y para los primeros, los muertos en la competición tenían el mismo destino que los guerreros caídos en el campo de batalla: gozar junto a las "fravashi" (equivalente a las walkirias nórdicas) en el Paraíso.

LOS PRIMEROS JUEGOS OLIMPICOS

La ciudad de Olimpia estuvo situada en el Peloponeso a 19 km. del mar Jónico. Bañada por las aguas del mítico río Alfeo, en el valle donde se edificó la ciudad existía un bosque sagrado de olivos plantados por Hércules. La ciudad disponía de tres lugares de culto: el Templo de Zeus, el de Hera y el pequeño estadio.

En el siglo IX a. de JC una epidemia hizo que el rey Ifito consultara al oráculo de Delfos sobre la forma de librar a su pueblo de la calamidad. La sacerdotisa vidente le respondió que los dioses intervendrían a su favor si instituía los Juegos en la ciudad de Olimpia. Ifito pactó con el rey de Esparta la inviolabilidad de Olimpia mientras duraran los juegos sagrados.

Otra tradición atribuía la fundación de los juegos a Hércules, hacia el 1500 a. de JC. Hércules y sus cuatro hermanos corrieron 600 metros en línea recta y el vencedor recibió una rama de olivo salvaje, único premio que, a partir de ese momento obtendrían los atletas.

A partir del 776 se empezaron a registrar los nombres de los vencedores. Se sabe con certeza que la única prueba era el "dromo", carrera desarrollada a lo largo de 192,27 metros, al pié del monte Kronion, al este del bosque sagrado. La unidad de medida era el "pié de Hércules" de 32 cm., hecho que refleja la intención de equiparar el vencedor de los juegos con el héroe mitológico.

A partir de esa fecha los Juegos Olímpicos no hicieron más que engrandecerse en número de pruebas y en interés para el público. Desde el 708 el "deporte rey" fue el penthalon (carrera, disco, jabalina, salto y lucha). La carrera se desarrollaba a lo largo de los "600 pies de Hércules" y su punto de partida era el bosque sagrado. La lucha era vertical, vencía quien conseguía poner la espalda de su contrario en contacto con el suelo por dos veces. A partir del 520 a. de JC se instituyó la carrera con armas, más tarde el pugilato y la carrera de carros.

Antes de comenzar las pruebas, los atletas prestaban juramento en el templo de Zeus. Durante siglos solo pudieron competir los hombres libres y el vencedor, una vez obtenida la rama de olivo, ofrecía sacrificios a los dioses. Al igual que en las celebraciones mistéricas, las mujeres no tenían acceso a los Juegos, ni como público, ni compitiendo.

Poco a poco, cada centro espiritual griego fue instituyendo sus propios Juegos en honor de los distintos dioses y diosas del Olimpo. A pesar de que frecuentemente las ciudades griegas se vieron enzarzadas en disputas, el período de celebración de los juegos era sagrado para todos.

ROMA "PAN Y CIRCO"

La belicosidad romana fue superior a la griega y, por tanto, no es de extrañar que los juegos romanos tuvieran una componente violenta más acusada, desarrollada a partir de algunas características del pugilato heleno. Esparta parece haber practicado por vez primera el boxeo. Los soldados espartanos combatían con escudo pero sin casco y su entrenamiento les enseñaba a protegerse la cabeza de los golpes por medio de puñetazos. En los Juegos Nemeos dos púgiles habían resistido todos los asaltos; para desempatar, los jueces determinaron que se situaran frente a frente sin esquivar los golpes. Uno de ellos golpeó al otro en la cabeza, pero este resistió y respondió con un golpe en el bajo vientre que reventó y arrancó las entrañas de su adversario. Los jueces coronaron vencedor al cadáver y expulsaron al luchador indigno.

Tras la conquista de Grecia y la incorporación de buena parte de las costumbre helénicas a la romanidad, los juegos adquirieron una componente guerrera. Siguió habiendo pruebas atléticas pero se introdujeron carreras de carros, bigas o cuádrigas y, sobre todo, combate de gladiadores.

Las armas de los gladiadores tenían todas un origen sagrado. La red y el tridente del "reciario" aludían a Neptuno y al signo de Piscis, mientras que su oponente el "mirmidón" utilizaba espada y coraza, atributos de Cáncer. Cáncer y Piscis están en trígono (separación de 120º en el Zodíaco) con Escorpio, regido por Marte, el dios de la guerra.

Hacia finales del siglo III, los juegos romanos estaban en franca decadencia, no tanto por la brutalidad de algunas prácticas, como por el carácter masificado (el estadio de Roma tuvo capacidad para 250.000 espectadores) que fueron adquiriendo. Filostrato nos pinta así la situación "Unos atletas convierten su gloria en moneda para satisfacer sus necesidad. Otros pagan para obtener un vitoria fácil que su afemina vida no les concedería. No exceptúo a los entrenadores de esta corrupción; están dominados por espíritu de lucro. No se preocupan de la gloria de los atletas. No son más que mercaderes del valor atlético".

Al descenso de la tensión religiosa de los juegos, debía seguir la acción del cristianismo.

CRISTIANISMO Y FUROR ANTIDEPORTIVO

La llegada del cristianismo supuso la introducción de valores nuevos en Roma. Los primeros cristianos reprobaban el culto a la fuerza física y a la victoria como manifestaciones del paganismo.

El emperador Teodosio, tras su conversión al cristianismo, asesinó en el 390 a diez mil helenos sublevados, entre los que se encontraban muchos cristianos. Ambrosio, obispo de Milán, le exigió como penitencia la supresión de los Juegos. El edicto imperial publicado en el 393 supuso una nueva etapa en la lucha contra el paganismo.

El odio de la religión naciente hacia los Juegos del Circo derivaba de la creencia en que el pecado procede de la carne. El cristianismo vió en los Juegos una manifestación del paganismo, y en los atletas, un culto al cuerpo y al esfuerzo físico, considerado como vanidad por la nueva religión. Sostenían que embellecer el cuerpo mediante el deporte era arriesgarse a perder el alma. Los Juegos, por lo demás, robaban tiempo para dedicarlo a la oración.

EL OCIO DE LA CABALLERIA MEDIEVAL

La Edad Media surgió de la aportación de sangre nórdico-germánica a la romanidad. Esto modificó algunos aspectos problemáticos del cristianismo primitivo. Cuando, a partir del siglo XI, la cristiandad quedó estabilizada, volvieron a imponerse, entre la nobleza, las costumbres propias de Roma. Ernest Renan tenía razón al afirma que "la caballería fue una revuelta de los sentimientos varoniles del heroísmo contra el sentimiento femenino del cristianismo". En el ideal caballeresco hay que buscar las raíces profundas del espíritu deportivo.

Los juegos del circo se transformaron en torneos. La formación caballeresca se realizaba en tres ciclos de siete años (3 x 7 = 21, número de los Arcanos del Tarot): hasta los 7 años el niño era paje, de los 7 a los 14 recibía el grado de escudero y entre esa edad y los 21 años recibía el "espaldarazo" de caballero. Como paje ya era adiestrado en equitación y esgrima. Su primer deporte era la caza. A partir de ser elevado a caballero podía participar en los torneos y justas. A pesar de estar cubierto de protecciones y defensas, las heridas graves y los muertos solían ser el pan de cada día en los torneos. Se cuenta que uno de estos juegos acarreó la muerte de sesenta caballeros.

La antigua idea clásica del torneo como acontecimiento sagrado, seguía presente. La lucha era concebida como deporte y el vencedor como un ser apoyado por Dios.

LA DEGENERACION DEL DEPORTE: DEL OCIO A LAS MASAS

En las "Etimologías" de San Isidoro se encuentra la primera mención al juego de pelota (año 630). Las miniaturas de Alfonso X (siglo XIII) representa una escena que indica la popularidad de dicho juego. Y en el "Código de las Siete Partidas" se prohibe a los clérigos jugar a la pelota.

El llamado juego de la palma puede ser considerado hasta cierto punto como antecedente lejano de algunos deportes actuales de competición por equipos. Se practicaba en los fosos de las ciudades y castillos o en salas contiguas a las catedrales

A partir del siglo XIV, para prevenir el mal tiempo, algunos de estos deportes pasaron a ser practicados en locales cerrados. En el siglo XVI llegaron a haber 200 pistas y salas deportivas en París. La lucha siguió practicándose en algunas de ellas, extremadamente codificada.

Así como en torneos y justas la componente sagrada seguía presente, en el juego de pelota, en el de la palma o en otros similares, se trataba simplemente de cubrir horas de ocio de los participantes.

Hacia finales de la Edad Media el carácter sagrado del deporte ha desaparecido completamente y se ha transformado en una actividad profana. Este carácter irá acentuándose progresivamente. A partir del siglo XVIII aparecerán muchos juegos inventados para deleite de la burguesía naciente. En el primer tercio del siglo XX, muchos alcanzarán el rango de "deportes de masas" que irá acentuándose con el paso de los años. Estamos muy lejos de los orígenes del deporte...

EL DEPORTE Y LA VICTORIA: MANIFESTACIONES DE LO SAGRADO

Este recorrido a través de la historia nos enseña que hasta el Renacimiento, el deporte era una manifestación de lo sagrado. Es más, lo sagrado estaba en el origen del deporte.

Si dividimos las civilizaciones en dos grandes categorías, tradicionales y modernas, veremos que en las primeras, el deporte, como todas las actividades, se consideraba como una forma de vivir la acceso a la trascendencia. La experiencia espiritual se podía alcanzar mediante el deporte y la presencia de la divinidad podía percibirse en el vencedor.

Por el contrario, en las civilizaciones modernas el deporte es concebido como una forma individual de ocio, o como un espectáculo de masas en el curso del cual se produce una especie de catarsis colectiva.

En las civilizaciones tradicionales, el atleta vencedor demostraba, a través de la victoria una cualidad superior y una fuerza en la que se percibía el contacto con la divinidad. El vencedor era un "hombre realizado", que evidenciaba su calidad sobrehumana mediante el triunfo en la competición o en el combate (caso de los juegos de gladiadores). En las civilizaciones modernas, por el contrario, el protagonismo se ha desplazado. Lo importante no es que un sujeto manifieste las cualidades del vencedor a través de una técnica particular, sino que lo significativo sucede en las graderías. No es el deportistas quien se realiza, sino los espectadores que disuelven su personalidad, en la masa que les rodea. Se diría que en las grandes manifestaciones deportivas actuales se forma un ente colectivo que está por encima de las personalidades individuales de cada uno de los espectadores y las anula; sus reacciones están sometidas a los estímulos que perciben en el terreno de juego o en la pista deportiva.

Ciertamente, el estadio de Olimpia tenía capacidad para 30.000 espectadores y hay que pensar que también allí se trataba, en cierta forma, de un espectáculo de masas. La diferencia era que el público acudía para presenciar un espectáculo religioso exaltante en la que los deportistas ofrecían la posibilidad de ver a un dios encarnado en la figura del vencedor

Hoy, el deporte es una profesión en la que solamente cuenta la técnica y la ficha deportiva. No sin razón alguien ha podido calificar a los futbolistas actuales como mercenarios; en efecto, su presencia en uno u otro club es un problema exclusivamente contractual.

La humanidad antigua estaba persuadida que el atleta vencedor, como el guerrero, habían adquirido esta cualidad en la medida en que dios "estaba en ellos" y les otorgaba cualidades no accesibles para el resto de la población.

En esta creencia encuentran justificación instituciones tan diversas como los "juicios de Dios" o la tortura. En efecto, la fuerza, la victoria, solo podían estar presentes en quien se identificada con la "Verdad". Tal identificación situaba al sujeto protagonista en una situación radicalmente diferente al resto de la humanidad y le posibilitaba para obtener resultados que desafiaban las leyes de la física: si el torturado decía la verdad era imposible que sufriera dolor, Dios lo protegía; si el caballero vencía en un torneo o accedía a encerrarse desarmado en una jaula de leones y salía indemne, es que la presencia de la divinidad se manifestaba en él. Y otro tanto ocurría con el vencedor en el estadio.

El deporte de ayer y el de hoy son cualitativamente diferentes. Sin embargo, mediante las manifestaciones deportivas y, sobre todo a través del esfuerzo de concentración, abandono de sí mismo, entrenamiento continuo, es posible todavía, experimentar el deporte como una "Vía Sagrada". Quizás no se forjen así deportistas de élite, pero quien siga esta vía sabrá que tiene un alma y experimentará en sí mismo la sensación de la trascendencia. No en vano muchos deportistas explican como en el curso de las pruebas han atravesado por estados alterados de conciencia...


[RECUADROS FUERA DE TEXTO]

LO SAGRADO EN LOS JUEGOS

Los Juegos Píticos de Delfos recordaban el triunfo de Apolo sobre la serpiente Pitón. Los Juegos Nemeos evocaban la victoria de Hércules sobre el león de Nemea. Cada juego instituido tenía un origen sagrado y conmemoraba un episodio mítico-religioso.

Los números sagrados estaban presentes en los estadios: existían tres altares en cada estadio, siete juegos anuales en tiempos de la República Romana, doce entradas en el Estadio Imperial, cinco calles para correr.

El estadio romano estaba adornado con huevos y tritones (caballos marinos), simbolizando el principio de la generación y el orden, contrapuesto a la potencia fecundadora de las aguas. Esta dualidad estaba igualmente representada en el emplazamiento del circo de Tarquino situado entre las colinas Palatina y Aventina de Roma. Algunas carreras de cuádrigas partían en Roma de la corriente del Tíber (símbolo de la generación) y la meta estaba señalada en el Campo de Marte por espadas clavadas en el suelo (símbolos viriles y guerreros).

Los juegos se iniciaban siempre con sacrificios. Solían invocar a las fuerzas divinas en momentos de peligro. Los Juegos Apolíneos fueron instituidos con ocasión de las guerras púnicas. Los dos gladiadores entraban uno por la puerta de oriente y otro por occidente, indicando que el combate sería mortal. En lo alto de las gradas estaban presentes los dioses del panteón romano, aumentando la sensación de que el estadio era una prolongación del templo.

Si los juegos no eran ejecutados según la tradición, se cometía un sacrilegio, imponiéndose un rito expiatorio para apaciguar a las fuerzas divinas. El Estadio era, en definitiva, una prolongación del Templo


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