Info|krisis.- Las cosas ni van, ni pueden ir
bien en España a partir de las elecciones del 20-D. Los últimos resultados
electorales han generado una dinámica infernal que ha hecho saltar por los
aires el sistema de equilibrios de fuerzas nacido de la constitución de 1978.
Ni gobernará el centro-derecha, ni el centro-izquierda. Parece incluso difícil
que pueda establecerse un gobierno de coalición (sea cual sea) y, mucho más
difícil aún, que un gobierno así concebido pueda “durar”. Tal como están las
simetrías parlamentarias estamos abocados a un gobierno de “gran coalición” o a
un gobierno de “coalición de izquierdas”, descartando, por supuesto, que el PP
pueda gobernar en minoría y que logre hacerlo apoyado por Cs. La situación es,
pues, no difícil, sino endiablada.
Unas nuevas elecciones,
seguramente, tenderán a aumentar el caudal de votos del PP, disminuirán los del
PSOE, reducirán sensiblemente los de Cs y estabilizarán los de la galaxia
Podemos… con lo que, de nuevo, se corre el riesgo de que se vuelva a repetir la
misma situación. Y todo esto, sobre el trasfondo de una crisis económica
insuperable que corre el riesgo de volver a alcanzar sus más altas cotas
durante los años 2017-2019.
Cada vez va cobrando forma más concreta,
aquella impresión difusa que empezó a formarse tras las últimas elecciones
europeas cuando se percibió el ascenso de nuevas fuerzas políticas y el
cansancio del electorado por las fórmulas tradicionales: el sistema político
español parece agotado y da muestras de no poder regenerarse a sí mismo.
¿Qué ha ocurrido para llegar a
este punto sin retorno en donde solamente se abre ante el país un verdadero
abismo? Hay muchas explicaciones, pero una sobre todas contribuye a arrojar la
luz necesaria para entender cómo ha sido el camino que nos ha llevado hasta
donde estamos: la clase política española ha caído demasiado de nivel, ya no
hay ni técnicos, ni especialistas, ni políticos que merezcan el calificativo de
“estadistas”. La política se ha convertido en el refugio de todo tipo de
arribistas, oportunistas sin escrúpulos,
mangantes sin ideas, catetos a la búsqueda de un sueldo oficial y corruptos vocacionales.
Una clase política así no es nueva: ya en los primeros instantes de la
transición emergió en los cambios bruscos de chaqueta de franquistas que se
reinventaron a sí mismos como “centristas” y ultraizquierdistas comecuras que
ingresaron en masa en el PSOE. Así que el fenómeno viene de lejos.
Se mire como se mire, no hay
tejido ni mimbres suficientes ni de calidad mínima para abordar una
regeneración del sistema político español. Quizás para gobernar y gestionar,
mal que bien, el día a día, se podría formar alguna coalición, no desde luego
para regenerar el sistema.
La sensación es que España está
atravesando una noche negra y sin esperanza y que esta situación se prolongará
durante mucho tiempo.
Hay noches más o menos oscuras.
En unas, la luna llena permite ver el paisaje y orientarse casi como si de un
atardecer se tratara. En otras, la ausencia de luna es compensada por las
estrellas. Pero en algunas noches, a la ausencia de luna, se unen espesas nubes
negras que impiden ver también las estrellas. No hemos llegado todavía a ese
punto, pero podemos llegar en los próximos años. La experiencia dice que cuando
un organismo empieza a pudrirse (y la democracia española está podrida por
corrupción, partidocracia, descoyuntamiento del Estado, ruina del sistema
educativo y crisis económica), el proceso no se detiene hasta que se llega al final.
Todavía queda un largo período de oscuridad para nuestra patria y si hay
alguien que vea el futuro con optimismo que nos diga en función de qué.
En la noche, el viajero puede
guiarse por las estrellas. Estas indican el camino a seguir. Especialmente la
Polar que marca el Norte. Incluso si las nubes cubren los cielos de la patria,
los planos estelares nos indican en dónde se encuentra cada estrella y en cada
hora. Las estrellas, son los valores. Hay que tener los pies en la tierra, pero
la mirada hacia el cielo. Los valores, o están encarnados en personas o no son
nada. Se buscan españoles capaces de recordar, concebir, localizar y asumir
valores como los que han constituido lo esencial de nuestra historia y de la
historia de Europa. Otros no sirven. Los valores, como las estrellas, son
eternos o no son: una estrella no es lo mismo que un satélite artificial… Lo
que cambia es la fisonomía del suelo que pisamos, no las estrellas sobre
nuestras cabezas.
La pregunta es ¿cuánto tardará en
aparecer una nueva generación de intelectuales capaces de concebir un proyecto
de regeneración de España y de hombres de acción capaces de ejecutarlo?
Ideólogos y estrategas inflexibles y resueltos, tales son las características de
los tipos humanos que precisa la patria en este momento para salir de este
viaje en la noche. Sobran especialistas en el regate en corto. Sobra la actual
clase política.
© Ernesto Milá – info|krisis – ernesto.mila.rodri@gmail.com –
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