Infokrisis.- Realmente el hacer de la “unidad nacional” una bandera
de combate política parecía hasta hace poco injustificado por la sencilla razón
de que la unidad del Estado parecía bien asegurada por tres motivos: por la endeblez
de los grupos independentistas, porque en las regiones afectadas por el virus independentista
(Cataluña y el Euzkadi) no existía mayoría independentista y porque la Unión
Europea constituía una especie de póliza de seguro (la UE es una “unión de
Estados Nacionales”, no una reunión de comunidades autónomas independizadas). Y
luego había un último factor: ni siquiera los partidos nacionalistas (CiU y
PNV) eran unánimes en su interior al albergar a nacionalistas partidarios de la
autonomía, de la federación o de la independencia.
No ha existido, pues, riesgo para
la “unidad nacional”, algo constatable además porque no se ha producido en los
últimos 30 años ni un solo intento separatista serio y con visos de aproximarse
ni siquiera mínimamente a su objetivo secesionista. Ya vimos como después de
años de preparación del “plan Ibarreche”, finalmente, una simple votación en el
parlamento español lo desarmaba sin darle continuidad ni generar ninguna, ni
generar un “plan B” en el independentismo vasco. ¿Y ahora existe ese riesgo...?
El factor nuevo: la crisis económica
Pero en los últimos cuatro años
se ha producido un fenómeno de proporciones descomunales que no deja de crecer:
la crisis económica. Siempre hemos sostenido que la crisis económica es mucho
más que el pago de la deuda, y que, aun pagando la deuda, este país seguiría en
crisis porque carece de modelo económico y abundan las “instituciones florero”
que no sirven absolutamente para nada pero que son extremadamente costosas.
Repasémoslas: Diputaciones Provinciales, Senado, Casa Real y, por supuesto, una
estructura autonómica insostenible. Este paquete inservible, ineficiente,
compuesto por una superestructura institucional creada por los partidos
mayoritarios para dar un sentido a su militancia (“yo milito, luego el partido
me recompensa con un cargo”) y para dar coherencia jurídica al origen histórico
del propio sistema (la monarquía hizo que se pudiera presentar el proceso de cambios
de 1976-1979 como una “transición”) tiene
como complemente una fuente increíble de gasto público igualmente inasumible:
7.150.000 inmigrantes de los que solamente contribuyen a las arcas del Estado (y
por las franjas salariales más bajas) una media de 1.750.000, viviendo el resto
de la caridad pública, de subsidios, subvenciones, becas y trabajo negro (salvo
los 500.000 holandeses, ingleses y alemanes jubilados que viven en España y
cuyo número, por cierto, va descendiendo de año en año). Con todos estos
lastres y sin un modelo económico capaz de crear empleo y de generar una
reindustrialización, no hay recuperación posible, ni pagando todo el déficit
actual, porque de lo que se trata es de crear las condiciones necesarias para
una recuperación económica, mucho antes que para pagar la deuda. Sin deuda pero
sin recuperación, estaremos como antes, con unas “instituciones florero” y unas
legiones de inmigrantes sin trabajo, que suponen una verdadera aspiradora de fondos
públicos, de tal manera que el Estado nunca podrá invertir en sectores a
desarrollar que absorban mano de obra.
La crisis económica (se dé la
interpretación que se le dé: y para nosotros es una crisis estructural del sistema
mundial globalizado, mientras que para los partidos mayoritarios es apenas una
crisis coyuntural provocada por operaciones especulativas arriesgadas) será prolongada
y está obligando a todos los sectores de la sociedad y del Estado a apretarse
los cinturones. Y esto se nota especialmente en las autonomías y mucho más en
Cataluña, región del Estado habituada al narcisismo y a exhibir cierto tono de
superioridad.
Las bases tópicas del nacionalismo catalán
Se conocen las bases del
nacionalismo catalán construidas a lo largo de las dos últimas décadas del
siglo XIX: 1) Catalunya tenemos una lengua propia y, por tanto, es una nación,
2) los catalanes somos laboriosos frente a otras zonas del Estado en donde
solamente se piensa en la diversión, 3) los catalanes somos más ricos porque
hemos trabajado más y 4) estas cualidades catalanas son superiores a cualquier
otra del Estado y, por tanto, Cataluña debe guiar a España… o bien separarse.
Sobre todo este cúmulo de razonamientos narcisistas ha funcionado el
nacionalismo catalán en los últimos 130 años. Bases que, hoy no tienen
absolutamente nada que ver con la realidad.
Las tasas de paro juvenil, de
endeudamiento, de inmigración, de desindustrialización y de corrupción hacen
que si Cataluña se parezca a alguna otra comunidad del Estado, sea precisamente
a Andalucía, acaso la comunidad que siempre ha odiado más el nacionalismo
catalán. Cataluña ya no es algo diferente y/o superior al resto del Estado,
sino una de las regiones en donde la crisis ha ahondado más, fundamentalmente
por las obsesiones nacionalistas: la obsesión por la catalanización del país (catalanización
que tocó techo ya antes de las olimpiadas del 92: hoy la tasa de utilización
del catalán es de un 35%), la obsesión por seguir considerándose una “nación
industriosa” (cuando en realidad la alta burguesía catalana lleva años
centrando sus inversiones en la especulación y ya no en sectores productivos o
industriales), la obsesión por ser superiores al resto de España (cuando las
comparativas aquí y ahora no lo confirman, salvo quizás en niveles de
corrupción en donde efectivamente, en Cataluña han llegado a afectar a la
propia presidencia de la Generalitat y, desde luego compitiendo con Andalucía)
y ese victimismo tan habitual en el nacionalismo catalán presente y que quizás
hinca sus raíces en la derrota de Muret allá en el siglo XIII (que considera
que cualquier problema que exista en Cataluña es generado más allá del Ebro,
nunca en Cataluña).
Todo esto hace que en la
actualidad, los nacionalistas de CiU menos que nadie se vean obligados a dar
una explicación a porqué Cataluña ni siquiera es capaz de apagar un incendio
forestal sin el concurso de bomberos “de España” (es decir, venidos de Aragón o
enviados por el Ministerio de Defensa) y de Francia. O porqué cuando se juzga
al brazo derecho y al brazo izquierdo de Jordi Pujol (sus “hombres de confianza”
Plenafeta y Alavedra) y al espíritu del nacionalismo (el Caso Palau), CiU haga
como si la cosa no fuera con ellos como cuando Jordi Pujol estuvo a punto de
ser juzgado por el Caso Banca Catalana (un banco descapitalizado para financiar
la catalanización del país) y aquello se consideró como “un ataque a Cataluña”…
Para el nacionalismo catalán todos son culpables de cualquier mal que afecte a
Cataluña. Ellos nunca, ni siquiera tras haber gobernado ininterrumpidamente durante
más de 30 años (el período de Montilla-Maragall no fue más que un tímido
paréntesis socialista-nacionalista en el océano nacionalista catalán).
Los errores en cadena de "Madrid", esto es, del gobierno
Esa visión falsa, torpe y mendaz,
sin embargo, ha calado en un sector creciente de la sociedad catalana. Los
miles de millones repartidos por la Generalitat a los medios de comunicación
catalanes han hecho imposible la existencia de prensa libre en Catalunya. Ciertamente,
cada vez se lee menos prensa y las
tiradas de los periódicos catalanes van decreciendo como en cualquier otra
autonomía) solo que en Cataluña prácticamente expresan SÓLO la opinión y los
criterios de la Generalitat. Así que ésta ha decidido que para salvarse ella
hay que responsabilizar a “España”. España es para la Generalitat el símbolo de
todo lo negativo. El ciudadano catalán percibe que, efectivamente, quien
gobierna el Estado lo hace desde Madrid. Si lo hace mal es “Madrid” (esto es, España)
la culpable.
Y justo es reconocer que Felipe
González negoció mal el tratado de adhesión a la UE (y de aquellas aguas
procedieron parte de estos lodos), que Aznar creó un modelo económico suicida (ladrillo,
salarios bajos, inmigración, crédito fácil), que Zapatero era el peor tipo de
tonto, el tonto con ideas (aplicó tardíamente las peores medidas, abrió las
puertas a la inmigración descoyuntando el mercado laboral y con él el déficit
se disparó) y Rajoy en menso de un año ha demostrado ser mediocre, timorato,
incapaz de resolver la crisis y de hacer otra cosa que no sea seguir con
fidelidad perruna los dictados de la UE, sin tener la más mínima idea propia
sobre cómo salir del pozo). Pero no hay que perder de vista que Felipe, Aznar,
ZP, Rajoy NO SON ESPAÑA, son miembros del PP y del PSOE y es a estos partidos a
los que hay que pedir responsabilidades. Pero, claro, si se piden
responsabilidades a PP y PSOE ¿por qué no pedirlas a CiU o al PNV? De hecho si
este sistema existe es porque esta “banda de los cuatro” lo creó para su beneficio
y para eternizarse en el poder.
Hace unos meses, cuando se votaba
la ley de presupuestos, la Generalitat no podía ni siquiera pagar la nómina de
los funcionarios. Hacía falta dinero y Rajoy lo envió a cambio de una “actitud
constructiva” de CiU en el parlamento. Ahora la Generalitat se enfrente a la
inanición pero ya no tiene cartas que negociar: simplemente debe bajar la
cerviz y poner el cazo. El Conseller de Economía ya ha indicado que no
aceptarán condiciones políticas para una primera ayuda que puede ser de entre
3.000 a 5.000 millones… Como si ayudas de este tipo fueran cartas en blanco que
no conllevaran algún tipo de contraprestaciones.
La situación dramática de la Generalitat
Artur Mas se encuentra en este
momento es una situación dramática especialmente para un nacionalista catalán,
es decir, para alguien que cree que su comunidad es superior a cualquier otra:
ahora se demuestra que ha existido faraonismo y mala administración, que la
catalanización del país ha sido un mal negocio y que se ha tragado abundantes
recursos, que Cataluña se está desertizando industrialmente (como cualquier
otra parte del Estado) e incluso que Cataluña con 1.250.000 inmigrantes (un
23%) es inviable y no sabe ni puede defenderse salvo al estilo que siempre
utiliza el nacionalismo: la Generalitat considera que por decir “pis” en lugar
de “piso” un inmigrante ya está integrado… El nacionalismo catalán creó aquella
frase en los 70 de que “catalán es todo aquel que vive y trabaja en Cataluña”
que ahora ha cambiado por esta otra de “catalán es todo aquel que habla o chapurrea
catalán especialmente si está subsidiado por la Generalitat”.
Y esta es la inconsciencia del
nacionalismo: lo que está pasando en Cataluña hoy es casi enteramente su
responsabilidad (CiU nunca advirtió ni a Aznar ni a ZP de que el modelo
económico del ladrillo y la especulación era suicida, simplemente se apuntó al
carro, y la gestión de la Generalitat SIEMPRE ha sido obra del nacionalismo,
así que ¿quién es responsable?) pero la Generalitat necesita angustiosamente
fondos. La táctica del victimismo (“España nos roba”, “Damos más de lo que
recibimos”) es una de las alternativas que le queda a CiU y que conducen
directamente al referéndum de autodeterminación y a la opción centrífuga. Pero
entre que esto se convoca y que se lleve a cabo pueden pasar meses… en el curso
de los cuales la deuda de Cataluña con el Estado irá en aumento y la Generalitat
precisará cada vez más del dinero del Estado (o del que venga de la UE cuando
se producto el “rescate”… que se producirá antes de fin de año).
Artur Más y CiU deberán de bajar
la cabeza y afrontar el echo de que están ante la alternativa histórica: o
jugar la carta independentista (que puede acabar con todos ellos en la cárcel
en el peor de los casos y con una simple suspensión del Estatuto de Cataluña en
el mejor, pero nunca con una independencia que no sería nunca aceptara ni
reconocida por la UE, ni por supuesto por Francia y Alemania que a partir de
ahora no solo serán anti-independentistas para evitar el “efecto contagio” en
sus territorios sino para garantizar que el “Estado Español” pague la deuda…) o
bajar la cabeza, renunciando a competencias, asumiendo que Cataluña no tiene
recursos para defenderse de 1.250.000 inmigrantes, parados en su mayoría y con
salarios de hambre que pueden entrar en revuelta ante una simple bajada de
subsidios. Saben perfectamente que la independencia de Cataluña es
completamente imposible y que ni siquiera existe mayoría independentista (por
lo que convocar un referendo sobre el tema es una muestra de la “liberalidad” de
CiU y de nada más… en la medida en que las relaciones de Cataluña con el Estado
no variarán en función de un referendo que dará un amplio voto negativo a la
independencia).
Ahora bien, un referendo servirá
para decantar posiciones: ¿a favor de quién se declararán los partidos
catalanes? ¿Cómo enfocará el PSC un referendo de este tipo? Y en cuanto a PxC
¿abandonará las posiciones de los primeros tiempos cuando estaba reducida al
núcleo de Vic (la única zona de mayoría independentistas) antes de crecer como
la espuma en el cinturón industrial y la antigua Área Metropolitana de
Barcelona mayoritariamente castellano-parlante? Por su parte, los distintos núcleos
independentistas, multifraccionados y cuya influencia no va más allá de
determinados municipios, enfrentados entre sí por rencillas seculares, parece
difícil que logren hacer una campaña creíble que vaya más allá de repetir las
ensoñaciones independentistas recurrentes desde los tiempos de Güell, Prat de
la Riba y demás.
Pequeña anotación sobre el caso vasco
En lo que se refiere a Euzkadi la
situación es completamente diferente. Allí existe la posibilidad de que Bildu y
PNV formen una mayoría independentista. A partir de ahí se verá si Bildu es un
partido más de izquierdas que nacionalista, o más nacionalista que de
izquierdas… porque para fatalidad de la situación en el País Vasco el PNV es la
derecha vasca y Bildu la izquierda vasca, hará falta ver si son capaces de
entenderse. Y una vez aquí se repite el mismo problema que en Cataluña: la UE
jamás permitirá un “Estado Vasco” escindido… que inmediatamente solicitaría la
anexión de las provincias vasco-francesas iniciando la centrifugación también
de aquel país. Falta ver, por supuesto, si los cargos electos de Bildu, una vez
con el poder autonómico en sus manos, se modera en la cuestión independentista.
No sería nada nuevo. De hecho hemos visto a generaciones de etarras pasar a
todos los partidos del espectro político (incluido el PP).
Sea como fuere, lo cierto es que
tanto en Euzkadi como en Cataluña se van a producir tensiones independentistas
en los tres próximos años. Más que responder a un programa político
secesionista, esta oleada de independentismo que se avecina tiene que ver con
la coartada que las clases políticas regionales dan a su fracaso en la gestión
autonómica, trasladando el centro de imputación de Barcelona o Bilbao, a “Madrid”.
Conclusiones
Es suficientemente conocido que
el virus nacionalista suele cegar la conciencia de muchos, y, por supuesto,
vale la pena recordar aquí que siempre, eternamente, el nacionalismo es la
última trinchera de los canallas.
Los hacedores de la constitución
de 1978 se equivocaron al situar las aspiraciones nacionalistas en un lugar tan
elevado que les permitiera actuar siempre como árbitros para la gobernabilidad
del Estado. De aquel primer error conceptual surgió el segundo: que existían “autonomías
históricas” por el simple hecho de que durante la II República habían tenido
Estatutos de Autonomía… cuando la “historia” es otra cosa mucho más seria y
mucho más amplia que un simple período de ocho años en el devenir español.
Asturias es historia, León es historia, los condados catalanes son historia,
los señoríos vascos son historia… Tal fue el segundo error que precedió y se
superpuso al tercero: el “café para todos” de Suárez que extendió las
autonomías allí en donde ni siquiera había una mínima demanda. Porque,
realmente, salvo en Cataluña y en Euzkadi, ni siquiera en Galicia (donde votó
el 26% del censo en el referendo autonómico que aprobó el Estatuto) existía
demanda autonómica: lo que existían eran las AMBICIONES DE LAS CLASES POLÍTICAS
REGIONALES que querían beneficiarse de los nuevos repartos de poder que surgieron
de la constitución de 1978 y que crearon nuevas redes clientelares. Y en eso
estamos. El absurdo sistema de 17 autonomías se mantuvo mientras las crisis económicas
fueron coyunturales, pero la entrada de la economía mundial en la fase
globalizadora hizo que, a partir de 1992 la primera crisis económica de
importancia que estallara no fuera coyuntural sino estructural y, por lo mismo,
mundial. Los países más expuestos son aquellos en los que la economía
financiera ha sustituido a la productiva, caso de España. Y a partir de 2007 –cuando
se debatía la financiación autonómica, coincidiendo con el inicio de la crisis,
precisamente- se evidenció que las autonomías suponían un lastre injustificable
para el Estado y para el ciudadano. Esa sensación va ganando terreno desde
entonces y se ha ampliado a otras “instituciones florero” (senado, familia
real, diputaciones) de las que el Estado debe deshacerse si no quiere cargar al
ciudadano con una losa insoportable.
Tal es el problema central que
vamos a intentar resumir:
1) Habrá
agitación centrífuga en los próximos años.
2) Esta
agitación no logrará desprender Cataluña y Euzkadi del Estado.
3) La
UE es la primera póliza que asegura la unidad nacional.
4) El
monto total de la deuda que España debe a Francia y Alemania es la segunda
póliza.
5) La
crisis económica hace que el aligeramiento del Estado sea una exigencia
ineludible.
6) Superar
la crisis, pagar la deuda y generar empleo pasan por aligerar la
administración.
7) Aligerar
la administración quiere decir liquidar las “instituciones florero”
8) Liquidar
las “instituciones florero” implica reformar la constitución.
9) Reformar
la constitución implica superar y romper el poder de la “banda de los cuatro”
(PP, PSOE, CiU y PNV)
10) Romper
el poder de la banda de los cuatro implica la necesidad de que emerjan nuevas
opciones políticas con nuevas ideas capaces de constituir una nueva clase
política dirigente.
© Ernesto Milà – infokrisis – Ernesto.mila.rodri@gmail.com