2. El PP o la “gran esperanza” que tardará poco en defraudar
2.1. El centro-derecha vencerá sin convencer y gobernará sin tener proyecto. En estas condiciones, es evidente que el electorado se arrojará en manos del liberalismo de centro-derecha (el culpable último de la crisis de 2007) de la misma forma que se arrojaría en brazos del diablo en persona si éste le asegurase que iba a facilitar la salida a la crisis. Lo peor de todo es que el liberalismo de centro-derecha ni siquiera ha prometido que nos sacará de la crisis, nos ha dicho solamente que mantendrá las prestaciones sociales disminuyendo impuestos. Solamente hay una forma de hacer eso: repatriando a 3.000.000 de inmigrantes a sus países de origen… algo que el PP no está dispuesto a realizar en ningún caso. El que Rajoy prometa realizar el milagro de los panes y los peces no implica que esté en condiciones de hacerlo.
2.2. Los silencios de Rajoy son gritos de su programa de recortes neoliberales. No es raro que Rajoy permanezca callado la mayor parte de la legislatura e incluso alejado de los periodistas: carece de respuestas sobre cómo salir de la crisis. Si la ciencia matemática todavía no ha logrado demostrar la cuadratura del círculo, difícilmente Rajoy va a lograr “mantener prestaciones sociales”, disminuyendo impuestos. Y lo que es todavía peor: la “estimulación del empleo” solamente vendrá a condición de que Rajoy se pliegue a la dictadura de los mercados (que exigen precisamente igualarnos en productividad a los esclavos chinos allí donde el mandarinato sigue todavía vigente, unos mercados que exigen una más drástica “reforma laboral” con despido absolutamente libre, unos mercados que exigen la privatización de todo lo privatizable y que, de paso, anteponen sus beneficios al bienestar de todo un pueblo, configurándose como verdaderos criminales y usureros sin escrúpulos, auténticos enemigos de nuestro pueblo y de cualquier otro que reivindique su derecho a subsistir por delante de la obligación al pago del interés económico).
2.3. Preparando el pacto con el “partido de los chorizos”. La opacidad del programa del PP en materia económica es similar a su opacidad en materia política: incluso obteniendo mayoría absoluta –lo cual es prácticamente seguro que obtendrá- ni siquiera está claro que se decida a aplicar medidas necesarias en este momento para equilibrar los presupuestos públicos, en la medida en que esas medidas irían en contra del entramado autonómico que, en su mayor parte está hoy en sus manos y equivaldría a agredir a sus varones regionales. Así mismo, en el momento de escribir estas líneas, la constitución de los ayuntamientos en Cataluña ya ha evidenciado que la voluntad del PP es pactar, ante todo y sobre todo, con CiU, lo que equivale a mantener los niveles de gasto insoportables en aquella autonomía, mientras que en el País Vasco la entrada de Bildu en la arena política modifica sensiblemente la situación política en aquella autonomía y prácticamente deja abiertas dos opciones (o “frente abertzale” con el PNV o “frente de izquierdas”, Bildu-PSOE) dejando completamente al margen al PP en los próximos años.
2.4. ¿Aplicará el PP alguna medida absolutamente vital para reformar el Estado? Esto implica, además, que el PP –como ya le ocurrió durante su anterior etapa de poder- se verá incapacitado, a causa del peso de los nacionalistas periféricos en Cataluña y el País Vasco, para aplicar necesarias políticas en materia educativa, la primera de las cuales es reconstruir la unidad de la educación recuperando para el Estado las competencias en esta materia que ahora están en manos de las autonomías. Lo dramático es que mientras la enseñanza para las autonomías solamente tiene sentido como medio para ensalzar y magnificar los hechos regionales, existe una necesidad para el Estado y para las próximas generaciones de reconstruir una enseñanza de calidad, especialmente en los niveles de primaria, transformando lo que hasta ahora es un mero almacenamiento de los hijos en horarios laborales de los padres, en un sistema capaz de preparar jóvenes para la educación secundaria y superior. Sin esta reforma imprescindible de la enseñanza es completamente imposible que en nuestro país se diseñe un modelo económica que no tenga que ver con construcción y con hostelería y, por supuesto, nos queda como de muy difícil acceso un modelo basado en I+D+i. Pues bien, aun en el caso de que el PP afrontara su nueva etapa de poder con una resuelta voluntad de reconstruir el sistema educativo, se enfrentaría a la oposición del centro-derecha regionalista que preferiría hacer causa común con la izquierda antes que renunciar a esta importante parcela de poder.
2.5. La sociedad española ha agotado su tiempo y su paciencia. Por otra parte, la irrenunciable reconstrucción (reconstrucción, no reforma) de la educación nos pone ante el gran problema que afrontamos en estos momentos: el plazo en que la aplicación de unas medidas tardan en tener efecto sobre la sociedad. En el tema educativo ese plazo no es menor a 15 años, entre que se diseña el nuevo modelo educativo, se aplica y da resultados. En el plano económico, un nuevo modelo tarda entre 5 y 7 años en dar resultados. Y este es el drama: que la sima en la que está sumido nuestro país es tan profunda que no disponemos de tanto tiempo. Todas estas reformas se deberían de haber abordado en el período terminal del felipismo, cuando era evidente que la implantación del Estado de las Autonomías había fracasado y empezaba a estar claro que la Constitución de 1978 contenía graves carencias y precisaba de un profundo ajuste. Entonces, cuando disponíamos de fondos estructurales en abundancia, cuando todavía era tiempo de acometer las reformas, no se hizo nada. Aznar, en minoría durante su primer mandato, tiró por la vía más fácil: el ladrillo y la hostelería que, a fin de cuentas, era la única posibilidad a la vista de que el sistema educativo no preparaba a profesionales y técnicos en número suficiente para ir más allá y nuestro empresariado prefería el dinero fácil y el regate en corto antes que los proyectos de mayor calado. Porque a la quiebra del sistema educativo se unión la transformación que en esos mismos años se produjo (1985-2005) de la economía productiva en economía especulativa. Hoy, agotados los fondos estructurales, agotada las reservas del Estado, ya no existen posibilidades de realizar la “reforma necesaria” de manera gradual y pausada.
2.6. El PP carece de modelo político y su modelo económico es el neoliberalismo. Pero incluso aunque esa “reforma necesaria” fuera posible, el PP carece de modelo que aplicar. El PP no es un partido “conservador” (difícilmente podría serlo cuando ya no queda nada a “conservar” que valga la pena), sino liberal. Y esta diferencia es importante porque el liberalismo es, sin duda, la ideología más volátil que puede existir. Llevamos décadas de experiencias liberales y de economía liberal (prácticamente desde finales de los años 70) y es precisamente el liberalismo económico lo que nos ha llevado hasta donde estamos. La excusa de los liberales es sostener ante sus fracasos que nunca se han aplicado los principios liberales en sentido estricto, nunca el Estado se ha inhibido completamente en materia económica y, por tanto, nunca se ha producido la libre concurrencia de las fuerzas del mercado… cuando esto suceda, la economía generará empleo, prosperidad y progreso, sostienen los liberales olvidando que esta crisis es la crisis del liberalismo, olvidando que ha sido la estricta observancia de los principios liberales lo que ha generado una globalización que se muestra inviable a corto plazo y que es la causa principal de que el paro se haya apoderado de nuestro mercado laboral y de que hayamos visto a millones de inmigrantes cruzar nuestras fronteras para abaratar la fuerza de trabajo. El liberalismo solamente consigue igualarnos “por abajo”, no aspira a crear condiciones dignas de trabajo, sino a hacer de cualquier trabajado mano de obra esclava, la única que puede competir con la mano de obra china en productividad y salarios bajos.
2.7. El liberalismo no es la solución, es la esencia del problema. Una sociedad liberal es, en última instancia, una sociedad en la que los depredadores (poseedores del capital) actúan con más eficacia y contundencia sobre las mayorías (los ciudadanos, los trabajadores, los jóvenes, los jubilados) en nombre de la “libertad” y del “mercado” a la espera de qué el dinamismo de este genere empleo… aunque nada se nos diga de cuáles serán las características de ese empleo: salarios bajos, contratos precarios, seguridad social privada, inestabilidad en el empleo, ritmos de trabajo infernales y, finalmente, despido libre con un mínimo de coberturas sociales. Ese es el modelo chino y el único con el que se puede competir en un mundo globalizado. Ese es el modelo que el liberalismo quiere aplicar en Europa. No es raro que el PP –que comparte, prácticamente sin fisuras este modelo (véase sino los bochornosos “debates” de Intereconomía en los que se magnifica cualquier atentado contra los trabajadores considerándolo como necesario para aumentar nuestra “competitividad” y “estimular el empleo”)- calle cuando se le pregunta cuál es su modelo económico y qué medidas adoptará en la materia, limitándose a contestar con una irresponsabilidad entre cínica, angelical y analfabeta, que “bajar los impuestos sin disminuir las ayudas sociales”…
2.8. La política del PP en los dos últimos años: callar, ocultar las propias propuestas y esperar a que pase el cadáver de ZP ante el balcón de Génova. A pesar de que el PP haya hecho causa común con el clamor de la mayoría de la población española que exige elecciones anticipadas ya para cortar la larga agonía del zapaterismo que ha supuesto su segunda legislatura desde el momento mismo de iniciarse, lo cierto es que no está utilizando los recursos a su alcance para liquidar la situación: ni ha recurrido a la moción de censura, ni ha movilizado a sus partidarios en la calle para acortar la legislatura. Es fácil entender el porqué: en estos momentos nos encontramos a un paso de la intervención de la economía española por parte de la UE ante la imposibilidad para recortar el gasto público (y, en especial, ante la negativa de las autonomías a hacerlo). El PP prefiere que esta intervención (o la aplicación de las medidas exigidas por la UE y por los acreedores, las únicas que la evitarían) se produzca durante el mandato del PSOE. Contrariamente a lo que los estrategas del PSOE perciben, lo cierto es que el tiempo juega contra este partido y resulta difícil pensar que se podrán celebrar elecciones en plazo (marzo 2012) sin que antes la UE haya presionado para que se apliquen medidas drásticas (reducciones salariales y despidos de funcionarios, hachazos a ayudas sociales, privatización de todo lo privatizable, despido libre). El tránsito que media entre el inicio del verano de 2011 y el final del invierno de 2012 es demasiado largo y la situación de la economía española demasiado grave como para pensar que esas medidas no se van a exigir de manera ineludible por parte de la UE. Sea quien sea el partido que aplique esas medidas va a quedar absolutamente pulverizado ante la opinión pública. Solamente el optimismo antropológico del presidente del gobierno hace que se aferre a la esperanza de que el descenso del paro estacional que tendrá lugar entre junio y octubre de 2011, las buenas cifras del turismo que se prevén a raíz del desvío de contingentes turísticos de los países árabes a España y las buenas cifras de la exportación, generen un crecimiento económico que pueda alardear el PSOE ante la campaña electoral como si la crisis ya hubiera pasado y los “brotes verdes”, aunque retrasados, hubieran terminado por llegar.
2.9. España no va peor gracias a una casual coyuntura internacional, no gracias a la gestión del gobierno. Pero la esperanza del PSOE es tenue (apenas una esperanza para desesperados): en octubre el paro volverá a subir al haber terminado la temporada turística y la mayor parte de campañas agrícolas, por otra parte, las cifras turísticas se habrán saldado con un aumento del número de visitantes pero con un aumento mucho menor del número de ingresos del sector (a la vista de que cada vez atraemos más a un turismo de baratillo y garrafón, de alpargatas y nula capacidad adquisitiva) y, finalmente, las exportaciones dependen de Francia y de Alemania (nuestros principales compradores) y no está claro que la subida de tipos de interés del Banco Central Europeo no vaya a frenarlas. Sea como fuera, las esperanzas del PSOE en un enderezamiento en materia económica dependen de tres factores que no tienen nada que ver con el gobierno de nuestro país: tres factores exteriores ajenos (el crecimiento económico franco-alemán, los problemas en el Magreb y los ciclos estacionales) ninguno de los cuales controla el gobierno.
2.10. Sin modelo económico de sustitución, sin tiempo para la recuperación. Antes hemos dicho que precisamos un nuevo modelo económico y añadíamos que ya no había tiempo suficiente para aplicarlo. Sosteníamos igualmente que el PP carece de modelo económico (de ahí que no sea capaz de definir exactamente cómo vamos a salir de la crisis) y añadíamos finalmente que, aunque lo tuviera, habría que esperar 5-7 años para aplicarlo, cerrando el círculo el hecho de que la enfermedad de la economía y de la sociedad española es de tal envergadura que no disponemos de tanto tiempo para esperar resultados. Y esto nos sitúa ante el dramatismo del momento actual: el PSOE ha demostrado su ineficacia para gestionar la crisis, al igual que toda la socialdemocracia europea la ha abordado apoyando a los causantes de la crisis (banca, alta finanza, sectores de la patronal) en detrimento de las clases trabajadoras, de los jóvenes, de las familias, de las PYMES y de los jubilados… pero no está absolutamente claro que el PP tenga fórmulas mágicas, es más, sus fórmulas liberales constituyen una amenaza para los grupos más desfavorecidos de la sociedad. El PSOE ha sido el gran fracaso, pero el PP no es la solución porque sus fórmulas son parte del problema: el modelo económico hundido no lo diseñó ZP, sino Aznar y, lo peor para el PP, es que ahora carece de modelo de sustitución.
2.11. La realidad de la crisis hace que tanto el PSOE como el PP se atrevan a aplicar las fórmulas impuestas por el FMI, la banca internacional, la alta finanza y el Banco Central Europeo. En las actuales circunstancias ya no se trata de que el PP ofrezca soluciones más racionales a algunos problemas, ni siquiera de que con él, desaparezcan las medidas de “ingeniería social” más odiosas e irresponsables a las que irá unido el nombre del ZP. En este terreno, buena parte de la gestión del PP va a consistir en intentar dar marcha atrás a algunas de estas medidas e, incluso, ni siquiera en este terreno está claro si el PP va a intentar dar marcha atrás en lo peor del zapaterismo: su silencio a la hora de afirmar si reabrirá o no la investigación sobre el 11-M, sus ambigüedades en materia de aborto, de divorcio-exprés y de matrimonio gay, sus dudas sobre el futuro de las leyes de “igualdad” o su apoyo a la ley de violencia doméstica (seguramente la ley más absurda e ineficaz del zapaterismo), todo esto, añaden dudas y más dudas sobre lo que será el gobierno del Partido Popular cuyo único mérito, será enterrar al zapaterismo… a pesar de que la política que aplicará no será muy diferente de la asumida por Zapatero en este último año y medio: liberalismo y más liberalismo, aceptación y aplicación de las medidas dictadas por la UE, por la banca y por la finanza internacional. Nada más.
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