lunes, 31 de mayo de 2021

CRONICAS DESDE MI RETRETE: Y AHORA EL CHOU DEL INDULTO

Vaya por delante que, desde el principio siempre he dicho que el lugar de los juzgados, procesados y condenados por el “referéndum soberanista” no es la cárcel, sino el psiquiátrico. A estas alturas y en el siglo XXI, parece increíble que alguien pudiera pensar en que con un 51% de votos se formaría un Estado independiente en esta época de globalización, a menos que estuviera aquejado de un trastorno mental transitorio. A lo largo de estos años, hemos ido advirtiendo que el espacio “independentista” está compuesta por gentes emotivas, no muy inteligentes, con una nula capacidad para prever el futuro, al margen de los grandes debates de la sociedad y que se quedaron atascados en los años 30 del siglo XX (sino antes). El psiquiátrico es el lugar más adecuado para el tratamiento de su enfermedad. Pero están en la cárcel.

Es cierto que se trata de una condena de cárcel que, en principio, fue benévola. Los jueces no se ciscaron con ellos (lo dice alguien que fue condenado, durante el felipismo, a dos años de cárcel por una simple manifestación ilegal y que cumplió 20 meses a la sombra entre chinches, yonkis y sidosos, sin que la administración penitenciaria catalana me autorizara a disponer ni una máquina de escribir palancas). El Tribunal Supremo tampoco aumentó las penas. Ni se ha insistido en el pago de las costas ni en las indemnizaciones. Tampoco se les recordó como agravante que habían generado “alarma social” en grado extremo (algo que resultaba innegable y la prueba son las 7.000 empresas que huyeron literalmente de Cataluña a causa del “procés”). Ni se tuvo en cuenta que, por activa y por pasiva, les estuvieron repitiendo que todo aquello del referéndum era ilegal y que tendría consecuencias penales. Tampoco hay “arrepentimiento”, mea culpa o simplemente reconocimiento de que cayeron en una “locura mental transitoria de alucinación y frenesí insuperables”. En la cárcel estuvieron de maravilla, como en un hotel de dos o incluso tres estrellas. Podían dar entrevistas, incluso salir cuando se iniciaba la campaña electoral y dejar que la fiscalía recurriera, pero solamente, cuando concluía la campaña electoral. Tuvieron el calor de los independentistas que afearon las ciudades con trapos y más trapos de “Libertad presos” y demás consignas.

El tiempo les ha dado ocasión para reflexionar: de hecho, la cárcel sólo sirve para reflexionar. Yo estoy convencido de que ellos, cuando entraron en la trena, ya eran conscientes de que el independentismo había fracasado, no sólo en el “procés”, sino en su historia y que los objetivos ya no eran viables. Pero el problema era ¿cómo se lo decían a sus electores? Y ¿cómo se lo decían a los dirigentes que quedaban en la calle? Optaron por no decirlo en voz alta, a pesar de que era un secreto a voces para todo aquel que tuviera entendimiento y entendiera: pero en el ámbito indepe, quien reconoce la realidad, pierde. Para que el electorado independentista pudiera reconocer que hoy la creación de nuevas naciones es algo peor que imposible, es INÚTIL porque la “dimensión nacional” de una nación para sobrevivir ya no se corresponde con los Estados-Nación actuales, sino que requiere estructuras más amplias, continentales, para ello sería preciso que TV·, Catalunya Radio y el RAC1 lo dijeran.

Luego están los que saben que la independencia es imposible, pero la utilizan para hacerse con las llaves de la caja y realizar buenos negocios a la sombra del poder. Tal es el caso de Pere Aragonés, un ambicioso con pocas ideas en la cabeza, salvo la de pillar cacho (a fin de cuentas, debe decirse, si todos los que han pasado por esta poltrona lo han hecho ¿Por qué voy a ser menos?). En esta época de funeral de los proyectos políticos, el cadáver insepulto del independentismo sirve solo para mantenerse lo que se pueda en el poder y poner en marcha la aspiradora de fondos públicos durante todo el tiempo que sea posible.

¿Y el gobierno del Estado? Sánchez tiene un problema: y ese problema es Madrid. Ha perdido cualquier posibilidad de ser relevante en la capital del Estado, por tanto, ha optado por apoyarse en la no-España. Por eso precisa poner en la calle a los condenados por el “procés” y el “referéndum”. Le van en ello los votos independentistas en el parlamento del Estado. Por que a Sánchez no le importa nada que no sea Sánchez.

ERC ya le ha comunicado que sus exigencias son “mesa de diálogo” y “amnistía presos”. A fin de cuentas, ambas cosas son la misma: porque resulta muy difícil intuir qué puede “dialogarse” salvo la fecha de salida de los presos. ¿Un nuevo referéndum? ¿más autonomía para la gencat?

Sánchez tiene prisa: cree que, resuelve todos estos problemas antes de la mitad de la legislatura, bastará con una campaña de autopromoción, reactivar al títere de Tezanos en el CIS, utilizar RTVE y recordar sus “logros” para salir reelegido. Si los problemas actuales (vacunación y fin del covid, presos indepes, ertes, fiscalidad, Marruecos) se prolongan demasiado, luego no habrá milagro que lo mantenga otros cuatro años en la Moncloa. Y en eso está.

Por una parte, el problema con Marruecos lo resuelve tirando de manual, como han hecho todos los gobiernos anteriores: cediendo al chantaje y comiéndonos con patatas fritas a los miles de MENAS. Con los ertes, negociando con los sindicatos que firmarán lo que se les ponga bajo las narices, como dice el manual, arrojándoles unos euracos en la mesa. Cree -en su ambiciosa ingenuidad- que el elector olvidará la crujida fiscal de este año, y el proceso inflacionario que lentamente se va incubando, y que aumentará aun más con el “salario de subsistencia”, recibido a cambio de nada. Supone que cuando esté todo el mundo vacunado varias veces, se le verá como el salvador del país, el hombre que fue capaz de redimir a este pueblo de la losa de una pandemia (que, ahora sabemos, que el Covid era un trancazo de gripe, más fuerte, pero poco más a tenor de las cifras de muertos y contagiados en todo el mundo). Está convencido de que nada en este país habrá cambiado cuando arrojemos por el retrete la última mascarilla obligatoria y con IVA aún más obligatorio. Y cree, que el mercado laboral se reavivará después de que el 40% de la hostelería haya cerrado o esté con tal lastre económico que se verá obligado a cerrar en los próximos meses, tras el verano. El ser un ignorante en materia histórica le impide saber que cuando los indepes hayan logrado la libertad de los presos, querrán más: la amnistía general, el borrón y cuanta nueva de todas las sanciones, más dinero para la gencat, menos control de sus gastos, y todo para ofrecerle unas semanas más de permanencia en el poder.

Va a haber indulto. Que sea lo antes posible. Porque la realidad, es que, cuando antes veamos lo que dicen los presos y como se reorganizan ante los que han ocupado sus puestos, o como se tratan Puigdemont (sí, el tipo todavía existe, no crean) y Junqueras, o cómo resuelven los nuevos equilibrios de poder dentro de ERC, o como el PSOE se rompe un poco más y los barones anteponen su posición dentro del partido (so pena de quedar en paro) a la disciplina exigida por el secretario general, cuanto antes ocurra todo esto, mejor.

La salida de los presos indepes no va a aportar racionalidad a la política catalana, sino aumentar las tensiones tanto dentro del independentismo como dentro del Estado. Pues venga, que salgan cuanto antes y acabe el chou.