miércoles, 12 de mayo de 2021

CRONICAS DESDE MI RETRETE: EL INDEPENDENTISMO SE HA CONVERTIDO EN EL "TREN D'OLOT"

 

Ser independentista es como marchar en dirección contraria al sentido de la historia: quien no ha enterado todavía de que la “dimensión nacional” acorde con el siglo XXI, no es la “micronación”, sino el “bloque continental”, es que antepone sus sentimientos a las realidades. Pero esto no es lo peor que le ocurre al nacionalismo catalán. Además de la ceguera y de la falta de sentido histórico (pero exceso de falsificación histórica), se une una división entre las tres fuerzas que ocupan el campo de los que van en el carril contrario a la historia.

No es nuevo, porque, desde que el “procés” se estancó, tanto ERC como los que se quedaron del lado de Puigdemont, se atribuyeron unos a otros la culpa de la aventura frustrada. Y en cuanto a la CUP, el famoso “mambo” que debía de comenzar tras el seudo-referéndum, se convirtió en el habitual calvario de los activistas (cuyo último resto es la interrupción del tráfico en La Meridiana con la protección de la guardia urbana de BCN).

Las posiciones hoy son las siguientes:

- para la CUP, nuevo referéndum antes de que Sánchez se escurra por las letrinas de la historia y un nuevo gobierno de derecha-derecha se siente en La Moncloa, lo que supondría una coyuntura tan desfavorable para la independencia que habría que renunciar formalmente a ella en una generación. Así que nuevo seudo-referéndum (que como independentistas dan por ganado antes de que se convoque… Ellos son así) seguido de “desconexión”. Y aquí paz y después gloria.

- para JxCat, lo único que les interesa es entrar como sea en el gobierno catalán, cualquier otra opción supondría dejarlos fuera de TV3 y de los medios de comunicación de la gencat y, de ahí, a la muerte política no hay más que un paso. Para colmo, está la “camarilla de Waterloo” que ha heredado de Pujol y de la antigua CDC aquello de que “lo que es bueno para mí, es bueno para Cataluña (y si no, también)”. Referéndum sí, e independencia también.

- para ERC, ganador de las elecciones (si bien con el 50% de abstención) y con algo así con casi una quinta parte de la “voluntad popular”, las posiciones no están claras: si por ellos fuera, independencia; si fuera por su electorado, propuesta de “autodeterminación”; si fuera por el monstruo burocrático de la gencat, gobernar en solitario ya y seguir manteniendo la presión “catalanizadora” en la enseñanza, en los medios de comunicación y entre la inmigración. Y, en lo que a Aragonés se refiere, disponer de las llaves de la caja lo antes posible y, sin tener que seguir luego los pasos de Junqueras camino de la mazmorra fría.

Sin olvidar que cada uno de estos partidos tiene, interiormente, tendencias con distintos puntos de vista y que fuera del parlamento existen otras cuatro o cinco opciones independentistas con aspiraciones a salir de su estado grupuscular.

Nunca como ahora -quizás, salvo en los tiempos en los que Macià estaba exiliado en París y el independentismo se había fracturado entre aventureros (Estat Catalá), muy aventureros (Macià con su locura de Prats de Molló) y aventureros inconscientes (Bandera Negra) o en los primeros meses de la guerra civil- los indepes habían estado tan fracturados interiormente.

Pero el tiempo pasa y han pasado 90 días desde las pasadas elecciones catalanas y aquí no hay gobierno. Realmente, el tema de quien esté al frente de la gencat interesa solamente a los que ven TV3 que consideran a la gencat como algo “suyo”, pero los que sabemos que la institución no es de “autogobierno de Cataluña”, sino el “autogobierno de los y para los independentistas catalanes”, hace mucho tiempo que nos hemos desinteresado de un asunto tan sumamente aburrido (por cierto, y ya que estamos en esto, ¿a qué se debe que todos los presentadores de TV3 tengan cara de ser más aburridos que una pecera de mejillones?).

El independentismo ha logrado que una parte importante de Cataluña (el 50% según las anteriores elecciones) se desinterese por la institución. Pero, las cosas han llegado al límite y, en un máximo de 10-15 días, hay que decidir: “¿Caixa o faixa?”. O nuevas elecciones o algún tipo de gobierno.

La disyuntiva ha sido formulada por ERC. El motivo está claro: creen que el desgaste les favorece y que, en una nueva convocatoria, ampliarían su ventaja sobre JxCat. Si bien esto último está muy claro, no están claro el que los resultados le vuelvan a ser igualmente favorables:

- La tercera ola del Covid influyó en la abstención electoral. La abstención favoreció a los indepes, pero ahora, con la pandemia remitiendo, puede ocurrir justo lo contrario.

- Así mismo, el PP de aquel momento era gris y carecía del lustre que le ha devuelto la victoria de Ayuso en Madrid (situando a Casado, por primera vez, por delante de Sánchez). Así que puede volver a estar presente en el parlamento, mejorando sus resultados anteriores.

- Y Vox, no ha quedado erosionado en absoluto, lo que implica que puede, incluso, crecer.

- El “efecto Illa” queda lejos y la derrota del PSOE en Madrid seguramente tendría algún tipo de repercusión en Cataluña

, por lo que sería lógico pensar en que experimentará un ligero descenso.

Esto sin contar con la “fatiga electoral” que, habitualmente lleva a votar en contra del que ha convocado otras elecciones.

ERC no se ha dado cuenta todavía que el independentismo hace mucho tiempo que ha tocado techo y ahora sólo le queda ir retrocediendo. Han olvidado la lección del Quebec: a fuerza de repetir tanto las mismas monsergas indepes, el electorado, aquejado de problemas mucho más graves, un buen día, sin existir razones nuevas, de manera inesperada, opta por alternativas más realistas. Pues bien, ese es el futuro que tiene el independentismo por delante.

Es el precio de obstinarse en querer viajar en el “tren d’Olot” (una vieja canción catalana, el que “surt quan vol i arriba quan pot”, perífrasis simbólica de la “autodeterminación”) en la época de los de alta velocidad.