miércoles, 17 de febrero de 2021

La concepción estratégica de Ramiro Ledesma - Conclusión: los hechos fueron casi siempre por delante de la estrategia

Esto es cuanto puede decirse de las concepciones estratégicas de Ramiro Ledesma Ramos. No puede afirmarse que, en el momento de ser asesinado, hubiera alcanzado los objetivos que se había propuesto en 1930 cuando decidió abandonar una prometedora carrera como intelectual inquieto e irrumpir en el terreno de la política. Era Ledesma en 1930, cuando apareció el primer número de La Conquista del Estado, un joven sin experiencia en el terreno político y apenas sin experiencia de la vida. Seis años después se había convertido en un curtido dirigente político que había aprendido a golpes y siempre al paso de los acontecimientos. Aquel joven de provincias no aprendió en la escuela de ningún partido, sino directamente, a medida que alumbraba proyectos, los ponía en práctica, comprobaba su alcance y rectificaba el tiro.

Rápidamente fue aprendiendo que en política no todo es idealismo, voluntarismo y abnegación. Era preciso un método y, sobre todo, una doctrina. En los primeros números de La Conquista del Estado se encuentran, sobre todo, esos ecos juveniles, ingenuos, que luego desaparecerán en fases posteriores y darán lugar a un Ledesma maduro y consciente de lo que debía introducir en el morral que le acompañaría en su andadura política. Lo esencial de la doctrina lo elaboraría en los últimos números de La Conquista del Estado y en el período de la revista JONS, especialmente las características que debería tener el “fascismo español” (… que, por ser español, no podría ser “fascismo”, sino que sería “nacionalsindicalismo”).

Esa reflexión doctrinal proseguiría luego cuando se integró en Falange Española, a tenor de la fecha de aparición de su Discurso a las Juventudes de España. Solamente su escisión de Falange Española le permitió situarse momentáneamente al margen de la dinámica endiablada que supone figurar en la cúspide de una dirección política y retomar sus notas para componer esa sinfonía inigualable en la pre-guerra que fue este libro con sus dos “disgresiones”. Ledesma, mejor que nadie en España, entendió lo que era el fascismo y lo que suponía para Europa.

Pero el temperamento de Ledesma le impulsaba a la acción tanto como al pensamiento y nunca, a partir de 1930, quiso ausentarse de la política sino participar en primera línea. Entendió también hacia finales del período de La Conquista, la necesidad de disponer de una estrategia, es decir, de un plan general de operaciones en pos de… la conquista del Estado.

Si la transformación del Ledesma intelectual al Ledesma político se debió en buena medida a su fuego interior y a las conversaciones con Giménez Caballero, la búsqueda de una estrategia tuvo mucho que ver con la lectura de Curzio Malaparte y de su Técnica del Golpe de Estado. Ledesma supo por esa lectura que precisaba de un método y de una técnica, pero le resultaba difícil adaptarla a la situación española y a operar sobre aquel caos sostenido que fue la II República. Quería construir un “gran partido nacional”, no una “secta hiperrevolucionaria” como algunos creen hoy. El pragmatismo fue su norma, no un pragmatismo sin principios, sino un pragmatismo modulado por la doctrina que él mismo había elaborado.

Y, sobre todo, en este terreno, buscaba “la eficacia” (como él mismo proclamó insistentemente). Su acción fue eficaz en todos los períodos, desde finales de La Conquista del Estado hasta su escisión de Falange Española. Aún hoy, leyendo ¿Fascismo en España? no se terminan de ver con claridad los motivos que le llevaron a la escisión e incluso puede sospecharse que existieran elementos y situaciones de los que nos da cuenta que influyeron decisivamente en la escisión. O, simplemente, causas subjetivas que, por un momento, se impusieron a la fría objetividad intelectual de la que siempre hizo gala Ledesma. Sea como fuere, entre enero y marzo de 1935, cometió sus tres grandes errores en cadena: 1) separarse de Falange, 2) asumir de nuevo una actitud ultrarrevolucionaria en el banquete-homenaje a Giménez Caballero y 3) quemar fondos en La Patria Libre y en una batalla que desde el primer momento tenía perdida. Los tres errores le llevaron al espléndido aislamiento del que hizo gala entre marzo de 1935 y principios de 1936. En ese tiempo, Ledesma queda al margen de cualquier estrategia y sin posibilidad aparente de reconstruir una.

Pero luego, tanto él como Primo de Rivera realizan un giro inesperado y discreto (tan discreto que ha pasado prácticamente desapercibido tanto para los admiradores de éste como de Ledesma). Y, sin embargo, los datos que llevan a considerar esa reaproximación, aunque fragmentarios, existen y hemos dado cuenta de ellos. En la última parte de nuestro estudio hemos intentado construir una hipótesis sobre los motivos que llevaron a Ledesma a lanzar Nuestra Revolución. Era necesario: si este proyecto era, simplemente, un intento aislado de cualquier contexto estratégico, sin objetivo y sin considerar siquiera cómo iba a sufragarlo –tal como prácticamente lo plantean algunos “ramirianos” hoy- eso supondría que Ledesma no había aprendido nada en los seis años precedentes: que seguía pensando que una pequeña redacción bastaría para poner en marcha un movimiento histórico, que sin fondos suficientes podían lanzarse más allá de media docena de números de escasa tirada y nula difusión… Y Ledesma había aprendido mucho.

No hay nada nuevo en Nuestra Revolución… salvo que consideremos que Primo de Rivera y él habían pactado una estrategia de penetración en el medio obrero (financiada por Renovación Española directamente o a través de Primo, poco importa). Nunca Ledesma critica a Renovación Española, ni siquiera a los tradicionalistas y pronto, dos meses después de la escisión, cesa sus críticas a Falange Española; su hostilidad se orienta contra los socialistas y contra la derecha parlamentaria: es decir, contra los partidos mayoritarios y centristas. Deseaba contribuir con sus escasas fuerzas a que se polarizasen las fuerzas: de un lado hacia la extrema-derecha (fascista, fascistizada o en fase de fascistización) y por otro la extrema-izquierda que, sin duda terminaría controlando al Frente Popular por encima de los socialistas moderados. Sería la actitud de la CNT y de las Fuerzas Armadas la que determinaría el destino de aquella “fractura vertical”. Por eso, seguramente, y por nada más, Nuestra Revolución era una revista construida para ser leída y aceptada por elementos de la CNT.

El riesgo de provocar un choque entre las “dos Españas” consistía en que los elementos reaccionarios de un lado y los elementos antipatriotas de otro, tomaran el control de los acontecimientos. De ahí que hubiera que crear un “polo de agregación” de carácter “fascista” (esto es, en España, “nacionalsindicalista”) que fuera lo suficientemente fuerte como para que, cuando se produjera el choque final, tuviera la iniciativa. Porque, tanto Ledesma como Primo de Rivera estaban convencidos de que la “lucha armada” era el único destino que aguardaba al final del camino de la triste II República. La rapidez con la que Ledesma asume que ha llegado el momento de las armas apenas unos segundos después de que colgara el teléfono cuando su desconocido interlocutor le informó del asesinato de Calvo Sotelo, indican a las claras que había meditado largamente sobre esa posibilidad.

La discusión sobre lo que ocurrió después es ociosa. Poco importa, a nuestros efectos, si Ledesma se convirtió al catolicismo, si lo que cuenta el padre Villares es completamente cierto o una manera de defender la memoria del personaje, o incluso la forma cómo fue asesinado. Lo que nos ha interesado en este estudio es el Ledesma-político, no el Ledesma-individuo (pues no hemos querido realizar ni una hagiografía, ni siquiera una biografía, sino un estudio político). Y estas son las conclusiones a las que hemos llegado. Posiblemente, alguien considerará “temerario” el último capítulo de esta obra relativo a Nuestra Revolución. Hemos intentado sustentarlo sobre datos objetivos y sobre una legítima reducción ad absurdum que contribuye a explicar quién financió el proyecto, por qué lo abordó Ledesma, qué intentaba y por qué no fue una continuación de La Patria Libre. De ser otra cosa, es decir, un mero exabrupto de Ledesma, su figura quedaría inmediatamente empequeñecida y con grave riesgo de parecer inconsecuente y de no haber aprendido nada de la experiencia de los seis años anteriores. Y eso es lo que nos resulta difícil de admitir a la vista de su trayectoria anterior.

En julio de 1936, ya quedaba lejos aquel tiempo en el que Ledesma había incluido en su novela de juventud la famosa frase de Nietzsche relativa a los hombres que abordan tareas superiores a ellos y fracasan (1).

No era el fracaso, sino la tenacidad y el método con la que el herrero crea los más duros aceros, lo que contemplaba Ledesma. En ello estaba cuando fue asesinado. No hubo más reflexión estratégica tras su desaparición en el universo nacionalsindicalista.

Notas:

(1)  “Amo al que quiere crear algo superior a él y sucumbe”. El Sello de la Muerte, Ramiro Ledesma, edición digital, pág.  146.

ENLACES DE LA SERIE

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (1 de 8) – Objetivos y métodos del fascismo español

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (2 de 8) – Paralelismos entre Ledesma y la Técnica del Golpe de Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (3 de 8) – Las cuatro etapas en la evolución estratética de Ledesma

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (4 de 8) – La etapa “nuclear”: La Conquista del Estado

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (5 de 8) – La etapa de construcción del partido: las JONS

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (6 de 8) – La etapa de unión del “fascismo español”. La fusión con Falange

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (7 de 8) – La pérdida de la iniciativa estratégica: de la ruptura del Falange al final de La Patria Libre

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (8 de 8) – Las dudas finales: ¿construcción del partido o lucha armada?

LA CONCEPCIÓN ESTRATÉGICA DE RAMIRO LEDESMA (conclusión) -