La situación actual la podemos resumir con estas palabras: la
constitución es culpable, pero no podemos reformarla. Para reformarla haría falta que PP y PSOE se pusiera de acuerdo
y, a la vista de las simetrías políticas actuales y de la presencia de partidos
menores, hay que descartar por completo esa posibilidad. Y, por lo demás, a
la vista de que el nivel de nuestra clase política no es menor que la que
teníamos en 1978, sino muchísimo menor, más impreparada en un mundo mucho más
complejo, no habría que descartar que una “reforma constitucional” diera como
resultado un marco todavía más nefasto que el actual.
Así pues… ¿qué queda? O, dicho en otras palabras: ¿qué tenemos
por delante?
LO QUE TENEMOS POR DELANTE
Mejor no hacerse ilusiones con falsos artificios. Para eso está la
prensa subsidiada y los canales oficiales de comunicación. Tenemos una
situación que empeora cada minuto que pasa. Pero no tenemos la
posibilidad de revertir la situación a la vida de la imposibilidad manifiesta
para reformar la constitución o establecer otra nueva.
Todo esto implica:
1) que nuestras estructuras políticas están cada vez más desprestigiadas (partidos, autonomía, acciones de gobierno, estructuras del Estado),
2) que nuestros servicios públicos están cada vez más erosionados (transportes, educación, sanidad),
3) que la situación político-económico-social se degrada (inmigración masiva, aumento del paro, aculturización creciente, brutalización de la sociedad, creación de empleo público innecesario y presentado como “éxito”, precariedad creciente),
4) el orden público está fuera de control en algunas zonas (narcotráfico, mafias, delincuencia étnica, okupaciones, yihadismo),
5) la situación económica evoluciona de la peor manera posible (coyuntura internacional con restablecimiento de aranceles, aumento de la deuda y de los intereses a pagar, presión fiscal disparada, mala utilización de recursos por parte de todos los niveles de la administración),
6) con una moral pública por los suelos (amnistía e indultos a delincuentes políticos condenados por tribunales ordinarios, percepción directa de los ciudadanos de dificultades cada vez mayores, encarecimiento de la vida visible en la cesta de la compra, noticias alarmantes, encarecimiento de la vivienda, imposibilidad de tener hijos, aumento asindótico de la inmigración masiva e ilegal subsidiada, entes públicos convertidos en chiringuitos para colocar a inútiles, cuñados y a queridas y así sucesivamente).
Y, cada hora que pasa, todo esto aumenta más y más y más. Lo que
traducido quiere decir que las posibilidades de salir del hoyo disminuyen en la
misma medida.
Así, pues, la pregunta sigue en pie: ¿Qué nos queda?
LA PRIMERA ALTERNATIVA: ADDIO ESPAÑA, ADDIO:
La posibilidad más fácil, incluso razonable y sensata, es, sin
duda, abandonar el país, establecerse en un país extranjero (o bien en algunos
países de la Europa del Este o en países iberoamericanos). Lo que implica reconocer que España no tiene remedio.
Los que decidan quedarse, lo van a pasar mal o muy mal en los
próximos años. Y no por riesgo de ese conflicto internacional del que la UE nos
va advirtiendo solo para justificar el gasto militar franco-británico, sino por
desplome interior de la sociedad y del Estado
(que puede producirse en cualquier momento y por circunstancias muy diversas:
cese de las subvenciones a los grupos subsidiados, mayoritariamente de origen
no europeo, caos del orden público al intentar acabar con el fenómeno de la
ocupación, conflicto internacional con Marruecos, el único conflicto
internacional posible contra el único enemigo de España: el enemigo del Sur,
guerra civil étnica, social y religiosa impuesta por el islamismo radical,
suspensión de pagos del Estado con impago de sus obligaciones contractuales, especialmente
contra el sector más débil: los jubilados). Todo esto es más que viable en
la medida en que ninguno de los dos partidos mayoritarios habla claro a la
ciudadanía y le explica la situación real.
Los que decidan quedarse deben asumir la dimensión de la crisis y,
sobre todo, el hecho de que ninguno de estos partidos mayoritarios está en
condiciones, ni siquiera interesado, en hacer nada por el ciudadano medio.
Lo hemos visto ya demasiadas veces: los partidos tienen tantos
afiliados como cargos públicos y estos defiende “lo suyo”, no lo de la
comunidad. Y los intereses de los partidos -lucrar a sus miembros durante
los cuatro años que estén en el poder, sin pensar en lo que pueda ocurrir el
día que lo abandonen-, nunca como hoy, han estado tan divorciados de los
intereses de los ciudadanos y desinteresados por el futuro de la Nación.
EL CIRUJANO DE HIERRO COMO ÚNICA ESPERANZA
Seguimos sin responder a la pregunta central: ¿Hay alguna
esperanza? El cirujano de hierro, por supuesto. El líder nietzscheano que actúa
al margen de la legalidad vigente, de espaldas a los intereses del stablishment
y de los partidos que lo amamantan, que prefiere caer en la ilegalidad ante
leyes coyunturales, antes que en una traición a su Patria.
Ese “cirujano de hierro” no necesita tres quintos de los diputados
para modificar la constitución, sino una papelera próxima, porque, a fin de
cuentas, por mucho que se la haya sacralizado, la constitución no es más que un
papel. Simple papel, porque como norma de convivencia no sirve: cada cual la
interpreta según le conviene.
¿Un militar? Hay que desengañarse sobre la capacidad de que el
estamento militar desprenda ese cirujano de hierro, casi medio siglo de
sometimiento a la cultura democrática y a las instituciones parlamentarias, han
convertido a las FFAA en un grupo funcionarial más que solamente manifiesta su
protesta cuando se ha jubilado o pedido la excedencia. El patriotismo que se enseña en la Academia Militar es el
“patriotismo constitucional”, por lo tanto, hay más posibilidades de que los
militares apoyen la “constitucionalidad” de un psicópata como Pedro Sánchez y a
una “presunta organización criminal” como su partido, antes que a un cirujano
de hierro que haya llegado para sajar los órganos enfermos y restablecer la
asepsia del cuerpo social debilitado por los macroorganismos que están chupando
hasta sus entrañas.
Es mucho más probable que el “cirujano de hierro” surja de un
movimiento social nacido entre lo que queda de las clases medias, del
conservadurismo clásico consciente de que ya tiene muy pocas cosas que
conservar, en alianza con sectores tecnológicos emergentes conscientes de que
la sociedad española (y, por extensión, en Europa Occidental), se encamina
hacia una situación de crisis sin precedentes. En
esas condiciones, con un Estado en quiebra y una sociedad caótica, multiétnica
(y, por tanto, multirracista), una paz étnico-social comprada a base de
subsidios y subvenciones, no es, desde luego, el mejor marco para el desarrollo
y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías.
LA ALIANZA ENTRE LAS CLASES MEDIAS Y LAS EMPRESAS TECNOLÓGICAS
En efecto, lo que estamos proponiendo es una alianza entre el
conservadurismo español y las empresas tecnológicas surgidas de la Cuarta
Revolución Industrial. Una alianza coyuntural y no exenta de contradicciones en
el futuro, pero que tiene en la partidocracia, en la banca, en la voracidad de
hacienda, en la falta de previsión y planificación de una clase política
intelectualmente indigente y técnicamente infradotada, a su “enemigo
principal”.
No somos muy optimistas, pero estamos persuadidos de que se
aproximan convulsiones político-sociales en toda Europa Occidental, de una
dimensión desconocida hasta ahora. Estas convulsiones, serán,
fundamentalmente, de carácter étnico-social… pero superarán con mucho ese
carácter: será también una crisis de deuda, una imposibilidad de reducir el
gasto público y de aumentar aún más la fiscalidad, una guerra comercial con
China en la que la UE ya se ha rendido (en cinco años, es probable que la
industria automotriz europea haya desaparecido por completo o haya emigrado a
EEUU) con la excusa del neoliberalismo y la globalización.
Y solamente aspiramos a que sea una lucha "radical": que no liquide
solamente las contradicciones coyunturales, sino que apunte a las raíces del
problema. ¿Cuáles son estas raíces? Partidocracia, en primer lugar. Corrupción,
derivada de la partidocracia. Concepciones ultraliberales de la economía.
Conceptos ultrahumanistas del género “Welcome refugies” o “ningún ser humano es
ilegal”. Ideas y actitudes etnocidas.
LAS TAREAS TITÁNICAS DEL “CIRUJANO DE HIERRO”
¿Qué debería proponer y llevar a la práctica un cirujano de hierro?
1) Restablecer la autoridad del Estado (ya sea monarquía con poderes restablecidos -y la historia de España, es la historia de la monarquía desde el período visigótico), o una república presidencialista.
2) Convertir a los partidos en responsables civiles subsidiarios de las acciones de sus miembros.
3) Achicar el Estado liquidando escalones enteros de la administración.
4) Liberar a las clases medias del rackett de Hacienda.
5) Juicios sumarísimos con castigos ejemplares para casos de corrupción política.
6) Planificando la economía mediante técnicos, empresarios y expertos, asegurando en política económica, en política fiscal.
7) Estímulos fiscales y de vivienda a la natalidad entre españoles.
8) Política de defensa orientada a afrontar la soberanía de nuestras fronteras y a contener al “enemigo del Sur”: no más inmigración de la necesaria.
9) Repatriaciones de menas, delincuentes e inmigrantes que en dos años de permanencia en España no hayan conseguido cotizar un mínimo a la seguridad social.
10) Cero delincuencia, cero delincuentes en las calles.
11) En política internacional, líneas constantes inamovibles gobierne quien gobierne: renegociación acuerdo con la UE o Hispanexit y estrechamiento de vínculos con Iberoamérica.
12) Reforma institucional: optimizando los niveles administrativos, asegurando la división de poderes.
13) Reducción drástica del peso de los partidos en la vida social, política y económica: introducción de una cuota de representantes de colegios profesionales, de las FFAA, de las universidades y del asociacionismo en el parlamento. En una palabra, disminuyendo el papel de los partidos en la sociedad y aumentando la capacidad de decisión de técnicos y expertos de indudable patriotismo y capacitación.
14) Reforma del “sufragio universal” con medidas de “crédito social”: la estúpida idea de “un hombre – un voto” debería de ser abandonada. Hoy sabemos que la mayor parte de la población es influenciable por la propaganda o por la información sesgada. De la misma forma que se eligen miembros de las mesas electorales al cumplir determinadas condiciones y no está abierto a todos los electores el ejercer como “sumo sacerdote” en un altar electoral, el voto debería computarse según el nivel de conocimientos e intereses, de responsabilidad y de preparación. No es posible que el voto de un experto en relaciones internacionales, valga lo mismo que el de alguien al que le trae al fresco las cuestiones internacionales; no es posible que el voto de un policía valga lo mismo que el de un delincuente; no es posible que alguien que participa en iniciativas solidarias tenga el mismo voto que un okupa, además, subvencionado. Y hoy existen medios técnicos e informáticos suficientes como para dar a cada persona el “crédito” que merece.
PENSAR EN EL SIGLO XXI, NO ACEPTAR LA HERENCIA DEL XVIII
Tenemos que pensar la democracia del siglo XXI, no vivir en la del
siglo XVIII. Necesitamos una “metanoia nacional”, esto es, un “cambio radical
de conciencia” nacional. Aceptar que tenemos unos
gobiernos que nos están llevando directamente a la pendiente y que pueden
hacerlo gracias a que una constitución avala sus exacciones.
Este país ha sido históricamente sorprendente: cuanto más
hundido a estado con más rabia ha ejercido una especie de “efecto rebote”.
Quizás lo que falta en la hora actual es “rabia”. Y seguramente el “cirujano de
hierro” aparecerá suscitando rabia, revuelta y, por qué no emplear la palabra,
revolución. Porque de eso se trata: de una verdadera revolución.
