viernes, 23 de mayo de 2025

España ¿tiene todavía remedio? (II) La constitución no es la solución = es el problema

El valor de las constituciones no se mide por el entusiasmo que generan en el momento de su aprobación, sino por su resultado efectivo que da a medio y largo plazo. Y si este es el patrón de medida, habrá que deshacerse de todos los perjuicios y reconocer que la constitución española, aprobada en 1978, es una verdadera chapuza. Durante la transición existió el consenso -especialmente entre grupos económicos, cadenas de comunicación y fuerzas internacionales- de que había que “democratizar” el país. Así que lo primero fue legalizar los partidos políticos y dejarles que fueran ellos los que redactaran la constitución. Pero los partidos, como su nombre indica, piensan como “partes” de un todo, y no piensan ni actúan en beneficio del todo, sino exclusivamente de su “parte”. Y la totalidad de partidos están de acuerdo en controlarlo todo y en que nada escape, primero a su rapacidad y luego se les garantice la impunidad. Porque si en España, las leyes son “garantistas”, no es para proteger los derechos de los robagallinas o de las personas acusadas de un delito, sino para evitar que la clase política (de derecha y de izquierda) entre en prisión.

La derecha en 1978, solamente pensó en cómo salvar la cara y conseguir que el “franquismo sociológico” siguiera apoyándola. Y el discurso de la derecha fue: “Lo veis, no se ha producido una ruptura con el franquismo, solo una continuidad. La prueba es que el Rey que puso Franco, sigue y seguirá siendo el Rey”. Y el franquismo sociológico tragó con aquella mentirijilla, a pesar de que, en realidad, el entonces “Príncipe de España”, lo que había jurado en 1967 eran los “Principios Fundamentales del Movimiento”, esto es, la constitución franquista y el Estado Orgánico. Claro está que el monarca, para salvar el trono, no tuvo inconveniente en jurar la constitución que era, justo lo contrario, de lo que había jurado una década antes. Pero no hubo problema: habemus rey.

UN POCO DE MEMORIA HISTÓRICA MEDIATA

Para la izquierda, la situación presentó algún problema. Ningún partido, ni siquiera la extrema-izquierda, se habia mostrado tan antimonárquica durante los últimos años del franquismo, que el PSOE. De hecho, El Socialista, más parecía un boletín ultraizquierdista que un órgano socialdemócrata. Pero, en el fondo, el PSOE en aquella época no era nada más que un pequeño grupo andaluz, otro aún más pequeño madrileño, el grupo vasco minúsculo y el grupo catalán casi inexistente. El “PSOE” en aquel momento no era nada más que unos pocos nombres unidos al dinero de la socialdemocracia alemana, a la que hay que agradecer que reinventara el socialismo español con sus marcos y su promoción a través de la Internacional Socialista. En cuanto a Santiago Carrillo y al PCE, eran la única fuerza coherente, disciplinada y de masas con la que contaba la oposición democrática. Sabía que la izquierda carecía de “fuerza social” suficiente para impulsar la “ruptura democrática” y debió conformarse con pactar la transición. Las elecciones de 1977 supusieron un revés para el PCE: el partido que más había trabajado en la oposición se vio situado muy por detrás del PSOE y sus “cuarenta años de vacaciones”.

Acto seguido se empezó a trabajar por la nueva constitución. Se hizo rápidamente, todo se consensuó y todo se ató con alfileres. Quedaron huecos, ambigüedades, indeterminaciones… Aquellas aguas han traído estos lodos: gracias a la constitución tenemos un “Estado de las Autonomías”, parcelado en 17 taifas que, para mantenerlo, ha habido que ir aumentando la presión fiscal año tras año. En lugar de división de poderes, desde el principio tenemos una versión disminuida: el fiscal general lo nombra, desde el principio, el gobierno y las distintas instancias judiciales no tienen claro cuál es su techo ni su jurisdicción (como ha demostrado el que el Tribunal Constitucional ha decidido sobre la amnistía a los indepes.cat… a pesar de que este caso no tenía absolutamente nada que ver con el orden constitucional, sino sólo con el orden público). Se ha ido convirtiendo en una tradición el nombrar funcionarios a dedo, asesores a porrillo y, para colmo, nombrar para organismos especializados, incluidos ministerios, a personas que no tienen ni experiencia en gestión, ni siquiera experiencia en nada que tenga que ver con el cargo que van a ocupar. Sí: aquellas aguas, trajeron estos lodos y ahora el país yace envuelto corruptelas impunes y generalizadas en todos los niveles de la administración, ineficiencia de ministros, jefes de gabinete, asesores, asesores de asesores y toda esa caterva de barrigas, agradecidas hoy e indultadas mañana, que nuestra democracia supura desde sus comienzos. Porque el problema no es de hoy, sino que viene arrastrándose ya demasiado tiempo.

ESA DERECHA QUE SALE EN DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN

El drama de la derecha española es que solamente es capaz de reaccionar con el consabido “que se cumpla la constitución”. Incluso en Vox, no está todavía muy claro si hay que salir en defensa cerrada de la constitución o de su reforma. Porque el problema es que la constitución es demasiado imperfecta, salvo en un punto: la ponencia constitucional hizo prácticamente imposible su reforma. Y ahí, sí que fue clara y brillante: para reformar la Constitución Española, en efecto, se necesita la aprobación de una mayoría de tres quintos de cada una de las Cámaras (Congreso y Senado). Esto significa que, en el Congreso, se necesitan al menos 210 votos a favor. En el Senado, se requiere la mayoría absoluta, que actualmente son 140 votos

Así que no nos engañemos, ni engañemos a nadie: ni la derecha ni la izquierda estarán nunca a favor de una profunda reforma constitucional. Y decimos “profunda” para evitar aludir a “nueva constitución”, o al menos, a una “constitución digna de tal nombre”, porque lo que tenemos y de lo que hemos vivido en las últimas décadas es de una constitución hecha a prisa y corriendo, bajo presión del momento (la situación en España entre 1977 y 1980 se volvió caótica y no hay nada más que mirar las tasas de inflación de la época: en 1977 fue del 26,39%, el año anterior había sido del 19,8%, en el 78, fue del 16,54% y en los dos años siguientes del 15,68% y del 15,58%: es decir, en 5 años, el coste de la vida se duplicó como por arte  de magia).

LA CONSTITUCIÓN DE 1978 COMO PROBLEMA

La derecha se enfrenta hoy a un problema y Vox haría bien en situarlo en primer plano: la constitución ya no funciona. De hecho, nunca ha funcionado a pedir de boca. Lo que ha ocurrido es que, este país ha tenido en estos años, momentos en los que la euforia (los años del aznarismo, por ejemplo, en los que la llegada masiva de fondos estructurales de la UE, reactivó la economía) ha hecho que olvidáramos los problemas de fondo. Luego, en 2011, el país estuvo al borde de la quiebra durante la última etapa del zapaterismo. Los fondos estructurales ya se habían agotado y quedaba solo contener el gasto público. Se hizo durante el período Rajoy. Pero, finalmente, la alianza entre los independentistas y la izquierda abrió la situación actual en la que parecen haberse liberado todos los espectros ocultados desde 1978.

No podemos seguir diciendo que la constitución ha garantizado cuarenta años de paz, porque estos 40 años han sido de corruptelas, sobresaltos continuos, impunidades y, finalmente, pérdida de identidad. Y todos los responsables de estas lacras se han amparado siempre en la constitución para justificar sus desmanes.

Por eso decimos: la constitución del 78 no es la solución, es el problema.

Y si no lo creéis mirad el número de altos cargos aforados, el número de casos de corrupción comparado con el de políticos encarcelados, medid los gastos de la administración del Estado, de la administración autonómica (en Cataluña, además, los gastos de los “Consells Comarcals”), los gastos de las diputaciones provinciales, las aportaciones a la UE y entenderéis por qué cada año Hacienda de os queda más y más dinero de vuestro trabajo. No es por casualidad que ya nada funciones en España: es por la constitución del 78.