El valor de las constituciones no se mide por el entusiasmo que
generan en el momento de su aprobación, sino por su resultado efectivo que da a
medio y largo plazo. Y si este es el patrón de
medida, habrá que deshacerse de todos los perjuicios y reconocer que la constitución
española, aprobada en 1978, es una verdadera chapuza. Durante la transición
existió el consenso -especialmente entre grupos económicos, cadenas de
comunicación y fuerzas internacionales- de que había que “democratizar” el
país. Así que lo primero fue legalizar los partidos políticos y dejarles que
fueran ellos los que redactaran la constitución. Pero los partidos, como su
nombre indica, piensan como “partes” de un todo, y no piensan ni actúan en
beneficio del todo, sino exclusivamente de su “parte”. Y la totalidad de
partidos están de acuerdo en controlarlo todo y en que nada escape, primero a
su rapacidad y luego se les garantice la impunidad. Porque si en España, las
leyes son “garantistas”, no es para proteger los derechos de los robagallinas o
de las personas acusadas de un delito, sino para evitar que la clase política
(de derecha y de izquierda) entre en prisión.
La derecha en 1978, solamente pensó en cómo salvar la cara y
conseguir que el “franquismo sociológico” siguiera apoyándola. Y el discurso de
la derecha fue: “Lo veis, no se ha producido una ruptura con el franquismo,
solo una continuidad. La prueba es que el Rey que puso Franco, sigue y seguirá
siendo el Rey”. Y el franquismo sociológico tragó con aquella mentirijilla, a
pesar de que, en realidad, el entonces “Príncipe de España”, lo que había
jurado en 1967 eran los “Principios Fundamentales del Movimiento”, esto es, la
constitución franquista y el Estado Orgánico. Claro está que el monarca, para
salvar el trono, no tuvo inconveniente en jurar la constitución que era, justo
lo contrario, de lo que había jurado una década antes. Pero no hubo problema:
habemus rey.
UN POCO DE MEMORIA HISTÓRICA MEDIATA
Para la izquierda, la situación presentó algún problema. Ningún
partido, ni siquiera la extrema-izquierda, se habia mostrado tan antimonárquica
durante los últimos años del franquismo, que el PSOE. De hecho, El
Socialista, más parecía un boletín ultraizquierdista que un órgano
socialdemócrata. Pero, en el fondo, el PSOE en aquella época no era nada más
que un pequeño grupo andaluz, otro aún más pequeño madrileño, el grupo vasco
minúsculo y el grupo catalán casi inexistente. El “PSOE” en aquel momento no
era nada más que unos pocos nombres unidos al dinero de la socialdemocracia
alemana, a la que hay que agradecer que reinventara el socialismo español con
sus marcos y su promoción a través de la Internacional Socialista. En
cuanto a Santiago Carrillo y al PCE, eran la única fuerza coherente,
disciplinada y de masas con la que contaba la oposición democrática. Sabía que
la izquierda carecía de “fuerza social” suficiente para impulsar la “ruptura
democrática” y debió conformarse con pactar la transición. Las elecciones de
1977 supusieron un revés para el PCE: el partido que más había trabajado en la
oposición se vio situado muy por detrás del PSOE y sus “cuarenta años de
vacaciones”.
Acto seguido se empezó a trabajar por la nueva constitución. Se
hizo rápidamente, todo se consensuó y todo se ató con alfileres. Quedaron huecos,
ambigüedades, indeterminaciones… Aquellas aguas han traído estos lodos: gracias a la constitución tenemos un “Estado de las Autonomías”,
parcelado en 17 taifas que, para mantenerlo, ha habido que ir aumentando la
presión fiscal año tras año. En lugar de división de poderes, desde el
principio tenemos una versión disminuida: el fiscal general lo nombra, desde el
principio, el gobierno y las distintas instancias judiciales no tienen claro
cuál es su techo ni su jurisdicción (como ha demostrado el que el Tribunal
Constitucional ha decidido sobre la amnistía a los indepes.cat… a pesar de que
este caso no tenía absolutamente nada que ver con el orden constitucional, sino
sólo con el orden público). Se ha ido convirtiendo en una tradición el nombrar
funcionarios a dedo, asesores a porrillo y, para colmo, nombrar para organismos
especializados, incluidos ministerios, a personas que no tienen ni experiencia
en gestión, ni siquiera experiencia en nada que tenga que ver con el cargo que
van a ocupar. Sí: aquellas aguas, trajeron estos lodos y ahora el país yace
envuelto corruptelas impunes y generalizadas en todos los niveles de la
administración, ineficiencia de ministros, jefes de gabinete, asesores,
asesores de asesores y toda esa caterva de barrigas, agradecidas hoy e
indultadas mañana, que nuestra democracia supura desde sus comienzos. Porque el
problema no es de hoy, sino que viene arrastrándose ya demasiado tiempo.
ESA DERECHA QUE SALE EN DEFENSA DE LA CONSTITUCIÓN
El drama de la derecha española es que solamente es capaz de
reaccionar con el consabido “que se cumpla la constitución”. Incluso en Vox, no está todavía muy claro si hay que salir en
defensa cerrada de la constitución o de su reforma. Porque el problema es que la
constitución es demasiado imperfecta, salvo en un punto: la ponencia
constitucional hizo prácticamente imposible su reforma. Y ahí, sí que fue
clara y brillante: para reformar la Constitución Española, en efecto, se
necesita la aprobación de una mayoría de tres quintos de cada una de las
Cámaras (Congreso y Senado). Esto significa que, en el Congreso, se
necesitan al menos 210 votos a favor. En el Senado, se requiere la mayoría
absoluta, que actualmente son 140 votos…
Así que no nos engañemos, ni engañemos a nadie: ni la derecha
ni la izquierda estarán nunca a favor de una profunda reforma constitucional. Y
decimos “profunda” para evitar aludir a “nueva constitución”, o al menos, a una
“constitución digna de tal nombre”, porque lo que tenemos y de lo que hemos
vivido en las últimas décadas es de una constitución hecha a prisa y corriendo,
bajo presión del momento (la situación en España entre 1977 y 1980 se
volvió caótica y no hay nada más que mirar las tasas de inflación de la época:
en 1977 fue del 26,39%, el año anterior había sido del 19,8%, en el 78, fue
del 16,54% y en los dos años siguientes del 15,68% y del 15,58%: es decir,
en 5 años, el coste de la vida se duplicó como por arte de magia).
LA CONSTITUCIÓN DE 1978 COMO PROBLEMA
La derecha se enfrenta hoy a un problema y Vox haría bien en
situarlo en primer plano: la constitución ya no funciona. De hecho, nunca ha
funcionado a pedir de boca. Lo que ha ocurrido es
que, este país ha tenido en estos años, momentos en los que la euforia (los
años del aznarismo, por ejemplo, en los que la llegada masiva de fondos
estructurales de la UE, reactivó la economía) ha hecho que olvidáramos los
problemas de fondo. Luego, en 2011, el país estuvo al borde de la quiebra
durante la última etapa del zapaterismo. Los fondos estructurales ya se habían
agotado y quedaba solo contener el gasto público. Se hizo durante el período
Rajoy. Pero, finalmente, la alianza entre los independentistas y la
izquierda abrió la situación actual en la que parecen haberse liberado todos
los espectros ocultados desde 1978.
No podemos seguir diciendo que la constitución ha garantizado
cuarenta años de paz, porque estos 40 años han sido de corruptelas, sobresaltos
continuos, impunidades y, finalmente, pérdida de identidad. Y todos los responsables de estas lacras se han amparado
siempre en la constitución para justificar sus desmanes.
Por eso decimos: la constitución del 78 no es la solución, es el
problema.
Y si no lo creéis mirad el número de altos cargos aforados, el
número de casos de corrupción comparado con el de políticos encarcelados, medid
los gastos de la administración del Estado, de la administración autonómica (en
Cataluña, además, los gastos de los “Consells Comarcals”), los gastos de las
diputaciones provinciales, las aportaciones a la UE y entenderéis por qué cada
año Hacienda de os queda más y más dinero de vuestro trabajo. No es por
casualidad que ya nada funciones en España: es por la constitución del 78.
