jueves, 17 de octubre de 2019

Crónicas desde mi retrete (31) 10 PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE LA CRISIS DE NUESTRO TIEMPO


En 2014, durante un período de estancia en Malta, pergeñamos la “teoría del mundo cúbico”. Empezamos a trabajar en este tema a la vista de la dificultad de integrar aspectos muy distintos presentes en la modernidad y aparente difíciles de interpretar conjuntamente, a pesar de coincidir en el mismo momento histórico. Cinco años después, aquellos apuntes que dieron lugar a un libro (Teoría del Mundo Cúbico – Riesgos y destino de la globalización) son de nuevo objeto de meditación. En primer lugar, porque parece como si cuatro descerebrados con un cóctel molotov pudieran generar inquietud y miedo. Hoy, el miedo es el rasgo distintivo de nuestra sociedad. De hecho, el miedo es un reflejo condicionado de la naturaleza que tiende y refuerza el instinto de conservación (se huye de algo para sobrevivir). Ahora bien, el problema consiste en distinguir aquello que vale la pena temer y aquello otro que no deja de ser espectáculo destinado a generar algún tipo de resultado inmediato (cócteles molotov para obligar a la otra parte a negociar). La ocasión de haber reimpreso esta obra nos da la ocasión para recordar su contenido en forma de preguntas y respuestas que, a fin de cuentas, suponen un viaje al final de la noche del momento histórico que nos ha tocado vivir

1. ¿Cuál es el gran problema de nuestro tiempo?
Es la sinergia entre globalización económica, mundialismo cultural y cambio tecnológico acelerado. Cualquier otro problema es mucho menor (independentismo catalán, traslado de los restos de Franco) o forma parte de alguno de estos (inmigración masiva, crisis económica, ideologías de género) o son consecuencia de las interacciones entre estos tres elementos críticos (inseguridad generalidad, precarización, problemas psicológicos de la población, degradación del medio biológico, del cultural).
2. ¿Globalización, mundialismo y cambio tecnológico, están unidos o son independientes unos de otros?
Globalismo y mundialismo son la cara y la cruz del mismo fenómeno, mientras que el desarrollo tecnológico es relativamente independiente de estos fenómenos. Han aparecido en distintos momentos de la historia. El mundialismo aparece en la segunda mitad del XIX y se confirma en 1945. La globalización económica se intuye desde los años 30 del siglo XX, pero se impone entre 1978-80 (irrupción de la Tatcher y Reagan) y 1989 (caída del Muro de Berlín). En cuanto al cambio tecnológico es algo impuesto por la misma evolución del capitalismo y por la acumulación de los avances científicos previos. La globalización, un fenómeno esencialmente económico, precisa de un marco cultural apropiado para ser aceptada por las poblaciones. Este marco lo aporta el mundialismo. Y, en cuanto a la innovación tecnológica, está a punto de dar el salto de la tercera a la cuarta revolución industrial.
3. ¿Puede decirse que estos tres fenómenos sean derivaciones de la evolución del capitalismo?
Lo son porque se producen en un mundo en el que el capitalismo es hegemónico, pero lo que nos afecta directamente es que la sociedad pintada por las novelas cyberpunk de los años 80 y 90 (máxima tecnología, mínima capacidad adquisitiva para la mayoría) está en puertas de hacerse realidad… De todas formas, nos equivocaríamos si viéramos en el capitalismo a un fenómeno único y monolítico que muestra las mismas características a lo largo de toda su historia. Y el capitalismo nacido en la Edad Media es muy diferente del capitalismo financiero actual. El capitalismo va cambiando a medida que se va generando más progreso tecnológico: no es que se adapte a él, es que lo incorpora siempre y cuando pueda ofrecer mejores beneficios a los propietarios del capital.
Conviene, por tanto, hablar de “revoluciones industriales”, mucho más que de “fases del capitalismo”. Las primeras preceden a las segundas: la primera fue la del motor de vapor, la segunda revolución industrial la del motor de explosión y la electricidad, la tercera la del microchip y la que tenemos ante las puertas, la de la inteligencia artificial, la biomecánica, la genética, la robótica y la criogenia. Mientras que las fases del capitalismo (artesanal, industrial, multinacional y financiero) no coinciden exactamente con las anteriores. Ahora bien, lo que cuenta es que en el momento actual estamos en la fase de colusión entre neocapitalismo globalizado e inicio de la cuarta revolución industrial. Tormenta perfecta porque lo que hasta ahora estaba al alcance de todos (la sanidad, por ejemplo), a partir de ahora estará solamente al alcance de quien pueda pagarla (al menos en sus resultados más novedosos) y porque muchos sectores que hasta ahora vivían del trabajo, a partir de ahora, se encontrarán con que un robot lo realiza.
4. ¿Cuál es el resultado del proceso?
El que ningún valor, ninguna experiencia histórica, ninguna estructura social o política que hayamos conocido se mantendrá en esta nueva época a cuyo nacimiento estamos asistiendo. Nada de lo que hayamos conocido o nos hayan enseñado en la escuela, servirá. La “cuarta revolución industrial” que tiende hacia la “singularidad” (la toma de conciencia de la máquina y el que ella misma genere “pensamiento”) se concretará entre el 2030 y el 2050, es decir, está a la vuelta de la esquina. Si ahora nos quejamos de “pérdida de identidad”, dentro de unos años nos quejamos de que incluso lo humano ha perdido identidad tal como proponen las ideologías transhumanistas. No olvidemos que los valores y las pautas por las que se mueve nuestra sociedad datan de un período situado entre el humanismo renacentista y la “revolución romántica” del XIX. A nadie se le escapa lo inviable de intentar regir el siglo XXI y su “cuarta revolución industrial” con los esquemas nacidos en el XVIII. A pesar de que dé la sensación de que este proceso es extremadamente fluido y movedizo, en realidad puede ser considerado como la “solidificación del mundo”.
5. ¿Qué significa “proceso de solidificación del mundo”?
Es el tránsito de la “esfera”, la figura más móvil y ágil de la geometría espacial, al “cubo”, la figura más estable e inmóvil. Lo que antes era fluido, ahora se convierte en estático e inamovible. Antes, en un mundo “esférico” era posible crear, rectificar y enderezar el mundo con esfuerzos a medida de lo humano. Ahora, sin embargo, en un mundo “cúbico” todo resulta inamovible y fiera del alcance de lo humano. En conclusión: el proceso de solidificación del mundo supone la exclusión del factor humano en el proceso de construcción y marcha hacia el futuro. En lugar de ser dueño de nuestro destino, globalización y mundialismo, se han apropiado del mismo de manera absoluta e inapelable.

6. ¿Qué intenta explicar la teoría del mundo cúbico?
Si aceptamos que el cubo es la figura que corresponde a nuestro momento histórico, se trata de situar en cada una de las caras del cubo aquellos elementos políticos, sociales, económicos, científicos y culturales que correspondan:
- La cara superior será la de los beneficiarios de la globalización.
- La cara inferior, su opuesta, corresponderá a los damnificados por la globalización.
- En uno de los lados figurarán, los actores geopolíticos tradicionales.
- En el opuesto, los actores geopolíticos emergentes.
- En la otra cara lateral tendremos los recursos energéticos y el progreso científico y
- En la opuesto, lo que hemos calificado como “neodelincuencia”.
Al analizar someramente cada una se estas caras se percibe que no tienen una densidad y un impacto homogéneo ni siquiera en cada una de sus superficies. Al igual que en la figura del cubo, existen “zonas sensibles”, las doce aristas que es donde se producen los “contactos” más directos y, por tanto, más explosivos entre estas seos caras. Se identifican perfectamente porque, en cada una de estas aristas podemos situar todos los fenómenos que ocupan la actualidad cotidiana. Pensemos, por ejemplo, en la deslocalización industrial: el tránsito de las industrias del primer mundo genera “damnificados por la globalización” y beneficia a los “actores geopolíticos emergentes”, pero, a su vez, también genera desequilibrios interiores en estos dado que la industria llega por lo precario de los salarios, de tal manera que en esos países nunca se formará una clase media como la que generó Europa en el siglo XIX y XX. Este análisis se repite en cada una de las aristas y permite un análisis muy completo de la situación.
7. ¿Cuál es la conclusión de esa perspectiva?
La teoría del mundo cúbico no es solamente un método de análisis o una regla mnemotécnica para analizar la actualidad, sino, sobre todo y por encima de todo, un instrumento para prever la evolución futura e identificar los puntos de ruptura. Como se sabe, cuanto más duro es un mineral, más fácil es hacerlo estallar en mil pedazos: todo consiste en encontrar su “punto de ruptura”. Por tanto, a la vista de la realidad que muestran las seis caras del cubo, las doce aristas en las que se generan fricciones, hay que concluir que el “mundo solidificado” está sometido a tensiones extremas en sus ocho “vértices” y que, por tanto, aunque pudiera actuarse sobre alguno de ellos, no podría evitarse que el potencial explosivo acumulado en los otros, tienda a disgregar el conjunto.
En el libro se analiza cada uno de estos vértices sistemáticamente y se analiza si los vectores que se generan producen contradicciones, sinergias o repulsiones. Si el resultado de este análisis indicase que en los vértices se generan sinergias, la conclusión sería que las tendencias son “centrípetas”, que mantendrían la unidad del conjunto; pero el resultado es justamente el opuesto: vencen las tendencias “centrífugas” que garantizan en un plazo no excesivamente largo, crisis generalizada, inestabilidad y estallido. El diagnóstico final es que, siendo el cubo la figura más estable de la geometría espacial, en este caso, su potencial explosivo interior, no solamente neutraliza esta estabilidad, sino que asegura su ruptura. De hecho, la cristalización en cubos, en gemología, garantiza que una estructura grande puede ser partida en cubos menores y luego nuevamente fragmentada en la misma forma, hasta convertirse en polvo, con más facilidad que cualquier otra estructura mineral.
8. ¿Quién dirige el sistema?
Nadie. Existen, claro está, individuos y grupos de presión con más o menos poder, pero incluso ellos no tienen capacidad de decisión y previsión, sino que, a su vez, son dirigidos mecánicamente por 10 principios que les obligan a actuar de manera dogmática. Estos diez principios constituyen el credo de su “religión”: el neocapitalismo mundialista y globalizador. Son fácilmente identificables y constituyen la cúspide de la pirámide y el “ojo que todo lo ve” escrutador. Les hemos dedicado el capítulo final de nuestra Teoría del mundo cúbico, los hemos enumerado y descrito con precisión. Si según René Guènon, los principios que han regido el ciclo histórico que ahora termina, fueron enunciados como metafísica hacia el siglo VII a. JC, ahora nos encontramos con otros principios, radicalmente opuestos que podrían ser calificados como una “metafísica invertida”: no un ir más allá de la física, sino más bien un intento de dominar el terreno de la “phisis”. El “sistema” ya no lo dirigen personas físicas, lo dirigen dogmas económicos asumidos por un reducido núcleo duro de “señores del dinero”.  
9. ¿Cómo encuadrar este esquema e la crisis española?
Nuestro país llegó tarde al nacimiento del capitalismo por factores históricos muy concretos. El siglo XIX lo desgarró profundamente y terminamos de quedar descolgados del pelotón de cabeza envueltos en guerra civiles sin fin. La estabilidad franquista sirvió para acortar esta distancia, concentrar poder para poder ganar terreno perdido especialmente entre 1959 y 1973. Pero, a partir de ese momento, iniciada la transición y tras 40 años de democracia, se une en el país, los errores cometidos durante la transición, se han ido acumulando los problemas, agravados todavía más por la ruina del sistema educativo incapaz de formar espíritus críticos. La crisis española es idéntica a la que se da en otros países de Europa Occidental, agravada por la debilidad cada vez mayor de nuestra clase media y sin salida dentro de las pautas tradicionales por el hecho de que el “patriotismo español” se basa históricamente en dos principios: religión y monarquía, y ambos están en profunda e irrecuperable crisis.
10. ¿Qué puede hacerse o rectificarse y sobre qué principios podría basarse una contraofensiva contra la decadencia?
Personalmente, creo que poco. De todas formas, vale la pena distinguir entre la esfera personal y de proximidad y la esfera político-social. En esta última creo que todo esta perdido y que, como máximo, puede ralentizarse algún proceso de decadencia. Hoy el sistema nos sitúa ante una enormidad: la inmensidad de la tarea que supone rectificar la marcha errónea de tres siglos de civilización y lo ridículo que pone a nuestro alcance: el voto cada cuatro años. Evidentemente, para contener alguna amenaza hace falta terreno sólido en el que apoyarse. Pues bien, en la actualidad -a diferencia de en la primera parte del siglo XX- ya no existen ni fuerzas sociales, ni valores culturales tradicionales, ni estructuras que puedan ser consideradas como terreno sobre el que asentarse sólidamente, no ya para lanzar contraofensivas, sino para mantener posiciones.
Ahora bien, donde sí puede influirse es en el terreno personal, en la propia interioridad, y en los círculos familiares o sociales en los que nos movemos y sobre los que tenemos influencia. De todos los planteamientos enunciados hasta ahora en el siglo XXI, el más acertado me parece el “arqueofuturista” (aceptar y asumir, incorporar y ser maestros en las nuevas tecnologías y en los avances científico-tecnológicos, manteniendo, rescatando, viviendo y difundiendo los valores originarios que han dado lugar a los mejores momentos de la civilización. Esto implica realizar una síntesis entre una Tradición (valores que reencontrar y vivir) y una Revolución (que hoy es tecnológica, pero que luego deberá trasladarse al plano político). No es fácil. No solamente hay que partir del cero absoluto, sino también superar confusiones e ideas erróneas, incluso entre los que comparten el terreno de la disidencia. Y, claro está, en estos casos, siempre vale la pena recordar la frase de Hoffmanstal, esperar hasta el momento en que “los que han permanecido en vela en la noche oscura, den la mano a los que han nacido en el nuevo amanecer”.