Los promotores del “procés”, entre otras cosas, no han
advertido que generan desde hace una década una sensación de aburrimiento cotidiano
y narcosis del que solamente se libran aquellos que se interesan de manera freaky
por la independencia de Cataluña. Tras la semana de los incendios llega la
semana del aburrimiento que se inicia con una serie de noticias de “realismo
fantástico”, absurdas, tontorronas
Nos noticias dominan la actualidad catalana de hoy. Y las
dos son de dolor. La primera: que Artur Mas ha sondeado a Pep Guardiola para
presidir la candidatura del PDCat en las próximas elecciones generales. La
segunda, que la Audiencia Nacional ha registrado el domicilio de Gonzalo Boye
para desmontar la red de blanqueo de capitales diririgida por Sito Miñanco,
siempre al servicio del narcotráfico. ¿Qué tiene que ver esto con Cataluña? Muy
sencillo: Boye es el abogado de Carles Puigdemont. Dos guindas más en la
endiablada situación que el nacionalismo indepe ha colocado a Cataluña. Podría
añadirse una tercera noticia: Kim-Il-Torra ha reiterado su disposición a la
negociación así que ha enviado un fax al presidente de gobierno para que vaya
ahora mismo a Barcelona a hablar con él Gran Mandarín...
Mientras el resto de España sigue asustada por las escenas
de violencia de la semana pasada, Torra ni siquiera se ha tomado la molestia de
condenarlas, ni de visitar en los hospitales a los Mossos d’Esquadra heridos
por los manifestantes. Porque hoy lunes, Sánchez viaja a Barcelona, para
visitar a los agentes heridos y Torre le sugiere que aproveche para negociar
para “evitar la discordia civil”... esa que él mismo ha atizado con ganas. En
fin, la noticia no merece comentarios porque indica el nivel de desenfoque extraterrestre
que está sentado en la presidencia de la gencat.
Más interés -e incluso más comicidad aún- cabe al
interpretar la noticia de que Artur Mas -cadáver político inhabilitado para
ejercer cargos públicos por sentencia- ha sondeado a Pep Guariola para presidir
la candidatura del PDCat en las elecciones autonómicas que se vienen encima. Recordemos
quién es Guardiola: un tipo sin la más mínima preparación política que se ha
limitado a poner rostro y voz al “tsunami democràtic”.
¿Qué pinta Guardiola en todo esto? En realidad, no pinta
nada. De hecho, nunca ha pintado nada más allá de entrenar a once tipos con
pantaloncito corto que corren detrás de un balón. Pero esto es Cataluña y, ya
se sabe, aquí el “Barça es algo más que un club”. De hecho, es una
de las instituciones del entramado de la burguesía catalana, como el Palau de la
Música y como media docena de asociaciones, dirigidas por los hijos, nietos y
bisnietos de las 200 familias que han gobernado la región en los últimos 200
años y que no están dispuestas a ceder su poder económico-social, hoy en buena
medida simbólico.
Y esto es lo que tiene más gracia: que con un “nacionalismo
moderado” en fase de implosión, el Barça es lo único que queda de él es ese “entramado
civil” formado en torno a la burguesía catalana desde principios del siglo XX.
Parece evidente que el Palau de la Música ya no va a pintar nada y que el
escándalo de corrupción monumental protagonizado por su titular, ha arrastrado
a la institución por el fango más pringoso y repugnante. Pero siempre
quedará el Barça que, desde el principio de su historia ha sido refugio
sentimental de la Cataluña regionalista primero, nacionalista después y de esa
Cataluña sin “procés” y sin nadie en el timón de hoy. El Barça es la única institución
“respetable” que le queda al nacionalismo moderado. Artur Mas quiere enmascarar
la quiebra del nacionalismo moderado proponiendo que el Barça, de ser más que
un club dirija simbólicamente a Cataluña por medio del entrenador Guardiola.
Lo de Puigdemont es mala suerte. Obviamente nadie cree que
el chalado de Waterloo tenga nada que ver con las actividades de su abogado al
servicio del narcotráfico. Pero, claro, el problema es de imagen: después de
ser visitado por etarras, por exterroristas fracasados de Terra Lliure, lo
único que le faltaba eran las fotos y las instancias a su nombre firmadas por
un sospechoso de narcotráfico y blanqueo de capitales. ¿Para cuándo una cena
con alguna red de pedófilos? Hay que recordar, además, que el abogado Boye
ya fue condenado a 14 años de cárcel por colaborar con ETA en el secuestro de
Emilio Revilla y que empezó a moverse en la Audiencia Nacional como “defensor
de víctimas de los atentados del 11-M” (los atentados más sospechosos que han
ocurrido en España). También ha sido el defensor de Valtonyc, aquel rapero
tontorrón que desafina coplas mal hilvanadas y peor rimadas desde Bélgica. Una
joya de abogado que, defiende al narco Miñanco de la ofensiva de la Audiencia
Nacional contra su “trama financiera”. En este país garantista cuando se
registra el domicilio particular de un abogado defensor es que las pruebas
contra él son contundentes y el fulano, chileno por lo demás, una joyita.
Todo esto es demasiado intrascendente como para que merezca
más que el titular de un día sin muchas noticias. Y esto es lo peor: que nuestro
país está viviendo momentos absoluta incertidumbre y los medios dedicados a
difundir noticias frívolas. No sabemos lo que ocurrirá el año que viene, a
nadie (salvo a los candidatos de los partidos, esto es, a casi nadie) le
interesan las elecciones que van a tener lugar dentro de veinte días, nadie
dice nada de la incertidumbre económica, nadie en Europa reacciona ante la
guerra comercial internacional, nadie se atreve a hablar de los problemas acumulados
en nuestra área geográfica ni de las mutaciones que van a tener lugar en los
próximos años generadas por las nuevas tecnologías combinadas de la robótica y
la inteligencia artificial, nadie del chorro de inmigración inútil y verdadero
peso muerto que está llegando de nuevo a Europa, ni de las amenazas de Erdogan
de abrir otra vez la espita y permitir el paso de 6.000.000 de “refugiados”.
Aquí en España, lo que ocupa hoy la actualidad es un
entrenador políticamente indocumentado al que el capitán araña de turno quiere
embarcar, un independentismo perdido que se niega a reconocer la imposibilidad
de su proyecto y pierde el tiempo contando asistentes a sus movilizaciones, y Puigdemont
“Pies Veloces” que se equivoca en cada movimiento, incluso en algo tan simple
como elegir abogado.
A veces creo que la sociedad catalana no es que esconda la
cabeza como el avestruz ante el peligro, es que está lobotomizada y ya ni
siquiera es capaz de distinguir entre las realidades y los proyectos fantasiosos,
entre lo que va a tener importancia en los próximos años y aquello de lo que
nadie se acordará en el futuro más que como anécdota.