Todavía no repuestos del incendio de Notre Dame, recuperamos
este artículo que escribimos hace 25 años este artículo, y que, por lo que
creemos, fue el primero que se publicó en España dedicado al fenómeno francés
del "compagnonage" (el
movimiento de las hermandades artesanales). Se trataba de un artículo muy
generalista que, posteriormente ampliamos en uno dedicado al Tour de France
realizado por los jóvenes artesanos franceses que habían superado el grado de
Aprendiz. El artículo fue publicado en la revista Saber MAS (suplemento de El Mundo de Catalunya), de la que fui
redactor-jefe. Hoy volvemos a recuperarlo convencidos de que las obras de
reconstrucción de Notre Dame serán realizadas por estos gremios artesanales que
todavía hoy siguen practicando las mismas técnicas que en la Edad Media, cuando
se construyeron las catedrales.
* *
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En la pequeña ciudad francesa de Figeac existe una
encomienda templaria restaurada con todo rigor en los últimos tres años. Las
tareas han corrido a cargo de las distintas corporaciones de artesanos: los
"compañeros", en francés "compagnons". Gracias a ellos ha
sido posible restaurar este edificio y otros muchos más de resonancias
medievales. Pero también gracias a ellos, Francia ha alzado monumentos como la
Torre Eiffel y restaurado todo el gótico francés maltrecho tras la revolución
de 1789.
¿QUE ES EL
"COMPAÑERISMO"?
Existieron hermandades obreras, o, al menos, se las supone, en el Egipto faraónico y a ellas se atribuye
la construcción de las pirámides. En la historia de Roma se menciona a uno de
sus primeros reyes míticos, Numa, como fundador de las corporaciones
artesanales. Dice la leyenda que si hay que buscar en Roma el antecedente
directo de las gremios, sus ritos proceden de Egipto.
La Biblia otorga
al trabajo el valor de un castigo. Los que practican un trabajo, “les
compagnons”, están afiliados a un gremio y, por tanto, ejercen el “compagnonnage”,
términos que en castellano pueden traducirse como “compañeros” y “compañerismo”,
si bien, con un significado completamente diferente. El “compañerismo” enseña
la forma de convertir tal castigo en vehículo de salvación. Luc Benoist,
conservador de los museos de Francia, define el fin del
"compañerismo" como el "logro
del perfeccionamiento profesional, moral y espiritual de sus integrantes";
esto en lo que se refiere a la vida personal, interior y social, del
"compañero".
Pero este movimiento tiene también una dimensión colectiva
al asumir: la defensa corporativa de sus miembros, la solidaridad entre ellos y
la ayuda mutua, eran sus objetivos. Todo de lo que hoy "venden" los
sindicatos modernos nos lo ofreció ya el “compañerismo". Pero, a
diferencia del sindicalismo, el "compañerismo" consideraba esta
defensa corporativa como accesoria. Le importaba mucho más el artesano como ser
en sí y la formación de su carácter tanto como la preparación técnica y
profesional. No es raro que le impusiera una disciplina extrema a sus miembros y
les exigieran unos sacrificios que hoy pueden parecer incluso crueles: los
"compañeros" aceptaran todo esto como etapas de su aprendizaje,
asumiéndolo de buen grado. Todos los datos que han llegado hasta nosotros y la
misma práctica del “compagnonnage”, que sigue vivo y activo en nuestros días,
indica la gran alegría y hermandad que presidía las reuniones, el trabajo y la
vida cotidiana de sus miembros.
DÓNDE ENCUADRAR EL
COMPAÑERISMO
A pesar de los intentos (realizados con cierto éxito) para
adaptarse al mundo moderno, el "compañerismo" pertenece a otra época:
está presente en el siglo XX, pero no es del siglo XX, ni siquiera tiene mucho
que ver con la sociedad nacida de las convulsiones sucesivas que han supuesto
para Europa la Revolución Francesa de 1789.
Hay que encuadrar el movimiento de los
"compañeros" dentro de las "sociedades tradicionales".
Estos gremios, considerados como “órdenes corporativas”, solamente tienen lugar
en la estructura trifuncional de las sociedades indo-europeas. Estas sociedades
se dividían en “estamentos” que agrupaban cada uno de ellos a la función
guerrera, función sacerdotal y función artesanal, partiendo de la base de que
existen tres tipos de caracteres: uno con tendencia a la acción, otro en el que
prevale la meditación y un tercero que prefiere operar sobre la materia.
La función guerrera estaba protagonizada por la nobleza en
armas, una nobleza sedentaria o "andante", pero siempre dividida
interiormente en tres grados de aprendizaje, con siete años cada uno: paje,
escudero y caballero. Dio vida a las “órdenes militares” medievales. La función
sacerdotal, por su parte, estuvo encomendada a los hijos de la Iglesia,
encuadrados en las distintas “órdenes religiosas”. Finalmente la función
artesanal, la producción de bienes de uso, quedaba encomendada a la tercera
casta, la cual instituyó las "corporaciones" u “ordenes gremiales”,
correspondientes a cada oficio. Estas últimas eran, ante todo, organismos de
enseñanza profesional, autodefensa y ayuda mutua. Interiormente estaban
organizados en tres grados, “aprendices”, “compañeros” y “maestros”
LA LEYENDA DE LOS
ORIGENES
Varias son las leyendas sobre el origen de las corporaciones.
En realidad, todas ellas son reflejo del mismo mito fundador introduciendo
ciertas variaciones. Todas hacen referencia a Salomón. Salomón quiso cumplir la
promesa que su padre, el Rey David, realizó a Yavhé: la construcción de un
templo.
Al no existir constructores de pericia en Israel, Salomón
debió recurrir al rey de Tiro quien le envió a su maestro de obras favorito,
Hiran o Adonhiram. Hiran formó a los carpinteros, canteros y demás profesiones
que, en siete años, alzaron el primer templo de Jerusalén. Hasta aquí el relato
bíblico.
A partir de ahora es la leyenda de los
"compañeros" la que habla: Hirán otorgó a cada especialidad artesanal
una “palabra de paso” (consigna) que descubriera el rango y la especialidad de
cada uno. Tres compañeros que al juicio de Hirán no habían alcanzado la
perfección en el dominio de su oficio, no pudieron alcanzar el grado de
maestros y, furiosos, decidieron arrancar por la fuerza a Hirán la “palabra de
paso”: uno de ellos, Holem, se situó en la puerta sur del Templo y golpeó a
Hirán con un mazo; otro, Streckin, lo golpeó con una regla en el pórtico de
occidente. Finalmente, el tercero, Hoterfut, oculto en la puerta de oriente, le
golpeó con el nivel.
Los despojos de Hirán fueron enterrados por separado: por
una parte, su cuerpo, en otra sus hábitos y más lejos la vara, emblema de su
mando. Una rama de acacia nació de cada fosa y permitió recuperar el cadáver y los
símbolos de oficio.
La leyenda fue luego recuperada por la masonería moderna con
ligeros cambios en los nombres de sus protagonistas. Al mismo tiempo, otra
leyenda medieval, la de los tres hijos
de Aymon, muestra una versión de
contenidos simbólicos similares. Un cantar del siglo XIII nos dice que un noble
caballero, el más joven de los hijos de Aymon, al regresar de las cruzadas
vistió el hábito de pelegrino; se enroló como cantero y participa en la
construcción de la catedral de Colonia. No quería dinero por su trabajo y
algunos de sus compañeros, celosos de su entrega a la profesión, lo asesinaron...
Algunos esoteristas quieren ver en el nombre de Aymon una reminiscencia de
Amon, el dios egipcio.
¿QUE SON LOS "DEBERES"?
A partir del "mito fundador" casi todo diverge. En
un período histórico indeterminado, quizás hacia mediados del siglo XIII, se
producen fracturas dentro del movimiento corporativo. Por razones quizás
puramente contingentes, los distintos gremios entran en conflicto entre sí y se
producen desgarrones en su interior. Estas escisiones tienen como consecuencia
la aparición de ritos y asociaciones diferentes que se agrupan bajo el nombre
de "Deberes" (Devoirs, en
francés). Luc Benoist define un “Deber” como el conjunto de reglas que rigen
cada rito, la historia legendaria de su fundador, la secuencia de los símbolos
que constituyeron la iniciación y las costumbres de cada uno. El Deber es a la
vez una historia, un ritual y una regla de acción.
Tres son los "deberes" tradicionales: los Hijos del Padre Soubise, los Hijos del Maestre Jacques y los Hijos de Salomón, que dieron lugar a
tres asociaciones distintas. Posteriormente, escisiones de estas y
refundaciones de las mismas, han dado lugar a las actuales Unión de los Compañeros, la Federación
de Compañeros de los Oficios de la Construcción y la Asociación Obrera de los Compañeros del Deber.
Los Hijos del Padre
Soubise parece que estuvieron en su origen bajo la protección de los
benedictinos y con ellos construyeron los mejores monumentos románicos de la
cristiandad. En cuanto a los Hijos del
Maestre Jacques es la rama dotada de un mayor acompañamiento de leyendas.
Su fundador es el "maestre Jacques" que habría construido una de las
dos columnas del Templo de Salomón, aquella que se llamó Jakin (y que hoy está todavía presente con este nombre en cada una
de las logias masónicas). Louis Charpentier opina que esta hermandad la jalonó
con sus construcciones el camino de Santiago (=Jacques) y construyó las
catedrales de Chartres, Reims y Amiens. Finalmente los Hijos de Salomón, sería la Hermandad próxima a los caballeros
templarios y a la orden cisterciense; en otras palabras, la creadora del estilo
gótico.
Si bien en Francia los "deberes" arraigaron con
más fuerza y sobrevivieron a las convulsiones históricas de los siglos, también
en Alemania, Inglaterra y España estuvieron presentes. En el área anglosajona
se tienen trazas de los "stonemasons"
y ciertas leyendas germánicas hablan de Arminius, vencedor de los romanos en la
batalla del Bosque de Teotoburgo, como institutor de las logias artesanales en
Alemania. En cuanto a España los datos históricos son fragmentarios y
escasamente representativos, pero existen signos de las hermandades en muchas
construcciones del camino de Santiago; tal es la prueba más palpable de la
presencia de los "compañeros" en nuestro país. Por lo demás no es
extraño que existan pocos datos históricos sobre los "compañeros".
Los archivos de sus logias
"cayenas" se queman al
final de cada año...
EL PRIMER "TOUR DE FRANCE"
Quizás una de las instituciones más sorprendentes del "compagnonage"
fue el "tour de France" que consistía en un recorrido a
través de las principales ciudades de Francia con una duración de entre dos y
cinco años. Era emprendido por los jóvenes que alcanzaban el grado de
"compañeros" y tenían cierto dominio sobre su oficio. Se trataba de una
peregrinación en el curso de la cual el "compañero" era contratado durante
cierto tiempo por algún "maestro" de la ciudad que visitaba, hasta
pasar a la siguiente en un recorrido ritual perfectamente fijado. Este sistema
tenía mucho de pedagógico: de un lado, el "compañero" aprendía los
distintos trucos del oficio propios de cada región, pero además, "conocía
mundo" en una época en la que se viajaba poco.
La ruta que la hermandad les trazaba estaba jalonada por
enclaves de la asociación que les recibían, alojaban, cubrían sus primeras
necesidades y, eran quienes les buscaban trabajo en el taller de algún
"maestro" de la hermandad. El cuidado de los recién llegados corría a
cargo de una figura muy popular entre los "compañeros": "La
Madre". Debía tratarse de una mujer casada, de buenas costumbres,
cuya familia perteneciera desde generaciones a la hermandad; conocedora de los
ritos de la asociación, ostentaba en la muñeca izquierda un brazalete
distintivo de su rango y función. Aun hoy esta tradición no se ha perdido y el
brazalete, hecho de hierro forjado y del que cuelgan doce medallas de oro con
los emblemas de los doce oficios, se transmite de "Madre" a
"Madre". Estas "Madres" tratan a los "compañeros"
como a sus propios hijos, les enseñan educación y buenas costumbres. Si, al
partir, dejaban alguna deuda, procuran pagarla, si tenían alguna necesidad trataban
de cubrirla. La "Madre" es, sin duda, la institución más querida
entre los "compañeros".
Con la garantía de encontrar una "Madre" en cada etapa
del "Tour" y ,con la seguridad de unos primeros pasos bien aprendidos
en su oficio, el "compañero" partía de Lyon, capital de las hermandades
gremiales, para recorrer cinco paradas
obligatorias: Lyon, Marsella, Burdeos,
Nantes y Orleans , visitando sucesivamente Nimes, Marsella, Toulouse, Agen,
Burdeos, Rochefort, Nantes, Angers, Tours, Orleans, Paris, Auxerre y Dijon. No
es extraño que, a lo largo de este recorrido, se encuentren hoy algunas de las
más famosas catedrales románicas y góticas: desde la iglesia de los Jacobinos
de Toulouse, hasta Notre Dame de París.
Si en los polvorientos caminos de Francia se encontraban dos
"compañeros" iniciaban un diálogo ritual en el que el nombre propio
contaba poco; primero se identificaban como "compañeros", luego
establecían cuál era su "Deber" y finalmente compartían el
"pan": no en vano "compañeros" son “aquellos que comen
juntos el mismo pan”.
DE LAS HERMANDADES
OPERATIVAS A LA MASONERÍA ESPECULATIVA
Algunas hermandades empezaron hacia el siglo XIV a admitir
en sus filas a gentes que no practicaban el oficio. Se trataba de nobles o
burgueses de reconocido prestigio que eran invitados a ingresar en la hermandad
a modo de "comité de patronato". En ocasiones, donaban ciertas
cantidades de dinero y participaban en las deliberaciones y en los ágapes.
Poco a poco, el número de gentes que no practicaban el
oficio fue creciendo en el interior de las logias gremiales. Esto sucedió justo
cuando las hermandades empezaron a entrar en crisis a causa de los cambios
económicos y sociales del siglo XVII y XVIII. Poco a poco, especialmente en las
islas británicas, fueran perdiendo su carácter "operativo" (es decir, de práctica de un trabajo manual) e incluso que se extinguieran como tales,
pero subsistieron los "secretos de oficio", el "lenguaje de la
profesión" y los ritos de iniciación.
Aun cuando la franc masonería sostiene que su antigüedad se
remonta a un período muy anterior, en realidad, deriva de las corporaciones artesanales
que van entrando en crisis y de las que se terminarán desgajando en el siglo
XVIII. La propia masonería reconoce un “período de transición” entre la etapa
anterior, la Edad Media, que con la construcción de las grandes catedrales sería el "período operativo" y el
posterior a partir de 1717 que sería el "especulativo" (donde
se hablaría de filosofía y problemas sociales, pero no se ejercitaría ningún
oficio).
EL "COMPAÑERISMO
HOY"
La historia de las hermandades de "compañeros" ha
sido siempre azarosa: sabedor de sus vinculaciones con la orden de los
templarios y ansioso de recortar los fueros que le impedían ser monarca
absoluto, Felipe el Hermoso, rey de Francia, prohibió las asociaciones de
"compañeros". Los “compañeros” protestaron contra la decisión dejando
durante siglos, inacabados los campanarios de las catedrales góticas que
estaban en curso de construcción: así puede verse hoy todavía como las torres
de Notre Dame de París están no están rematadas por las puntiagudas agujas
góticas presentes en otras ciudades.
Más tarde la revolución francesa prohibió los gremios.
Rehabilitados luego, sufrieron la crisis de la primera revolución industrial en
el siglo pasado. ¿Qué papel podía tener el "compañerismo" en una
producción dominada por las cadenas de montaje y el taylorismo? De una parte,
gracias al "compañerismo" (a sus secretos de oficio, a su combinación
del trabajo manual con la meditación, a la necesidad de una autodisciplina) un
obrero manual puede superar psicológicamente la dicotomía denunciada por Marx
entre "trabajo manual y trabajo intelectual". El
"compañerismo" evita los riesgos de la especialización, haciendo de
cada uno de sus hombres un "especialista", o si se prefiere, un
obrero de alta cualificación.
Emmanuel Viollet le Duc, comisionado para restaurar los
edificios del gótico francés destruidos por el tiempo y por la barbarie
revolucionaria de 1789, tuvo que recurrir a las diferentes hermandades de compañeros
para que le ayudaran en su tarea: la ciudadela fortificada de Carcasona, y el
aspecto actual de Notre Dame de París y de Chartres, por citar tres ejemplos
entre cientos, son obra del “compagnonnage”. Eiffel tuvo que
recurrir a la pericia de los "compañeros" para una obra tan audaz
como su torre de hierro que corona París.
Estas hermandades gremiales, a pesar de conservar su
espíritu tradicional, han incorporado a su instrucción nuevas tecnologías y apoyados
por los instrumentales más modernos prosiguen la formación de nuevas
promociones de artesanos. En realidad, lo que están haciendo es algo
inigualable: recuperar un estilo de trabajo y un modelo humano tradicional,
para una época determinada como la nuestra.
Honor, pues a los "compañeros" que han sabido
transmitir sus tradiciones de una a otra generación. Honor a estos hombres que
saben encontrar una vía para la realización del ser por medio de su trabajo y
que cantan con orgullo su condición con esta vieja tonada:
"Viva los compañeros
que hacen el Tour de France
pues si el rey supiera
la vida que llevamos
abandonaría su palacio
y se haría compañero.
[RECUADRO FUERA DE
TEXTO]
EL LENGUAJE DEL
BASTON
Para un compañero llevar el bastón del peregrino durante su
vuelta a Francia era un arte. Existían 16 maneras diferentes de empuñar el bastón
y cada una de ellas con un significado preciso. Se trataba del "lenguaje
de los gestos" que ha estado vigente hasta hace muy poco (recuérdese que
todavía a principios de siglo existían para las mujeres distintas formas de
manejar el abanico y cada una entrañaba un mensaje concreto).
Arrastrar el bastón tras de sí significaba, por ejemplo,
desprecio hacia la persona que se cruzaba con el "compañero".
Por el contrario, empuñar el bastón y alzarlo hasta la
altura de la frente, era signo de amistad y de entrega.
Si al hablar el compañero mantenía el bastón tras de sí ello
significaba confianza con su interlocutor.
Mostrarle la empuñadura era símbolo de paz.
Si deseaba provocar a alguien durante el día sólo tenía que
adelantar exageradamente el bastón, casi como si fuera un arma presta a ser
empuñada (de hecho así era).
Esta misma actitud, durante la noche, era signo de prudencia
y tenía como objeto intimidar al presunto agresor.
Se sabe que los "compañeros" eran diestros en el
manejo de las armas. De hecho, las milicias gremiales tuvieron mucha
importancia en la Europa medieval. Son célebres las disputas entre las
distintas asociaciones gremiales pertenecientes a "Deberes"
diferentes por la disputa de una ciudad. En estos casos la cuestión se dirimía
mediante la elección de campeones cada uno de los cuales debía realizar una
"obra maestra" de su especialidad. Aquel que vencía daba a su
hermandad el "control" de la ciudad en litigio. Pero muy
frecuentemente estas competiciones se convertían en peleas a garrotazos. En
ellas era fundamental saber manejar el bastón del peregrino e incluso las
alpargatas se solían utilizar, cogidas por sus cuerdas, a modo de boleadoras o
"nunchakus".
Todo esto pertenece también a la realidad de las
hermandades, tanto como la increíble perfección de una catedral.
Bibliografía:
"Le Compagnonnage et les metiers", Luc Benoist,
Que sais je?, P.U.F., París 1977.
"El enigma de la catedral de Chartres", Louis
Charpentier, Plaza&Janes, Barcelona 1976.
"El mensaje de los constructores de Catedrales",
Christian Jacq y Francis Brunier, Plaza&Janes, Barcelona 1981.
"El secreto masónico", Robert Ambelain, Martínez
Roca, Barcelona 1989.
(c) Ernesto Milà - infokrisis -
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