lunes, 18 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (293) –6.000.000 PARA COMPONER UNA HISTORIA FREAKY DE CATALUÑA


Hasta ahora tenía al Institut de Nova Història de Catalunya como un reducto del más acrisolado freakysmo independentista. En todas las regiones con acumulación de paletos hay instituciones parecidas, en todos los casinos de pueblo, siempre hay algún enterado que hace de su villorrio el centro del universo. Hará medio siglo conocí a uno de Badalona que interpretada cualquier acontecimiento político internacional afirmando, con una seriedad pasmosa, que antes, en su pueblo ya se había producido algo que anunciaba la convulsión internacional. Ahora, por cierto, va de independentista. En cada país hay una cuota de paletos y eso resulta normal e, incluso, divertido. Todos los pueblos han tenido al cura, al boticario, al picoleto, el tonto del pueblo, al cacique. Ahora, el freaky es un personaje casi obligado. El problema es cuando los freakys están subvencionadas por una institución pública, con dinero de todos y que, para colmo, se identifica con sus “estudios históricos”.

El Institut de Nova Història de Catalunya, compuesta por un centenar de sesudos amantes de la historia regional. Sostiene peregrinas tesis sobre la catalanidad de los más diversos personajes históricos. Esta institución, por ejemplo, sostiene que La Gioconda, sería Isabel de Aragón y Monserrat el paisaje que muestra Leonardo como fondo del cuadro. El Lazarillo del Tormes se escribió -¿no se habían enterado?- en catalán, lengua que, faltaría más, era más antigua que el latín (lo sabía hasta el Conde de Güell que así lo proclamó en la apertura de los Juegos Florales de 1902 que, por cierto, pagaba: y todos los intelectuales catalanes de la época le aplaudieron a rabiar). La bandera de los EEUU estaría inspirada en la senyera catalana y bastante tiene Trump en no pagar royalties.

La cultura española no existe. Todo lo que merece ser llamado cultureta ha nacido en Cataluña. Sin ir más lejos, ustedes se acordarán de aquel soldado valeroso que combatió en el esquife de una galera en Lepanto; aquel chico joven que quedó mal-trecho de una mano, Cervantes… bueno, pues, en realidad se llamaba Servent y era -¿cómo pueden dudarlo?- catalán nacido en Xixona. Y en cuanto a su Quijote, por si alguien fuera tan insensato que lo dudase, se trataría de un catalán de soca i arrels, Quixot. Su autor, habría sido perseguido en España y, miren por dónde, cuando se estableció en el Reino Unido, firmó sus escritos como “William Shakespeare”. No busquen a un Shakespeare oriundo de Stanford upon Avon, ni lo confundan jamás con Christopher Marlowe: él era Servent, y venía de la tierra del turrón.

Las enormidades sostenidas por el Institut de Nova Historia (y que pueden disfru-tarse en su web abierta para todos los públicos) no se detenían aquí: Garcilaso de la Vega sería, en realidad, “Galcerán de Cardona” y las obras de Quevedo, simples pla-gios de los escritos del rector de Vallfogona. Sobre Santa Teresa de Ávila, los hombres del INH sostenían, sin el más mínimo pudor, que se trata de la abadesa de Pedralbes. Hernán Cortés, en realidad, sería “Ferrán Cortés”, noble catalán. Más retorcida era la interpretación sobre el origen de Francisco Pizarro, cuyo apellido, al decir de estos iluminados, sería “Pinós De So i Carros”. Por no hablar de Américo Vespuccio que, a despecho de sus indubitables raíces italianas, sería “Aymeric Despuig”, íntimo colaborador de su paisano Joan Colom i Bertran, ese que ustedes tienen, en su ignorancia, una irreprimible tendencia a conocer con el alias de “Cristóbal Colón”…

Todo nacionalismo se sostiene sobre bases históricas subjetivas siempre tuneadas. Lo que ocurre es que, en el caso del nacionalismo catalán, se alcanzan proporciones difícilmente igualables... y subvencionadas. Entre decir que Santa Teresa de Ávila era catalana y de las pirámides fueron construidas por extraterrestres no hay tanta distancia, salvo por el hecho de que los iluminados que ven arquitectos llegados de otras galaxias, lo hacen por su cuenta y riesgo y en el caso del INH, es una de las patas del sainete independentista, no por ser la más freaky, está menos subvencionada.

Seamos claros: ni dentro ni fuera de Cataluña, no hay ni un solo historiador, con un mínimo de prestigio en la profesión (y en Cataluña hay verdaderos eruditos en la historia jubilados o en activo), que se tome en serio NI UNA de las peregrinas tesis de este grupo de paletos de casino de pueblo. Pero la gencat juzga que son lo suficientemente “serios” para acceder a generosos subvenciones. Sus miembros suelen ser, al mismo tiempo, dirigentes de otras organizaciones independentistas: desde la CUP hasta la ANC.

El presidente y la persona de contacto del INH es un tal Alberto Codinas Poch. Hace falta tener rostro para ser la cara visible de una organización con tal perfil freaky. En un país normal, alguien que sostuviera tesis como las del INH, no pasaría de ser una curiosidad local, pero en esta Cataluña enferma de independentismo y fuera de la realidad, Codinas Poch es un tipo que merece todos los parabienes de una institución cada vez más excéntrica -la gencat- pero que administra el dinero procedente de nuestros impuestos. Este individuo está al frente de varias fundaciones (Tas-ca, Jan BCS, la Fundación Catalunya Estat, Via Fora!, la Plataforma Sobinaria i Justicia) que, en su conjunto, en los dos últimos años han recibido 6 millones de euros de la gencat en los dos últimos años…

El Confidencial de hoy cita unos párrafos “supremacistas” del tal Codina Poch. Destilan ignorancia, por una parte y odio por otra. No es nada nuevo; el nacionalismo catalán (se llame independentismo, o se llame nacionalismo moderado) siempre ha sido así. Pero si estos payasos de la historia son algo, vale la pena que se recuerde, urbi et orbe, que es gracias a los dineros de la gencat. Sin esos dineros, no pasarían de ser tristes “enteraos” de casinos de pueblo.