Hará unos años, redacté unos cuantos puntos que explicaban
por qué me siento un contra-volucionario en la mejor tradición europea. Asumo
sin complejos, el calificativo de reaccionario, en tanto que reacciono ante lo
que se avecina y ante las implicaciones del “pensamiento débil”. Todo esto está
en la presentación del blog Info-Krisis que cumplirá este año 16 años:
- APOLÍTICO (pero no indiferente, sino distanciado),
- ANARCA (al margen del pensamiento masificado),
- CONSERVADOR (consciente de que ya no hay casi nada que merezca del conservado) y
- REVOLUCIONARIO (por la revolución del Orden).
Pero en esa autodefinición figura también la palabra “revolucionario”.
Lejos de ser una contradicción, ambos conceptos “revolución” y “contra-revolución”
no están en contradicción. Ésta aparece solamente cuando, por un efecto de
perversión del lenguaje, se atribuye a la palabra “revolución”, un carácter “progresista”,
mientras que la “contra-revolución viene a ser la quintaesencia del
conservadurismo. Pero si observa la etimología de la palabra “revolución” (de
“revolveré” = volver otra vez) como “retorno a los orígenes”, puede concluirse que
el revolucionario auténtico no es el progresista que pretende una continua fuga
lineal hacia adelante, sino el que se adhiere, se identifica y promueve los
principios de la contra-revolución, es decir, que llama a reaccionar contra el
progresismo. Porque si hay un enemigo, ese es el progresismo.
En estos 10 puntos baso mi “credo” contra-revolucionario:
Soy y me declaro
contrarrevolucionario
- Creo que quien detente la autoridad, el escalón máximo de la pirámide jerárquica, no debe ser como yo, sino superior a mí y a todos y esta superioridad se debe medir en términos de espiritualidad y legitimidad. Si hubiera nacido hace 250 años hubiera creído en la causa del Rey. Si hubiera nacido hace 80 años, hubiera seguido a los “héroes contrarrevolucionarios”. Mañana no sé qué forma adoptará un “Gobierno justo”, pero sé los valores de los que estará informado y sé que los reconoceré.
- Creo que la Revolución Francesa fue un período de terror que subvirtió cualquier forma de Orden y se inspiró en mitos ingenuos y falaces, así como en ideas retorcidas que solamente pudieron penetrar en un edificio previamente carcomido.
- Creo que el lema “libertad, igualdad, fraternidad” es engañoso y apto solamente como mito que sigue inspirando la modernidad. Este lema nos ha conducido directamente al pensamiento único, a lo políticamente correcto y al nuevo orden mundial.
- Creo que cualquier forma de poder, hoy, en cualquier lugar del mundo, deriva de este lema de la misma forma que la revolución rusa de 1917 lo recuperó y que la revolución de mayo de 1968 lo hizo suyo. Por lo demás está incorporado a los valores “mundialistas” incrustados en Naciones Uni-das y en la UNESCO, el principal laboratorio ideológico del Nuevo Orden Mundial.
- Creo que frente al lema “libertad, igualdad, fraternidad” es preciso alzar el lema de la Tradición: Autoridad – Orden – Jerarquía.
- Creo que, frente a la aspiración y la proclamación de derechos y más derechos, es bueno plantearse de una vez por todas, nuestros deberes y obligaciones. Creo que el cumplimiento de un deber es más digno que el disfrute de un derecho, teórico pero no real, uniforme y homogeneizado.
- Creo que el gran drama del conservadurismo de nuestro tiempo es que ha llegado el tiempo en el que no hay nada que merezca ni sea digno de ser conservado.
- Creo que las dos principales estructuras que mantenían la sociedad tradicional y conservadora, en Europa, la Iglesia y la Monarquía, están irremisiblemente destruidas.
- Creo que el “progresismo” en todas sus formas es un conjunto de doctrinas perversas y nefastas que implican siempre un mayor o menor grado de error.
- Creo que el contrarrevolucionario solamente vencerá a condición de anclarse en sus principios básicos e irrenunciables y organizarse en torno a una élite intelectual.
“Cuando el orden ya no está en el orden, está en la revolución. Por eso, nosotros lo que perseguimos es la revolución del orden”.