jueves, 7 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (287) – LAS ELECCIONES MÁS IMPORTANTES Y LOS TERTULIANOS PREOCUPADOS POR LA “HUELGA” DEL 8-M


Este país no es consciente de lo que se juega en las próximas elecciones. Se diría que, a día de hoy, las convocatorias electorales que van a decidir el futuro de nuestro país, solamente interesan a los políticos, a efectos de situarse en las listas electorales que, sobre todo, decidirán su futuro. Ni siquiera se registra una subida de tensión entre los tertulianos de las distintas cadenas, ni mucho menos asistimos a una profundización del debate político. Todos los “comunicadores” siguen preocupados y comentando la “huelga feminista del 8 de marzo” que parece haberse institucionalizado como si fuera una “fiesta de guardar”. La irrelevancia de lo que se dirime este día satisface solamente a los “colectivos GLTB”, es decir, a los que viven de subvenciones (que hoy cuantifica Libertad Digital en 150 millones de euros a través de 16.000 subvenciones públicas) y a las víctimas de la LOGSE que se creen todo eso de las “ideologías de género”, realmente ideologías para los que no pueden tener doctrina.

El segundo punto de interés que se lleva todos los comentarios es el “proceso al procés”, por mucho que todos sepamos cómo va a acabar: penas moderadas que Instituciones Penitenciarias de la Generalitat se encargará de acortar al máximo, pero que dolerá a los acusados por las inhabilitaciones para ejercer cargos públicos y las multas y costas que deberán afrontar y que pondrá en peligro todo su patrimonio personal y los sueldos que puedan cobrar más allá de los límites mínimos de subsistencia que reconoce la ley. ¿Les servirá de lección? ¿Se dan cuenta los procesados? ¿Entienden el mensaje los dirigentes independentistas que están fuera? Me temo que no, pero esta es otra historia.

El tercer tema que polariza tertulias televisionarias y radiofónicas es sobre la composición de las listas electorales. En el PSOE se está registrando una muy notable pelea entre el aparato central, lo único que controla el sanchismo y los barones regionales que no quieren intromisiones en sus territorios. Es el coste de la “estructura federal” de la que tanto se jactan los socialistas. En Unidos Podemos las cosas no van mucho mejor por dos factores: algunos de sus dirigentes o son diputados o su techo laboral no pasa de ser reponedores de super y, por otra parte, el previsible descalabro que acompañará a la “federación de federaciones y colectivos”, deja poco optimismo a sus miembros. En Ciudadanos se viven los primeros efectos larvados de la llegada de Manuel Valls: la masonería empieza a situarse dentro del partido y, si bien, todavía hoy, el PSOE sigue siendo la formación que agrupa a un mayor número de masones, Ciudadanos ha empezado a polarizar a los más oportunistas. ¿Y el PP? Para el partido de centro-derecha, estas elecciones serán, simplemente, la expiación a la pasividad de los “años de Rajoy”.

Como suele ocurrir en elecciones democráticas, los contenidos y los programas no interesan a nadie y nadie puede reprochárselo ni a los electores, ni a la clase política. Los primeros han sido decepcionados tantas veces que saben perfectamente que los programas importan poco o nada; y en cuento a los segundos, no hay nada más aburrido que un político explicando su programa cuando trasluce desinterés por él y por cumplirlo. Oír hablar a un político en cualquier medio de comunicación, induce a cambiar el canal o a modificar el dial.

En la comedia electoral de lo que se trata es de que los candidatos resulten fotogénicos, de golpear al adversario mediante fakes, maledicencias y rumores, de satisfacer a la parroquia aplicando “medidas sociales” que se han aparcado hasta última hora para implementarlas coincidiendo con los días previos al inicio de la campaña y, finalmente, desempolvar el arsenal de tópicos utilizados por cada parte: la izquierda el “progresismo”, el centro la “equidistancia” y la “moderación”, la derecha “los valores y el liberalismo económico”. Y luego, claro está, en última instancia, de lo que se trata es de que todos, absolutamente todos, satisfagan el ego del electorado, les recuerden que son “el pueblo soberano”, que “su voto es decisivo”, que “democracia es votar”… por mucho que la falta de capacidad crítica, el desinterés por la política, el bajísimo nivel de debate político y la abundancia de tópicos, hagan que del elector un personaje completamente desinformado y vulnerable a las sugestiones y que, tal como se ha demostrado reiteradamente, no sólo no conoce la naturaleza de los problemas que le afectan directamente, sino que le resulta imposible entender en un alto porcentaje las implicaciones de su voto.

Porque lo que está en juego en estas elecciones es:
  • España EN EL precipicio a paso acelerado, de salir mayoritaria una alianza entre izquierdistas e independentistas (improbable).
  • España HACIA el precipicio a paso de tortuga, si Ciudadanos sigue la deriva impuesta por Valls y se convierte en el aliado preferencial del PSOE (lo que es más que probable).
  • España ANTE EL precipicio en situación de firmes, si el PP logra forzar un gobierno de centro-derecha (poco probable).
  • España tratando de SALIR DEL precipicio, con la propuesta todavía inacaba de Vox.
Claro está que estas elecciones no serán las últimas. Habrá más y más que serán del mismo jaez, cambiarán los tertulianos y los cabezas de lista, pero todo lo demás seguirá igual. El único elemento nuevo que se derivará de las próximas elecciones, ya en la tercera década del milenio será la necesidad de formar coaliciones para poder gobernar, lo que redundará en las crisis intermitentes, elecciones anticipadas, cambios de chaqueta a rebufo de los sondeos de opinión, etc, etc.

¿Y después? Lo que nos aguarda es la “vía italiana”. En estas elecciones es muy posible que la derecha entienda que, a partir de ahora, si quiere ganar unas elecciones deberá recurrir, no solamente a coaliciones post-electorales, sino especialmente pre-electorales: lo que en Italia fue El polo de la libertad (1996-2001) berlusconiano, frente a la opción de El Olivo (1996-2007) primero y luego de La Unión (1996-2001), formadas en torno a Romano Prodi. Centro-derecha contra centro-izquierda. Todo sea para no desaprovechar ningún voto y optimizar la ley d’Hont que va a pesar como una losa especialmente en las candidaturas de la derecha en las próximas elecciones.

Está claro que coaliciones de este tipo no eran posible en 2019, especialmente en estas elecciones que, en la práctica, además van a ser una especie de “primarias de la derecha”: tanto PP como Vox quieren comprobar cuáles son sus fuerzas reales… y ese va a ser justamente el problema que van a tener en las pequeñas provincias con pocos escaños en juego y con una Ley d’Hont que cada vez, en esta etapa en la que el “bipartidismo imperfecto” ha quedado atrás, es más inadecuada para expresar la “voluntad nacional”. Precisamente por eso, la “italianización” de la política española se producirá de manera acelerada.

¿La gran paradoja? Qué siendo estas elecciones trascendentales para el futuro de España, su efecto será breve. Lo más probable es que, a la vista de las encuestas más serias en este momento, tengamos una coalición “a la andaluza versión 1.0”, es decir PSOE + Cs… ¿O por qué creéis que la masonería francesa ha enviado a Valls a España? Simplemente para allanar el terreno. En otras palabras, hacia el abismo, pero a paso moderado…