viernes, 22 de marzo de 2019

365 QUEJÍOS (295) SOBRE LACITOS Y PANCARTISMO EN PERÍODO ELECTORAL


¿Tienen los organismos públicos el derecho de convertirse en escaparates políticos de los que los gobiernan? No, por supuesto. Al menos en democracia. De ahí que no termine de entenderse cómo es posible que en la entrada de algunos pueblos figura la bandera de una opción política (la independentista) o que en los ayuntamientos aparezcan consignas políticas como si se tratara de sedes electorales de partidos. Esto indica que los organismos públicos, que deberían de gobernar para TODOS, han degenerado en organismo DE PARTES. Porque, pedir la “libertad de los presos políticos” o pedir “el derecho de autodeterminación” son actitudes POLÍTICAS defendidas por unas PARTES, en absoluto representan los anhelos e intereses de TODA la población. Discutir esto es discutir sobre si la tierra es redonda o si existe la gravedad.

Desde hace casi diez años, los edificios públicos en Cataluña se han convertido en expresiones de una parte de la opinión pública, a despecho de la opinión de las otras. Eso resulta inconcebible e inaceptable. Ahora bien, todavía más inaceptable es que el Estado solamente se preocupe del problema cuando se aproximan las elecciones, con el mensaje que implica: en esta democracia solamente interesan las elecciones porque en ellas se dirimen los repartos de poder y quién se quedará con qué organismos y manejará qué presupuestos. Es significativo que haya sido la Junta Electoral Central la que, en período electoral, haya ordenador a la gencat y a los Ayuntamientos, limpiar sus fachadas y quitar los lazos amarillos… ¿Y entre elección y elección? ¿tienen derecho a reponer esos lazos y esas pancartas con cargo a los presupuestos públicos y a convertir edificios administrativos en algo parecido a sedes de opciones políticas? ¿para qué sirve la legislación vigente? ¿para qué sirve el fiscal general del Estado? Es más, ¿para qué coño sirve el sentido común y la educación democrática?

No puede reprocharse a buena parte de los catalanes que consideren que la Generalitat no van con ellos. Y es la gencat solamente gobierna -ahí están sus edificios- para los catalanes independentistas, en absoluto para la TOTALIDAD. Nadie con dos dedos de frente podrá considerar, ni a Torra, ni a sus antecesores en el cargo como “representante de toda la sociedad catalana”. Otro tanto vale para los últimos presidentes del parlament de Cataluña (ya es significativo que ante el edificio y dándole la espalda se encuentre la estatua del Desconsol (Desconsuelo) de Josep Llimona. La presidencia de un organismo democrático que debería de moderar entre todas las tendencias, hace tiempo que es el aliado natural de una sola de ellas.

La Junta Electoral Central conoce muy poco la psicología del independentismo. Les ordenan quitar el lazo amarillo y… ponen el lazo blanco con ribete rojo. Son como niños, y el Estado no tiene el valor para transmitir a los organismos correspondientes que sus sedes no pueden tener colgadas ni pancartas de partido, ni consignas panfleteras de unos o de otros. Pero la gencat no puede comportarse como el niño travieso, a sabiendas de que al final, terminarán por estirarle de la oreja para que cumpla algo de sentido común. Pero, si a Torra no le queda la actitud del niño travieso ¿qué otra cosa le queda? Es como el ayuntamiento de Tarragona que pegó con cola al mástil la bandera española para evitar que ondeara: travesuras de chiquiliquatres.

El otro día, viendo una serie coreana, algunas de cuyas escenas están filmadas en Gerona, podían verse cientos de lazos amarillos ondeando por todas partes… Ver una verja o puentes con cientos de lazos que pronto se oscurecen, se cubren de polvo, se arrugan, se rompen, genera una extraordinaria sensación de fealdad que encubre otros datos mucho más auténticos: la diferente entre la inversión privada que se realiza en Madrid y la que se realiza en Barcelona, ha alcanzado la astronómica de casi un 25% en favor de la primera. En Madrid sube un 12,5% y en Barcelona sigue bajando, ahora un 11,7%. Esta es la realidad: al empobrecimiento estético de las condiciones de vida en Cataluña, afeada por lazos y más lazos, cruces en las playas, edificios públicos convertidos en escaparates panfletarios, se une el empobrecimiento económico que, en Cataluña tiene una triple vertiente: una economía cada vez más dependiente del turismo (que sigue descendiendo en la comunidad), errores económicos tanto de la gencat (que solamente piensa en la independencia y que hace un par de lustros que ha renunciado a gobernar en el día a día) como del ayuntamiento barcelonés, y, finalmente, una reducción de las inversiones privadas que ya no puede compensar la inversión pública (dilapidada por una institución más interesada en financiar el independentismo que en el bienestar de la sociedad).

¿Qué quedará de Cataluña después de que el “procés” se vea forzosamente obligado a reconocer que ha perdido la partida (y que nunca debió iniciarla)? Ese es el problema: que la búsqueda de mayoría social independentista mediante el viejo truco de importar inmigración africana, subvencionarla para convertirla en redil electoral, ha desfigurado a la sociedad catalana. Los “defensores de la identidad catalana”, simplemente, se han cargado esa misma identidad. Económicamente Cataluña saldrá destrozada: las empresas no volverán y no lo harán porque la “laboriosidad” catalana es un recuerdo del pasado. Hoy lo que existe es inmigración subvencionada, ni-nis y el territorio se ha convertido en un gigantesco fumadero de porros. La inestabilidad y los sobresaltos no benefician a la economía.

Y la institución llamada “Generalitat de Catalunya”, se equivoca si cree que saldrá indemne del trance. Hoy es cuestionable como todo lo que es “parte” y no “todo”. Mañana ¿qué justificará su existencia después de casi veinte años de promoción del independentismo? Porque, de ser una institución que nació con intención de que representara a todos, ha terminado siendo representante de unos y corre el riesgo en el futuro de nadie se sienta identificado con ella. En cuanto a restaurar la autoridad del Estado va a costar otro tanto y que nadie se haga muchas ilusiones al respecto…