miércoles, 5 de diciembre de 2018

365 QUEJÍOS (213) – TRANS-HUMANISMO Y POST-HUMANISMO (3)


¿Cuáles son las fuentes del trans-humanismo? Si tenemos en cuenta de que en la actualidad, el trans-humanismo se plantea desde distintos sectores, podemos hablar de una “corriente filosófica”, otra “corriente científica”, una “corriente mística” y, finalmente, una “corriente ecológica”. Cada una de estas corrientes tiene distintos orígenes y, a pesar de que se etiquete a todas ellas como “trans-humanismo” lo cierto es que se trata de corrientes muy diferentes, si bien, todas ellas parten de la posibilidad de superar a lo humano. Tras esta entrega nos quedarán otras dos: un juicio crítico sobre el trans-humanismo y definir el concepto de post-humanismo.

La corriente científica

Es, con mucho, la más interesante y, también la que tiene campos de estudio más diversos y prometedores. Todos ellos parten de la posibilidad de mejorar las condiciones de vida del ser humano mediante el método científico aplicado a sus distintos campos. Por una parte, incluye a tecnologías para evitar el envejecimiento, mantener la salud corporal mediante la aplicación de prótesis y organismo sustitutorios de otros dañados, aplicaciones de la ingeniería genética, de la nanotecnología, la robótica, perfeccionamiento de la realidad virtual, colonización espacial, etc. Esta corriente aspira, en buena medida, a reinterpretar las corrientes eugenésicas pero en clave técnica.

A pesar de basarse en el método científico y en la investigación tecnológica, algunos elementos de esta corriente pueden considerarse inspirados por las novelas de Aldous Huxley y de H.G. Wells. En la actualidad, los laboratorios de Silycon Valley, las aulas de Pincetown o los gabinetes en los que se investiga sobre “ciencias de vanguardia” es donde, en mayor o menor medida, aparecen ideas trans-humanistas (o interpretados en clave tran-humanista).

La corriente mística

Apareció vinculada a dos medios sin relación entre sí: por una parte, los grupos ocultistas herederos de la teosofía del siglo XIX basada en la creencia de que estamos atravesando un cambio de “era”, pasando de la Era de Piscis a la de Acuario, tránsito que entraña todo un cambio de valores y el hecho de que, a partir de ahora, la inmortalidad ya sea posible. La otra corriente deriva de la teología católica: parte de la base de que la humanidad sigue evolucionando hasta llegar al “Punto Omega” en el que alcanzará el estado del “Cristo Cósmico” su estado más alto de evolución con la identificación con la figura de Cristo.

Así pues, esta corriente deriva especialmente de la Blavatsky en su parte ocultista y del padre jesuita, teólogo y paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin que le dio un soporte presentable entre los católicos e intentó hacer digerible para ellos el evolucionismo darwiniano.

La corriente filosófica

Aparece a finales del siglo XIX cuando algunos filósofos, sin relaciones entre sí, empiezan a cuestionarse el concepto de lo humano (Nietzsche) o bien a plantear lo que supone la inmortalidad como “revolución” definitiva. Estos últimos sostienen que todo sufrimiento es involuntario y puede ser eliminado mediante la aplicación de una ética basada en la tecnología. Las cavilaciones de esta corriente giran en torno a lo que supone la inmortalidad.

Se afirma especialmente con Fiodorov y con los “cosmistas” rusos, verdadera secta que actuó en el interior del Partido Comunista de la URSS en los primeros años de la revolución. Algunos exponentes de esta corriente sostenían que el secreto de la inmortalidad está en la sangre y que las transfusiones continuadas de sangre entre todos los seres humanos lograría alcanzar la inmortalidad al sumar las posibilidades de vida de cada individuo.  

La corriente ecológica

Aparece a partir de los teóricos de “Gaia” que parte de la base de que la tierra es un ser vivo que cuando se ve agredido, se defiende y que tiende a desarrollar sobre todo tecnologías medioambientales. De la misma forma que la Tierra “agrede” a los que la erosionan, tendería a favorecer a una humanidad reconciliada con ella.

Todos los partidarios de la “hipótesis Gaia”, herederos de la obra de James Lovelock, pueden considerarse en mayor o menor medida como “trans-humanistas”.

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Sería un error pensar que cada una de estas corrientes es nítida y con los contornos bien definidos. En realidad, personajes como Teilhard de Chardin se sitúan a medio camino entre el universo “mágico” y el “científico”. Otros como Fiodorov y sus partidarios, parten de la filosofía para acabar en la “mística” y los hay que realizan un viaje en sentido opuesto: partiendo de posiciones ocultistas intentan reconstruir una ética filosófica adaptada a la “nueva era”. Los ecologistas aspiran a aplicar soluciones científicas para remediar el deterioro del medio ambiente, pero también tienden a desarrollar una “ética del medio ambiente”. Otros, partiendo de principios científicos darwinistas, combinándolos con doctrinas eugenésicas desviadas del tronco central, derivan hacia interpretaciones filosóficas…



Así pues, podemos definir el transhumanismo como un movimiento poliédrico, en absoluto unificado que tiende, desde distintos puntos de vista a pronosticar y preparar el advenimiento de un nuevo ciclo histórico caracterizado por la eliminación de las limitaciones que hasta ahora han sido propias de la naturaleza biológica del ser humano.

Ciertamente, no todos los científicos que en estos momentos están trabajando en los campos más prometedores e innovadores comparten estas posiciones: pero si que es cierto que los “gurús” de cada campo tienden a dar a las investigaciones en su terreno el rasgo de una verdadera revolución que determinará una mutación de la humanidad.

¿Hasta qué punto pueden ser tomadas en serio estas afirmaciones? ¿Qué implican en realidad? ¿Cómo puede juzgarse todo este movimiento? ¿Hasta qué punto puede ser tomado en serio o considerarse como un “signo de los tiempos”?