viernes, 28 de diciembre de 2018

365 QUEJÍOS (230) – PODEMOS+PSOE O LA IZQUIERDA SIN IDENTIDAD


En los años 80 la CNT se vació de obreros cuando la organización empezó a asumir los intereses y los postulados de los “grupos sociales”: feministas, okupas, gays, animalistas, ecologistas, etc… en lugar de seguir siendo la bandera de los derechos de los trabajadores. Por increíble que parezca, este error -que ha costado la desaparición de la CNT- se ha extendido a toda la izquierda que, ya no existe como tal sino como un amasijo de intereses sectoriales o de identidades parciales que, por lo demás, están en contradicción unos con otros: la defensa de los inmigrantes -especialmente el celo puesto por Podemos+PSOE en los islamistas- está en contradicción con el feminismo y con el animalismo, los intereses de la inmigración entran en conflicto abierto y directo con los intereses de los trabajadores españoles, los mismos que defienden el laicismo se pelean por fotografiarse de la mano de algún imán o proponiendo la enseñanza del islam en las escuelas; las mismas feministas que protestan contra la violencia contra la mujer, se niegan a reconocer que esa violencia procede de bolsas de inmigrantes procedentes del tercer mundo; querían “adecentar” las grandes ciudades pero las han entregado a manteros, especuladores y narcopisos, como si todo esto fuera compatible… Pero ya no hay marcha atrás: Izquierda Unida terminó siendo “izquierda hundida”, el binomio Podemos+PSOE anuncia en su pobreza temática a la “izquierda terminal”.

En las semanas que siguieron a su fundación, Podemos parecía la “gran esperanza” de la izquierda española. El movimiento de los “indignados” le otorgaba cierta frescura y novedad. Era una forma de romper con la vieja izquierda socialista y con los popes de Izquierda Unida. Pronto resultó evidente que el motor de Podemos estaba constituido por los segundas filas de Izquierda Unida que no se resignaban a seguir por más tiempo en el banquillo. En general, desde que se presentó a las primeras elecciones europeas de 2014, la “galaxia Podemos” ha obtenido entre el 12 y el 20% de los votos. Sin embargo, hoy Podemos y su asociados, han entrado en pérdida de votos, de la que les va a ser muy difícil recuperarse. Esta pérdida de intención de voto está motivada por tres factores:
  • 1) La mala calidad de la mayor parte de cuadros dirigentes del partido, mezcla de estupidez ignorante (Echenique), frivolidad intelectual (Monedero), superficialidad demagógica (Iglesias), amateurismo empanao (Kichi y Cía) y feminismo de todos los tonos y, en definitiva, en su conjunto, un oportunismo común en cualquier otro partido.
  • 2) Malos resultados en la gestión municipal, especialmente en las grandes ciudades, en los que las promesas iniciales (bajarse los sueldos, renunciar a coches oficiales, paralizar los desahucios, etc.) se han visto decepcionados y convertidos en políticas demagógicas y proteccionistas especialmente respecto a la inmigración masiva.
  • 3) El tiempo ha demostrado que ya no existe la izquierda “plural”, solamente formas de “progresismo” en distintos grados que ya no son identificables con ninguna sigla en concreto: en el discurso de PSOE y en el de Podemos encontramos el mismo pensamiento progresista sin apenas matices, defendido por siglas diferentes, unos con aspecto desastrado y de empanados y los otros atendiendo más al look del progre pequeño-burgués de diseño.
Los hay que suelen considerar a Podemos y al PSOE como “marxistas” o “comunistas”. Ni por asomo. Son “progres”, nada más: su “manifiesto” no es el redactado por Marx y Engels hace ciento setenta años, sino El Correo de la UNESCO, los papeles del Club de Roma y poco más. La mayoría de ellos, ni conocen el “manifiesto comunista”, ni se saben lo que fue el comunismo, ni siquiera serían capaces de leer las obras de Marx o de Lenin, ni mucho menos un libro sobre la historia de este movimiento político social. En su conjunto, son el resultado de la caída en picado del nivel cultural de las sociedades occidentales -y muy en particular, de la española- que ha afectado sobre todo a la izquierda. Ellos siguen -especialmente, los de más edad- considerándose “intelectuales”, pero sus palabras y sus análisis están próximos a la indigencia cultural, incluso las expresadas por sus popes (Iglesias “el comunicador”, Echenique “el indocumentado”, Monedero “la caricatura del intelectual guay”). Algunos tienen tendencia a pensar que sus declaraciones públicas no son más “profundas” para lograr ser entendidos por las clases desfavorecidas. En realidad, no son más profundas, porque tienen su pensamiento político cogido con alfileres, no dominan más que unos pocos conceptos básicos y el resto se mueven por tópicos (propios de la izquierda) e instintos (habituales entre los “progres”).

En toda Europa aparecieron movimientos similares como subproductos de una izquierda desorientada y terminal, pero solamente en España existe un contraste insalvable entre lo que aspiran a ser (una propuesta de izquierda alternativa) y lo que son en realidad (unas propuestas solo ligeramente más radicales que las del PSOE y presentadas con un look zarrapastroso).


El hecho es que la crisis iniciada en 2007 con el hundimiento de las “subprimes” en EEUU y el subsiguiente contagio europeo, generó un descrédito absoluto de la socialdemocracia que hoy ya se ha extinguido en media Europa o está completamente off-side. Era normal: desde el congreso de Bad Godesberg de la socialdemocracia alemana en 1959, lo que daba carta de naturaleza a esta opción política era la presunción de que podía mejorarse las condiciones de vida de las clases más modestas sin alterar la naturaleza capitalista del sistema occidental. Pero, a la hora de la verdad, ante la última crisis económica, la socialdemocracia europea se demostró como el más firme defensor de los intereses de la banca (a la que apoyaron masivamente y en toda Europa) desviando dinero público para estas entidades usureras y abandonando a sí misma a las clases trabajadoras. Después de eso, la socialdemocracia europea quedó desenmascarada en sus servidumbres e intenciones y difícilmente volverá a levantar cabeza. De hecho, ya ha desaparecido en muchos países (Italia, Francia), está en recesión en otros (en los países germánicos y en los países nórdicos) y no ha logrado despegar en los países del Este (Hungría, Polonia, especialmente), apenas resiste en otros (Reino Unido) y sigue gozando de sus últimos momentos de pujanza en España…

Pero, no nos engañemos: el tiempo es ampliamente desfavorable para el PSOE (que nunca más volverá al período de las mayorías absolutas a causa de su hundimiento en Cataluña y en Andalucía). Es lo que tiene el haber renunciado a ser portavoz de un partido “obrero” para pasar a ser el transmisor de la ideología mundialista en defensa de la inmigración masiva, el mestizaje, la multiculturalidad y de la pérdida de identidad, incluida la nacional y la sexual. Ya no hay marcha atrás para el PSOE: el zapaterismo lo situó en la pendiente multicultural y, tras él, Pedro Sánchez, otro indigente cultural “cum fraude”, ya no es capaz de ir ni más lejos, ni de encarrilar al partido por otros derroteros.

En lo que se refiere a Podemos, su gran problema es que, lejos de ser un partido unificado, es una “galaxia” formada por miles de círculos, cientos de asociaciones locales, decenas de grupos federales, completamente horizontales y en una situación de permanente inestabilidad interior. Gobernar ese caos es imposible y darle una forma original, más imposible aún: por tanto, lo que ese rebaño requiere son “consignas” del estilo “no pasarán”, ejercicio de antifascismo de los años 30 (considerando que para Podemos cualquiera que no es de izquierdas es “fascista”) y llamamientos a la izquierda de otra época (“movilizaciones en la calle”, “prohibición de las organizaciones fascistas”). Poco más. Cada “círculo” de Podemos tienen sus obsesiones particulares y resulta imposible encajarlas todas en un programa coherente, realista y que no sea la expresión de las distintas patologías psicológicas de sus miembros.

Así pues, el techo de Podemos se ha alcanzado tras integrar a los veteranos de IU. Y lo sorprendente es que Podemos, cada vez parece mirar más hacia atrás que adelante: es como si los abuelos cebolleta que hicieron la guerra civil o que estuvieron en la “oposición democrática” hubieran explicado sus aventuras en la Cota 215 del Jarama o en la manifestación del 1º de mayo de 1968 a sus nietecitos y estos quisieran homenajear al abuelo, que es un bendito y se lo merece todo. Sólo así se entiende el celo puesto por Podemos en seguir al PSOE en su revanchismo histórico y su visión hemipléjica de la “memoria histórica”.

Hoy, ni al PSOE, ni a Podemos-IU, parece interesarles excesivamente nada que caiga fuera de los tópicos del progresismo: esto les hace entrar en flagrantes contradicciones entre lo que dicen y lo que defienden. Dicen defender los derechos de “los pobres”, pero, en realidad, están diciendo “de los pobres inmigrantes”. Dicen defender los derechos de los pueblos a la soberanía, pero en realidad están defendiendo el mundialismo y los ideales universalistas. Dicen ser partidarios de la separación entre el poder civil y el religioso, pero en realidad están visible, clara y sorprendentemente contra la Iglesia Católica y a favor del islam. Dicen estar por el derecho de autodeterminación de las autonomías solamente para evitar declarar su posición clara y nítida a favor o en contra de la unidad del Estado. Dicen no ser separatistas, pero su posición no difiere mucho de la del PSOE: un vago federalismo. Dicen estar a favor de la legalización de las drogas, pero ellos mismos son un ejemplo de los destrozos del porro…

Podemos fue la “gran esperanza” de reconstruir una izquierda sobre bases “nuevas”. Es una izquierda no post-marxista, sino que retorna -sin saberlo- a la simplicidad del socialismo utópico del que nació como apéndice racional el marxismo. Es, pues, una izquierda pre-marxista que ni siquiera es consciente de que el marxismo es algo demasiado complejo que está más allá de los límites de comprensión de sus neuronas. Es una izquierda que ha asumido los ideales de los “derechos humanos”, la inmigración, el feminismo, la ingeniería social, defendidos por la UNESCO y por los círculos mundialistas, tal y como ha hecho el PSOE.

La experiencia de ambos partidos demuestra, hoy más que nunca, que “progresismo” es sinónimo de “izquierda”. La izquierda ha perdido su identidad (entre otras cosas por el fracaso marxista en su intento de interpretar la realidad mediante el método dialéctico y la fantasía de la lucha de clases que solamente se podía aplicar el primer capitalismo industrial que vio y vivió Marx) y, por tanto, una doctrina que defiende la pérdida de cualquier identidad -incluida la sexual, la cultural, la étnica, la nacional, la familiar, la religiosa- es asumida sin dificultad. La izquierda de hoy es patrimonio de quien carece de identidad o no es lo suficientemente fuerte para asumir una identidad propia.