En los años 80 la CNT se vació de obreros cuando la
organización empezó a asumir los intereses y los postulados de los “grupos
sociales”: feministas, okupas, gays, animalistas, ecologistas, etc… en lugar de
seguir siendo la bandera de los derechos de los trabajadores. Por increíble que
parezca, este error -que ha costado la desaparición de la CNT- se ha extendido
a toda la izquierda que, ya no existe como tal sino como un amasijo de intereses
sectoriales o de identidades parciales que, por lo demás, están en
contradicción unos con otros: la defensa de los inmigrantes -especialmente el
celo puesto por Podemos+PSOE en los islamistas- está en contradicción con el
feminismo y con el animalismo, los intereses de la inmigración entran en
conflicto abierto y directo con los intereses de los trabajadores españoles,
los mismos que defienden el laicismo se pelean por fotografiarse de la mano de
algún imán o proponiendo la enseñanza del islam en las escuelas; las mismas
feministas que protestan contra la violencia contra la mujer, se niegan a
reconocer que esa violencia procede de bolsas de inmigrantes procedentes del
tercer mundo; querían “adecentar” las grandes ciudades pero las han entregado a
manteros, especuladores y narcopisos, como si todo esto fuera compatible… Pero
ya no hay marcha atrás: Izquierda Unida terminó siendo “izquierda hundida”, el
binomio Podemos+PSOE anuncia en su pobreza temática a la “izquierda terminal”.
En las semanas que siguieron a su fundación, Podemos parecía la “gran esperanza” de
la izquierda española. El movimiento de los “indignados” le otorgaba cierta
frescura y novedad. Era una forma de romper con la vieja izquierda socialista y
con los popes de Izquierda Unida. Pronto resultó evidente que el motor de
Podemos estaba constituido por los
segundas filas de Izquierda Unida que no se resignaban a seguir por más tiempo
en el banquillo. En general, desde que se presentó a las primeras
elecciones europeas de 2014, la “galaxia Podemos” ha obtenido entre el 12 y el
20% de los votos. Sin embargo, hoy Podemos y su asociados, han entrado en
pérdida de votos, de la que les va a ser muy difícil recuperarse. Esta pérdida
de intención de voto está motivada por tres factores:
- 1) La mala calidad de la mayor parte de cuadros dirigentes del partido, mezcla de estupidez ignorante (Echenique), frivolidad intelectual (Monedero), superficialidad demagógica (Iglesias), amateurismo empanao (Kichi y Cía) y feminismo de todos los tonos y, en definitiva, en su conjunto, un oportunismo común en cualquier otro partido.
- 2) Malos resultados en la gestión municipal, especialmente en las grandes ciudades, en los que las promesas iniciales (bajarse los sueldos, renunciar a coches oficiales, paralizar los desahucios, etc.) se han visto decepcionados y convertidos en políticas demagógicas y proteccionistas especialmente respecto a la inmigración masiva.
- 3) El tiempo ha demostrado que ya no existe la izquierda “plural”, solamente formas de “progresismo” en distintos grados que ya no son identificables con ninguna sigla en concreto: en el discurso de PSOE y en el de Podemos encontramos el mismo pensamiento progresista sin apenas matices, defendido por siglas diferentes, unos con aspecto desastrado y de empanados y los otros atendiendo más al look del progre pequeño-burgués de diseño.
En toda Europa aparecieron movimientos similares como
subproductos de una izquierda desorientada y terminal, pero solamente en España
existe un contraste insalvable entre lo que aspiran a ser (una propuesta de
izquierda alternativa) y lo que son en realidad (unas propuestas solo
ligeramente más radicales que las del PSOE y presentadas con un look zarrapastroso).
El hecho es que la crisis iniciada en 2007 con el hundimiento de las “subprimes” en EEUU y el subsiguiente contagio europeo, generó un descrédito absoluto de la socialdemocracia que hoy ya se ha extinguido en media Europa o está completamente off-side. Era normal: desde el congreso de Bad Godesberg de la socialdemocracia alemana en 1959, lo que daba carta de naturaleza a esta opción política era la presunción de que podía mejorarse las condiciones de vida de las clases más modestas sin alterar la naturaleza capitalista del sistema occidental. Pero, a la hora de la verdad, ante la última crisis económica, la socialdemocracia europea se demostró como el más firme defensor de los intereses de la banca (a la que apoyaron masivamente y en toda Europa) desviando dinero público para estas entidades usureras y abandonando a sí misma a las clases trabajadoras. Después de eso, la socialdemocracia europea quedó desenmascarada en sus servidumbres e intenciones y difícilmente volverá a levantar cabeza. De hecho, ya ha desaparecido en muchos países (Italia, Francia), está en recesión en otros (en los países germánicos y en los países nórdicos) y no ha logrado despegar en los países del Este (Hungría, Polonia, especialmente), apenas resiste en otros (Reino Unido) y sigue gozando de sus últimos momentos de pujanza en España…
Pero, no nos engañemos: el
tiempo es ampliamente desfavorable para el PSOE (que nunca más volverá al
período de las mayorías absolutas a causa de su hundimiento en Cataluña y en
Andalucía). Es lo que tiene el haber renunciado a ser portavoz de un partido “obrero”
para pasar a ser el transmisor de la ideología mundialista en defensa de la
inmigración masiva, el mestizaje, la multiculturalidad y de la pérdida de
identidad, incluida la nacional y la sexual. Ya no hay marcha atrás para el
PSOE: el zapaterismo lo situó en la pendiente multicultural y, tras él, Pedro
Sánchez, otro indigente cultural “cum
fraude”, ya no es capaz de ir ni más lejos, ni de encarrilar al partido por
otros derroteros.
En lo que se refiere a Podemos,
su gran problema es que, lejos de ser un partido unificado, es una “galaxia” formada
por miles de círculos, cientos de asociaciones locales, decenas de grupos
federales, completamente horizontales y en una situación de permanente
inestabilidad interior. Gobernar ese
caos es imposible y darle una forma original, más imposible aún: por tanto,
lo que ese rebaño requiere son “consignas” del estilo “no pasarán”, ejercicio
de antifascismo de los años 30 (considerando que para Podemos cualquiera que no
es de izquierdas es “fascista”) y llamamientos a la izquierda de otra época (“movilizaciones
en la calle”, “prohibición de las organizaciones fascistas”). Poco más. Cada “círculo”
de Podemos tienen sus obsesiones
particulares y resulta imposible encajarlas todas en un programa coherente,
realista y que no sea la expresión de las distintas patologías psicológicas de
sus miembros.
Así pues, el techo de Podemos
se ha alcanzado tras integrar a los veteranos de IU. Y lo sorprendente es
que Podemos, cada vez parece mirar más hacia atrás que
adelante: es como si los abuelos cebolleta que hicieron la guerra civil o
que estuvieron en la “oposición democrática” hubieran explicado sus aventuras
en la Cota 215 del Jarama o en la manifestación del 1º de mayo de 1968 a sus
nietecitos y estos quisieran homenajear al abuelo, que es un bendito y se lo
merece todo. Sólo así se entiende el celo puesto por Podemos en seguir al PSOE en su revanchismo histórico y su visión
hemipléjica de la “memoria histórica”.
Hoy, ni al PSOE, ni a
Podemos-IU, parece interesarles excesivamente nada que caiga fuera de los
tópicos del progresismo: esto les hace entrar en flagrantes contradicciones
entre lo que dicen y lo que defienden. Dicen defender los derechos de “los
pobres”, pero, en realidad, están diciendo “de los pobres inmigrantes”. Dicen
defender los derechos de los pueblos a la soberanía, pero en realidad están
defendiendo el mundialismo y los ideales universalistas. Dicen ser partidarios
de la separación entre el poder civil y el religioso, pero en realidad están
visible, clara y sorprendentemente contra la Iglesia Católica y a favor del
islam. Dicen estar por el derecho de autodeterminación de las autonomías
solamente para evitar declarar su posición clara y nítida a favor o en contra
de la unidad del Estado. Dicen no ser separatistas, pero su posición no difiere
mucho de la del PSOE: un vago federalismo. Dicen estar a favor de la
legalización de las drogas, pero ellos mismos son un ejemplo de los destrozos
del porro…
Podemos fue la “gran
esperanza” de reconstruir una izquierda sobre bases “nuevas”. Es una izquierda
no post-marxista, sino que retorna -sin saberlo- a la simplicidad del
socialismo utópico del que nació como apéndice racional el marxismo. Es, pues,
una izquierda pre-marxista que ni siquiera es consciente de que el marxismo es
algo demasiado complejo que está más allá de los límites de comprensión de sus
neuronas. Es una izquierda que ha asumido los ideales de los “derechos humanos”,
la inmigración, el feminismo, la ingeniería social, defendidos por la UNESCO y
por los círculos mundialistas, tal y como ha hecho el PSOE.
La experiencia de ambos partidos demuestra, hoy más que nunca, que “progresismo” es
sinónimo de “izquierda”. La izquierda ha perdido su identidad (entre otras
cosas por el fracaso marxista en su intento de interpretar la realidad mediante
el método dialéctico y la fantasía de la lucha de clases que solamente se podía
aplicar el primer capitalismo industrial que vio y vivió Marx) y, por tanto,
una doctrina que defiende la pérdida de cualquier identidad -incluida la
sexual, la cultural, la étnica, la nacional, la familiar, la religiosa- es asumida
sin dificultad. La izquierda de hoy
es patrimonio de quien carece de identidad o no es lo suficientemente fuerte
para asumir una identidad propia.