La democracia española
ha tenido un verdadero cáncer desde 1977: el PSOE. Prácticamente, hasta el
21 de noviembre de 1975 el PSOE no tuvo existencia real. Era una entelequia
formada por un grupo de vascos despistados en torno a Nicolas Redondo, a un
grupo de catalanes divididos en varias sectas algunos de los cuales (la
Federación Catalana y el PSC-Reagrupament) que se habían formado en la
masonería durante el exilio y, para terminar, unos jóvenes andaluces de pana y
barba al estilo de la época. Eso y el grupo de masones en el exilio en torno a
Rodolfo Llopis que respondían a la sigla PSOE (histórico), era todo lo que el
PSOE podía movilizar.
UN PARTIDO CONSTRUIDO
A GOLPES DE MARCOS ALEMANES
La socialdemocracia
alemana, en 1974, valorando las posibilidades del socialismo español en un
futuro marco democrático, tuvo claro que había que apostar por el grupo andaluz:
era el que más se adaptaba a su diseño, no en la ideología, sino en su sumisión
perruna: con lanzarles un hueso, lo roerían y se pondrían al servicio de
quienes se lo habían lanzado. El hueso lo lanzó la Fundación Ebert y el hueso
tuvo forma de cientos de millones de marcos de la época. Así se construyó,
marco a marco, el PSOE y la UGT (todavía más esquelética que el partido-madre).
A la vuelta de año y medio, las siglas PSOE empezaron a competir con las del
entonces todopoderoso PCE que había cargado a sus espaldas con la parte más
importante de las movilizaciones durante el franquismo. Entre 1976 y 1978
fueron a confluir a la sigla PSOE lo más oportunista y desaprensivo del
panorama político español. En 1979, cuando las paredes de toda España se
cubrieron con carteles que celebraban los “100 años de honradez” desde que se
fundó el PSOE, los comunistas contestaran: “…y 40 años de vacaciones. Quedaban
todavía los siguientes 40 años de corruptelas.
El gran hallazgo de los socialistas en la transición fue reinventarse como partido, contar con un grupo de historiadores que reelaborara su patética y lamentable historia desde los años de la República y que se olvidarán sus metidas de pata continua que llevaron, una tras otra, a la situación que desencadenó la guerra civil. Todo fuera en nombre del anti-fascismo. Luego, la propia actitud del partido nos dio la razón a los que pensábamos que “en democracia”, los intereses de los partidos están por delante del interés general y que el interés único de un partido es llegar al poder, a codazos y utilizando cualquier método: en los últimos años de la transición, entre 1980 y 1983, el PSOE se propuso llegar al poder como fuera. Tenía hambre atrasada. En el fondo, puede pensarse que los pactos de la transición consistieron en que después de los 40 años de gobierno de la derecha, ahora le tocaba a la izquierda socialista tener las riendas. A los 100 días de subir al poder con una mayoría absoluta conseguida, entre otras lindezas, con las consignas de “despenalización de la droga” (de 1983 a 1986 tuvo lugar la primera oleada de toxicomanía en nuestro país), de “OTAN, de entrada, NO” (dos años después España entraría en la OTAN de la mano del PSOE) y de “Somos Europa” (el acuerdo que negoció González con la UE está en el origen del desastre económico español), el socialismo español ya iniciaba su cadena de abusos y desmanes expropiando RUMASA y repartiéndosela entre los amigos.
A Felipe le sustituyó
Aznar que remató la faena económica sentando las bases para la gran crisis de 2008-10,
nos metió aún más, no ya en la OTAN sino en comer de la mano de su amigo George
W. Bush con su presencia en la bochornosa cumbre de las Azores y, sobre todo,
abrió la puerta a la inmigración (el PSOE había dictado una nueva ley de
inmigración que contribuyó a “islamizar” Ceuta y Melilla especialmente). Aznar
lo hizo procurando no llamar la atención, porque, ya en 1996, y no digamos en
1999, el verdadero motor de las propuestas pro-inmigracionistas, fue el PSOE,
que luego, al llegar ZP al poder, abrió las puertas a la inmigración de par en
paz. Lo mismo que ha hecho ahora Pedro Sánchez.
SAMI NAIR COMO
SÍNTOMA DEL INMIGRACIONISMO SOCIALISTA
Si decidimos hablar de todo esto hoy es por la noticia que
ha aparecido en los medios de que Sami
Nair va a esta presente “en un puesto destacado” en la lista del PSOE a las próximas
elecciones europeas. Sami Nair es
argelino de origen, ha sido diputado europeo entre 1999 y 2004 y es uno de los
profetas del inmigracionismo. Obviamente, en Francia, Sami Nair ya no es un
candidato con posibilidades de ser elegido. Vive, a todo esto, en París.
Allí, cualquiera que llame a una mayor inmigración en Europa corre el riesgo de
no ser votado ni siquiera por los propios inmigrantes que son conscientes de
que una mayor inmigración puede comprometer incluso su propia posición.
En Alemania, bastantes problemas tiene la socialdemocracia
para incluir a un argelino y, por lo demás, la inmigración en ese país es
mayoritariamente turca. ¿En Italia? Ni pensarlo: daría armas a los
anti-inmigracionistas que ya gestionan el poder. En el Reino Unido tampoco hay
hueco para él: allí, los que parten el bacalao son indostánicos, no argelinos.
Así pues, sólo queda España como última posibilidad para que este individuo
(que decía hace unos años que no hay mucha inmigración en Europa… sólo que,
como son diferentes, se les nota más ¡menuda tesis del “catedrático de ciencias
políticas, sociólogo y filósofo” francés!).
Esto y la devoción estúpida con la que Sánchez ha votado a favor de la propuesta de la Cumbre de Marrakech tendente a que el “derecho a la inmigración” fuera considerado como un nuevo “derecho humano”, describen cuál es el ÚNICO INTERÉS DEL PSOE en este momento, además de seguir abrevando en las arcas del Estado: ser los últimos mohicanos en Europa del inmigracionismo (incluso buena parte de la izquierda alemana está reconsiderando su posición en la materia, a la vista de que la actitud inmigracionista es lo que ha favorecido el abandono de la izquierda europea por parte de su electorado tradicional).
Porque el PSOE, hoy, ya no tiene ningún eslogan electoral,
ninguna propuesta, nada que ofrecer salvo INMIGRACIONISMO, INMIGRACIONISMO Y
MÁS INMIGRACIONISMO. Eso es lo que ha quedado del programa de Pablo Iglesias
140 años después. Si Sami Nair tiene prisa por ser elegido diputado europeo en
las listas del PSOE es porque la “excepción española” hacía que, en ningún país
de Europa, salvo aquí, existiera una protesta organizada contra la inmigración.
Si un Gran Timonel del inmigracionismo, un ayatolah de la multiculturalidad y
un gran conductor de la izquierda hacia el precipicio de las “migraciones
masivas”, podía diputado es, precisamente, por España. Hasta ahora…
PSOE: PRINCIPAL
ENEMIGO A BATIR
El esquema de la política europea registra el hundimiento de
la socialdemocracia y la desaparición del socialismo. Éste último ha quedado como
patrimonio de formaciones caóticas, la “izquierda de toda la vida”, mientras
que la socialdemocracia, incapaz de responder a la crisis económica de 2008, ha
adoptado como ideología de sustitución el mundialismo universalista predicado
por la UNESCO: la ideología de los “derechos humanos”, de la multiculturalidad,
el mestizaje, la inmigración masiva y la “ingeniería social” (más empanaos por
el porro, desaparición de todo tipo de identidad, incluida la identidad sexual,
odio hacia cualquier estructura tradicional en Europa, especialmente, la
familia y la Iglesia, pero, paradójicamente, exaltar el islam, las ideologías
de género y el progresismo más extremo. Pues bien, éste socialismo es el PRINCIPAL ENEMIGO A ABATIR EN ESPAÑA.
Después de su arranque como “movimiento de los indignados”,
Podemos se ha convertido en una triste irrisión que difícilmente volverá a alcanzar
los resultados que obtuvo en la actual legislatura y con unos resultados que
inevitablemente remitirán en las próximas municipales. La “nueva izquierda” es, solamente, un poco más radical que el PSOE
pero comparte absolutamente todos sus postulados, gestos y actitudes, sin excepción.
El drama de la izquierda europea desde los años 70 ha consistido
en considerar a los inmigrantes como clase social de sustitución que llenará el
hueco dejado por la clase obrera europea (disminuida en su número por la
globalización y la deslocalización industrial y que no está dispuesta a la
competencia de la inmigración siempre dispuesta a trabajar por menos… entre
otras cosas, porque se trata de un grupo social ultrasubvencionado). Y el drama
de la izquierda es que la inmigración -salvo pequeños grupos de oportunistas
aislados de sus propias comunidades- no se ha integrado ni en sus formaciones,
ni en la política europea. Su corazón, su cultura, su cerebro siguen en los
horizontes de origen. Lo único que les interesa de Europa son los subsidios.
Nada más. Eso ha hecho que la izquierda se quedara, cada vez más, sin baso
social. Tanto en Francia como en Italia y en el Reino Unido, incluso en
Alemania, grupos sociales que en otro tiempo, votaban a la izquierda, se han
decantado masivamente hacia las opciones “populistas”. En España, hasta ahora, no se ha producido el
mismo fenómeno.
Pero, de todos los partidos socialdemócratas europeos, el
PSOE es, sin duda, el que ha llevado a cabo políticas más corruptas y nefandas
para su país. Cabe preguntarse porque no se ha producido el hundimiento de esta
sigla y solamente una bajada lenta pero constante (en las últimas elecciones el
PSOE recibió la mitad de votos que en las de 2008). La respuesta está en que
nunca ha existido en España, hasta ahora, una formación populista y transversal
con capacidad suficiente para atraer el voto socialista, “nacionalizarlo”,
reorientarlo y convertirlo en fuerza anti-inmigración. En España, por supuesto,
no hay esperanzas de que el PSOE desande lo andado como algunos sectores de la
izquierda europea: desde hace mucho, para los militantes del PSOE la
inmigración es un “derecho humano”, intocable, inalienable y ninguna medida
puede aplicarse para reducirlo o paliarlo. Es otro de los dogmas socialistas
como la multiculturalidad o la ideología de género o la despenalización de las
drogas.
LA INERCIA PERSONIFICADA O EL “PARTIDO PASMAROTE” (PP)
Solamente la historia podrá reconstruir el acta de acusación
contra el PSOE de la democracia. Porque esta sigla es, sin duda, la que más ha
trabajado para situar a nuestro país ante el abismo. De hecho, la languidez y
la falta de nervio del conservadurismo español ha hecho que cualquier paso
adelante del PSOE en la ruta de la desintegración nacional, haya sido
intocable: nunca el PP ha tratado de dar marchad atrás a los desmanes cometidos
por el PSOE. Si el PP puede definirse de alguna manera es como “Partido
Pasmarote” cuya única función histórica ha sido ralentizar la marcha hacia el
abismo… en absoluto revertirla o detenerla.
Y ahora que el marco político está a punto de alterarse
profundamente, vale la pena tener presente que el PRIMER OBJETIVO NACIONAL, si
lo que se quiere es acabar con la ambigüedad en materia de vertebración
nacional o poner coto a la locura de las ideologías de género, detener la
llegada masiva de inmigración y revertir el fenómeno, NO PUEDE SER OTRO QUE
BARRER DE UNA VEZ POR TODA Y PARA SIEMPRE AL PSOE DEL ESCENARIO POLÍTICO
NACIONAL. Y no sólo la sigla, sino lo que representa y que está presente en
Podemos.
Reconozco que, en las actuales circunstancias, me importa
muy poco quien gane las elecciones (no creo que de una consulta electoral pueda
salir nada bueno). Lo he dicho en muchas ocasiones: hay ENEMIGOS PRINCIPALES y
ENEMIGOS SECUNDARIOS. El PSOE ha sido, en democracia, pertenece a los primeros.
Y, vale la pena no olvidar que el sistema político español fue diseñado como un
bipartidismo imperfecto, basado en dos columnas: centro-derecha y
centro-izquierda. Con que la columna de centro-izquierda se hunda, está claro
que el sistema político español precisará correcciones urgentes y reformas necesarias.
No soy de los que consideran que la “justa posición” es “ni
derechas, ni izquierdas”. Haría falta definir de qué derecha y de qué izquierda
estamos hablando. Por tanto, la consigna no es válida en nuestro momento
histórico: aquí y ahora, hablamos de siglas. Y es la sigla PSOE la que
demuestra estar tirando hacia el abismo. El Partido Pasmarote es víctima del drama
de todos los conservadores: ya no tienen nada que conservar; son solamente un
freno. Nada más.