Recuerdo que en el Primer Congreso de Fuerza Nueva (en 1977)
en el que me tocó presentar la ponencia de Organización, en un momento dado
aludí a la experiencia rumana de los “cuib”
(células-nido). Tenía en primera fila a un señor menudo, mayor, de casi setenta
años, que primero se sorprendió por aquella alusión, luego sus ojos se
humedecieron y, finalmente, me saludó efusivamente al concluir mi exposición:
se trataba de Horia Sima, segundo “capitán” de la Guardia de Hierro, entonces y
hasta su muerte exiliado en España. Gracias al editor Luis de Caralt, pude
conocer, así mismo al príncipe Sturzda, miembro de la Guardia de Hierro que
había sido ministro de exteriores en el gobierno del mariscal Antonescu. Sima y
Sturzda defendían que la Guardia de Hierro siempre se había considerado hermana
de Falange Española y su equivalente en nuestro país. Entonces estuve
completamente de acuerdo con ellos, ahora creo estar en condiciones de aportar
algunas matizaciones.
Los fascismos de “primera”
y de “segunda división”
Tras los fascismos de “primera línea” (el italiano y el
alemán), podemos hablar de los fascismos de “segunda división”. Entendemos por
estos, a los que, a diferencia de los primeros, no pudieron disponer nunca del
poder enteramente y lo tuvieron que compartir con otras fuerzas políticas,
generalmente de la derecha reaccionaria. Luego estarían los de “tercera
división” que rozaron el poder en los países ocupados por los alemanes y
gracias a la presencia alemana. Entre los de “segunda división” merece
mencionarse los casos de Falange Española y de la Guardia de Hierro.
Ambos partidos tocaron levemente el poder: Falange Española
entre 1939 y 1942, en el que fue la fuerza hegemónica de la coalición
franquista. La Guardia de Hierro rumana fue llamada por el Mariscal Antonescu
durante unos meses, pero al ver que aspiraba a reformas en profundidad en la
sociedad rumana, se la quitó de encima poco después. No es por casualidad que
Antonescu ostentase el título de “Conducator”, equivalente al que en España
tenía el “Caudillo” Franco.
Así pues, la mayor similitud entre el caso falangista y el
de la Guardia de Hierro consiste en que ambas
fuerzas, de carácter fascista y revolucionario, se vieron obligadas a compartir
poder con militares conservadores de talante paternalista que ejercían el mando
supremo. Los problemas del Conducator con la Guardia de Hierro se
originaron, precisamente, cuando quiso seguir los pasos que había dado Franco para
unificar a los partidos de la coalición anti-republicana, bajo su mando. En
España, los falangistas aceptaron (por las necesidades bélicas), mientras que,
en Rumanía, la Guardia de Hierro se negó a unificar la jefatura del Estado con
la jefatura del partido.
La posición respecto
a la monarquía
La Guardia de Hierro se declaró siempre y sin ambages,
monárquica: insistió en que no había que confundir la función monárquica con
tal o cual soberano. Y, de hecho, tuvo poca suerte: primero el Rey Carol y su
concubina judía, madame Lupescu, y luego su hijo, el rey Mihai, fueron dos
monarcas catastróficos para el país: el primero, un verdadero déspota que
permitió el asesinato de Corneliu Codreanu y de cientos de cuadros de la
Guardia de Hierro, y el segundo, un personaje sin carácter que siempre mantuvo
contacto con los medios filo-occidentales y masónicos rumanos en los que depositó
su confianza. Pero, ni aún así, la Guardia de Hierro renunció a su monarquismo.
El caso de Falange Española fue distinto: a pesar de que
fueron los medios alfonsinos los que financiaron el lanzamiento del partido y
aportaron su primera base militante, a pesar de que José Antonio tenía
formación maurrasiana y había sido dirigente de la Unión Monárquica Nacional, sabía
que, al menos en España, el ideal monárquico no suscitaba simpatías entre la
juventud, por tanto, adoptó una posición similar a la de la CEDA: el “accidentalismo”.
No se cuestionaba la república, ni tampoco reivindicaba la institución
monárquica, pero se abstenía de atacarla (tal era uno de los puntos de los acuerdos
suscritos por José Antonio con los alfonsinos a cambio de la subvención que
estos se comprometieron a prestar).
El antimonarquismo de Falange Española, no
se manifestó en los frentes, en donde nunca hubo conflictos con el Requeté
carlista, sino que empezó a cobrar forma cuando los alfonsinos se mostraron
como el sector más inmovilista del nuevo régimen, bloqueando los intentos de
reformas sociales que querían imprimir los falangistas, y, en segundo lugar,
cuando se puso de manifiesto que los militares monárquicos estaban trabajando a
favor de los intereses del Reino Unido (luego sabrían que la Embajada
británica, a través de Juan March, repartió una lluvia de millones para evitar
que España entrara en guerra al lado del Eje).
La cuestión religiosa
También aquí los paralalelismos existen, pero son relativos: Falange Española se declaraba partido católico y buena parte de sus fundadores y militantes lo eran, pero en España, el partido católico que contaba con el apoyo de la jerarquía, era la CEDA. Por lo demás, el catolicismo de José Antonio, aun de encendida fe, carecía de la dimensión mística y mesiánica que tuvo en Rumania.
Sin olvidar, naturalmente que Codreanu y la mayoría de sus
miembros eran pertenecían a la Iglesia Ortodoxa “autocéfala” y al catolicismo “uniato”.
A diferencia de los discursos públicos de José Antonio y en la publicidad del
partido, en donde no se hacía explícitamente gala de catolicismo, ni se consideraba
que la misión de Falange fuera la defensa de la fe, en el caso rumano, la
exaltación religiosa estaba a la orden del día, y la propia Guardia de Hierro
se consideraba como un instrumento del “plan divino” en relación a Rumania.
Cabe añadir que, mientras que en Falange Española apenas
hubo clérigos que apoyaran al partido antes de la guerra, en Rumania, sacerdotes
y obispos ortodoxos ostentaron cargos de responsabilidad e incluso en la
dirección de la Guardia de hierro. En síntesis: la fe religiosa estaba mucho
más viva y ocupaba un papel mucho más relevante en la Guardia de Hierro que en
Falange Española.
La batalla
antibolchevique
Cuando estalló la guerra civil española, desde Rumania, el
inicio del conflicto -con sus excesos anti-religiosos y sus matanzas de curas-
se percibió como el inicio de la lucha del “bien” contra el “mal”, de “Dios” contra
el “Diablo”. No puede extrañar, por tanto, que 10.000 militantes de la Guardia
de Hierro manifestaran su voluntad venir a España a combatir contra la
República. Finalmente, se optó porque fueran solamente siete capitanes de las
Guardia de Hierro los que viajaran a España, dirigidos por el príncipe Cantacuzéne
y entre los que se encontraba Ion Motza. Motza, no solamente era el brazo derecho
de Codreanu, sino también el jefe de los estudiantes rumanos.
Su muerte (y la de su camarada Vasile Marin) en combate, en
el frente de Majadahonda causó un gran impacto en Rumania y generó la
manifestación más masiva de la historia de Rumania hasta ese momento y un
aumento del apoyo popular a la causa del fascismo rumano. El paralelismo al
envío de este contingente simbólico de legionarios rumanos a España, está,
obviamente en la formación de la División Azul al frente ruso en 1941.
Falange Española – Guardia de Hierro, paralelismos y
diferencias (4)