sábado, 8 de diciembre de 2018

365 QUEJÍOS (216) – FALANGE ESPAÑOLA Y LA GUARDIA DE HIERRO, PARALELISMO Y DIVERGENCIAS (1 de 3)


Recuerdo que en el Primer Congreso de Fuerza Nueva (en 1977) en el que me tocó presentar la ponencia de Organización, en un momento dado aludí a la experiencia rumana de los “cuib” (células-nido). Tenía en primera fila a un señor menudo, mayor, de casi setenta años, que primero se sorprendió por aquella alusión, luego sus ojos se humedecieron y, finalmente, me saludó efusivamente al concluir mi exposición: se trataba de Horia Sima, segundo “capitán” de la Guardia de Hierro, entonces y hasta su muerte exiliado en España. Gracias al editor Luis de Caralt, pude conocer, así mismo al príncipe Sturzda, miembro de la Guardia de Hierro que había sido ministro de exteriores en el gobierno del mariscal Antonescu. Sima y Sturzda defendían que la Guardia de Hierro siempre se había considerado hermana de Falange Española y su equivalente en nuestro país. Entonces estuve completamente de acuerdo con ellos, ahora creo estar en condiciones de aportar algunas matizaciones.

Los fascismos de “primera” y de “segunda división”

Tras los fascismos de “primera línea” (el italiano y el alemán), podemos hablar de los fascismos de “segunda división”. Entendemos por estos, a los que, a diferencia de los primeros, no pudieron disponer nunca del poder enteramente y lo tuvieron que compartir con otras fuerzas políticas, generalmente de la derecha reaccionaria. Luego estarían los de “tercera división” que rozaron el poder en los países ocupados por los alemanes y gracias a la presencia alemana. Entre los de “segunda división” merece mencionarse los casos de Falange Española y de la Guardia de Hierro. 
Ambos partidos tocaron levemente el poder: Falange Española entre 1939 y 1942, en el que fue la fuerza hegemónica de la coalición franquista. La Guardia de Hierro rumana fue llamada por el Mariscal Antonescu durante unos meses, pero al ver que aspiraba a reformas en profundidad en la sociedad rumana, se la quitó de encima poco después. No es por casualidad que Antonescu ostentase el título de “Conducator”, equivalente al que en España tenía el “Caudillo” Franco.

Así pues, la mayor similitud entre el caso falangista y el de la Guardia de Hierro consiste en que ambas fuerzas, de carácter fascista y revolucionario, se vieron obligadas a compartir poder con militares conservadores de talante paternalista que ejercían el mando supremo. Los problemas del Conducator con la Guardia de Hierro se originaron, precisamente, cuando quiso seguir los pasos que había dado Franco para unificar a los partidos de la coalición anti-republicana, bajo su mando. En España, los falangistas aceptaron (por las necesidades bélicas), mientras que, en Rumanía, la Guardia de Hierro se negó a unificar la jefatura del Estado con la jefatura del partido.

La posición respecto a la monarquía

La Guardia de Hierro se declaró siempre y sin ambages, monárquica: insistió en que no había que confundir la función monárquica con tal o cual soberano. Y, de hecho, tuvo poca suerte: primero el Rey Carol y su concubina judía, madame Lupescu, y luego su hijo, el rey Mihai, fueron dos monarcas catastróficos para el país: el primero, un verdadero déspota que permitió el asesinato de Corneliu Codreanu y de cientos de cuadros de la Guardia de Hierro, y el segundo, un personaje sin carácter que siempre mantuvo contacto con los medios filo-occidentales y masónicos rumanos en los que depositó su confianza. Pero, ni aún así, la Guardia de Hierro renunció a su monarquismo.

El caso de Falange Española fue distinto: a pesar de que fueron los medios alfonsinos los que financiaron el lanzamiento del partido y aportaron su primera base militante, a pesar de que José Antonio tenía formación maurrasiana y había sido dirigente de la Unión Monárquica Nacional, sabía que, al menos en España, el ideal monárquico no suscitaba simpatías entre la juventud, por tanto, adoptó una posición similar a la de la CEDA: el “accidentalismo”. No se cuestionaba la república, ni tampoco reivindicaba la institución monárquica, pero se abstenía de atacarla (tal era uno de los puntos de los acuerdos suscritos por José Antonio con los alfonsinos a cambio de la subvención que estos se comprometieron a prestar). 

El antimonarquismo de Falange Española, no se manifestó en los frentes, en donde nunca hubo conflictos con el Requeté carlista, sino que empezó a cobrar forma cuando los alfonsinos se mostraron como el sector más inmovilista del nuevo régimen, bloqueando los intentos de reformas sociales que querían imprimir los falangistas, y, en segundo lugar, cuando se puso de manifiesto que los militares monárquicos estaban trabajando a favor de los intereses del Reino Unido (luego sabrían que la Embajada británica, a través de Juan March, repartió una lluvia de millones para evitar que España entrara en guerra al lado del Eje).


La cuestión religiosa

También aquí los paralalelismos existen, pero son relativos: Falange Española se declaraba partido católico y buena parte de sus fundadores y militantes lo eran, pero en España, el partido católico que contaba con el apoyo de la jerarquía, era la CEDA. Por lo demás, el catolicismo de José Antonio, aun de encendida fe, carecía de la dimensión mística y mesiánica que tuvo en Rumania.

Sin olvidar, naturalmente que Codreanu y la mayoría de sus miembros eran pertenecían a la Iglesia Ortodoxa “autocéfala” y al catolicismo “uniato”. A diferencia de los discursos públicos de José Antonio y en la publicidad del partido, en donde no se hacía explícitamente gala de catolicismo, ni se consideraba que la misión de Falange fuera la defensa de la fe, en el caso rumano, la exaltación religiosa estaba a la orden del día, y la propia Guardia de Hierro se consideraba como un instrumento del “plan divino” en relación a Rumania.

Cabe añadir que, mientras que en Falange Española apenas hubo clérigos que apoyaran al partido antes de la guerra, en Rumania, sacerdotes y obispos ortodoxos ostentaron cargos de responsabilidad e incluso en la dirección de la Guardia de hierro. En síntesis: la fe religiosa estaba mucho más viva y ocupaba un papel mucho más relevante en la Guardia de Hierro que en Falange Española.

La batalla antibolchevique

Cuando estalló la guerra civil española, desde Rumania, el inicio del conflicto -con sus excesos anti-religiosos y sus matanzas de curas- se percibió como el inicio de la lucha del “bien” contra el “mal”, de “Dios” contra el “Diablo”. No puede extrañar, por tanto, que 10.000 militantes de la Guardia de Hierro manifestaran su voluntad venir a España a combatir contra la República. Finalmente, se optó porque fueran solamente siete capitanes de las Guardia de Hierro los que viajaran a España, dirigidos por el príncipe Cantacuzéne y entre los que se encontraba Ion Motza. Motza, no solamente era el brazo derecho de Codreanu, sino también el jefe de los estudiantes rumanos.

Su muerte (y la de su camarada Vasile Marin) en combate, en el frente de Majadahonda causó un gran impacto en Rumania y generó la manifestación más masiva de la historia de Rumania hasta ese momento y un aumento del apoyo popular a la causa del fascismo rumano. El paralelismo al envío de este contingente simbólico de legionarios rumanos a España, está, obviamente en la formación de la División Azul al frente ruso en 1941.


Falange Española – Guardia de Hierro, paralelismos y diferencias (4)