Me quejo -porque es para quejarse- que todavía hoy se tenga
como fetiche la llamada “Declaración Universal de Derechos Humanos”. Y eso ¿por
qué? 1) Por ser un documento redactado en la postguerra en la que los
vencedores trataban de crear una legislación internacional intervencionista
para afianzar su hegemonía internacional e imponer los cauces ideológicos por
los que debería discurrir. 2) Por que fue redactada por una comisión presidida
por Eleanor Roosevelt (lesbiana E hija de alcohólicos, cuya vida fue una
completa mentira y cuya obra -la Declaración- trasladó la doctrina de la
masonería de la que ella era miembro). 3) Porque, desde entonces, los “derechos
humanos” han constituido una declaración formal que facilitaba la excusa para que
una de las superpotencias (los EEUU) interviniera donde, cómo y cuándo les diera
la gana y 4) Tienden a hacer creer que antes de la Declaración no existía Estado
de Derecho y respeto por la condición humana y que, si se ha alcanzado, es por
la promulgación en 1948 de dicho documentos que, junto con la instauración de
las ONU deberían garantizar la paz mundial y el orden social… Basta mirar la
historia de 1949 a 2018 para saber que no ha sido así y que, con demasiada frecuencia, se ha apelado a
los “derechos humanos” para estigmatizar a tal o cual régimen molesto y lanzar
sobre él la ira de la superpotencia norteamericana e imponer políticas que, aun
absurdas, beneficiaban a determinados grupos de poder.
Vale la pena recordar que, la “Declaración de Derechos
Humanos” constituye desde su promulgación uno de esos “estatutos tipo” utilizados
para la redacción de constituciones democráticos, hermosas en el capítulo de definición
de derechos, pero también sin el más mínimo interés ni voluntad de cumplirlos:
todas las constituciones democráticas desde 1949 (incluidas las de todas las
independencias africanas) han sido redactadas en función de esta declaración,
hasta el punto de que puede utilizar aquel viejo refrán español de “dime de lo que alardeas y te diré de lo que
careces”.
Determinadas sectas iluministas y teosóficas (Buena Voluntad
Mundial, Triángulos, Escuela Arcana, Lucis Trust) con gran influencia dentro
del cuerpo funcionarial de la UNESCO, se preocuparon de la difusión a escala internacional
de la “Declaración”. La idea de estos círculos era que la creación de la ONU en
1945 había inaugurado la “edad de la Luz”, concepto idéntico a la “new age”. No
olvidemos que el primer secretario general de la UNESCO fue Julian Huxley y que
su Secretario General Adjunto durante casi 40 años, Robert Muller, él mismo,
era miembro de Lucis Trust. Las nuevas “tablas
de la ley” de esa “edad de la Luz” sería la “Declaración de Derechos Humanos”.
Pero faltaba un último punto que añadir: la inclusión del derecho a la
inmigración. Es lo que se ha hecho en la cumbre de Marrakech.
¿Por qué se ha hecho? Por tres motivos principalmente:
1) Por que la secta que se encuentra detrás del cuerpo funcionarial
de la UNESCO (una cosa son los “países miembros” y sus delegados y otra muy
diferentes su “cuerpo funcionarial”, propio y que no tiene nada que ver con los
países miembros) cree en la “paz universal, la igualdad universal, la religión universal,
la economía universal, el gobierno universal…” y la creación de una “raza
universal” surgida del mestizaje. Su idea es que los tránsitos migratorios
generarán el ansiado mestizaje y la “multiculturalidad”.
2) Por que las resistencias de los pueblos europeos a los
tránsitos masivos de inmigración hacia su territorio (la inmigración siempre se
genera de sur a norte y de este a oeste, nunca en dirección opuesta) dejan
presagiar que, en pocos años, se producirá un endurecimiento de las posiciones
de los Estados europeos en esta materia y para la secta interesada en el “universalismo”
corre prisa en transformar el tema en un “derecho humano” que justifique
acciones punitivas contra quienes no lo respetan.
3) Por que el 1 de enero de 2019 -es decir, dentro de 13
días- los EEUU de Donald Trump se hará efectivo el abandono de los EEUU de la
UNESCO y, a partir de ese momento, sus resoluciones carecerán de la fuerza
suficiente como para hacerse efectivas en todo el mundo. No olvidemos que los “derechos humanos” son aprobados por la ONU, pero
promovidos por su ariete socio-político-cultural, la UNESCO.
Los resultados de la “conferencia de Marrakech” (léase la noticia) han sido más modestos de la esperado. Es un primer paso, pero sin la fuerza suficiente como para que llegue mucho más allá de una declaración de buenas intenciones. Una serie de países europeos se han desvinculado del texto afirmando que su contenido es “incompatible con su soberanía” (Austria, Hungría, Polonia, Estonia, Bulgaria, República Checa; Italia ni siquiera ha acudido). Estos, junto a un grupo mayor de países (EEUU, Australia, Israel), han afirmado que el pacto generará un nuevo “efecto llamada”. Los dos puntales europeos que han apoyado las resoluciones de la conferencia de Marrakech han sido Angela Merkel y Pedro Sánchez, un cadáver político y un okupa que gobierna en España por pura chiripa.
Así pues, es muy problemático el que, tal como está
evolucionando la situación mundial (cuando cada vez sectores mayores de la
población muestran su hostilidad hacia los tránsitos masivos de inmigración), los
“derechos humanos” puedan ver incluido el “derecho a la inmigración”. De todas
formas, la “secta” está intentando dar pasos adelante: hace dos años, bajo el
impacto de la guerra de Siria, ya se intentó una regulación internacional (La
Declaración de Nueva York para los Refugiados y Migrantes) que suponía el
primer pasó en esa dirección. Pero desde entonces ha llovido mucho más de lo
que parece.
En lo personal creo
que cuanto antes se incluya la inmigración como “derecho humano universal”,
mejor. ¿Me he vuelto loco? En absoluto: ese debería ser el “casus belli” para revisar
lo que ha sido la “doctrina de los derechos humanos” y establecer si ha servido
para algo, o simplemente ha sido una muestra de la retórica universalista
proclamada por una secta, tras la cual se han defendido intereses imperialistas
en lo internacional, corrección política y se ha establecido un régimen de “corrección
política” que indica -más allá de toda discusión y de cualquier objeción-
de lo que se puede y de lo que no se puede discutir.
El día en que una
Europa, reconstruida en lo político, sea capaz de poner el ALTO a los desmanes del
mundialismo universalista, habrá dado muestra de fortaleza. Y su más alta
obligación moral será liquidar el régimen ideológico generado entre 1945 y
1948: es decir, entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el principio de
la Guerra Fría. ¿Liquidarlo en beneficio de qué? En beneficio de la soberanía
nacional, la libertad de los pueblos, sus tradicional y su identidad… ¿O es que hay que recordar que la
democracia empezó en Grecia hace 2.700 años y no en la “Era de la Luz” hace 73
años? El rechazo a la inmigración masiva es una buena excusa para arrojar a la
cesta de los mitos ideológicos ese la “Declaración Universal de Derechos
Humanos”, el gran tótem ideológico de estas últimas décadas, tras la cual se
han justificado las peores tropelías (bombardeos a Yugoslavia en 1998,
bombardeos en Siria desde 2014, por citar los crímenes más recientes amparados
en aquel texto elaborado por Eleonor Roosevelt, aquella mujer que vivía una
doble vida: “primera dama” de día, “lesbiana” que odiaba a su marido de noche…
verdadera perífrasis simbólica de esa misma dualidad que supo otorgar a la “Declaración”.
De ahí la importancia de lo que se ha tratado en Marrakech.
No lo dudéis: los árboles hay que cortarlos, no por sus últimas ramas (la
declaración aprobada en Marrakech), sino por sus raíces… La calidad del acuerdo es tal que, si por ellos fuera, criticar a la
inmigración masiva (es decir, lo que hace una parte creciente del electorado
europeo, mayoritario en algunos países) debería de estar prohibido… Es decir,
la multiculturalidad, el mestizaje y la inmigración masiva, están por encima y
por delante de la libertad de expresión. Felicidades Doña Eleanor…