Ayer miércoles,
a medio día, en el informativo de medio día de TVE1 y TVE24h, apareció la
ministra de Transportes, hablando de manera triunfalista sobre el acuerdo
llegado con la gencat, para ampliar el aeropuerto del Prat, realizando una “inversión
histórica”. “Otros que van a pillar comisiones de aquí y de allí”, pensamos y
nos olvidamos del tema, porque “en democracia”, esto es lo normal. A eso de los
18:00 horas, es decir, apenas cuatro horas después, todo saltaba por los aires.
Al parecer,
Sánchez había dado marcha atrás. Lo que contribuye a entorpecer las relaciones
con ERC, a crear problemas con la gencat a una semana de la reunión de la “mesa
de negociaciones”, a debilitar su propio gobierno y, en definitiva, a acortar
el plazo para llegar a las próximas elecciones (porque gobierna, gracias a ERC
y a Podemos). Así que ha tenido que ocurrir algo muy importante para que diera
marcha atrás.
Como ocurre en
estos casos, los reproches son cruzados y no puede atenderse a lo que dicen los
políticos: en tanto que tales, mienten, dicen verdades a medias y enmascaran
cualquier cosa que pueda hacer recaer sobre ellos cualquier responsabilidad. El
“culpable” siempre es “el otro”.
Ahora bien, hay
unas cuantas cosas que están muy claras. Veamos algunas de ellas:
La gencat desde
hacía décadas exigía el traspaso en la gestión de los aeropuertos, lo que, en
la práctica implicaba descuartizar AENA y crear un ente separado con todo lo
que ello implica. En los próximos días, en Cataluña habrá huelga de conductores
de ferrocarriles por la entrega de la red de Cercanías a la gencat (que ya
hacía años que compartía su gestión, por cierto). Lo que quiere la gencat es la
ampliación del aeropuerto y gestionarlo en solitario.
Hace cuatro
años, volviendo de Iberoamérica, vimos algunas zonas del aeropuerto que,
literalmente, daban pena. El aeropuerto precisa un mantenimiento continuo y no
ha dejado de crecer desde el año 92. Las inversiones que requiere son
multimillonarias, pero ¿quién se atreve a realizarlas ante la situación
política de Cataluña? ¿Cómo va a hacer el Estado inversiones a largo plazo y de
cantidades muy importantes en una región cuyo gobierno autonómico no demuestra la
más mínima lealtad hacia el Estado, ni siquiera respeto hacia los ciudadanos
que queremos seguir perteneciendo a ese Estado, y ha decidido, unilateralmente,
que quiere separarse de él?
Quizás lo más
chusco de toda esta historia es que, hace unas horas, cuando Aragonés ha dado
un comunicado sobre el asunto, ha dicho que del Prat no se hablará en la “mesa
de negociación” y que, en la próxima reunión de ésta, solamente se hablará de “autogobierno
y referéndum, como estaba previsto”… De acuerdo que Aragonés no es ningún
lince, ni siquiera alguien que domine la construcción de silogismos lógicos, pero
debería pensar, al menos en términos de realismo político: no se puede estar en
misa y repicando. No se puede pedir una inversión de 1.700 millones y negociar un
referéndum por la independencia.
Luego está
Sánchez que cada día amanece teniendo que dar puntadas de refuerzo a las
costuras de un gobierno que se rompe siempre por la parte de Podemos. Porque
los de Podemos van de ecologistas y la ampliación del Prat implicaría
desmantelar una “reserva natural”. Y así hemos visto hoy a la Colau y a la ministra
de trabajo Yolanda Díaz, de acuerdo en que el aeropuerto no se amplíe, hablando
desde “la Ricarda”.
Los fondos
deberían llegar de la UE. Y, como es de dominio público, ni está dispuesta a
realizar inversiones en zonas “conflictivas” que hoy “son Europa” y mañana
pueden dejar de serlo, ni está dispuesta a que cunda el mal ejemplo en otras
regiones, ni, por supuesto, quiere a Podemos ni a partidos parecidos en ningún
gobierno de Europa. Ayer, Sánchez debió recibir alguna llamada de las “instancias
europeas” entre las 14:00 y las 18:00, suficientemente conminatoria para aparcar
la inversión.
En su propio
partido, los “barones” opinan que ya ha dado demasiado a la gencat y que hay
otras regiones que también existen y en donde hay que realizar inversiones (con
los consiguientes repartos de comisiones). Sánchez sabe lidiar con ellos, pero
le resulta mucho más difícil engañar a los viejos zorros que manejan los fondos
europeos y que llevan décadas observando los millones de euros que dilapidan
España, Grecia e Italia.
Esto ha sido, en
síntesis, lo que ha ocurrido: una gencat que lo quiere “todo pagado” y un
Sánchez que reparte fondos, pero que no es dueño de los fondos.
¿Y la ecología?
La ecología es la última trinchera desesperada de la izquierda y del independentismo.
Si todo sale mal, la excusa es siempre que hay una especie de mariposa en vías
de extinción y que hay que protegerla. La gencat ha enarbolado esta excusa
falsa, torpe y mendaz.
Y ¿qué hay sobre
la ampliación del aeropuerto?
Soy de los que
opina que el aeropuerto del Prat está mal planificado. Falta un ferrocarril
subterráneo que comunique las dos terminales. Es excesivo. Valdría la pena
recordar que, cuando un aeropuerto se satura, lo que se tercia no es ampliarlo,
ampliarlo y ampliarlo más todavía (francamente, no sabemos como pueden vivir
algunas zonas de Gavá, especialmente, con aviones y más aviones sobrevolando
las playas, las viviendas, los parques públicos). Hay que buscar alternativas.
El aeropuerto
del Prat ya no da más de sí. El “estany de la Ricarda” que constituye la excusa
de los ecologistas, es un residuo de la riqueza natural que en otro tiempo tuvo
la zona. Hoy está reducido apenas a un cuadrado irregular de 1 km de anchura y
de 500 metros en su parte más estrecha, cogido entre las pistas del aeropuerto y
la desembocadura del Llobregat (ver foto). En Cataluña la propia gencat ha
autorizado, promovido y llevado a cabo la construcción de arterias comarcales
que han destruido kilómetros y kilómetros de zonas naturales, así que ahora, el
que Aragonés o la Colau se hagan portavoces de las ansias ecológicas por menos
de un kilómetro cuadrado es casi de chiste (no es que uno sea insensible a la
ecología, pero la zona de “la Ricarda” es hoy seguramente la zona de BCN con
más mosquitos y cañaverales por metro cuadrado).
Además, hay
alternativas.
En París, cuando
ya no había forma de ampliar los dos aeropuertos de la capital, se optó por lo
más razonable: ampliar el de Beauvais, a 104 kilómetros de distancia del Arco
del Triunfo. Hoy, cuando se compra un billete de avión a París hay que ver
exactamente si nos deja en Orly, en el Charles de Gaulle o en Beauvais.
Barcelona se podría permitir algo parecido.
En Girona,
concretamente en Vilobi d’Onyar, hay un aeropuerto infrautilizado, oficialmente
llamado “Aeropuerto de Gerona – Costa Brava” que está ¡a 93 km del centro de
Barcelona! Tampoco puede olvidarse que en Tarragona hay otro aeropuerto,
igualmente infrautilizado, que podría ampliarse y que está a 103 km de
Barcelona…
Estas serían dos
alternativas razonables y evitarían que un aeropuerto monstruoso se convirtiera
en más monstruoso aún. Pero no es la solución que place a la gencat ¿A qué
viene esa manía pueblerina de ver quién tiene el aeropuerto más grande con la
pista más larga?
La gencat,
habituada a salirse con la suya por vía del chantaje (especialmente con
presidentes con plomo en las alas como Sánchez) ha cogido una rabieta, siempre
conveniente, a efectos de victimismo, los días antes del 11-S.