Para todos los que le conocimos, el Príncipe Junio Valerio Borghese
era “el comandante”. Como todo auténtico soldado, ni le gustaba la guerra, ni
era fácil oírlo hablar de la guerra. Tenía más de sesenta años, pero su
espíritu era el de un joven guerrero, el “hombre nuvo”, el “hombre diferenciado”
del que hablara Evola y al que le dedicó (y, a su vez, él prorrogó) su volumen Los
hombres y las ruinas. Su figura aparece especialmente en la historia
militar de Italia y en la historia política de la postguerra. El “comandante” tuvo
una amplia participación hasta su muerte en los episodios, en ocasiones
confusos, de la postguerra italiana. Solo la muerte le separó de su voluntad de
reconstruir Italia. Esta es la aventura política del comandante Borghese.
INTRODUCCIÓN
En la última fase de la II Guerra Mundial, el comandante Junio
Valerio Borghese se encontró al frente de un ejército prácticamente privado de
10.267 hombres al que formalmente se le llamaba Xª Flotiglia MAS, indicando que
su origen habían sido las pequeñas unidades de torpedos tripulados y lanchas explosivas
con los que la marina italiana había obtenido sus grandes éxitos en el
escenario mediterráneo. Se trataba de un verdadero ejército privado al servicio
de su líder (casi como si se tratara de un “cuerpo franco” al estilo de los que
aparecieron en Alemania durante la primera postguerra). Es significativo que
Mussolini intentara en su último encuentro con Borghese que esta aceptara el
cargo de subsecretario de marina de la República Social Italiana el 29 de enero
de 1945. El comandante rechazó el cargo y, a pesar de que siempre declaró que
evitaba toda participación en operaciones contra italianos, lo cierto es que en
la última fase del conflicto las acciones contra los partisanos se convirtieron
en algo normal. Gracias a esto, paradójicamente, Borghese salvó la vida.
En efecto, la Xª Flotiglia MAS estuvo formada solamente por
voluntarios de todas las edades, contrariamente a las unidades militares que
pudo movilizar Mussolini en la fase de la República Social Italiana (a partir
de ahora, RSI). Las acciones antipartisanas de la Xª MAS fueron iniciadas en
represalia por los asesinatos cometidos contra sus propios miembros a modo de
venganzas. Estas acciones fueron autorizadas por el general Karl Wolff que
había pasado del tranquilo puesto de adjunto al Reichführer-SS, Heinrich Himmler,
al de jefe de las SS y de la Gestapo en Italia, si bien es cierto que siempre
la Xª MAS tenía tendencia a actuar por su cuenta y según las necesidades ante
las que se encontraban sus unidades. Hacia el verano de 1944, el general Wolff
había pedido a la Xª MAS que hiciera todo lo posible por garantizar la
retaguardia alemana y, posteriormente, en conversación con Borghese volvió a
solicitarle que se dedicara preferencialmente a acciones en tierra abandonando
lo que hasta ese momento había sido su tarea principal, los asaltos submarinos
contra navíos de guerra aliados, especialmente británicos. A finales de 1944,
la casi totalidad de los efectivos de Borghese estaba concentrada contra los
partisanos.
Hay que recordar que la mayor parte de partisanos que actuaban en el
norte de Italia lo hacían en tanto que miembros del Partido Comunista. Se
trataba de una guerra civil, así que ambas partes actuaron con una inusitada
ferocidad. A la Xª MAS le correspondió especialmente realizar operación en
Borgo Ticino (a pocas decenas de kilómetros de la frontera suiza) en pleno
Piamonte y en el Valle de Ossola (también en el norte en Verbano-Cussio) en
donde los partisanos habían declarado una república independiente.
Las operaciones contra los partisanos se hicieron especialmente
intensas en el verano de 1944. En aquel momento la Xª MAS tenía destacados a
3000 hombres en Ivream 650 en Liguria, 500 nadadores-paracaidistas en Palmanova
y otros 1500 más dispersos por Lombardía. Se produjeron episodios
particularmente duros y fusilamientos de partisanos y de rehenes. En octubre de
1944, la Xª MAS liquidó la autoproclamada República de Alba y en los meses
siguientes multiplicaría sus acciones contra los núcleos partisanos de la
Lombardía especialmente contra los que hostigaban a sus propios miembros.
Los aliados, por su parte, consideraban que la Xª MAS estaba
directamente bajo control alemán, mientras que para los partisanos,
especialmente comunistas, tenían particular interés en capturar a Boghese y fusilarlo
lo antes posible. El 6 de febrero de 1945, el general SS Karl Wolf se había
entrevistado con Hitler (estando von Ribentrop presente) y le expuso el
resultado de los contactos que había tomado con los aliados occidentales para
negociar la paz. Más tarde, en marzo del mismo año se entrevistó en Suiza con
Allen Dulles de la Oficina de Servicios Estratégicos norteamericanos,
precedente de la CIA. Wolf habló en esa ocasión de proteger la vida del
comandante Borghese.
La guerra de la Xª MAS
contra el comunismo
Hasta la rendición de Italia en 1943, Borghese había sido un soldado
heroico que había servido sus victorias a la marina Italia; a partir de la
defección de la Casa de Saboya, se convirtió en un “señor de la guerra”, con
una autonomía prácticamente total que fue creciendo a medida que transcurrieron
los meses hasta mayo de 1945 cuando se produjo el hundimiento final del III
Reich. Durante esta segunda fase del conflicto, la Xª MAS había logrado
especializarse en la lucha contra los partisanos comunistas, los conocía mejor
que nadie, había conseguido infiltrarse en sus filas, conocía sus tácticas, la
mentalidad de sus líderes, sus procedimientos, su forma de organización. Nadie
hasta ese momento en Europa conocía con tanta claridad al comunismo armado como
el comandante Borghese y sus hombres.
Los aliados occidentales sabían perfectamente que tras el desenlace
de la II Guerra Mundial iba a seguir una etapa de tensiones con la Unión
Soviética de la que nadie era capaz hasta dónde se iba a llegar. De lo que no
cabía la menor duda era que los partidos comunistas que operaban en Europa
Occidental eran meras unidades coloniales al servicio del Estado Soviético y
que antepondrían su lealtad hacia Moscú a cualquier forma de patriotismo. Por
lo tanto, si de lo que se trataba era de garantizar el cumplimiento de los
acuerdos de Yalta, era evidente que había que contener a los partidos
comunistas occidentales. Y en eso, los nuevos dirigentes políticos demócratas
que estaban llegando en el furgón de los vencedores, no tenían absolutamente
ninguna experiencia. Tanto en Italia como en Alemania, la estrategia y las
tácticas comunistas solamente eran conocidas por quienes se habían enfrentado
directamente contra ellos, esto es por las unidades especializadas en la lucha
antipartisana. Estas unidades, así como las redes de espionaje creadas por los
alemanes en los países del Este europeo, eran apreciadas y codiciadas por los
aliados, especialmente norteamericanos. A los ingleses, potencia naval por
excelencia, le interesaba mucho más el aspecto técnico de los submarinos enanos
que había utilizado la Xª MAS contra sus cruceros y acorazados en el
Mediterráneo. De hecho, dos de estos submarinos fueron utilizados para hundir
un barco que transportaba armas de Yugoslavia a los judíos en Palestina.
Este elemento jugaba a favor de Borghese. A finales de 1945 la aristocracia romana contactó con el almirante Ellery Stone, gobernador militar aliado en Roma, a través de la baronesa Renata Arborio Mella di Sant’Elia, amiga personal de la familia Borghese y de la que estaba enamorado el propio Stone. Éste respondió que no estaba en condiciones de garantizarle la inmunidad legal, pero si de salvarle la vida (1). Tras el hundimiento, el 26 de abril, el prominente agente norteamericano, James Jesus Angleton (que luego sería uno de los fundadores y dirigentes de la CIA y entonces era jefe de operaciones especiales de la OSS) llegaron a Milán buscando al comandante Borghese. A través de distintos intermediarios ofreció un trato al comandante: su inmunidad a cambio de sus conocimientos sobre la organización y los métodos comunistas (2).
Finalmente, Angleton logró localizar a Borghese y advertirle de que una banda de partisanos tenía su emplazamiento y estaba en esos momentos a punto de llegar a su refugio, partiendo ambos inmediatamente para Roma en donde debía ser recibido por las autoridades aliadas. Una vez en la capital italiana fue alojado en un apartamento en Via Arquímides y arrestado el 19 de mayo por los norteamericanos.
NOTAS
(1) También el entonces Secretario de Estado del Vaticano, cardenal Montini (futuro Papa Paulo VI). El 6 de mayo de 1947, escribió a las autoridades norteamericanas en Italia una carta en nombre de la princesa Daria Borghese, esposa del comandante, intercediendo por él. Hay que recordar que Montini en aquel momento todavía estaba al frente de una red de espionaje vaticana extendida por todo el mundo y que los norteamericanos tenían particular interés en atraer.
(2) Los servicios de información ingleses no estaban de acuerdo con este trato. De hecho, era a su marina a la que Borghese había infringido los mayores destrozos y humillaciones y hubieron deseado entregarlo a los partisanos. Sin embargo, en aquel momento, los ingleses ya habían enviado al capitán Lionel Crabb a familiarizarse con los torpedos tripulados y las escafandras utilizadas por la Xª MAS. Crabb terminó convirtiéndose en un especialista en este armamento y desapareció tras haber intentado una acción similar contra un navío de guerra ruso en 1956, el Ordzhonikdze en el que viajaba el líder soviético Nikita Khrischev en una visita al Reino Unido.
2ª parte: Borghese durante y en laGuerra Fría