jueves, 23 de septiembre de 2021

MEMORIA HISTORIA: "La notte della Madonna" EL "GOLPE BORGHESE" (1ª PARTE)


Un héroe de guerra pasa al terreno político y para ello se beneficia de su extraordinario prestigio en el ambiente militar, del fracaso de la clase política italiana y de una serie de contactos y circunstancias que ya explicitamos en la entrega anterior. En esta última entrega intentaremos describir lo que hemos podido reconstruir del llamado Golpe Borghese y de los últimos meses de vida del Comandante que falleció precisamente en España.

Pocas operaciones golpistas han recibido tantos nombres diferentes. En efecto, lo que nosotros llamamos el “golpe Borghese” se conoce con distintos nombres: “Operación Tora, Tora”, “Golpe de los guardias forestales”, “Golpe de la Madonna”, “Golpe dell’Immacolata”, “Golpe del Fronte Nazionale”, “Golpe de Avanguardia”, “Golpe de los pensionistas”, etc. Se trata de una intentona golpista sobre la que se ha escrito mucho pero se ha aclarado muy poco. La mayoría de los implicados que todavía siguen vivo, aun hoy han permanecido fieles a su juramento de silencio, incluso con sus más próximos colaboradores. No se sabe, pues, cuando comenzó a prepararse el golpe, ni se sabe exactamente porqué, en plena ejecución, el propio Borghese ordenó abortarlo. Así pues, lo que presentamos aquí es una relación de episodios que sí han sido contrastados como realmente producidos, basado en testimonios personales y en datos incontrovertibles publicados por los medios.

¿Cuándo se inició y en qué consistía el proyecto golpista?

Una parte del debate que había tenido lugar durante la postguerra italiana en el seno de la derecha nacional (el neo-fascismo) era en torno a las estrategias de ascenso al poder. De un lado, la hipótesis democrática preveía la mejora de las posiciones políticas mediante la reiterada participación en las convocatorias electorales. Monárquicos y “misinos” eran los exponentes de esta tendencia. De otro lado, neofascistas radicalizados que figuraban en las juventudes del MSI, pero también en los círculos extraparlamentarios periféricos que empezaron a cobrar forma desde finales de los años 50, sentían hastío por las campañas electorales e incluso se burlaban de quienes pensaban que la pérdida de un 2% de votos “no es un trauma insuperable” o que la mejora de un 02% de votos “supone un éxito histórico”.

Ordine Nuovo, fundada por Pino Rauti en 1956 y configurada inicialmente como Centro Studi fue la primera formación extraparlamentaria que, inspirada en las tesis doctrinales de Julius Evola, intentó elaborar una alternativa fuera del MSI. Dos años después, el CS Ordine Nuovo vio como se constituía una tendencia interior por parte de sus elementos más jóvenes y radicalizados, dirigidos por Stefano delle Chiaie, que dieron vida a los Gruppi Armati Rivoluzionari (GAR), un nombre equívoco: en realidad no se trataba de un grupo terrorista, ni siquiera “armado”, pero si extremadamente radical que proponía un “enfrentamiento frontal con el sistema democrático”. Al llegar los períodos electorales, los GAR hacían campaña por el voto en blanco. No existía un frente nítido: los “extraparlamentarios” mantenían relaciones con sectores del MSI que les eran afines y viceversa. A fin de cuentas, todos se consideraban “camerati”.

Dos años después de su fundación, los GAR se escindieron definitivamente del CS Ordine Nuovo y adoptaron el nombre de Avanguardia Nazionale Giovanile, sigla que mantuvo la llama del neofascismo radicalizado en los siguientes cuatro años protagonizando sonoras manifestaciones en las calles y constituyéndose como la vanguardia del neofascismo activista. Cuando se aproxima el episodio conocido como el Plan Solo promovido por el general De Lorenzo, los golpistas contactan con Stefano delle Chiaie en el verano de 1964. Sin embargo, la desconfianza por la iniciativa es extrema y ANG no se compromete con el plan. Al iniciarse 1965, existen varias investigaciones sobre ANG y, por otra parte, los años de activismo han hecho madurar a sus dirigentes que ya no son los mismos jóvenes activistas y enfervorizados que se escindieron del MSI en los 50, ni que abandonaron decepcionados Ordine Nuovo. Se han curtido y han aprendido una palabra clave: estrategia. Precisan una estrategia de ascenso al poder y de conquista del Estado. Y esa estrategia es la golpista.

A partir de 1965 algunos cerebros de ANG empiezan a pensar en términos de desafío al Estado y de propuesta de un golpe para acabar con la democracia italiana. Su hipótesis es la “gradualista”: si bien es imposible realizar una nueva Marcha sobre Roma que, de un plumazo cambie completamente la situación, si al menos es posible realizar un proceso gradual de cambios en el que el primer paso sea desmantelar el poder de la izquierda comunista, mientras que, paralelamente, las propias fuerzas mejoran las posiciones. Tras la disolución de ANG, sus militantes, lejos de desmovilizarse, ingresan en otras fuerzas, las animan, se infiltran en otros grupos, crean nuevas formaciones, y, sobre todo, construyen una estrategia global junto con la antigua generación que ha hecho la guerra: es ahí en donde sus destinos se cruzan con el comandante Borghese y sus amigos.

En esos años, la actividad del círculo que constituye ANG es portentosa: se preocupan de crear asociaciones universitarias (Caravella en Roma que tendrá una importancia decisiva en los sucesos del “otoño cálido” italiano), crean grupos locales de todo tipo (incluso de “sinistra nazionale”), multiplican sus contactos con las Fuerzas Armadas, logran hacer del sur y especialmente de la región de Calabria, un centro operativo en el que tienen fuerza política, mantienen relaciones con los antiguos militantes más radicalizados del MSI y especialmente con las asociaciones de excombatientes de la República Social, incluso colocadrán carteles stalinistas por cuenta de la CIA, simplemente para conocer por qué la inteligencia norteamericana está interesada en promover la creación de grupos maoístas en Europa Occidental. No se sabe exactamente quiénes son, resulta imposible cuantificar su número y su influencia, pero de lo que no cabe la menor duda es que están ahí, se mueven, son una realidad difusa, radical, un proyecto radical que planea y que nadie es capaz de describir con precisión.

Oficialmente, el proyecto golpista entra en escena en 1969 y al menos así ha sido establecido en las actas judiciales que siguieron. No es seguro. En apenas un año no se organiza un movimiento golpista de esas dimensiones. En realidad, hay que pensar que el proyecto va cobrando forma a partir de finales de 1965 o a principios de 1966 cuando los núcleos que están fuera del MSI empiezan a adoptar una estrategia en la que se percibe claramente la influencia de la idea golpista. En efecto, a partir de la disolución de la ANG, se forman distintas agrupaciones políticas, juveniles unas, no exclusivamente juveniles otras, la asociación de ex combatientes de la República Social se parte en dos, aparecen asociaciones estudiantiles de nuevo cuño, incluso se cometen los primeros atentados dinamiteros con intención golpista. El hecho de que hacia 1967 ya hayan estallado algunas bombas claramente provocadoras (pero en absoluto masacradoras que solamente empiezan a partir del atentado contra la Banca de Agricultura de Milán en 1969), el hecho de que hayan aparecido grupos que van desde la “Sinistra Nazionale” hasta grupos culturales evolianos (”Europa Civilta”) pasando por decenas de círculos locales y por el trabajo de infiltración del núcleo que anteriormente formaba parte de la ANG, tanto en el MSI como entre la extrema-izquierda, indican una clara voluntad de generar una dinámica golpista. En efecto, será buena parte de todas estas energías las que terminen convergiendo en la creación del Fronte Nazionale de Borghese que será el vector central del futuro golpe de Estado.

Sin embargo, oficialmente, la fecha de 1989 es clave para el arranque del golpe. En esa fecha se registra la formación de grupos clandestinos con vinculaciones con las FFAA. Sin embargo, no hay que olvidar que el golpe de Estado no es más que un momento táctica de un desarrollo político estratégico. En efecto, la estrategia en la que se movían los golpistas era “gradualista” y se podía definir en función de la “teoría de la escalera”: dado que no puede realizarse un golpe de Estado que lleve directamente a los neofascistas al poder de lo que se trata es de parcelar el recorrido hacia la conquista del Estado en diversos “grados” o “escalones” cada una de los cuales supondrá un ascenso y una mejora de las posiciones de las propias fuerzas, mientras que el adversario se verá debilitado progresivamente.

En el período 1966-1970 para los neofascistas en Italia de lo que se trataba era de excluir definitivamente la posibilidad de que el Partido Comunista Italiano formara parte de alguna coalición (lo que en la época se conocía como “el compromiso histórico”) y el golpe Borghese, en realidad, no intentaba nada más que alejar esa posibilidad e introducir en la ecuación política italiana una situación en la que el “antifascismo” que era habitual en la época quedara definitivamente desterrado. Los golpistas preveían destruir el centro-izquierda y en concreto marginar también la presencia de los socialistas que serían sustituidos por el Fronte Nazionale (también calculaban que el episodio golpista habría aureolado a Borghese y a los suyos de tal prestigio en los medios de la derecha nacional que el MSI o bien ingresaría en el Fronte Nazionale o bien se desintegraría).

Es evidente que un golpe de Estado no puede generarse si una parte sustancial de la población no lo demanda. La teoría que manejaban los neofascistas en la época era la expresaban en términos casi maoístas: para conquistar una ciudad es preciso conquistar el espacio que le rodea. Entendiendo que la “ciudad” es el Estado, el territorio que le rodea es la “población”, de ahí que para conquistar al Estado sea preciso adicionar el concurso de al menos una parte sustancial de la población. Y por eso el golpe precisó de la preparación de un “frente político” que se empezó a diseñar en 1966, mucho antes de que los servicios de inteligencia empezaran a registrar informaciones sobre contactos con militares. A fin de cuentas, un golpe de Estado es una operación esencialmente política en la que el peso militar solamente se pone en la balanza en un momento táctico concreto.

Se conoce la proclama del comandante Borghese que debería de haberse leído ante las cámaras de la RAI:

"Italianos: el cambio político deseado, el golpe tan esperado se ha llevado a cabo. La fórmula política que ha gobernado durante un cuarto de siglo, ha llevado a Italia al borde de la ruina económica y moral, ha dejado de existir. En las próximas horas se aplicarán las medidas más inmediatas y apropiadas para hacer frente al desequilibrio actual de la Nación.

Las Fuerzas Armadas, la Policía, los hombres más competentes y representativos de la nación están con nosotros, mientras que, por el contrario, podemos asegurar que los oponentes más peligrosos, que debe entenderse, que quería esclavizar al país a los extranjeros, se vuelven inofensivas. Italiano, el Estado que juntos vamos a crear, será una Italia sin adjetivos ni colores políticos. Contará con una sola bandera: ¡nuestra gloriosa bandera tricolor!

Soldados de la Tierra, Mar y Aire, Aplicación de la ley, a vosotros confiamos la defensa de la patria y la restauración del orden interno. No serán promulgadas leyes especiales ni se formarán tribunales especiales fuera de los establecidos, pedimos solamente cumplir las leyes vigentes. A partir de este momento, nadie se reirá de ti con toda impunidad, ofender, herir en la mente y el cuerpo, o matarte.

A su vez en sus manos la bandera tricolor gloriosa le invitamos a gritar nuestro himno de amor incontenible Italia! Italia! ¡Viva Italia! "

El llamamiento, como puede verse, es una mezcla de nacionalismo tricolor, populismo y proclama destinada a tranquilizar a la población.


 

¿Qué movimientos reales se produjeron aquella noche?

La prensa de derecha y concretamente Il Secolo d’Italia, diario del MSI, negó la existencia misma del intento de golpe de Estado. En los primeros momentos solamente la prensa de izquierdas lo aceptó como un intento realmente existente, mientras que la de derechas, se burlaba de una intentona que, aparentemente, no había dejado huellas. Durante unos meses, la derecha se obstinó en negar la realidad del golpe aduciendo la falta de pruebas tangibles de que efectivamente se hubiera realizado. Y, sin embargo, estas pruebas existían. En una segunda etapa, cuando estas pruebas afloraron, la defensa de la derecha fue que se trató de un intento golpista protagonizado por una exigua minoría que no tenía a nada ni a nadie detrás y que ningún partido, ninguna fuerza política de importancia, sabía nada de él, salvo el Fronte Nazionale del comandante Borghese, que, a fin de cuentas, carecía de diputados y era una formación más de una galaxia de grupúsculos de extrema-derecha (una docena larga de siglas extendidas a nivel nacional y una veintena más de grupos locales).

La realidad fue que el golpe había sido minuciosamente preparado y que un militar experimentado como Borghese no iba a dar el paso decisivo de no haber contado con apoyos suficientes, como mínimo, para que el destino del golpe fuera el que sus protagonistas habían diseñado. Un comentarista, Jeffrey McKenzie Bale escribió:

“Sería un grosero error considerar al Príncipe Negro y a los suyos como una entidad política distinta de las fuerzas políticas bastante más potentes de las cuales decían haber recibido la promesa de un apoyo. Cualquier cosa que se opine sobre él,  Borghese no era ciertamente un principiante cuando se trataba de dirigir operaciones militares, y ningún experto en actividades militares y paramilitares, se hubiera atrevido a pensar que unos pocos centenares de militantes civiles hubieran conseguido poner en marcha un golpe de Estado en Roma sin el apoyo de las fuerzas regulares de seguridad”.

Se sabe que Borghese había instalado su puesto de mando –llamado en el argot “Puesto de Mando A”- en una oficina en el centro de Roma, con funciones de dirección y coordinación. En una de las fábricas de Remo Orlandini, se instaló el “Puesto de Mando B”, con funciones operativas. Mientras el primero era la dirección estratégica del golpe, la segunda constituía la dirección táctica. Junto a Borghese, en el “Puesto de Mando A”, se encontraban el capitán de carabinieri, Salvatore Pecorella y el coronel Mario Rosa, que también era uno de los dirigentes del Fronte Nazionale. Mientras, en la fábrica de Orlandini se encontraban unos cuantos cientos de activistas, algunos de ellos con uniformes de carabinieri, armados y dispuestos a ser transportados en autobuses propiedad de Pier Talenti, empresario del transporte.

En la tarde del día 7 de diciembre, en distintos lugares de Roma tuvieron lugar concentraciones de militantes movilizados, la mayor parte, sin saber para qué exactamente. Eran miembros de Avanguardia Nazionale, del propio Fronte Nazionale y de las organizaciones vinculadas a estos grupos, como el Fronte Delta, formado por estudiantes universitarios. En la mayoría de regiones de Italia núcleos de militantes estaban igualmente concentrados esperando la consigna para ponerse en marcha: “Tora, tora, tora”, la misma que había utilizado el alto mando japonés para dar la orden a sus portaviones para atacar Pearl Harbour.

Se tienen constancia de distintos movimientos que se produjeron en aquella noche, el más famoso fue la ocupación momentánea de la armería del Ministerio del Interior por parte de una cincuentena de militantes de Avanguardia Nazionale con su dirigente al frente, Stefano delle Chiaie. En aquella acción se apropiaron de 200 fusiles ametralladores que empezaron a cargar en una furgoneta y que debían de haber sido entregadas a los militantes que se encontraban en el ese momento en el “Puesto de Mando B”. Un militante, disfrazado de capitán de policía, había abierto el camino mostrando una orden falsificada del general Domenico Barbieri. Además de suministrar armas, este comando había asumido la misión de ocupar el centro de comunicaciones en el mismo edificio, operación de particular importancia a la hora de comunicar el ministerio con los distintos núcleos policiales distribuidos en todo el territorio nacional. En la acción participaron militantes del núcleo romano de Avanguardia Nazionale, la mayoría con más de cinco años de militancia y de valor demostrado en acciones callejeras. Muchos de ellos habían participado en los incidentes en la facultad de Valle Giulia (que ya estudiamos detenidamente en la Revista de Historia del Fascismo número 5, pág. 44-61).

Mientras los neofascistas romanos irrumpían en el ministerio del Interior, 197 guardias forestales armados emprendían el camino hacia Roma, dirigidos por el coronel Luciano Berti, con la intención de ocupar los locales de la RAI con la orden de transmitir un mensaje por televisión del comandante Borghese a toda la nación. El grupo llegó a la Villa Olímpica, a pocos cientos de metros de su objetivo antes de que recibieran la orden de regresar a su base de adiestramiento. Posteriormente se diría que la movilización de esta columna apenas era una “casualidad” y que nadie sabía nada de un supuesto golpe de Estado.

Un comando de Avanguardia Nazionale penetró en la jefatura de policía de Roma con la intención de detener al prefecto Angelo Vicari, pero una vez en el interior del edificio, quedaron bloqueadas en un ascensor en donde  tuvieron que permanecer hasta el día siguiente. De todas formas aquel día,. Vicari no se encontraba en Roma sino en Palermo movilizado por un asunto relativo a la mafia. Precisamente, algunos mafiosos arrepentidos, declararon años después que medios golpistas habían intentado reclutarlos para que participaran en operaciones como esta de bloqueo de las fuerzas policiales. Así mismo, la mafia calabresa, la n’ndragheta, estaban movilizados en torno a sus jefes naturales a la espera de recibir uniformes de carabinieri y dispuestos para proceder al arresto de sindicalistas y de políticos de izquierdas en las zonas del sur de Italia.

Finalmente, se sabe que una de las concentraciones de militantes con mayor capacidad ofensiva tuvo lugar en el gimnasio de la Asociación Nacional de Paracaidistas, cuyos dirigentes eran próximos al Fronte Nazionale y cuyos miembros eran mayoritariamente favorables a las organizaciones de la derecha nacional y a los grupos extraparlamentarios de extrema-derecha. Allí esperaban 200 militantes de los que se conoce el nombre de uno de sus dirigentes, Sandro Sacuci, que luego sería diputado del Movimiento Social Italiano y que permaneció exiliado en España por esta intentona antes de pasar a Argentina. Este grupo debería de haberse puesto en marcha hacia la media noche provisto de armamento llegado de un cuartel y con la misión de ocupar centros neurálgicos de la capital italiana.

Se sabe también que a las 20:45 del 7 de diciembre, la unidad de artillería con base en Verona, dirigida por el teniente coronel Amos Spiazzi (monárquico y miembro del Fronte Nazionale), recibió un fonograma con la consigna exacta para poner en marcha la operación “Esigenza Triangolo”. La orden había partido del mando natural de su regimiento, pero sin incluir la palabra “ejercicio táctico”. Tras pedir la confirmación (que recibió), Spiazzi (que años después sería procesado por complicidad en la conspiración de la Rosa dei Venti), ordeno la partida de su unidad compuesta por cañones de 105 milímetros con municiones y provisiones que se dirigió hacia Sesto San Giovani. Recorrieron 150 km antes de recibir la orden de abortar la operación. Spiazzi sabía que al día siguiente, el 8 de diciembre, el Fronte Nazionale había convocado una gran manifestación en Roma, apoyada, entre otros por los monárquicos, contra la visita de tito a Italia.

En la Academia Militar de Modena, se dio la orden de movilización, se montaron nidos de ametralladoras en las torres, protegidos por sacos terrenos y con abundante munición. A lo largo de todo el territorio nacional se tuvieron noticias de extraños movimientos militares dentro del cuadro de la operación “Esigenza Triangolo”.

No hubo pues dudas, de que en aquella noche se movilizaron no solamente unos cuantos cientos de militantes de extrema-derecha sino que distintas unidades militares, caracterizadas por su potencia de fuego y su movilidad, salieron de sus cuarteles y solamente dieron marcha atrás in extremis y por causas que veremos más adelante.

La proyección del Golpe Borghese en los EEUU

Conocimos personalmente al doctor Monti en el verano de 1980 cuando vivía en el Distrito XVI de París ejerciendo su profesión de médico ginecólogo. En esos momentos se encontraba sin mantener apenas contactos políticos, salvo con algunos exiliados neofascistas italianos en la capital francesa. Difícilmente se diría que su papel durante el “golpe Borghese” tuvo una especial importancia.

Monti fue arrestado por su complicidad en el golpe Borghese y permaneció en cárcel algo más de un año exiliándose en París durante diez años. En 2005, en sus memorias explica detalladamente sus relaciones con los EEUU y cómo las consiguió.  Monti cuenta que conocía al súbdito norteamericano Hugh Fenwick, hijo de la senadora Millicent Fenwick y dirigente de la Selenia (empresa del sector electrónico vinculada a la Defensa, fundada en Nápoles en 1960 y colaboradora de la OTAN especialmente en la construcción de sistemas de misiles antiaéreos). Fenwinck le habría facilitado un encuentro con el antiguo coronel de las SS, Otto Skorzeny (a quien fue a ver por orden de Borghese y de Orlandini) que en aquellos momentos residía en Madrid y dirigía una red que colaboraba con la CIA, con el BND alemán y con la inteligencia española desde su pequeña oficina de la calle de la Montera. Monti viajó a Madrid y se entrevistó con Skorzeny el cual le comunicó que los EEUU apoyarían el golpe de Estado siempre y cuando Giulio Andreotti fuera nombrado jefe de gobierno, en el cual, el propio Monti sería Ministro de Asuntos Exteriores. Monti repitió estas situaciones el 5 de diciembre de 2005 en un programa de la RAI.

El industrial Remo Orlandini también conocía personalmente a Fenwick, ambos, al aprecer habían sido presentados por un militante de Avanguardia Nazionale. Orlandini, por su parte, también intentó obtener para el golpe el apoyo de la embajada americana, pero, al parecer, el embajador no se comprometió después de investigar quién se encontraba detrás de la operación. Antes de residir en Italia, Fendwick habíaviajado por Corea y Vietnam y él mismo era el primero en afirmar que disponía de un contacto directo con el presidente Nixon. Orlandini testificó que, encontrándose en cierta ocasión en casa de Fendwick, éste llamó directamente a Nixon. Cuando la personalidad de Fendwick emergió en la trama golpista, el capital Antonio Labruna, oficial de inteligencia, preguntó a la CIA si se trataba de un agente suyo. La organización de inteligencia norteamericana no confirmó ni negó, simplemente calló y no dio respuesta alguna. Con esto, Labruna infirió que Fendwick era un “agente residente”, es decir, que oficialmente no tenía nada que ver con la inteligencia pero que, además de su trabajo habitual, realizaba misiones concretas a petición de alguna agencia de inteligencia norteamericana.

La desclasificación en EEUU de algunos documentos que hasta los años 90 habían permanecido como “reservados” en los archivos confirmó el que los EEUU estaban al corriente de la intentona golpista e incluso, de alguna manera, estaban al corriente de lo que se fraguaba. El 7 de agosto de 1970 el embajador norteamericano en Roma, Graham Martin, había enviado un informe al Departamento de Estado con el resumen de la conversación que había mantenido con Hugh Fenwick. Se confirmaba lo que ya se sabía a través de Monti: que el italiano le habría descrito el diseño de un proyecto golpista sondeando sobre la actitud que adoptaría la administración norteamericana (entonces dirigida por el presidente Nixon y teniendo como eminencia gris a Henri Kissinger, notorios anticomunistas ambos). La diferencia entre ambos testimonios radica en que según Monti, los norteamericanos dieron –a través de Skorzeny- el placet, mientras que los papeles desclasificados permanecían mudos al respecto.

Cabe recordar que el coronel Skorzeny había sido el oficial con más experiencia en “operaciones especiales” de las SS. Al concluir la guerra, formó una red de espionaje e información que fue incorporada a la llamada “red Ghelen” e integrada en el dispositivo de la CIA en tareas anticomunistas (pero también en operaciones en países árabes por cuenta de terceros países: en ese sentido la red Skorzeny trabajo para los servicios especiales del franquismo en operaciones de infiltración en el Frente Polisario y para el gobierno portugués en operaciones contra las guerrillas anticolonialistas en las colonias portuguesas de África).

Tras el encuentro con Skorzeny, Monti consiguió entrevistarse con Herbert Klein, un estrecho colaborador de Kissinger quien fue más explícito sobre las condiciones puestas por los norteamericanos para aprobar un golpe de Estado en Italia: no debían de verse implicados ni civiles ni militares norteamericanos destinado en bases de la OTAN en Italia, debían participar las distintas armas incluido los cabinieri; tras el golpe la presidencia del gobierno sería entregada a un político democristiano que contase con el visto bueno de los EEUU y organizase nuevas elecciones en el plazo de un año; en esa convocatoria electoral no se presentarían listas ni comunistas ni de extrema izquierda. Luego Monti reconoció que el político democristiano elegido era Andreotti. Aunque declaró ignorar si le constaba que este hubiera aceptado el encargo.

En el informe elaborado por el embajador norteamericano y desclasificado años después se aludía al debate interior que se produjo en el Departamento de Estado norteamericano sobre la conveniencia de favorecer un golpe en Italia. Y se trataba de algo más que de una especulación teórica. El general Vito Miceli (director del Servicio de Contraespionaje SIOS en 1969 y luego director del Servicio de Información de la Defensa del 18 de octubre de 1970 al 30 de julio de 1074. Arrestado en 1974 en el marco de la investigación sobre la red clandestina Rosa dei Venti y procesado por favorecer el intento de golpe de Estado de Borghese, absuelto de todos los cargos en 1978; miembro de la Logia P2 y de la red Gladio. Diputado del MSI de 1976 hasta 1987) se entrevistó con el agregado militar de la embajada norteamericana en Roma James Clavio mostrándole una grabación magnetofónica sobre un supuesto golpe de Estado que tendría lugar en “ferragosto”. La conversación pertenecía a un político italiano de primer plano cuyo nombre no se conoce. El embajador Martin fue informado puntualmente de esta conversación y poco tiempo después, el Secretario de Estado norteamericano William Rogers comentándole sus dudas sobre la posibilidad de que la operación golpista tuviera éxito. Es más, añadía que en caso de obtener más datos sobre la trama se las transmitiera al presidente Saragat o al primer ministro Mariano Colombo. En la respuesta, el embajador comentó que se había entrevistado con el almirante Henke (director del SID entre julio de 1966 y octubre de 1970, años en los que se inicia la “estrategia de la tensión”; fue el primer director del SID tras la reforma del SIFAR en 1965) le indicó a este sobre la conveniencia de profundizar las investigaciones sobre el Fronte Nazionale y el comandante Borghese. Henke informó de estos particulares al jefe del Estado Mayor y al Ministro de Defensa (Mario Tanassi) amigo personal del presidente Saragat.

Tras los hechos de la Notte della Madonna, cuando la trama fue descubierta, Martin escribió nuevamente al Departamento de Estado sobre el episodio. Hoy, la documentación sobre esta correspondencia está completamente desclasificada por lo que puede afirmarse sin sombra de dudas, que los EEUU conocían el proyecto golpista, pero que no tomaron parte activa en su desarrollo, ni en su impulso, tan solo pusieron algunas condiciones por las que este golpe.

Sin embargo, la noche en la que estaba previsto el golpe de Estado, la RAI emitió sorpresivamente una película extraña: Seves Days in My, filmada en 1964, dirigida por  John Frankenheimer y protagonizada por Kirk Douglas, Ava Gardner, Burt Lancaster, Frederic March, etc. La película había recibido varia nominaciones a los Oscars secundarios. El argumento era sorprenden y sin duda no habría llamado la atención en otro momento, pero sí aquella noche: en plena Guerra Fría, un general del ejército intenta derrocar al presidente de los EEUU. Dispone de siete días para abortar la operación y encontrar pruebas para derrotar a los golpistas… Se ignora si se trató de una casualidad. En la ficción, el golpe no triunfó. ¿Era un mensaje subliminal destinado a alguna cúpula que jugaba con cartas dobles?