Un héroe de guerra pasa al terreno político y para ello
se beneficia de su extraordinario prestigio en el ambiente militar, del fracaso
de la clase política italiana y de una serie de contactos y circunstancias que
ya explicitamos en la entrega anterior. En esta última entrega intentaremos
describir lo que hemos podido reconstruir del llamado Golpe Borghese y de los
últimos meses de vida del Comandante que falleció precisamente en España.
Pocas operaciones golpistas han recibido tantos nombres diferentes.
En efecto, lo que nosotros llamamos el “golpe Borghese” se conoce con distintos
nombres: “Operación Tora, Tora”, “Golpe de los guardias forestales”, “Golpe de
la Madonna”, “Golpe dell’Immacolata”, “Golpe del Fronte Nazionale”, “Golpe de
Avanguardia”, “Golpe de los pensionistas”, etc. Se trata de una intentona
golpista sobre la que se ha escrito mucho pero se ha aclarado muy poco. La
mayoría de los implicados que todavía siguen vivo, aun hoy han permanecido
fieles a su juramento de silencio, incluso con sus más próximos colaboradores.
No se sabe, pues, cuando comenzó a prepararse el golpe, ni se sabe exactamente
porqué, en plena ejecución, el propio Borghese ordenó abortarlo. Así pues, lo
que presentamos aquí es una relación de episodios que sí han sido contrastados
como realmente producidos, basado en testimonios personales y en datos
incontrovertibles publicados por los medios.
¿Cuándo se inició y en qué consistía el proyecto golpista?
Una parte del debate que había tenido lugar durante la postguerra
italiana en el seno de la derecha nacional (el neo-fascismo) era en torno a las
estrategias de ascenso al poder. De un lado, la hipótesis democrática preveía
la mejora de las posiciones políticas mediante la reiterada participación en
las convocatorias electorales. Monárquicos y “misinos” eran los exponentes de
esta tendencia. De otro lado, neofascistas radicalizados que figuraban en las
juventudes del MSI, pero también en los círculos extraparlamentarios
periféricos que empezaron a cobrar forma desde finales de los años 50, sentían
hastío por las campañas electorales e incluso se burlaban de quienes pensaban
que la pérdida de un 2% de votos “no es un trauma insuperable” o que la mejora
de un 02% de votos “supone un éxito histórico”.
Ordine Nuovo, fundada por Pino Rauti en 1956 y configurada
inicialmente como Centro Studi fue la primera formación extraparlamentaria que,
inspirada en las tesis doctrinales de Julius Evola, intentó elaborar una
alternativa fuera del MSI. Dos años después, el CS Ordine Nuovo vio como se
constituía una tendencia interior por parte de sus elementos más jóvenes y
radicalizados, dirigidos por Stefano delle Chiaie, que dieron vida a los Gruppi
Armati Rivoluzionari (GAR), un nombre equívoco: en realidad no se trataba de un
grupo terrorista, ni siquiera “armado”, pero si extremadamente radical que
proponía un “enfrentamiento frontal con el sistema democrático”. Al llegar los
períodos electorales, los GAR hacían campaña por el voto en blanco. No existía
un frente nítido: los “extraparlamentarios” mantenían relaciones con sectores
del MSI que les eran afines y viceversa. A fin de cuentas, todos se
consideraban “camerati”.
Dos años después de su fundación, los GAR se escindieron
definitivamente del CS Ordine Nuovo y adoptaron el nombre de Avanguardia
Nazionale Giovanile, sigla que mantuvo la llama del neofascismo radicalizado en
los siguientes cuatro años protagonizando sonoras manifestaciones en las calles
y constituyéndose como la vanguardia del neofascismo activista. Cuando se
aproxima el episodio conocido como el Plan Solo promovido por el general De
Lorenzo, los golpistas contactan con Stefano delle Chiaie en el verano de 1964.
Sin embargo, la desconfianza por la iniciativa es extrema y ANG no se
compromete con el plan. Al iniciarse 1965, existen varias investigaciones sobre
ANG y, por otra parte, los años de activismo han hecho madurar a sus dirigentes
que ya no son los mismos jóvenes activistas y enfervorizados que se escindieron
del MSI en los 50, ni que abandonaron decepcionados Ordine Nuovo. Se han
curtido y han aprendido una palabra clave: estrategia. Precisan una estrategia
de ascenso al poder y de conquista del Estado. Y esa estrategia es la golpista.
A partir de 1965 algunos cerebros de ANG empiezan a pensar en
términos de desafío al Estado y de propuesta de un golpe para acabar con la
democracia italiana. Su hipótesis es la “gradualista”: si bien es imposible
realizar una nueva Marcha sobre Roma que, de un plumazo cambie completamente la
situación, si al menos es posible realizar un proceso gradual de cambios en el
que el primer paso sea desmantelar el poder de la izquierda comunista, mientras
que, paralelamente, las propias fuerzas mejoran las posiciones. Tras la
disolución de ANG, sus militantes, lejos de desmovilizarse, ingresan en otras
fuerzas, las animan, se infiltran en otros grupos, crean nuevas formaciones, y,
sobre todo, construyen una estrategia global junto con la antigua generación
que ha hecho la guerra: es ahí en donde sus destinos se cruzan con el
comandante Borghese y sus amigos.
En esos años, la actividad del círculo que constituye ANG es
portentosa: se preocupan de crear asociaciones universitarias (Caravella en Roma que tendrá una
importancia decisiva en los sucesos del “otoño cálido” italiano), crean grupos
locales de todo tipo (incluso de “sinistra nazionale”), multiplican sus
contactos con las Fuerzas Armadas, logran hacer del sur y especialmente de la
región de Calabria, un centro operativo en el que tienen fuerza política,
mantienen relaciones con los antiguos militantes más radicalizados del MSI y
especialmente con las asociaciones de excombatientes de la República Social,
incluso colocadrán carteles stalinistas por cuenta de la CIA, simplemente para
conocer por qué la inteligencia norteamericana está interesada en promover la
creación de grupos maoístas en Europa Occidental. No se sabe exactamente
quiénes son, resulta imposible cuantificar su número y su influencia, pero de
lo que no cabe la menor duda es que están ahí, se mueven, son una realidad
difusa, radical, un proyecto radical que planea y que nadie es capaz de
describir con precisión.
Oficialmente, el proyecto golpista entra en escena en 1969 y al menos así ha sido establecido en las actas judiciales que siguieron. No es seguro. En apenas un año no se organiza un movimiento golpista de esas dimensiones. En realidad, hay que pensar que el proyecto va cobrando forma a partir de finales de 1965 o a principios de 1966 cuando los núcleos que están fuera del MSI empiezan a adoptar una estrategia en la que se percibe claramente la influencia de la idea golpista. En efecto, a partir de la disolución de la ANG, se forman distintas agrupaciones políticas, juveniles unas, no exclusivamente juveniles otras, la asociación de ex combatientes de la República Social se parte en dos, aparecen asociaciones estudiantiles de nuevo cuño, incluso se cometen los primeros atentados dinamiteros con intención golpista. El hecho de que hacia 1967 ya hayan estallado algunas bombas claramente provocadoras (pero en absoluto masacradoras que solamente empiezan a partir del atentado contra la Banca de Agricultura de Milán en 1969), el hecho de que hayan aparecido grupos que van desde la “Sinistra Nazionale” hasta grupos culturales evolianos (”Europa Civilta”) pasando por decenas de círculos locales y por el trabajo de infiltración del núcleo que anteriormente formaba parte de la ANG, tanto en el MSI como entre la extrema-izquierda, indican una clara voluntad de generar una dinámica golpista. En efecto, será buena parte de todas estas energías las que terminen convergiendo en la creación del Fronte Nazionale de Borghese que será el vector central del futuro golpe de Estado.
Sin embargo, oficialmente, la fecha de 1989 es clave para el
arranque del golpe. En esa fecha se registra la formación de grupos
clandestinos con vinculaciones con las FFAA. Sin embargo, no hay que olvidar
que el golpe de Estado no es más que un momento táctica de un desarrollo
político estratégico. En efecto, la estrategia en la que se movían los
golpistas era “gradualista” y se podía definir en función de la “teoría de la
escalera”: dado que no puede realizarse un golpe de Estado que lleve
directamente a los neofascistas al poder de lo que se trata es de parcelar el
recorrido hacia la conquista del Estado en diversos “grados” o “escalones” cada
una de los cuales supondrá un ascenso y una mejora de las posiciones de las
propias fuerzas, mientras que el adversario se verá debilitado progresivamente.
En el período 1966-1970 para los neofascistas en Italia de lo que se
trataba era de excluir definitivamente la posibilidad de que el Partido
Comunista Italiano formara parte de alguna coalición (lo que en la época se
conocía como “el compromiso histórico”) y el golpe Borghese, en realidad, no
intentaba nada más que alejar esa posibilidad e introducir en la ecuación
política italiana una situación en la que el “antifascismo” que era habitual en
la época quedara definitivamente desterrado. Los golpistas preveían destruir el
centro-izquierda y en concreto marginar también la presencia de los socialistas
que serían sustituidos por el Fronte Nazionale (también calculaban que el
episodio golpista habría aureolado a Borghese y a los suyos de tal prestigio en
los medios de la derecha nacional que el MSI o bien ingresaría en el Fronte
Nazionale o bien se desintegraría).
Es evidente que un golpe de Estado no puede generarse si una parte sustancial de la población no lo demanda. La teoría que manejaban los neofascistas en la época era la expresaban en términos casi maoístas: para conquistar una ciudad es preciso conquistar el espacio que le rodea. Entendiendo que la “ciudad” es el Estado, el territorio que le rodea es la “población”, de ahí que para conquistar al Estado sea preciso adicionar el concurso de al menos una parte sustancial de la población. Y por eso el golpe precisó de la preparación de un “frente político” que se empezó a diseñar en 1966, mucho antes de que los servicios de inteligencia empezaran a registrar informaciones sobre contactos con militares. A fin de cuentas, un golpe de Estado es una operación esencialmente política en la que el peso militar solamente se pone en la balanza en un momento táctico concreto.
Se conoce la proclama del comandante Borghese que debería de haberse leído ante las cámaras de la RAI:
"Italianos:
el cambio político deseado, el golpe tan esperado se ha llevado a cabo. La
fórmula política que ha gobernado durante un cuarto de siglo, ha llevado a
Italia al borde de la ruina económica y moral, ha dejado de existir. En las
próximas horas se aplicarán las medidas más inmediatas y apropiadas para hacer
frente al desequilibrio actual de la Nación.
Las Fuerzas
Armadas, la Policía, los hombres más competentes y representativos de la nación
están con nosotros, mientras que, por el contrario, podemos asegurar que los
oponentes más peligrosos, que debe entenderse, que quería esclavizar al país a
los extranjeros, se vuelven inofensivas. Italiano, el Estado que juntos vamos a
crear, será una Italia sin adjetivos ni colores políticos. Contará con una sola
bandera: ¡nuestra gloriosa bandera tricolor!
Soldados de la
Tierra, Mar y Aire, Aplicación de la ley, a vosotros confiamos la defensa de la
patria y la restauración del orden interno. No serán promulgadas leyes
especiales ni se formarán tribunales especiales fuera de los establecidos,
pedimos solamente cumplir las leyes vigentes. A partir de este momento, nadie
se reirá de ti con toda impunidad, ofender, herir en la mente y el cuerpo, o
matarte.
A su vez en sus
manos la bandera tricolor gloriosa le invitamos a gritar nuestro himno de amor
incontenible Italia! Italia! ¡Viva Italia! "
El llamamiento, como puede verse, es una mezcla de nacionalismo tricolor, populismo y proclama destinada a tranquilizar a la población. |
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¿Qué movimientos reales se
produjeron aquella noche?
La prensa de derecha y concretamente Il Secolo d’Italia, diario del MSI, negó la existencia misma del
intento de golpe de Estado. En los primeros momentos solamente la prensa de
izquierdas lo aceptó como un intento realmente existente, mientras que la de
derechas, se burlaba de una intentona que, aparentemente, no había dejado
huellas. Durante unos meses, la derecha se obstinó en negar la realidad del
golpe aduciendo la falta de pruebas tangibles de que efectivamente se hubiera
realizado. Y, sin embargo, estas pruebas existían. En una segunda etapa, cuando
estas pruebas afloraron, la defensa de la derecha fue que se trató de un
intento golpista protagonizado por una exigua minoría que no tenía a nada ni a
nadie detrás y que ningún partido, ninguna fuerza política de importancia,
sabía nada de él, salvo el Fronte Nazionale del comandante Borghese, que, a fin
de cuentas, carecía de diputados y era una formación más de una galaxia de
grupúsculos de extrema-derecha (una docena larga de siglas extendidas a nivel
nacional y una veintena más de grupos locales).
La realidad fue que el golpe había sido minuciosamente preparado y
que un militar experimentado como Borghese no iba a dar el paso decisivo de no
haber contado con apoyos suficientes, como mínimo, para que el destino del
golpe fuera el que sus protagonistas habían diseñado. Un comentarista, Jeffrey
McKenzie Bale escribió:
“Sería un grosero
error considerar al Príncipe Negro y a los suyos como una entidad política
distinta de las fuerzas políticas bastante más potentes de las cuales decían
haber recibido la promesa de un apoyo. Cualquier cosa que se opine sobre
él, Borghese no era ciertamente un
principiante cuando se trataba de dirigir operaciones militares, y ningún
experto en actividades militares y paramilitares, se hubiera atrevido a pensar
que unos pocos centenares de militantes civiles hubieran conseguido poner en
marcha un golpe de Estado en Roma sin el apoyo de las fuerzas regulares de
seguridad”.
Se sabe que Borghese había instalado su puesto de mando –llamado en
el argot “Puesto de Mando A”- en una oficina en el centro de Roma, con
funciones de dirección y coordinación. En una de las fábricas de Remo
Orlandini, se instaló el “Puesto de Mando B”, con funciones operativas.
Mientras el primero era la dirección estratégica del golpe, la segunda
constituía la dirección táctica. Junto a Borghese, en el “Puesto de Mando A”,
se encontraban el capitán de carabinieri, Salvatore Pecorella y el coronel
Mario Rosa, que también era uno de los dirigentes del Fronte Nazionale.
Mientras, en la fábrica de Orlandini se encontraban unos cuantos cientos de
activistas, algunos de ellos con uniformes de carabinieri, armados y dispuestos
a ser transportados en autobuses propiedad de Pier Talenti, empresario del
transporte.
En la tarde del día 7 de diciembre, en distintos lugares de Roma
tuvieron lugar concentraciones de militantes movilizados, la mayor parte, sin
saber para qué exactamente. Eran miembros de Avanguardia Nazionale, del propio
Fronte Nazionale y de las organizaciones vinculadas a estos grupos, como el
Fronte Delta, formado por estudiantes universitarios. En la mayoría de regiones
de Italia núcleos de militantes estaban igualmente concentrados esperando la
consigna para ponerse en marcha: “Tora, tora, tora”, la misma que había
utilizado el alto mando japonés para dar la orden a sus portaviones para atacar
Pearl Harbour.
Se tienen constancia de distintos movimientos que se produjeron en
aquella noche, el más famoso fue la ocupación momentánea de la armería del
Ministerio del Interior por parte de una cincuentena de militantes de
Avanguardia Nazionale con su dirigente al frente, Stefano delle Chiaie. En
aquella acción se apropiaron de 200 fusiles ametralladores que empezaron a
cargar en una furgoneta y que debían de haber sido entregadas a los militantes
que se encontraban en el ese momento en el “Puesto de Mando B”. Un militante,
disfrazado de capitán de policía, había abierto el camino mostrando una orden
falsificada del general Domenico Barbieri. Además de suministrar armas, este
comando había asumido la misión de ocupar el centro de comunicaciones en el
mismo edificio, operación de particular importancia a la hora de comunicar el
ministerio con los distintos núcleos policiales distribuidos en todo el
territorio nacional. En la acción participaron militantes del núcleo romano de
Avanguardia Nazionale, la mayoría con más de cinco años de militancia y de
valor demostrado en acciones callejeras. Muchos de ellos habían participado en
los incidentes en la facultad de Valle Giulia (que ya estudiamos detenidamente
en la Revista de Historia del Fascismo
número 5, pág. 44-61).
Mientras los neofascistas romanos irrumpían en el ministerio del
Interior, 197 guardias forestales armados emprendían el camino hacia Roma,
dirigidos por el coronel Luciano Berti, con la intención de ocupar los locales
de la RAI con la orden de transmitir un mensaje por televisión del comandante
Borghese a toda la nación. El grupo llegó a la Villa Olímpica, a pocos cientos
de metros de su objetivo antes de que recibieran la orden de regresar a su base
de adiestramiento. Posteriormente se diría que la movilización de esta columna
apenas era una “casualidad” y que nadie sabía nada de un supuesto golpe de
Estado.
Un comando de Avanguardia Nazionale penetró en la jefatura de
policía de Roma con la intención de detener al prefecto Angelo Vicari, pero una
vez en el interior del edificio, quedaron bloqueadas en un ascensor en
donde tuvieron que permanecer hasta el
día siguiente. De todas formas aquel día,. Vicari no se encontraba en Roma sino
en Palermo movilizado por un asunto relativo a la mafia. Precisamente, algunos
mafiosos arrepentidos, declararon años después que medios golpistas habían
intentado reclutarlos para que participaran en operaciones como esta de bloqueo
de las fuerzas policiales. Así mismo, la mafia calabresa, la n’ndragheta,
estaban movilizados en torno a sus jefes naturales a la espera de recibir
uniformes de carabinieri y dispuestos para proceder al arresto de sindicalistas
y de políticos de izquierdas en las zonas del sur de Italia.
Finalmente, se sabe que una de las concentraciones de militantes con
mayor capacidad ofensiva tuvo lugar en el gimnasio de la Asociación Nacional de
Paracaidistas, cuyos dirigentes eran próximos al Fronte Nazionale y cuyos
miembros eran mayoritariamente favorables a las organizaciones de la derecha
nacional y a los grupos extraparlamentarios de extrema-derecha. Allí esperaban
200 militantes de los que se conoce el nombre de uno de sus dirigentes, Sandro
Sacuci, que luego sería diputado del Movimiento Social Italiano y que
permaneció exiliado en España por esta intentona antes de pasar a Argentina. Este
grupo debería de haberse puesto en marcha hacia la media noche provisto de
armamento llegado de un cuartel y con la misión de ocupar centros neurálgicos
de la capital italiana.
Se sabe también que a las 20:45 del 7 de diciembre, la unidad de
artillería con base en Verona, dirigida por el teniente coronel Amos Spiazzi
(monárquico y miembro del Fronte Nazionale), recibió un fonograma con la
consigna exacta para poner en marcha la operación “Esigenza Triangolo”. La
orden había partido del mando natural de su regimiento, pero sin incluir la
palabra “ejercicio táctico”. Tras pedir la confirmación (que recibió), Spiazzi
(que años después sería procesado por complicidad en la conspiración de la Rosa
dei Venti), ordeno la partida de su unidad compuesta por cañones de 105
milímetros con municiones y provisiones que se dirigió hacia Sesto San Giovani.
Recorrieron 150 km antes de recibir la orden de abortar la operación. Spiazzi
sabía que al día siguiente, el 8 de diciembre, el Fronte Nazionale había
convocado una gran manifestación en Roma, apoyada, entre otros por los
monárquicos, contra la visita de tito a Italia.
En la Academia Militar de Modena, se dio la orden de movilización,
se montaron nidos de ametralladoras en las torres, protegidos por sacos
terrenos y con abundante munición. A lo largo de todo el territorio nacional se
tuvieron noticias de extraños movimientos militares dentro del cuadro de la
operación “Esigenza Triangolo”.
No hubo pues dudas, de que en aquella noche se movilizaron no
solamente unos cuantos cientos de militantes de extrema-derecha sino que
distintas unidades militares, caracterizadas por su potencia de fuego y su
movilidad, salieron de sus cuarteles y solamente dieron marcha atrás in
extremis y por causas que veremos más adelante.
La proyección del Golpe
Borghese en los EEUU
Conocimos personalmente al doctor Monti en el verano de 1980 cuando
vivía en el Distrito XVI de París ejerciendo su profesión de médico ginecólogo.
En esos momentos se encontraba sin mantener apenas contactos políticos, salvo
con algunos exiliados neofascistas italianos en la capital francesa.
Difícilmente se diría que su papel durante el “golpe Borghese” tuvo una
especial importancia.
Monti fue arrestado por su complicidad en el golpe Borghese y
permaneció en cárcel algo más de un año exiliándose en París durante diez años.
En 2005, en sus memorias explica detalladamente sus relaciones con los EEUU y
cómo las consiguió. Monti cuenta que
conocía al súbdito norteamericano Hugh Fenwick, hijo de la senadora Millicent
Fenwick y dirigente de la Selenia (empresa del sector electrónico vinculada a
la Defensa, fundada en Nápoles en 1960 y colaboradora de la OTAN especialmente
en la construcción de sistemas de misiles antiaéreos). Fenwinck le habría
facilitado un encuentro con el antiguo coronel de las SS, Otto Skorzeny (a
quien fue a ver por orden de Borghese y de Orlandini) que en aquellos momentos
residía en Madrid y dirigía una red que colaboraba con la CIA, con el BND
alemán y con la inteligencia española desde su pequeña oficina de la calle de
la Montera. Monti viajó a Madrid y se entrevistó con Skorzeny el cual le
comunicó que los EEUU apoyarían el golpe de Estado siempre y cuando Giulio
Andreotti fuera nombrado jefe de gobierno, en el cual, el propio Monti sería
Ministro de Asuntos Exteriores. Monti repitió estas situaciones el 5 de
diciembre de 2005 en un programa de la RAI.
El industrial Remo Orlandini también conocía personalmente a
Fenwick, ambos, al aprecer habían sido presentados por un militante de
Avanguardia Nazionale. Orlandini, por su parte, también intentó obtener para el
golpe el apoyo de la embajada americana, pero, al parecer, el embajador no se
comprometió después de investigar quién se encontraba detrás de la operación.
Antes de residir en Italia, Fendwick habíaviajado por Corea y Vietnam y él
mismo era el primero en afirmar que disponía de un contacto directo con el
presidente Nixon. Orlandini testificó que, encontrándose en cierta ocasión en
casa de Fendwick, éste llamó directamente a Nixon. Cuando la personalidad de
Fendwick emergió en la trama golpista, el capital Antonio Labruna, oficial de
inteligencia, preguntó a la CIA si se trataba de un agente suyo. La
organización de inteligencia norteamericana no confirmó ni negó, simplemente
calló y no dio respuesta alguna. Con esto, Labruna infirió que Fendwick era un
“agente residente”, es decir, que oficialmente no tenía nada que ver con la
inteligencia pero que, además de su trabajo habitual, realizaba misiones
concretas a petición de alguna agencia de inteligencia norteamericana.
La desclasificación en EEUU de algunos documentos que hasta los años
90 habían permanecido como “reservados” en los archivos confirmó el que los
EEUU estaban al corriente de la intentona golpista e incluso, de alguna manera,
estaban al corriente de lo que se fraguaba. El 7 de agosto de 1970 el embajador
norteamericano en Roma, Graham Martin, había enviado un informe al Departamento
de Estado con el resumen de la conversación que había mantenido con Hugh
Fenwick. Se confirmaba lo que ya se sabía a través de Monti: que el italiano le
habría descrito el diseño de un proyecto golpista sondeando sobre la actitud
que adoptaría la administración norteamericana (entonces dirigida por el
presidente Nixon y teniendo como eminencia gris a Henri Kissinger, notorios
anticomunistas ambos). La diferencia entre ambos testimonios radica en que
según Monti, los norteamericanos dieron –a través de Skorzeny- el placet,
mientras que los papeles desclasificados permanecían mudos al respecto.
Cabe recordar que el coronel Skorzeny había sido el oficial con más
experiencia en “operaciones especiales” de las SS. Al concluir la guerra, formó
una red de espionaje e información que fue incorporada a la llamada “red
Ghelen” e integrada en el dispositivo de la CIA en tareas anticomunistas (pero
también en operaciones en países árabes por cuenta de terceros países: en ese
sentido la red Skorzeny trabajo para los servicios especiales del franquismo en
operaciones de infiltración en el Frente Polisario y para el gobierno portugués
en operaciones contra las guerrillas anticolonialistas en las colonias
portuguesas de África).
Tras el encuentro con Skorzeny, Monti consiguió entrevistarse con
Herbert Klein, un estrecho colaborador de Kissinger quien fue más explícito
sobre las condiciones puestas por los norteamericanos para aprobar un golpe de
Estado en Italia: no debían de verse implicados ni civiles ni militares
norteamericanos destinado en bases de la OTAN en Italia, debían participar las
distintas armas incluido los cabinieri; tras el golpe la presidencia del
gobierno sería entregada a un político democristiano que contase con el visto
bueno de los EEUU y organizase nuevas elecciones en el plazo de un año; en esa
convocatoria electoral no se presentarían listas ni comunistas ni de extrema
izquierda. Luego Monti reconoció que el político democristiano elegido era
Andreotti. Aunque declaró ignorar si le constaba que este hubiera aceptado el
encargo.
En el informe elaborado por el embajador norteamericano y desclasificado
años después se aludía al debate interior que se produjo en el Departamento de
Estado norteamericano sobre la conveniencia de favorecer un golpe en Italia. Y
se trataba de algo más que de una especulación teórica. El general Vito Miceli
(director del Servicio de Contraespionaje SIOS en 1969 y luego director del
Servicio de Información de la Defensa del 18 de octubre de 1970 al 30 de julio
de 1074. Arrestado en 1974 en el marco de la investigación sobre la red
clandestina Rosa dei Venti y procesado por favorecer el intento de golpe de
Estado de Borghese, absuelto de todos los cargos en 1978; miembro de la Logia
P2 y de la red Gladio. Diputado del MSI de 1976 hasta 1987) se entrevistó con
el agregado militar de la embajada norteamericana en Roma James Clavio
mostrándole una grabación magnetofónica sobre un supuesto golpe de Estado que
tendría lugar en “ferragosto”. La conversación pertenecía a un político
italiano de primer plano cuyo nombre no se conoce. El embajador Martin fue
informado puntualmente de esta conversación y poco tiempo después, el
Secretario de Estado norteamericano William Rogers comentándole sus dudas sobre
la posibilidad de que la operación golpista tuviera éxito. Es más, añadía que
en caso de obtener más datos sobre la trama se las transmitiera al presidente
Saragat o al primer ministro Mariano Colombo. En la respuesta, el embajador
comentó que se había entrevistado con el almirante Henke (director del SID
entre julio de 1966 y octubre de 1970, años en los que se inicia la “estrategia
de la tensión”; fue el primer director del SID tras la reforma del SIFAR en
1965) le indicó a este sobre la conveniencia de profundizar las investigaciones
sobre el Fronte Nazionale y el comandante Borghese. Henke informó de estos
particulares al jefe del Estado Mayor y al Ministro de Defensa (Mario Tanassi)
amigo personal del presidente Saragat.
Tras los hechos de la Notte della Madonna, cuando la trama fue
descubierta, Martin escribió nuevamente al Departamento de Estado sobre el
episodio. Hoy, la documentación sobre esta correspondencia está completamente
desclasificada por lo que puede afirmarse sin sombra de dudas, que los EEUU
conocían el proyecto golpista, pero que no tomaron parte activa en su
desarrollo, ni en su impulso, tan solo pusieron algunas condiciones por las que
este golpe.
Sin embargo, la noche en la que estaba previsto el golpe de Estado,
la RAI emitió sorpresivamente una película extraña: Seves Days in My, filmada
en 1964, dirigida por John Frankenheimer
y protagonizada por Kirk Douglas, Ava Gardner, Burt Lancaster, Frederic March,
etc. La película había recibido varia nominaciones a los Oscars secundarios. El
argumento era sorprenden y sin duda no habría llamado la atención en otro
momento, pero sí aquella noche: en plena Guerra Fría, un general del ejército
intenta derrocar al presidente de los EEUU. Dispone de siete días para abortar
la operación y encontrar pruebas para derrotar a los golpistas… Se ignora si se
trató de una casualidad. En la ficción, el golpe no triunfó. ¿Era un mensaje
subliminal destinado a alguna cúpula que jugaba con cartas dobles?