Recientemente
hemos dedicado un amplio estudio a las relaciones entre Falange Española y los Comités de Acción por la Universalidad de Roma, más conocidos como“internacional fascista de Montreux”. Dado lo específico de aquel estudio,
circunscrito al ámbito español, nos quedó mucho material en el tintero. Una
parte de ese material tenía que ver con la presencia en estas reuniones de Eoin
O’Duffy que figuro como uno de los dirigentes de este movimiento internacional.
Veremos a qué se debió esta promoción y el interés que el propio Mussolini
tenía por los “camisas azules” de O’Duffy.
O'Duffy, el amigo irlandés
Desde el
principio de las actividades de los CAUR, nadie dudó de que para Eugenio
Coselschi, su presidente, la carta irlandesa era extremadamente importante. Los
CAUR estaban organizados en una “división mediterránea” que integraba a los
países del Mare Nostrum. Italia aspiraba
a liderar a estos países utilizando como elemento persuasivo una flota
reorganizada que en los años treinta llegó a ser la escuadra más potente que
surcaba aquel mar. Una segunda división estaba formada por los países del Este
Europeo por los que el propio Coselschi, a causa de sus raíces polacas y por el
interés que siempre tuvo en apoyarse en los elementos dálmatas de la jerarquía
fascista, englobaba también los países balcánicos, Polonia Rumania. Una tercera
división estaba constituido por la Europa Central en los que los CAUR se
apoyaron sobre todo en los nacionalistas de derechas austríacos (liquidados
tras el asesinato del Canciller Dolfuss y la realización del “anchluss” (unión
con Alemania), pero también en partidos holandeses y nórdicos. Y, finalmente,
una cuarta división estaba formada por el Reino Unido y todo lo que gravitaba
en torno suyo. Irlanda estaba comprendida en esa clasificación cuando apenas
habían pasado quince años desde la guerra de la independencia con el Reino
Unido.
Obviamente,
había grupos que se afiliaron a los CAUR que no entraban en ninguna de estas
divisiones. Tal fue el caso del Partido Fascista Argentino y del Gran Mufti de
Jerusalén Hadj Amin al-Huseini quien
manifestó su interés en viajar a Italia para “rendir homenaje a Mussolini”. Se
ignora el nombre del “inspector” de los CAUR que fue enviado por Coselschi para
contactar con al-Huseini, pero se sabe, en cambio, que llamado a Palazzo
Venezia por Mussolini para informar sobre sus contactos en el mundo árabe, el
Duce rechazó la propuesta de recibir al líder palestino, no por no albergar las
más profundas simpatías hacia su movimiento como por prudencia hacia los
equilibrios internacionales. En efecto, dada la hegemonía británica en los
mares en aquel momento, era evidente que el intento de la Italia fascista de
proveerse de una escuadra capaz de rivalizar con la Royal Navy y de conquistar
la hegemonía en el Mediterráneo, los ingleses observaban cualquier mínimo
movimiento de la diplomacia fascista para reservarse una respuesta
neutralizadora. En ese momento, existían también coincidencias entre la
política fascista y la británica que no se trataba de poner en peligro. En Austria
la política de ambos países era la misma: aspiraban a que desde la capital del
antiguo Imperio Austro-Húngaro se llevara a cabo una política neutralista,
hostil a Alemania y contraria a los proyectos del Tercer Reich de acoger dentro
de sus fronteras a toda la población de habla alemana. Los Balcanes era otra
zona en la que se reproducía ese frágil equilibrio de intereses que garantizaba
que si un de las partes realizaba un movimiento sorpresivo, la otra debía
inmediatamente responder y el consenso en estas cuestiones concluía. En aquel
momento, Palestina estaba bajo administración británica y el Gran Mufti ya
estaba considerado como el líder de los nacionalistas palestinos: acogerlo en
Roma hubiera supuesto hostilizar la presencia inglesa en aquella zona.
Esta lógica
hubiera implicado que los CAUR hubieran renunciado a tener presencia en
Irlanda. En 1933, cuando se funda esta organización internacional fascista, la
guerra de liberación que habían llevado los nacionalistas irlandeses contra
Londres (1919-1921) era todavía muy reciente como para que las partes pudieran
olvidarla. Pero disponer de una sección irlandesa era también un instrumento de
presión sobre Londres que apuntaba directamente sobre su retaguardia. Valorados
los riesgos y las ventajas de poder disponer de un instrumento que generase
incertidumbre en la espalda del Reino Unido, Mussolini dio la orden a Coselschi
de que contactara con grupos nacionalistas irlandeses.
En julio de 1934
llegó a Dublín, Homen Gomez, jerarca fascista de Florencia y cuadro político de
los CAUR. Homen Gomez se entrevistó con O’Duffy y con algunos de sus
lugartenientes. El encuentro se producía poco después de que O’Duffy hubiera
abandonado el Fine Gael adoptando para su nuevo movimiento los nuevos aires
aportados por el fascismo. En diciembre de 1933, De Valera prohibió la
formación de O’Duffy a la vista de su agresividad, sin embargo, éste consiguió
que a través de los trepidantes cambios de siglas que se sucederían de manera
inacabable en los años siguientes, los “camisas azules” siguieran siendo
conocidos como los “escuadristas de
O’Duffy”.
Tras la visita
de Homen Gomez se inició una colaboración entre los CAUR y O’Duffy que llegó
hasta la disolución de la organización a finales de 1936. Uno de los
diplomáticos italianos destacados en Dublín, Lodi-Fe, a diferencia de la
mayoría del cuerpo diplomático italiano, apoyó y elogió el encuentro con
O’Duffy, si bien, en su informe confidencial, advirtió sobre el error que
consistiría en sobredimensionar su importancia política y sugería que se
“estuviera cerca de él para ayudarlo, apoyarlo, aconsejarlo y orientarlo”.
Coselschi, por su parte, aprobó también la gestión de Homen Gomez y, siguiendo
las instrucciones de Mussolini, deparó a él y a su movimiento, un lugar privilegiado
en la estructura de los CAUR que en ese momento se estaba delimitando.
Ahora bien, ¿por
qué ese interés de Mussolini en O’Duffy? Ya hemos sugerido que parecía ir en
contradicción con la política de observancia mutua que el Duce había elegido
para afrontar la competencia en los mares del Reino Unido. Pero había más
elementos a tener en cuenta en la ecuación.
En primer lugar,
Irlanda era católica y el gobierno italiano había firmado en 1929 el Concordato
con la Santa Sede. De entre todas las formaciones políticas irlandesas los
“camisas azules” figuraban entre los más agresivos valedores del Vaticano en
aquella isla. Apoyarlos directamente y exteriorizar visiblemente ese apoyo (tal
como veremos) era una buena carta para demostrar buena voluntad a la Iglesia
Católica y evitar –como estaba ocurriendo- que el Concordato fuera torpedeado
por democristianos y por los “fascistas intransigentes”.
En segundo
lugar, en 1933 ya podía hablar de un “Brennero ideológico” entre el fascismo
italiano y el nacional-socialismo alemán. Como se sabe, el paso del Brennero
separa en los Alpes a los países de influencia y lengua germánica de Italia.
Así pues, el Brennero era una línea de fractura entre ambos conjuntos. El hecho
de que Hitler nunca hubiera ocultado su intención de proceder a la formación de
la “Gran Alemania” que incluía a los territorios austríacos, generaba inquietud
en Italia en un momento en el que ni Hitler ni Mussolini habían dado pasos para
consolidar la amistad germano-italiana (algo que solamente harían tras el
estallido de la Guerra Civil Española). Los diplomáticos italianos habían
constatado que Irlanda era recorrida constantemente por funcionarios de la Abwehr (inteligencia alemana) desde
finales del siglo XIX y sospechaban que la revuelta irlandesa solamente había
sido posible gracias al apoyo alemán. Era frecuente entre la jerarquía fascista
en esos años previos a la firma del Pacto Germano-Italiano y posteriores a la
firma del Concordato con la Santa Sede, aludieran al fascismo como
“mediterráneo y católico” y al nazismo como “pagano”. Por otra parte, jugaba a
favor de O’Duffy el hecho de que los informes diplomáticos italianos lo
consideraran el menos anti-inglés de todos los partidos irlandeses e incluso
sospechaban que fuera un agente del Intelligence
Service. Por todo ello, el idilio entre los CAUR y O’Duffy no pondría en
peligro el equilibrio entre el Reino Unido e Italia.
El 16 y 17 de
diciembre de 1934 tuvo lugar en una discreta sala del Hotel Palace de Montreux
el congreso de los Comités de Acción por la Universalidad de Roma. Un
gigantesco fascio littorio dominaba
la sala junto a las banderas de los países de las delegaciones participantes.
La reunión fue presentada a las autoridades suizas como una “reunión privada de
estudios corporativos”… algo difícil de sostener a la vista de que existía una
sala de prensa, una oficina de traductores y una secretaría compuesta por ocho
personas. Participaron 12 delegaciones, por orden alfabético de sus países de
origen:
Austria – Movimiento Heimwehr – representado por el Dr. Rinaldini, jefe de la sección cultural del movimiento.
Bélgica – con dos delegaciones, la Legión Nacional Belga representada por Paul Hoornaest, jefe del movimiento y la Liga Nacional Corporativa del Trabajo de Charles Somville, igualmente, jefe del movimiento.
Dinamarca – con dos delegaciones, el Nationalkorpset de Thomas Damsgaard Schmidt, jefe del partido y el Partido Obrero Nacionalsocialista de Dinamarca representado por su jefe, Fritz Clausen.
Francia – Partido Francista representado por Marcel Bucard jefe del movimiento.
Gracia – Partido Social-nacional Griego de Georg Mercouris, presente en el congreso y jefe del movimiento.
Irlanda: Liga de la Juventud de Eoin O’Duffy, jefe del movimiento y su representante en el congreso.
Lituania – Unión Nacionalista Lituana representado por el Doctor Tamosciaitis, delegado por la dirección del partido para representarlo en Montreux.
Noruega – Agrupación Nacional de Vidkun Quisling, jefe del movimiento y su representante.
Holanda – Frente Negro, representado por Arnold Meijer deje del movimiento y por Wouter Lutkie delegado de la dirección.
Rumanía – Todo por la Patria, representado por Ion Mota, delegado de la dirección.
Suecia – Unión Nacional de la Juventud, representado por Rütger Essen, delegado de la dirección.
Suiza – Federación Fascista Suiza de Arthur Fonjallaz, jefe del movimiento y su representante en Montreux.
Y, por supuesto,
Eugenio Coselschi y el general Sani por los CAUR italianos
Se adhirieron igualmente la Liga Nacional Corporativa Rumana de Manoilescu, Eça de Queirós por los nacional-sindicalistas portugueses que habían decidido colaborar con el Estado Novo salazarista y Falange Española, firmando Giménez Caballero la nota en tanto que jefe de prensa del partido en aquel momento.
En este elenco
de organizaciones llama la atención la ausencia del NSDAP (que ni siquiera fue
invitado). En el discurso de inauguración pronunciado por Coselschi, éste
aludió a que la línea roja con el NSDAP estaba constituía por el “racismo” y
que el nexo de unión de las delegaciones presentes era el “corporativismo”. El
propio O’Duffy en su intervención saludó calurosamente a Mussolini y al
corporativismo que consideraba como el rasgo más acusado y definitorio del
fascismo afirmando que el mundo estaba en deuda con Mussolini por haber creado
dicha doctrina.
Pero la cuestión
que Coselschi no había previsto era el debate sobre el antisemitismo. Varios de
los presentes –especialmente Ion Mota por el partido rumano dirigido por
Corneliu Zelea Codreanu- afirmaban que el antisemitismo debía ser un elemento
distintivo del frente fascista europeo. El suizo Fonjallaz se unió a este
criterio y otro tanto hicieron los daneses con Clausen. Éste mencionó en su
intervención a Alfred Rosenberg y su planteamiento: no se trataba de afirmarse
a favor o en contra de los judíos como si se tratara de un dilema moral que
podía ser verdadero o falso, sino como la elección entre quienes opinaban que
los judíos eran una “raza inferior” y aquellos otros que lo consideraban
responsable del liberalismo el bolchevismo y la masonería. Para este sector, el
“problema judío” era una cuestión capital y no se trataba de un “problema
nacional” sino continental, al que el fascismo debía dar una respuesta (en
palabras de Fonjallaz). Así pues irlandeses, suizos, rumanos y daneses se
decantaron por el antisemitismo explícito y radical, mientras que otros, como
los francistas de Bucard, los irlandeses de O’Duffy, los austriacos de Rinaldini
y los portugueses, quitaban importancia al tema sosteniendo que en sus
respectivos países los judíos estaban bien asimilados. Somville propuso
expatriar a los judíos a Palestina, situándolos, en cualquier caso, fuera de
Europa. Mercouris afirmó que la cuestión escapaba de la temática del congreso,
por definición internacional y que cada partido debía de dar una respuesta
propia coherente con la situación de su país. Coselschi aprovechó esta
intervención para fijar la posición del congreso sobre la cuestión: la posición
ante la cuestión judía debía dejarse a las partes a la vista de que en cada
país existía una completamente diferente. Se limitó a señalar que “el problema
judío representa la internacional el oro que el fascismo combate, su condena
está implícita en las primeras resoluciones del congreso “contra la
internacional capitalista y la internacional bolchevique”. En una de las seis
resoluciones finales se rechazaba el iniciar campaña antisemitas a escala
europea. Correspondió a Bucard, Somville y Clausen redactar una solución de
consenso que recuperaba la posición danesa estableciendo una diferencia entre
la raza judía y el “complot judío”.
Pero, en
general, también llama la atención que, salvo el movimiento rumano como los
portugueses, el resto de organizaciones tuvieran escaso peso político en sus
países respectivos. Aun así, al finalizar el Primer Congreso de Montreux se
constituyó una Comisión de Coordinación compuesta por los daneses Thomas
Damsgaard Schimidt y Frits Clausen, Marcel Bucard, Georg Mercouris, Arthur
Fonjallaz, Vidkun Quisling y Eoin O’Duffy, bajo la presidencia de Eugenio
Coselschi. Se determinó que la Comisión de Coordinación para el Entendimiento
del Fascismo Universal” debería reunirse un par de veces al año y que en 1935
se convocaría un nuevo congreso internacional.
El 30 de enero
de 1935 se reunió por primera vez la Comisión en París, asistiendo, además de
Coselschi, Bucard, Mercouris, Quisling, O’Duffy. Clausen envió como
representante al conde Knuth y Oberndorff acudió como representante del
Movimiento Nacional Socialista Holandés de Anton Mussert que se había
incorporado al “Frente de Montreux” con posterioridad a la convocatoria del
congreso en aquella localidad suiza. Se excusaron por no poder asistir,
Damsgaad Schmidt y Arthur Fonjallaz. O’Duffy no tuvo una participación
relevante en los trabajos, pero tomó buena nota de las resoluciones adoptadas:
al regresar difundió en Irlanda el “Llamamiento a la juventud europea” aprobado
en el encuentro que pedía a los jóvenes comprometerse en la lucha contra el
materialismo, el capitalismo y el paganismo. Otra resolución demostraba la
vocación “social” del “fascismo universal”, invitando a las organizaciones
miembro de los CAUR a fundar asociaciones profesionales y corporativas en sus
propios países. Finalmente, se aprobó un nuevo estatuto.
Una segunda
reunión de la Comisión de Coordinación tuvo lugar pocas semanas después en
Amsterdam el 29 de marzo de 1935 con la presencia de Coselschi y su adjunto
Guido Baroni, Bucard, Quisling, Clausen, Damsgaad Schmidt, Fonjallaz y O’Duffy
como su representante. El único ausente en esta ocasión era Mercouris. La
“comidilla” de dicho encuentro fue, lo ocurrido en el interior de Falange Española
de las JONS unas semanas antes: el partido se había roto en dos a los pocos
meses de haberse operado la fusión entre las dos partes. Coselschi en ese
momento demostró no estar al día de lo que había ocurrido en España. Más grave
fue la polémica suscitada entre Oberndorff y Arnold Meijer, holandeses miembros
del Frente Negro que acusaron al partido de Mussert de estar contaminado por la
masonería”. Meijer aprovechó la ocasión para lanzar una resolución que
impidiera la inclusión en el “frente de Montreux” de todos los partidos que
pudieran estar contaminados por “fuerzas secretas”. Aun sin mencionarlo, la
resolución apuntaba contra el partido de Mussert cuyo representante rechazó la
acusación sin darle mayor importancia a tenor de la endeblez numérica de la
parte acusadora. Coselschi optó por apoyar la incorporación de Mussert.
Tampoco se pudo
evitar que se reavivara la polémica entre los partidarios de incorporar al
NSDAP y aquellos otros que con Coselschi al frente intentaban establecer una
divisoria entre las dos formas de “fascismo”. Los italianos sostenían que ante
el binomio nación-raza, el fascismo tenía como base a la nación, mientras que
el nazismo hacía de la raza su centro de gravedad. Coselschi sostenía que
solamente en algunos países europeos coincidían nación y raza, pero no en
todos. Durante la reunión se hizo cada vez más evidente la polarización de las
posiciones: Coselschi, Bucard y los irlandeses de O’Duffy a favor de la
corriente católico-latina, sosteniendo que “la concepción del fascismo
universal se inspira en la idea de concordia, de colaboración libre de todos
los pueblos y de todas las razas organizadas en las naciones; en consecuencia
condena cualquier concepto materialista que exalte la dominación exclusiva de
una raza sobre las demás”.
Lo cierto es
que, a partir de ese momento (estamos en la primavera de 1935) se percibe una
influencia creciente del Tercer Reich en los grupos fascistas europeos,
especialmente en los de Europa Central y del Norte y una disminución de la
influencia italiana que se mantiene solamente en la Europa Mediterránea, en los
Balcanes y en el enclave irlandés. Otro punto que quedó claro en ese momento
era que era muy difícil extraer un denominador común doctrinal entre grupos tan
heterogéneos, no solamente por sus principios, sino también por su situación en
cada país. O’Duffy y los daneses se encontraban en su país en situación de
semi-clandestinidad. Otros como los portugueses estaban en el poder. Los había
que se preparaban para la insurrección armada contra sus gobiernos, mientras
que otros eran “partidos de orden”, situados más en el área de la derecha
autoritaria que del fascismo propiamente dicho y tenían más que ver con
gobiernos como el de Pilsudski que con el fascismo italiano. O’Duffy, en
cualquier caso, había demostrado ser en los dos encuentros de la Comisión el
líder más hostil a la Alemania hitleriana y al NSDAP. Sin embargo, su peso en
la Comisión iba disminuyendo a medida que el gobierno de Eamon De Valera
aumentaba su presión contra él, obligándole al enésimo cambio de nombre (en
1935 los “camisas azules” pasaron a tener como realidad orgánica el Natinal
Corporate Party”, que registraba un mayor mimetismo hacia el Partido Nacional
Fascista que en sus anteriores experiencias).
El problema para
O’Duffy era la reciente independencia de su país. De Valera intentaba
mantenerla al precio que fuera dentro del contexto internacional. La presencia
de un partido irlandés en una “internacional fascista” era algo que repugnaba a
De Valera y le convenció de que había que aumentar la presión sobre “los
camisas azules”. Cuando se clausuró la reunión de Amsterdam, Coselschi tenía
claro que había agotado todas las posibilidades que podía ofrecer O’Duffy y se
abstuvo de abrir una sede en Irlanda tal como este le había solicitado
reiteradamente.
En estas
circunstancias se convocó el Segundo Congreso de Montreux el 11 y 12 de
septiembre de 1935. Presidieron el encuentro, Coselschi, Bucard, Clausen, O’Duffy,
Quisling y Fonjallaz, ejerciendo Baroni (hombre de Coselschi) la secretaría de
la reunión. Se conviene en que la presencia más importante y significativa en
ese encuentro fue la de José Antonio Primo de Rivera. Pero la cuestión de fondo
y el leitmotiv del Congreso no era otro que el de conseguir que el mayor número
de fuerzas políticas europeas arropasen a Italia en su iniciativa de invasión
de Etiopía y en su defensa contra las sanciones que el Reino Unido pensaba
arrancar de la Sociedad de Naciones. Fue esta el encuentro internacional en el
que O’Duffy actuó con más energía y convicción: propuesto, la transformación de
los CAUR en una “organización internacional fascista” a modo del Komintern. Por otra parte, presentó una
ponencia sobre “El fascismo ante las
fuerzas morales, religiosas y espirituales”, en las que evidenciaba su
visión del fascismo como la de un movimiento conservador, católico,
nacionalista, autoritario y anti-bolchevique, sin muchas más expectativas,
frente a las formaciones más radicalizadas, que miraban, de manera creciente,
hacia Alemania. De todas formas, tanto a Coselschi como a Mussolini, en el
momento en que tiene lugar el segundo encuentro de Montreux solamente le
preocupa una cosa: convertir a cualquier partido político, desde grupos
autoritario de derechas hasta formaciones fascistas-revolucionarias, pasando
por grupo activistas de la derecha, grupos católicos antisemitas y
antimasónicos, todos, absolutamente todos, en propagandistas de la “causa
italiana” en la lucha contra las sanciones de la Sociedad de Naciones por la
cuestión e la invasión de Abisinia. Todo lo demás, cualquier otro interés,
pasaba a segundo plano. Nadie discutió esta orientación en el segundo encuentro
de Montreux.
En julio de 1936
estalló la guerra civil española. O’Duffy se había relacionado con José Antonio
a través del segundo encuentro de Montreux y desplazó a algo menos de un millar
de voluntarios que se convirtieron pronto en los combatientes extranjeros más
conocidos del bando franquista, a pesar de no haber entrado prácticamente en
combate durante los seis meses que permanecieron en España. Por otra parte, las
circunstancias internacionales habían cambiado. El Tercer Reich y la Italia
fascistas, a partir de entonces, estrecharon sus posiciones, fueron venciendo
uno a uno los resquemores y a partir de las entrevistas entre Hitler y
Mussolini, incluso ambos líderes “sintonizaron” y establecieron un marco común
de política exterior: el Eje Berlín-Roma. El “Brennero ideológico” había desaparecido y, consiguientemente, los
partidos que se habían mostrado más beligerantes en la disputa contra el
“racismo alemán” quedaron descolocados en la nueva situación. O’Duffy fue uno
de ellos.
Después del
Segundo Congreso de Montreux, el interés de Mussolini por la iniciativa fue
disminuyendo a medida que el tema de las sanciones quedaba atrás. Coselschi
siguió viajando y dando conferencias por toda Europa (incluida ahora Alemania)
agitando los valores del fascismo y, como resultado de las nuevas orientaciones
políticas, sus concomitancias con el nacional-socialismo. Los CAUR fueron
disueltos, finalmente, en 1939. Con ellos desapareció también la oportunidad de
O’Duffy de proyectarse sobre la esfera internacional.
Cuando O’Duffy
volvió de España lo hizo decepcionado por los malos resultados de su unidad de
voluntarios. Poco después se produjo la disolución de los CAUR. Su salud se
deterioró rápidamente falleciendo en 1944. A partir de 1942 mantuvo contactos
con representantes de la embajada alemana a los que les propuso la formación de
una unidad de voluntarios irlandeses que se incorporara a los combates contra
el bolchevismo en el frente del Estado. Su propuesta no fue tenida en
consideración. Murió poco después.