domingo, 19 de septiembre de 2021

MEMORIA HISTÓRICA: O'DUFFY, EL AMIGO IRLANDÉS...

 

Recientemente hemos dedicado un amplio estudio a las relaciones entre Falange Española y los Comités de Acción por la Universalidad de Roma, más conocidos como“internacional fascista de Montreux”. Dado lo específico de aquel estudio, circunscrito al ámbito español, nos quedó mucho material en el tintero. Una parte de ese material tenía que ver con la presencia en estas reuniones de Eoin O’Duffy que figuro como uno de los dirigentes de este movimiento internacional. Veremos a qué se debió esta promoción y el interés que el propio Mussolini tenía por los “camisas azules” de O’Duffy.


O'Duffy, el amigo irlandés


Desde el principio de las actividades de los CAUR, nadie dudó de que para Eugenio Coselschi, su presidente, la carta irlandesa era extremadamente importante. Los CAUR estaban organizados en una “división mediterránea” que integraba a los países del Mare Nostrum.  Italia aspiraba a liderar a estos países utilizando como elemento persuasivo una flota reorganizada que en los años treinta llegó a ser la escuadra más potente que surcaba aquel mar. Una segunda división estaba formada por los países del Este Europeo por los que el propio Coselschi, a causa de sus raíces polacas y por el interés que siempre tuvo en apoyarse en los elementos dálmatas de la jerarquía fascista, englobaba también los países balcánicos, Polonia Rumania. Una tercera división estaba constituido por la Europa Central en los que los CAUR se apoyaron sobre todo en los nacionalistas de derechas austríacos (liquidados tras el asesinato del Canciller Dolfuss y la realización del “anchluss” (unión con Alemania), pero también en partidos holandeses y nórdicos. Y, finalmente, una cuarta división estaba formada por el Reino Unido y todo lo que gravitaba en torno suyo. Irlanda estaba comprendida en esa clasificación cuando apenas habían pasado quince años desde la guerra de la independencia con el Reino Unido.

Obviamente, había grupos que se afiliaron a los CAUR que no entraban en ninguna de estas divisiones. Tal fue el caso del Partido Fascista Argentino y del Gran Mufti de Jerusalén  Hadj Amin al-Huseini quien manifestó su interés en viajar a Italia para “rendir homenaje a Mussolini”. Se ignora el nombre del “inspector” de los CAUR que fue enviado por Coselschi para contactar con al-Huseini, pero se sabe, en cambio, que llamado a Palazzo Venezia por Mussolini para informar sobre sus contactos en el mundo árabe, el Duce rechazó la propuesta de recibir al líder palestino, no por no albergar las más profundas simpatías hacia su movimiento como por prudencia hacia los equilibrios internacionales. En efecto, dada la hegemonía británica en los mares en aquel momento, era evidente que el intento de la Italia fascista de proveerse de una escuadra capaz de rivalizar con la Royal Navy y de conquistar la hegemonía en el Mediterráneo, los ingleses observaban cualquier mínimo movimiento de la diplomacia fascista para reservarse una respuesta neutralizadora. En ese momento, existían también coincidencias entre la política fascista y la británica que no se trataba de poner en peligro. En Austria la política de ambos países era la misma: aspiraban a que desde la capital del antiguo Imperio Austro-Húngaro se llevara a cabo una política neutralista, hostil a Alemania y contraria a los proyectos del Tercer Reich de acoger dentro de sus fronteras a toda la población de habla alemana. Los Balcanes era otra zona en la que se reproducía ese frágil equilibrio de intereses que garantizaba que si un de las partes realizaba un movimiento sorpresivo, la otra debía inmediatamente responder y el consenso en estas cuestiones concluía. En aquel momento, Palestina estaba bajo administración británica y el Gran Mufti ya estaba considerado como el líder de los nacionalistas palestinos: acogerlo en Roma hubiera supuesto hostilizar la presencia inglesa en aquella zona.

Esta lógica hubiera implicado que los CAUR hubieran renunciado a tener presencia en Irlanda. En 1933, cuando se funda esta organización internacional fascista, la guerra de liberación que habían llevado los nacionalistas irlandeses contra Londres (1919-1921) era todavía muy reciente como para que las partes pudieran olvidarla. Pero disponer de una sección irlandesa era también un instrumento de presión sobre Londres que apuntaba directamente sobre su retaguardia. Valorados los riesgos y las ventajas de poder disponer de un instrumento que generase incertidumbre en la espalda del Reino Unido, Mussolini dio la orden a Coselschi de que contactara con grupos nacionalistas irlandeses.

En julio de 1934 llegó a Dublín, Homen Gomez, jerarca fascista de Florencia y cuadro político de los CAUR. Homen Gomez se entrevistó con O’Duffy y con algunos de sus lugartenientes. El encuentro se producía poco después de que O’Duffy hubiera abandonado el Fine Gael adoptando para su nuevo movimiento los nuevos aires aportados por el fascismo. En diciembre de 1933, De Valera prohibió la formación de O’Duffy a la vista de su agresividad, sin embargo, éste consiguió que a través de los trepidantes cambios de siglas que se sucederían de manera inacabable en los años siguientes, los “camisas azules” siguieran siendo conocidos  como los “escuadristas de O’Duffy”.

Tras la visita de Homen Gomez se inició una colaboración entre los CAUR y O’Duffy que llegó hasta la disolución de la organización a finales de 1936. Uno de los diplomáticos italianos destacados en Dublín, Lodi-Fe, a diferencia de la mayoría del cuerpo diplomático italiano, apoyó y elogió el encuentro con O’Duffy, si bien, en su informe confidencial, advirtió sobre el error que consistiría en sobredimensionar su importancia política y sugería que se “estuviera cerca de él para ayudarlo, apoyarlo, aconsejarlo y orientarlo”. Coselschi, por su parte, aprobó también la gestión de Homen Gomez y, siguiendo las instrucciones de Mussolini, deparó a él y a su movimiento, un lugar privilegiado en la estructura de los CAUR que en ese momento se estaba delimitando.

Ahora bien, ¿por qué ese interés de Mussolini en O’Duffy? Ya hemos sugerido que parecía ir en contradicción con la política de observancia mutua que el Duce había elegido para afrontar la competencia en los mares del Reino Unido. Pero había más elementos a tener en cuenta en la ecuación.

En primer lugar, Irlanda era católica y el gobierno italiano había firmado en 1929 el Concordato con la Santa Sede. De entre todas las formaciones políticas irlandesas los “camisas azules” figuraban entre los más agresivos valedores del Vaticano en aquella isla. Apoyarlos directamente y exteriorizar visiblemente ese apoyo (tal como veremos) era una buena carta para demostrar buena voluntad a la Iglesia Católica y evitar –como estaba ocurriendo- que el Concordato fuera torpedeado por democristianos y por los “fascistas intransigentes”.

En segundo lugar, en 1933 ya podía hablar de un “Brennero ideológico” entre el fascismo italiano y el nacional-socialismo alemán. Como se sabe, el paso del Brennero separa en los Alpes a los países de influencia y lengua germánica de Italia. Así pues, el Brennero era una línea de fractura entre ambos conjuntos. El hecho de que Hitler nunca hubiera ocultado su intención de proceder a la formación de la “Gran Alemania” que incluía a los territorios austríacos, generaba inquietud en Italia en un momento en el que ni Hitler ni Mussolini habían dado pasos para consolidar la amistad germano-italiana (algo que solamente harían tras el estallido de la Guerra Civil Española). Los diplomáticos italianos habían constatado que Irlanda era recorrida constantemente por funcionarios de la Abwehr (inteligencia alemana) desde finales del siglo XIX y sospechaban que la revuelta irlandesa solamente había sido posible gracias al apoyo alemán. Era frecuente entre la jerarquía fascista en esos años previos a la firma del Pacto Germano-Italiano y posteriores a la firma del Concordato con la Santa Sede, aludieran al fascismo como “mediterráneo y católico” y al nazismo como “pagano”. Por otra parte, jugaba a favor de O’Duffy el hecho de que los informes diplomáticos italianos lo consideraran el menos anti-inglés de todos los partidos irlandeses e incluso sospechaban que fuera un agente del Intelligence Service. Por todo ello, el idilio entre los CAUR y O’Duffy no pondría en peligro el equilibrio entre el Reino Unido e Italia.

El 16 y 17 de diciembre de 1934 tuvo lugar en una discreta sala del Hotel Palace de Montreux el congreso de los Comités de Acción por la Universalidad de Roma. Un gigantesco fascio littorio dominaba la sala junto a las banderas de los países de las delegaciones participantes. La reunión fue presentada a las autoridades suizas como una “reunión privada de estudios corporativos”… algo difícil de sostener a la vista de que existía una sala de prensa, una oficina de traductores y una secretaría compuesta por ocho personas. Participaron 12 delegaciones, por orden alfabético de sus países de origen:

Austria – Movimiento Heimwehr – representado por el Dr. Rinaldini, jefe de la sección cultural del movimiento.

Bélgica – con dos delegaciones, la Legión Nacional Belga representada por Paul Hoornaest, jefe del movimiento y la Liga Nacional Corporativa del Trabajo de Charles Somville, igualmente, jefe del movimiento.

Dinamarca – con dos delegaciones, el Nationalkorpset de Thomas Damsgaard Schmidt, jefe del partido y el Partido Obrero Nacionalsocialista de Dinamarca representado por su jefe, Fritz Clausen.

Francia – Partido Francista representado por Marcel Bucard jefe del movimiento.

Gracia – Partido Social-nacional Griego de Georg Mercouris, presente en el congreso y jefe del movimiento.

Irlanda: Liga de la Juventud de Eoin O’Duffy, jefe del movimiento y su representante en el congreso.

Lituania – Unión Nacionalista Lituana representado por el Doctor Tamosciaitis, delegado por la dirección del partido para representarlo en Montreux.

Noruega – Agrupación Nacional de Vidkun Quisling, jefe del movimiento y su representante.

Holanda – Frente Negro, representado por Arnold Meijer deje del movimiento y por Wouter Lutkie delegado de la dirección.

Rumanía – Todo por la Patria, representado por Ion Mota, delegado de la dirección.

Suecia – Unión Nacional de la Juventud, representado por Rütger Essen, delegado de la dirección.

Suiza – Federación Fascista Suiza de Arthur Fonjallaz, jefe del movimiento y su representante en Montreux.

Y, por supuesto, Eugenio Coselschi y el general Sani por los CAUR italianos

Se adhirieron igualmente la Liga Nacional Corporativa Rumana de Manoilescu, Eça de Queirós por los nacional-sindicalistas portugueses que habían decidido colaborar con el Estado Novo salazarista y Falange Española, firmando Giménez Caballero la nota en tanto que jefe de prensa del partido en aquel momento.

En este elenco de organizaciones llama la atención la ausencia del NSDAP (que ni siquiera fue invitado). En el discurso de inauguración pronunciado por Coselschi, éste aludió a que la línea roja con el NSDAP estaba constituía por el “racismo” y que el nexo de unión de las delegaciones presentes era el “corporativismo”. El propio O’Duffy en su intervención saludó calurosamente a Mussolini y al corporativismo que consideraba como el rasgo más acusado y definitorio del fascismo afirmando que el mundo estaba en deuda con Mussolini por haber creado dicha doctrina.

Pero la cuestión que Coselschi no había previsto era el debate sobre el antisemitismo. Varios de los presentes –especialmente Ion Mota por el partido rumano dirigido por Corneliu Zelea Codreanu- afirmaban que el antisemitismo debía ser un elemento distintivo del frente fascista europeo. El suizo Fonjallaz se unió a este criterio y otro tanto hicieron los daneses con Clausen. Éste mencionó en su intervención a Alfred Rosenberg y su planteamiento: no se trataba de afirmarse a favor o en contra de los judíos como si se tratara de un dilema moral que podía ser verdadero o falso, sino como la elección entre quienes opinaban que los judíos eran una “raza inferior” y aquellos otros que lo consideraban responsable del liberalismo el bolchevismo y la masonería. Para este sector, el “problema judío” era una cuestión capital y no se trataba de un “problema nacional” sino continental, al que el fascismo debía dar una respuesta (en palabras de Fonjallaz). Así pues irlandeses, suizos, rumanos y daneses se decantaron por el antisemitismo explícito y radical, mientras que otros, como los francistas de Bucard, los irlandeses de O’Duffy, los austriacos de Rinaldini y los portugueses, quitaban importancia al tema sosteniendo que en sus respectivos países los judíos estaban bien asimilados. Somville propuso expatriar a los judíos a Palestina, situándolos, en cualquier caso, fuera de Europa. Mercouris afirmó que la cuestión escapaba de la temática del congreso, por definición internacional y que cada partido debía de dar una respuesta propia coherente con la situación de su país. Coselschi aprovechó esta intervención para fijar la posición del congreso sobre la cuestión: la posición ante la cuestión judía debía dejarse a las partes a la vista de que en cada país existía una completamente diferente. Se limitó a señalar que “el problema judío representa la internacional el oro que el fascismo combate, su condena está implícita en las primeras resoluciones del congreso “contra la internacional capitalista y la internacional bolchevique”. En una de las seis resoluciones finales se rechazaba el iniciar campaña antisemitas a escala europea. Correspondió a Bucard, Somville y Clausen redactar una solución de consenso que recuperaba la posición danesa estableciendo una diferencia entre la raza judía y el “complot judío”.

Pero, en general, también llama la atención que, salvo el movimiento rumano como los portugueses, el resto de organizaciones tuvieran escaso peso político en sus países respectivos. Aun así, al finalizar el Primer Congreso de Montreux se constituyó una Comisión de Coordinación compuesta por los daneses Thomas Damsgaard Schimidt y Frits Clausen, Marcel Bucard, Georg Mercouris, Arthur Fonjallaz, Vidkun Quisling y Eoin O’Duffy, bajo la presidencia de Eugenio Coselschi. Se determinó que la Comisión de Coordinación para el Entendimiento del Fascismo Universal” debería reunirse un par de veces al año y que en 1935 se convocaría un nuevo congreso internacional.

El 30 de enero de 1935 se reunió por primera vez la Comisión en París, asistiendo, además de Coselschi, Bucard, Mercouris, Quisling, O’Duffy. Clausen envió como representante al conde Knuth y Oberndorff acudió como representante del Movimiento Nacional Socialista Holandés de Anton Mussert que se había incorporado al “Frente de Montreux” con posterioridad a la convocatoria del congreso en aquella localidad suiza. Se excusaron por no poder asistir, Damsgaad Schmidt y Arthur Fonjallaz. O’Duffy no tuvo una participación relevante en los trabajos, pero tomó buena nota de las resoluciones adoptadas: al regresar difundió en Irlanda el “Llamamiento a la juventud europea” aprobado en el encuentro que pedía a los jóvenes comprometerse en la lucha contra el materialismo, el capitalismo y el paganismo. Otra resolución demostraba la vocación “social” del “fascismo universal”, invitando a las organizaciones miembro de los CAUR a fundar asociaciones profesionales y corporativas en sus propios países. Finalmente, se aprobó un nuevo estatuto.

Una segunda reunión de la Comisión de Coordinación tuvo lugar pocas semanas después en Amsterdam el 29 de marzo de 1935 con la presencia de Coselschi y su adjunto Guido Baroni, Bucard, Quisling, Clausen, Damsgaad Schmidt, Fonjallaz y O’Duffy como su representante. El único ausente en esta ocasión era Mercouris. La “comidilla” de dicho encuentro fue, lo ocurrido en el interior de Falange Española de las JONS unas semanas antes: el partido se había roto en dos a los pocos meses de haberse operado la fusión entre las dos partes. Coselschi en ese momento demostró no estar al día de lo que había ocurrido en España. Más grave fue la polémica suscitada entre Oberndorff y Arnold Meijer, holandeses miembros del Frente Negro que acusaron al partido de Mussert de estar contaminado por la masonería”. Meijer aprovechó la ocasión para lanzar una resolución que impidiera la inclusión en el “frente de Montreux” de todos los partidos que pudieran estar contaminados por “fuerzas secretas”. Aun sin mencionarlo, la resolución apuntaba contra el partido de Mussert cuyo representante rechazó la acusación sin darle mayor importancia a tenor de la endeblez numérica de la parte acusadora. Coselschi optó por apoyar la incorporación de Mussert.

Tampoco se pudo evitar que se reavivara la polémica entre los partidarios de incorporar al NSDAP y aquellos otros que con Coselschi al frente intentaban establecer una divisoria entre las dos formas de “fascismo”. Los italianos sostenían que ante el binomio nación-raza, el fascismo tenía como base a la nación, mientras que el nazismo hacía de la raza su centro de gravedad. Coselschi sostenía que solamente en algunos países europeos coincidían nación y raza, pero no en todos. Durante la reunión se hizo cada vez más evidente la polarización de las posiciones: Coselschi, Bucard y los irlandeses de O’Duffy a favor de la corriente católico-latina, sosteniendo que “la concepción del fascismo universal se inspira en la idea de concordia, de colaboración libre de todos los pueblos y de todas las razas organizadas en las naciones; en consecuencia condena cualquier concepto materialista que exalte la dominación exclusiva de una raza sobre las demás”.

Lo cierto es que, a partir de ese momento (estamos en la primavera de 1935) se percibe una influencia creciente del Tercer Reich en los grupos fascistas europeos, especialmente en los de Europa Central y del Norte y una disminución de la influencia italiana que se mantiene solamente en la Europa Mediterránea, en los Balcanes y en el enclave irlandés. Otro punto que quedó claro en ese momento era que era muy difícil extraer un denominador común doctrinal entre grupos tan heterogéneos, no solamente por sus principios, sino también por su situación en cada país. O’Duffy y los daneses se encontraban en su país en situación de semi-clandestinidad. Otros como los portugueses estaban en el poder. Los había que se preparaban para la insurrección armada contra sus gobiernos, mientras que otros eran “partidos de orden”, situados más en el área de la derecha autoritaria que del fascismo propiamente dicho y tenían más que ver con gobiernos como el de Pilsudski que con el fascismo italiano. O’Duffy, en cualquier caso, había demostrado ser en los dos encuentros de la Comisión el líder más hostil a la Alemania hitleriana y al NSDAP. Sin embargo, su peso en la Comisión iba disminuyendo a medida que el gobierno de Eamon De Valera aumentaba su presión contra él, obligándole al enésimo cambio de nombre (en 1935 los “camisas azules” pasaron a tener como realidad orgánica el Natinal Corporate Party”, que registraba un mayor mimetismo hacia el Partido Nacional Fascista que en sus anteriores experiencias).

El problema para O’Duffy era la reciente independencia de su país. De Valera intentaba mantenerla al precio que fuera dentro del contexto internacional. La presencia de un partido irlandés en una “internacional fascista” era algo que repugnaba a De Valera y le convenció de que había que aumentar la presión sobre “los camisas azules”. Cuando se clausuró la reunión de Amsterdam, Coselschi tenía claro que había agotado todas las posibilidades que podía ofrecer O’Duffy y se abstuvo de abrir una sede en Irlanda tal como este le había solicitado reiteradamente.

En estas circunstancias se convocó el Segundo Congreso de Montreux el 11 y 12 de septiembre de 1935. Presidieron el encuentro, Coselschi, Bucard, Clausen, O’Duffy, Quisling y Fonjallaz, ejerciendo Baroni (hombre de Coselschi) la secretaría de la reunión. Se conviene en que la presencia más importante y significativa en ese encuentro fue la de José Antonio Primo de Rivera. Pero la cuestión de fondo y el leitmotiv del Congreso no era otro que el de conseguir que el mayor número de fuerzas políticas europeas arropasen a Italia en su iniciativa de invasión de Etiopía y en su defensa contra las sanciones que el Reino Unido pensaba arrancar de la Sociedad de Naciones. Fue esta el encuentro internacional en el que O’Duffy actuó con más energía y convicción: propuesto, la transformación de los CAUR en una “organización internacional fascista” a modo del Komintern. Por otra parte, presentó una ponencia sobre “El fascismo ante las fuerzas morales, religiosas y espirituales”, en las que evidenciaba su visión del fascismo como la de un movimiento conservador, católico, nacionalista, autoritario y anti-bolchevique, sin muchas más expectativas, frente a las formaciones más radicalizadas, que miraban, de manera creciente, hacia Alemania. De todas formas, tanto a Coselschi como a Mussolini, en el momento en que tiene lugar el segundo encuentro de Montreux solamente le preocupa una cosa: convertir a cualquier partido político, desde grupos autoritario de derechas hasta formaciones fascistas-revolucionarias, pasando por grupo activistas de la derecha, grupos católicos antisemitas y antimasónicos, todos, absolutamente todos, en propagandistas de la “causa italiana” en la lucha contra las sanciones de la Sociedad de Naciones por la cuestión e la invasión de Abisinia. Todo lo demás, cualquier otro interés, pasaba a segundo plano. Nadie discutió esta orientación en el segundo encuentro de Montreux.

En julio de 1936 estalló la guerra civil española. O’Duffy se había relacionado con José Antonio a través del segundo encuentro de Montreux y desplazó a algo menos de un millar de voluntarios que se convirtieron pronto en los combatientes extranjeros más conocidos del bando franquista, a pesar de no haber entrado prácticamente en combate durante los seis meses que permanecieron en España. Por otra parte, las circunstancias internacionales habían cambiado. El Tercer Reich y la Italia fascistas, a partir de entonces, estrecharon sus posiciones, fueron venciendo uno a uno los resquemores y a partir de las entrevistas entre Hitler y Mussolini, incluso ambos líderes “sintonizaron” y establecieron un marco común de política exterior: el Eje Berlín-Roma. El “Brennero ideológico” había desaparecido y, consiguientemente, los partidos que se habían mostrado más beligerantes en la disputa contra el “racismo alemán” quedaron descolocados en la nueva situación. O’Duffy fue uno de ellos.

Después del Segundo Congreso de Montreux, el interés de Mussolini por la iniciativa fue disminuyendo a medida que el tema de las sanciones quedaba atrás. Coselschi siguió viajando y dando conferencias por toda Europa (incluida ahora Alemania) agitando los valores del fascismo y, como resultado de las nuevas orientaciones políticas, sus concomitancias con el nacional-socialismo. Los CAUR fueron disueltos, finalmente, en 1939. Con ellos desapareció también la oportunidad de O’Duffy de proyectarse sobre la esfera internacional.

Cuando O’Duffy volvió de España lo hizo decepcionado por los malos resultados de su unidad de voluntarios. Poco después se produjo la disolución de los CAUR. Su salud se deterioró rápidamente falleciendo en 1944. A partir de 1942 mantuvo contactos con representantes de la embajada alemana a los que les propuso la formación de una unidad de voluntarios irlandeses que se incorporara a los combates contra el bolchevismo en el frente del Estado. Su propuesta no fue tenida en consideración. Murió poco después.