miércoles, 15 de septiembre de 2021

CRÓNICAS DESDE MI RETRETE: LA MESA QUE ES UNA LÁPIDA PARA AMBAS PARTES

La “mesa” es la alternativa al “procés”: ya que la gencat carece de fuerza social suficiente para imponer la “ruptura” por medio de la “declaración unilateral de independencia” y que también ha demostrado incapacidad jurídica para convocar un referéndum por la independencia, unilateralmente, la única vía que le queda es el “parlem-hi”, la negociación tradicional en la que, en otro tiempo, tan bien se ha movido el nacionalismo. Pero los tiempos han cambiado: todos los jugadores se han mojado demasiadas veces el culo y conocen perfectamente sus trucos respectivos. Por eso, esta “mesa de negociación” no es más que la operación estética por la que cada parte tratará de salvar la cara.

Primera concesión: EL VIEJO ANHELO “PARITARIO” DE LA gencat

A los locutores de TV3 se les llena la boca aludiendo al “diálogo de gobierno a gobierno”. En efecto, estos “detalles” alimentan al independentismo desde hace años: lo que empieza hoy miércoles 15 de septiembre no es un diálogo entre “el Gobierno” y la “gencat”, sino entre el “Gobierno de España” y el “Gobierno de Cataluña”… Un diálogo de “gobierno” a “gobierno”, de igual a igual. Lo que salga de esta ficción no será menos ilusorio. Pero, en realidad, la “satisfacción” y el “gustazo” de que el “muy honorable presidente” Aragonés y Sánchez se presenten como al mismo “nivel” va a ser el único éxito de la “mesa”.

Difícilmente pueden estar en el mismo plano la “parte” y el “todo”. Vale la pena no olvidar que la “parte” es la gencat y el “todo” es el Estado Español. Solo en los mundos de Yupi podrían estar al mismo nivel. La gencat es una parte del Estado cuya función sería acerca la administración al ciudadano que vive en la región catalana. Nada más.

El problema es que, para los nacionalistas, desde la época del abuelo Macià, la gencat no es eso sino una etapa intermedia entre la vinculación de Cataluña al Estado Español y la independencia. A pesar de que ha pasado casi un siglo, ERC sigue en las mismas posiciones que Macià en 1933. Esta es la madre de todos los equívocos, a partir de la cual no hay nada que negociar, ni nada que resolver, ni puntos intermedios a los que llegar que, en el fondo, no serán nada más que equilibrios precarios para ERC, pasos hacia adelante en la independencia.

El primer error de Sánchez ha sido olvidar esto, o, más bien, demostrar su ignorancia histórica.

Segunda concesión: EL PEDIGÜEÑO VA A PEDIR Y NO A LA INVERSA

La “mesa” se celebrará en Barcelona. Error. En toda negociación alguien “da” y alguien “pide”. Quién ha pedido la celebración de estas reuniones es la gencat: lo que las “buenas maneras”, la “educación” y la simple lógica, pedirían es que los políticos catalanes que han pedido esa iniciativa se desplazaran a la capital del Estado para reunirse. Pero Sánchez es el “jefe del gobierno de todos los españoles” y “Aragonés, un presidente autonómico más entre diecisiete”. Aragonés pide y el único que puede dar es el representante del Estado, así que está claro quién debería de haber sacado el billete y en qué dirección.

Es un detalle, por supuesto: pero es que el nacionalismo y el independentismo catalán viven, desde hace un siglo de estos detalles. Cada vez que les sale bien una de estas pequeñas venganzas, entonan el “se la hemos metido doblada”, son sus pequeñas y mezquinas victorias. Dado el nivel político que se respira en la Plaza de San Jaime y que vimos plasmarse a lo largo de todas las escenas del “procés”, es evidente que allí la calidad política hace mucho tiempo que tocó techo. El problema no está en la acera del Palau de la gencat, sino en La Moncloa.

Para Sánchez -como veremos- la “mesa de diálogo” es una operación cosmética. Hoy “sentarse a dialogar” parece un valor positivo, aunque en realidad todas las partes sean conscientes de que no hay mucho para dialogar. Las dos partes -Aragonés y Sánchez- quieren quedar bien de cara a su público y ante todas aquellas personas razonables que piden “negociación”, “diálogo”, “acuerdos”, etc., lo que, en palabras mucho más llanas, pero, sin duda, más realidad, quiere decir “marear la perdiz” y distraer al electorado.


La doctrina de la “renuncia permanente” ideada por ZP

Hasta llegar a Sánchez, creíamos que ZP era el peor presidente que le pudo caer a este país. Ahora tenemos la certidumbre de que uno de los corolarios del principio de Murphy es cierto: “Si una situación puede empeorar, empeora”. ZP no es alguien que haya realizado grandes aportaciones a la historia de España, pero su principio de gobierno se llamó “la renuncia permanente” que básicamente puede enunciarse así: “Hay que demostrar debilidad, estar dispuesto a ceder, incluso en todo lo innecesario, dejarse ganar para evidenciar buena voluntad”. ZP era “blandito”. Sánchez, en cambio es un oportunista sin principios, con demasiados rasgos de psicópata integrado, pero sigue manejando esta única aportación zapateriana a la ciencia política.

Hace unos meses escribíamos que el único destino de una “mesa de negociaciones” como la que se abre hoy sería el indulto de los presos por el “procés”. Sánchez los puso en libertad -a pesar de toda la “alarma social” que crearon y de la dilapidación incuantificable de medios económicos que invirtieron en el “procés” y de la fuga de empresas que generaron y, por supuesto, sin el “arrepentimiento” que hubiera justificado el indulto- sin nada a cambio. Ahora coje el “Falcon” para Barcelona y acepta una “mesa paritaria” también en virtud de la “renuncia permanente”.

Pero, llegados a este punto ya no hay un “plus ultra”. Todo termina aquí y, no nos engañemos: los acuerdos a los que podría llegarse serán meramente cosméticos (lo del aeropuerto, alguna chorrada más sobre cambio climático y emisiones de CO2, indulto a los procesados por desobediencia o actos de violencia durante el “procés”, perdón de las multas judiciales, y poco más). Hay un momento en el que la “renuncia permanente” se convierte en suicidio. Y Sánchez es ambicioso, oportunista, sin principios, pero no suicida en esta España en donde el suicidio empieza a ser una de las formas más habituales de muerte entre jóvenes menores de 35 años.

 

Aragonés y el disco rayado del “referéndum”

Lo peor de los indepes es que son gentes con una sola idea en la cabeza (idea obsesiva, por lo demás). Si a Aragonés se le quita la independencia se queda como Adán y Eva sin la hoja de parra. A los indepes les viene ocurriendo este síndrome desde Macià. Es más, aun cuando en ocasiones quieran pasar por “ecologistas”, “solidarios”, “demócratas responsables”, lo cierto es que siempre toman estos aspectos como variantes de la “independencia”. Por eso su discurso es cansino, aburrido, reiterativo, soso y, progresivamente, alejado de las realidades del siglo XXI.

Si siguen teniendo “tirón” electoral es por tres factores: 1) lo mal que lo hacen otros partidos y lo bien que históricamente manejan el victimismo como factor emotivo; 2) gracias al manejo de los medios de comunicación amamantados desde el pujolismo por la gencat; 3) por las ambigüedades del socialismo catalán que quiere estar en misa y repicando. A pesar de eso, el programa independentista está muerto en la época de la globalización y en el marco de una Unión Europea que no es más que una “unión de estados nacionales” (anteayer la Rahola recibió un revolcón televisivo por parte de García-Margallo, a pesar del cual, ella siguió sosteniendo que “en Europa” se mira mal al gobierno español…).

Sí, el independentismo está “muerto”, pero no termina de morir. Es un zombi (y lo que vimos en el pasado 11-S nos lo confirmó), pero se sigue tambaleando de un lado a otro. Es cierto que en las anteriores elecciones autonómicas alcanzó el 52%... del 50%, pero eso es mucho sobre todo cuando lo que cuentan institucionalmente son los votantes. Es mucho también, teniendo en cuenta de que, para cualquier persona racional, el independentismo es hoy casi un “imposible metafísico”. Y es mucho teniendo en cuenta los niveles de uso social del catalán (que no pasan del 35-37% y siguen bajando de día en día).

Y lo que es peor aún: Puigdemont quiso imitar a Macià y liderar el proceso indepe desde la poltrona de Plaza San Jaime. Siguió imitándolo con su exilio (Macià pasó unos años en París durante el gobierno de Primo de Rivera) e, incluso, en su intento de buscar apoyos en Moscú (y no obtenerlos). Pero Aragonés, se parece más a Companys que a Macià. Como se sabe el “president afusellat”, bajo su mando convirtió a Cataluña en un jardín para sus ajustes de cuentas particulares (incluso por líos de faldas como el asesinato de los hermanos Badía), por no hablar del descontrol y la falta de decisión desde el momento en que estalló la guerra civil. A Companys hay que imputarle los 10.000 asesinatos cometidos en Cataluña en los tres primeros meses de guerra, el que renunciara a ejercer el poder y evitara que el Estado lo ejerciera ante una FAI descontrolada y dirigida por delincuentes y salteadores de caminos, y luego, se apoyase en los agentes soviéticos a partir de mayo del 37 y permitiera que construyeran sus chekas y fueran el verdadero gobierno en la sombra de Cataluña… hasta la derrota final. Hoy, con Aragonés, en Cataluña se está extendiendo soterradamente el caos.

Ni Aragonés si ERC, ni JxCat, ni los últimos mohicanos de la CUP, se enteran de lo que está pasando en Cataluña, porque su capacidad de asimilación de la actualidad pasa solamente por la “independencia”, pero lo cierto es que Cataluña no va bien. Los barrios periféricos de las grandes ciudades se han convertido en verdaderos polvorines étnico-religiosos, los “nuevos españoles” no solamente no se integran, sino que constituyen una bolsa cada vez más creciente y difícil de enmascarar, que genera aumento de la delincuencia, de las agresiones sexuales, de la población penal, de las agresiones y las riñas tumultuarias entre clanes étnicos, bandas, mafias, etc, etc, etc. Si, ciertamente, todo esto ocurre también en el Estado Español, pero es que en Cataluña está llegando mucho más lejos, a niveles solamente alcanzados en Europa Occidental por países que registran una inmigración masiva desde los 70, mientras que en Cataluña el problema empezó solamente en los 90 y el porcentaje de inmigración hoy es superior a la media nacional y a la media europea.

La gencat no lo dice, pero lo piensa: “no pasará nada porque hemos comprado la paz étnica y social mediante subvenciones”. Hay zonas de Francia que están ya hoy en virtual guerra civil, con un sistema de subvenciones mucho más atractivo para los foráneos: cuando se compra la paz étnica, el que paga debe estar dispuesto a que le suban la tarifa constantemente, bajo amenaza. Y todo, incluso el dinero de la administración, tiene un límite.

En los últimos tiempos, los medios de comunicación catalanes empiezan a evidenciar preocupación por la oleada de delincuencia que está operando en Cataluña. En algunas noticias particularmente graves, ya empiezan a reconocer el secreto a voces sobre el origen del agresor. De seguir así la curva de aumento de la delincuencia, antes de una legislatura la gencat registrará cifras de aumento de la delincuencia superiores a las que existen en Marsella o en la banlieu parisina.

La nueva-vieja guerra civil entre indepes

Los de JxCat se quejan a unos y a otros de haber sido excluidos de la “mesa”. El origen del problema fue la propuesta de Puigdemont de hacer un “frente común independentista” en 2015: “Junts pel Si”. Junqueras aceptó: a fin de cuentas, era evidente que la vía de la independencia solamente podía realizarse si los indepes se ponían de acuerdo. Pero, en realidad, el problema de fondo era: 1) que CiU se había desintegrado y 2) que ERC hubiera podido realizar el “sorpasso” (como de hecho, todas las encuestas sugerían que iba a ocurrir). Junqueras renunció a ser president de la gencat, en favor de la “unidad indepe”. De ahí salió el período de presidencia de Puigdemont, un tipo de segunda fila procedente de CDC. Cuando Puigdemont se vio sentado en la presidencia, utilizó todos los medios de comunicación al servicio de la gencat para generar un “culto a la personalidad” a escala de la gencat.

En las elecciones siguientes, en 2017, convocadas después de la aplicación del artº 155, Puigdemont ya estaba en Waterloo y Junqueras en la trena, no ganó ni JxCat, ni ERC, sino Cs... El “frente unido indepe” había estallado por los aires (como ocurre con cualquier proyecto inviable en el que, al comprobar su inviabilidad, las partes se tiran los trastos a la cabeza culpando al otro del fracaso…). Desde entonces, el resentimiento entre JxCat y ERC está servido y se manifiesta siempre a la primera de cambio. Como ha ocurrido en esta ocasión.

Un acuerdo puntual podría dar la impresión de que los “indepes” han formado, en un momento dado, un “frente común”. Pero no es cierto: no porque las tres componentes (ERC, JxCat o CUP) mantengan sus diferencias, sino porque el sistema político español (del que Cataluña es una parte) es una PARTIDOCRACIA y en un sistema así concebido, cada sigla tiende a defender sus privilegios, su parte del pastel y a priorizarlos sobre cualquier otra consideración.

¿Hay algo en el escalón interior a la partidocracia? Sí, lo verán con un ejemplo. Mientras CiU fue hegemónica en la política catalana, la cúpula de este partido era la que repartía subsidios y subvenciones. Un amigo, editor en catalán, no recibió ni un euro, a pesar de que todos sus libros eran, no solamente publicados en lengua vernácula, sino sobre temas catalanes, incluso regionalistas, nacionalistas e indepes. Y no recibió un euro de subsidio porque es falso que CiU apoyase a la “cultura catalana”: apoyaba a sus amigos que vendían “cultura catalana”. El resto que espabile. Eso mismo es lo que vienen haciendo las cúpulas de los partidos aquí, en Madrid, en París o en Tombuctú. La partitocracia es así: siempre puede ir a peor. De hecho, con el paso del tiempo, siempre lo hace. Por eso hay tantas tensiones en el interior de los partidos (véase el cristo que se ha formado en el PP de Madrid estos días)

Hoy, sería un error considerar a las formaciones independentistas como “partidos unitarios” y opciones únicas: son, como cualquier otra formación, agregaciones inorgánicas de amigos dispuestos a tener, solos o en compañía de otros, las llaves de la caja de la gencat. El inviable ideal indepe ha sido y sigue siendo una excusa para lanzar consignas que enmascaren el hecho esencial: que tal o cual grupo de amigotes quieren las llaves de la caja. Ahora la tiene Aragonés y su entorno, como antes la tuvo Puigdemont y el suyo y antes aún Mas, Torra y demás. Y es que, en Cataluña, ocurre lo mismo que en cualquier otro lugar. Por tanto, las trifulcas a la hora de convocar una “mesa de negociación” no pueden extrañar a nadie. Las partes que la convocan quieren ir acompañadas por sus amigotes, no por expertos, nada de especialistas, en absoluto por gentes cuya fidelidad perruna no haya sido contrastada. Lo mismo vale para Aragonés que para Sánchez. Las siglas son solamente el acompañamiento inevitable para llegar al poder, pero detrás de cada sigla, ya no hay ni programas, ni opciones, ni alternativas, solo grupos de cómplices dispuestos al saqueo de la caja.

Los límites temporales de la “mesa”. Los objetivos de las partes

El gobierno del Estado sostiene que la “mesa de negociaciones” se prolongará por espacio de dos años y afirma que no servirá para legalizar un nuevo referéndum. ¿Por qué “dos años”? Porque es lo que estará Sánchez en el poder, antes de las próximas elecciones que, en condiciones normales, deberían celebrarse en 2023. Sánchez sabe que uno de los motivos de su erosión actual es su actitud ante el independentismo catalán. Ayer desveló su estrategia para la reelección: demostrar energía ante el independentismo. Sánchez dijo la única cosa razonable en el parlamento: “¿mesa de negociaciones? Bien, pero ¿por qué la gencat no convoca una mesa de negociaciones en Cataluña entre indepes y no indepes”. Zas en toda la boca.

Es incluso posible que las elecciones se adelanten: Podemos, por pura supervivencia, debería romper unos meses antes con Sánchez para escenificar su oposición al presidente, o de lo contrario, quedará como el chico de los recados (de hecho, la vicepresidenta Yolanda Díez, ya está escenificando los primeros desacuerdos que llevarán a la ruptura y al inicio de la campaña electoral de Podemos).

Así mismo, si ERC y los nacionalistas siguen apoyando a Sánchez sin haber obtenido concesiones en la “mesa de negociación” se arriesgan a ser denunciados por sus hermanos separados como torpes y timados por Sánchez. Y, como hemos dicho, la “mesa” no puede conceder los máximos que pide Aragonés.

Sánchez precisa llegar a las nuevas elecciones como “defensor de España”: esto es lo que le exigen sus “barones” regionales y lo que le pide la Unión Europea. Por supuesto, a Sánchez le importa un higo España y el Estado Español, pero esa es la única consigna que le puede hacer recuperar votos y seguir siendo presidente. Por tanto, la “mesa de negociaciones” tiene fecha de caducidad: 2023 o el momento en el que Podemos abandone la coalición y los indepes dejen de apoyarle en el parlamento de la nación.

Que no se llegará a ningún acuerdo importante es algo que está cantado y de lo que Aragonés no tiene la menor duda. Para él, el referéndum es solamente una herencia del pasado que vale, en tanto que, si renuncia, se arriesga a perder votos y, por lo demás, no tiene nada con fuerza suficiente como para sustituirlo. Además, aunque el resultado de la “mesa” sea negativo para él, la carta del victimismo y de la “intolerancia española”, hasta ahora, siempre ha dado buenos resultados electorales en Cataluña.

Y a Sánchez lo que le interesa de esta “mesa” es llegar a las próximas elecciones dando la sensación de que ha “velado por la unidad de España”, evitando así el hundimiento de su sigla en todas las regiones.

Un espectáculo innoble, escenificado cuanto todo se está cayendo

Perspectivas de cruzar la frontera de los 4.000.000 de parados, de superar los 2.500.000 de Ni-Nis, de liquidaciones de empresas, con la demografía a mínimos, superación de los dos billones de déficit, facturas de la luz parcheadas temporalmente, subidas cicateras de salarios mínimos, aumentos asindóticos de la delincuencia en las calles, llegada de más y más inmigrantes en busca de sopa boba, salario social para pagar pizza, porros y videojuegos, okupas descontrolados con agua, luz y gas pagados por todos, temática LGTBIQ+ ocupando el 80% de los informativos, epidemia de suicidios entre la población que ya no pueden enmascarar los medios de comunicación, el asunto de la pandemia que se extingue entre llamamientos a la vacunación del 100% y la falta de explicaciones a lo que ha ocurrido y sigue ocurriendo, anuncio de más llegadas de inmigrantes “a causa del exilio Afgano” (a casi 10.000 km de distancia…), corrupción de la administración a todos los niveles, luchas partidocráticas como nunca antes se habían visto, ausencia de política exterior, de explicaciones a dónde vamos, tópicos y simbolillos universalmente repetidos (“agenda 2030”), incendios atribuidos al “cambio climático” pero causados por pirómanos con cara y ojos, miedo en la sociedad y en todas los grupos sociales y para colmo ciudades que solamente huelen a tubos de escape, porros, vómitos y meadas de perros…, todo ello constituye el trasfondo de la “mesa de negociaciones” que se inicia hoy.

¿De verdad vas a prestar atención a un teatrito montados por dos mediocres autores teatrales -Sánchez y Aragonés- que todos sabemos cómo va a acabar? Es como aquel que convocada una reunión de la comunidad de vecinos para reparar un desconchado en el patio interior, cuando todo el edificio estaba declarado en ruinas. Seamos serios: la “mesa de negociación” no es nada importante. De hecho, no es nada.