Lo mas interesante del “mayo del 68”… ocurrió en junio de
ese mismo año. En efecto, un grupo de antiguos miembros de la Federación de
Estudiantes Nacionalistas y de la revista Europe Action, lanzaron el primer
número de la revista “Nouvelle Ecole”. Era un ciclostilado de unas 200 páginas
con portada impresa en offset. Me llegó a través de un camarada de Nantes
asociado al grupo. Yo me había incorporado hacía poco a este ambiente política
y tenía hambre de conocimiento. Era perfectamente consciente de que los “textos
históricos” podían “inspirar”, pero, desde luego, no estaban a la altura de la
apisonadora cultural marxista de la época. Necesitábamos “armas intelectuales”
para comprender lo que estaba sucediendo en aquellos años. Yo tenía entonces 16
años, pero entre los de mi generación discutíamos sobre Marcuse, sobre la nueva
izquierda, la contracultura y todo lo que caía en nuestras manos. Fuímos una
generación culturalmente inquieta y decantada: unos “a la derecha”, otros, los
más, a la “izquierda”. Así que cuando
cayó en mis manos aquel primer número, me di cuenta de que era, efectivamente,
el arma que había estado esperando los meses anteriores.
Creo recordar un artículo de Benoist sobre el LSD, otro del
profesor Louis Rougier, varias páginas de genética… la recomendación de leer a
Jacques Monod. Desde entonces me interesó lo que luego se llamaría la “Nouvelle
Droite”, su evolución y sus desembocaduras. Unos meses antes de esta lectura
había caído en mis manos el libro Les
courage est son patrie escrito por François D’Orcival y Fabrice Laroche,
testimonio del combate por la “Argelia francesa”. Indicaba que el heroísmo
también estaba al alcance de nuestra generación. Tarde tiempo en saber que
Benoist era “Fabrice Laroche”.
En estos cincuenta años, el movimiento ha variado bastante,
no solamente en su orientación sino también en sus colaboradores. Benoist,
prácticamente, es el único que permanece. Fundamentalmente, es un “divulgador”,
en absoluto un ideólogo. También puede calificarse como “analista” en varios
campos. Lo esencial de Benoist es que, en el curso de esos 50 años ha estado
atentado a las novedades culturales y nos las ha expuesto. Ha reflexionado
constantemente sobre fenómenos nuevos y ha sido un punto de referencia
extraordinario para seguir una orientaciones,
profundizar más allá de lo que él nos contaba, y abandonar otras.
Los primeros diez años de la “Nouvelle Droite” estuvieron
plagados de genialidades y, en algunos casos, de actitudes poco meditadas. El
“gramscismo de derechas”, figura entre el pasivo del grupo, por mucho que,
paradójicamente, fuera lo que en esa década más llamó la atención. Años
después, Guillaume Faye reconocía que, cuando empezaron a hablar de
“gramscismo” no tenían muy claro ni lo que era ni cómo aplicarlo. Solamente
creían saber que la hegemonía cultural precede a la hegemonía política y que
para llegar a esta hacía falta pasar por aquella. Pero lo cierto es que existió
un “gramscismo” porque, antes había existido un leninismo y antes aún una
doctrina marxista. Marx fue un doctrinario y, al mismo tiempo, un militante
político y otro tanto puede decirse de Lenin o de Gramsci. Sin embargo,
Benoist, después de la experiencia de Europe Action y de la FEN, abandonó la
política activa y se contentó con dedicarse únicamente al campo cultural. Esto
es lo que hizo que cuando, a partir de 1983 se produjo en Francia la eclosión
del Front National, lo hiciera, no solo fuera de los parámetros teorizados por
Benoist y el GRECE, sino, en gran medida y especialmente hasta que se produjo
la sustitución del padre por la hija en el FN, en el ámbito de la “vieja
derecha”, la que Benoist siempre había condenado y con la que se sentía
resentido por el fracaso de sus iniciativas militantes anteriores.
De ese ambiente surgió el mucho más agresivo y con mucha más
vocación de agitador, Guillaume Faye. Los libros de Faye sobre la inmigración
en Europa, a partir del Arqueofuturismo, sitúan excepcionalmente bien el
problema y no dan pie al optimismo. Cuestión de caracteres: Benoist es un
ensayista reposado; Faye un jabalí permanentemente al ataque. El uno expone, el
otro provoca. El uno induce a la reflexión, el otro encabrona hacia la acción.
Dos caracteres diferentes, dos obras diferentes.
Ya digo que he utilizado la obra de Faye para entender el
alcance del problema migratorio y su importancia futura para Europa. Benoist,
consciente de que es un tema tabú, ha hablado bastante menos y, desde
principios de los 80 con alguna posición discutible en la materia. En cualquier
caso reconozco que la obra de Benoist me sirvió hasta finales de los 70 como
referencia y arsenal de argumentos para obtener argumentos que oponer a la
ofensiva cultural marxista.
Benoist me enseño que se podía vencer con argumentos
científicos al pretendido cientifismo marxista. Que existía una sociología, una
antropología y una psicología de la que se podían extraer argumentos contra el
marxismo. Luego, cuando a principios de los 80, el marxismo perdió todo el
prestigio intelectual que había acaparado en las dos décadas anteriores, los
ensayos y artículos de Benoist primero y luego de Faye, contribuyeron a
explicarme algunos de los fenómenos políticos de la época y, claro está, de la
actualidad.
Creo que lo peor de Benoist son libros del género ¿Cómo ser pagano? En ellos hay algunos
rastros de polémica anticristiana de bajo nivel (y lo dice un agnóstico). Su Vu de Droite es un arsenal de ensayos y
materiales sobre las que asentar una “cultura de derechas”. Benoist me enseñó
lo que era el arraigo y la identidad, gracias a él reparé en autores de ayer y
de hoy que merecían ser conocidos. Me evité leer decenas de obras: aproveché
los comentarios y resúmenes para seleccionar temáticas. Afortunadamente la obra
de la “Nouvelle Droite” no implica ningún dogmatismo, ni constituye un corpus
unificado: se pueden asumir unos temas y rechazar otros, se puede elogiar un
ensayo de Benoist y pasar por alto otro menos afortunado.
Lo importante es que primero en Nouvelle Ecole y luego en
Elements, con cierta periodicidad, nos iban llegan comentarios, informaciones y
datos sobre por dónde iba el debate cultural en Europa y, por tanto, sabíamos a
qué atenernos. Hoy sigo leyendo con regularidad a Benoist y a Faye y recomiendo
que se practique ese ejercicio y se someta los escritos de ambos al tamiz de la
crítica. Puede hacerse: no hay que quedarse con todo.
Lo peor de este movimiento, fue que muchos aprovecharon para
desvincularse de la “lucha política” alegando que querían hacer un “combate
cultural”. Algunos de ellos aspiraban solamente a un puesto en la universidad y
a bordar una tesis doctoral de prestigio, realizada a la sombra de la obra de
Benoist. En realidad, pasaba con la obra de Evola que se ha tachado
frecuentemente “desmovilizadora” (y lo es según la lectura que se haga de
ella). Muchos quedaron aparcados en esa dirección y al poco desaparecieron. En
Italia, tras un entusiasmo inicial a principios de los 80, aquello fue un fuego
de paja y la “nuova destra” de deshizo como un azucarillo. Aquí en España no
llegó siquiera a despuntar. Faltaba la genialidad, faltaba la altura
intelectual y faltaba la voluntad y la constancia que han acompañado a la
“Nouvelle Droite” francesa en estos últimos 50 años.
Así como la obra de Evola, leída por algunas mentes
excesivamente impresionables podía llevar al sectarismo y a malas lecturas en
las que cualquier referencia a “la tradición” encontrada en los movimientos más
odiosos y ciegos, podía extrapolarse como ejemplo a seguir (esta mañana alguien
me ha colocado en mi perfil del face un video en la que alguien elogia al
islam… por que “reza”), algunos lectores de los textos de la “Nouvelle Droite”
se han visto atrapados por el “intelectualismo”, con mucha menor capacidad
intelectual que Benoist y como simple excusa para eludir compromisos claros,
rotundos e indubitables y forjarse un modesto nombre en mentideros culturales.
Si me ha intereso este movimiento es por la munición doctrinal
que ha ido sirviendo constantemente a lo largo de medio siglo. Rara es la
semana que no aparece algún artículo interesante en los blogs de Benoist o de
Faye. Hay que leerlos, desde luego, cada uno con sus rasgos y siendo
conscientes, sobre todo, de que el primero es un “divulgador” y, desde hace
tiempo, no pretende otra cosa.
¿Se trata de un movimiento “intelectual”? Sí, desde luego,
con vocación intelectual, un think-tank y sin ninguna intencionalidad de acción
directa o de influir en determinados movimientos. Recuerdo una frase de Drieu:
“Un intelectual no es aquel que piensa, sino que hace del pensar una
profesión”. No creo que este sea el caso de Benoist, por mucho que haya hecho
aquello que rechazaba Drieu. Se trata de un divulgador de ideas, un compilador
y selector, por un lado y un analista por otro.
Hay principios comunes a este movimiento y también
contradicciones en algunas posiciones y en determinados momentos de su historia
y evolución. Benoist, por ejemplo, profesaba un respeto por la figura de Evola
y elogió su obra en la famosa primera década del GRECE, pero, a decir verdad,
ambos estaban en posiciones relativamente antagónicas.
Querría, por todo ello, agradecer a Benoist y a Faye el haber abordado en sus ensayos caminos que resultaban desconocidos y en los que nadie reparaba en España. Gracias a aquellos números de Nouvelle Ecole y Elements, vencimos nuestro complejo de inferioridad ideológico en relación al marxismo de los 70. Gracias a Faye advertimos desde el primer momento, la importancia y la gravedad del problema migratorio justo en el momento en el que estaba despuntando en España y nuestro drama en estos últimos veinte años ha consistido en ir reconociendo, poco a poco, que en nuestro país la sociedad permanecía fiel al “macizo de la raza”: apatía, desinterés, desmovilización, superficialidad y cainismo.