viernes, 15 de octubre de 2010

Cosmismo bolchevique y cosmismo de Occidente (I de VII)

info-Krisis.- Fue en 1992 (o quizás fuera en 1994) cuando conocidos a Alexandr Duguin, el cual nos habló por primera del “cosmismo”. Lo que nos dijo en aquel momento, casi textualmente, fue lo que pudimos leer luego en su libro Rusia y el Misterio de Eurasia, en donde tocaba con cierto detenimiento (pero no exhaustivamente), los rasgos y el papel del cosmismo en la historia reciente de Rusia y del período soviético. Desde aquel momento experimentamos un vivo interés por esta corriente filosófica, sin embargo, la falta de traducción de las obras de su fundador, Fiodorov, eran un obstáculo para poder penetrar en ella. Con el tiempo, Internet ha ido facilitando progresivamente el conocimiento y comprensión de esta doctrina  ofreciendo fuentes documentales en distintos idiomas occidentales accesibles. Este trabajo es, pues, en cierto sentido, un trabajo de síntesis en castellano sobre todo lo publicado sobre el cosmismo en Internet, pero es algo más. Es un trabajo crítico y, al mismo tiempo que intenta aportar un elemento decisivo y nuevo: el cosmismo en Occidente. Por que lo sorprendente es que, de manera expontánea, aparentemente sin lazos orgánicos directos, las mismas ideas puestas en circulación por Fiodorov fueron asumidas por personajes y movimientos muy diversos en los países occidentales y, más o menos, en las mismas épocas. Identificar cuáles eran esas corrientes y como se manifestaron supone un ejercicio intelectual curioso no realizado hasta ahora.

Ha dado la casualidad que hemos alternado este trabajo con otro sobre “conspiración – conspiradores – conspiranoicos”, de ahí que nos haya preocupado extraordinariamente un concepto derivado de la “paranoica”, una especie de visión paranoica atenuada de los “enlaces” entre los hechos, lo que se llama en literatura “apofenia”. La apofenia sería el estalecimiento de patrones y conexiones entre sucesos aleatorios que no tienen ninguna vinculación entre sí. No se trataría de una “enfermedad mental”, sino más bien de un patrón de comportamiento provisto de algún rastro de psicosis conspiranoica. Sin embargo, los estudios sobre la apofenia han demostrado que puede aparecer en individuos sanos y cuya mentalidad tiene una carga de creatividad superior a la normal. Hemos procurado huir de cualquier tentación conspiranoica y de caer en esta “apofenia”. Así pues nuestro trabajo ha consistido simplemente en describir el fenómeno cosmista y el movimiento de “los constructores de dios” que apareció en Rusia en el siglo XIX y se insertó como corriente dentro del partido bolchevique (siendo atacada inmisericordemente por Lenin y, desmostrando explícitamente su existencia y peligrosidad para el materialismo dialéctico marxista), y, paralelamente, el desarrollo de ideas extremadamente similares en Occidente y antes las cuales es lícito realizar un paralelismo crítico, aun reconociendo que no existen vínculos orgánicos demostrables entre las ideas nacidas en Rusia y esas mismas ideas nacidas en Occidente (en franjas del ocultismo, en el sector de la New Age, en el pensamiento de Teilhard de Chardín y en el humanismo universalista de la UNESCO). Lo cual es todavía más sorprendente... Huir de la "apofenia", paradójicament, nos sitúa en un terreno directamente "conspiranoico".
El huir de la tentación “apofénica” nos sitúa pues en un contexto todavía más sorprendente: si las ideas “cosmitas” en Rusia y el “universalismo” occidental son tan parecidos, pero no existen vínculos orgánicos entre ellas (salvo a través del concepto de noosfera utilizado tanto por Teilhard como por el cosmista Vernadski)… ¿de dónde deriva esa similitud? Pregunta que dejamos en el aire, tras mencionar la doctrina de la “contra iniciación” y de la “anti tradición” que corresponde a la interpretación realizada por René Guénon.

Cabría añadir antes de iniciar nuestro estudio que la atención que ha merecido el cosmismo en Occidente ha sido mínima y, paradójicamente, hasta no hace mucho, solamente los medios marxistas estaban al corriente de su existencia, no tanto por el conocimiento directo de sus textos, como por saber de ella a causa de la crítica que Lenin le formuló en su Materialismo y Empirocriticismo, libro que en los años setenta seguía siendo manual de cabecera de los marxistas españoles.... En los últimos años, medios de la derecha (FAES, en concreto) se han hecho eco de la existencia del cosmismo (véase la publicación FAES correspondiente a abril-junio de este año en la que se publica el artículo El cosmista Stalin y el socialismo del siglo XXI, escrito por Edward Tarnawski, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Valencia; el artículo, a pesar de los títulos del autor, contiene, no solamente errores metodológicos, sino de bulto en la valoración de la información y casi podría ser considerado como mera intoxicación).
Sin embargo, dichos artículos no se intertan en una perspectiva "integradora", sino que pretendenten “denunciar” al cosmismo como una forma de irracionalismo bolchevique (lo que por otra parte es, pero no sólo es eso, sino que su proyección va mucho más allá de una mera heregía dentro del campo comunista). Por otra parte, el artículo que hemos mencionado de FAES va en la dirección habitual en la derecha liberal occidentalista: establecer vínculos con los EEUU e intentar desvincular y romper cualquier nexo que pudiera existir entre Rusia y Europa.

A nadie que conozca la trayectoria de infokrisis, se le escapa que, por nuestra parte, el eje a construir en el futuro es Madrid – París – Berlín – Moscú y que de su construcción dependerá el orden mundial que sustituya al unilateralismo que hoy agoniza. Sin embargo, consideramos que ni el cosmismo de Rusia, ni el cosmismo de Occidente son puentes que aproximen en lo positivo, sino, más bien, opciones ideológicas que conducen más bien a una misma posición: lo que en Rusia es el “cosmismo”, en Occidente es el “universalismo”. Ambos son, en definitiva, degeneraciones de la perspectiva tradicional y, por tanto, rechazables. Tal es la tesis que vamos a intentar establecer en el presente ensayo.

La Santa Rusia tierra de promisión del bolchevismo y de la tradición

Pocas ideologías han tenido tantas repercusiones como el cosmismo ruso y pocas han sido tan desconocidas e ignoradas como ésta. El racionalismo cartesiano llegó tarde a Rusia y nunca tuvo el impacto que llegó a tener en Occidente a partir del siglo XVII. Y esto explica también el que durante el período soviético pudieran coexistir dos formas antitéticas de racionalidad: la de los materialistas dialécticos y la de los cosmistas. Si el régimen soviético logró imponerse con facilidad en Rusia era porque la sociedad agraria de aquel país estaba mucho más próxima de la tradición que cualquier otro país occidental. Allí el campesino tenía todavía un peso decisivo y opinaba que existe una relación orgánica entre el ser humano y la naturaleza que le rodea. Este simple principio de sabiduría campesina también ha estado presente en Occidente, pero muy debilitado.
El “comunismo”, en el fondo, responde a las tradiciones campesinas de solidaridad y apoyo mutuo que siempre estuvieron más vivas a lo largo del siglo XX en el Este Europeo que en el Oeste y Sur del continente. Incluso podría argumentarse que si la clase obrera europea admitió pronto formas de socialismo como doctrina propia era, precisamente, porque no hacía mucho tiempo que el proletariano tenía un origen campesino. De ahí que el comunismo tenga un doble aspecto: racionalista de un lado, esto es, heredero de la ilustración y el cartesianismo, pero también tradicional y comunitario, producto de la mentalidad campesina.

El comunismo nunca pudo superar estas dos tendencias: la que procedía de la ideología marxista, fría, materialista y economicista, con pretensiones de explicar e interpretar la historia, y aquella otra que tendía apenas a resaltar los vínculos entre los seres humanos, la necesaria solidaridad entre los hombres, sus intereses comunes, y la libertad de la que un campesino que trabaja su tierra es el primero en conocer. Desde este punto de vista, el comunismo nunca superó la tensión entre estos dos conceptos. El primero estuvo presente en las direcciones, desde Marx y Engels hasta Lenin. Sin embargo, el segundo fue lo que galvanizó a las masas, mucho más que las frías teorías y el hiperrracinaismo (que, por lo demás, jamás “funcionó”, como en Lenin que analizando la clase obrera suiza, llega a la conclusión de que será en ese país en donde estallará la primera revolución proletaria, o bien en Castro y el Ché que, aun sin contar con las “condiciones objetivas necesarias” se lanzan a la guerrilla y, contra todo pronóstico, triunfan, demostrando que lo esencial no es la teoría marxista, sino la voluntad de poder, esto es, lo negado por el hiperracionalismo marxista).
Hay algo en todas las sociedades tradicionales que remite a la solidaridad y a la práctica comunitaria, formas de pre-individualismo que consideran a la sociedad como el escenario “común” ideal para el ser humano. Los proletarios de principios del siglo XX, eran campesinos solamente una generación antes y todavía habían sido educados en esos valores, por lo tanto, pudieron entender mejor que nadie –incluso mejor que los propios líderes bolcheviques- los llamamientos a la solidaridad, y al “comunismo”. Y esto explica también por que la segunda gran revolución marxista se produjo en China… y fue protagonizada solamente por campesinos, contraviniendo todas las previsiones marxistas y leninistas.

Por otra parte, no hay que olvidar que tanto en la revolución soviética como en el triunfo del maoísmo en China, ambas sociedades estaban próximas a la “tradición”. La primera gracis a la presencia de la Iglesia Ortodoxa, seguramente la forma más tradicional del cristianismo, próxima a su concepción medieval. La segunda, gracias a la patina con que el confucionismo había cubierto a la sociedad china desde el siglo VI a. de JC. También aquí cabe decir que los dirigentes bolcheviques y maoístas nunca supieron verdaderamente por qué triunfaban en esos países y no fueron capaces de entenderlo, ni luego supieron por qué el régimen se esclerotizó primero y se convirtió en algo frío, dictatorial e inhumano: fue, simplemente, por que se intentó desarraigar a las poblaciones de las concepciones comunitarias tradicionales, emprender una lucha sin perdón contra todo lo que era “tradición”, considerado como un “residuo pequeño burgués”. Cuando ésta desapareció, lo único que quedó fue el individualismo, tan sólo contenido por una estructura tecnoburocrática dictatorial e inmisericorde. Una vez más, el sueño de la razón, produjo monstruos: las fosas de Katyn, el stalinismo, Pol-Pot, el universo concentracionario soviético, Paracuellos del Jarama, etc.

En este sentido, el “cosmismo” se adaptaba perfectamente a la naturaleza del régimen soviético de los primeros tiempos y a esa tensión dialéctica entre racionalidad extrema y tradición. Por eso, no es raro que los cosmistas se movieran bien dentro del partido bolchevique y que el propio Lenin advirtiera en ellos a su peor enemigo interior. Las casi 400 páginas de su Materialismo y Empirocriticismo van dedicadas especialmente a luchar contra esta corriente interior. Sin embargo, la corriente sobrevivió a Lenin y Stalin y sus sucesores debieron recurrir a ella para hacer de la URSS una potencia en astronáutica y cosmonáutica. A pesar de su evidente deformación, el cosmismo muestra un aroma inequívoco a doctrina que toma algunos elementos “tradicionales”: el cosmos como unidad, el ser humano como algo no concluido, superable, el vínculo entre el ser humano y la naturaleza, la percepción de ésta como de algo vivo… Estas ideas solamente pueden estar depositadas y prosperar en un medio que se haya visto libre de las contaminaciones industriales y que se haya mantenido arraigado en los valores tradicionales, esto es, una sociedad agraria. El Este eslavo era la mayor sociedad agraria de Europa y, por tanto, era allí done solamente una filosofía de este tipo podía enlazar con el folklore y las concepciones ancestrales de la Santa Rusia. El hecho de que la Iglesia Ortodoxa no hubiera “evolucionado” en el sentido en el que lo hizo su homóloga vaticana, acentuaba esta tendencia. Además, como se ha resaltado, uno de los ejes fundamentales de la teología ortodoxa son las relaciones entre el “Creador” y la “Creación”. Algunos cosmistas, como Florenski fueron auténticos teólogos ortodoxos, lo cual no puede extrañarnos. La idea que preside el fondo de la cuestión es la idea de “unidad”. El hombre es una pieza intermedia entre el “Creador” y la “Creación”, la pieza que asegura la unidad total del conjunto. Cuando el hombre toma conciencia de esta dimensión, adquiere su naturaleza “cósmica” que da explicación al nombre de la corriente de pensamiento. Lo “cósmimo”, en este sentido… es también “colectivo” y “común”, de ahí el interés que esta corriente tiene por el “comunismo” y por eso su militancia mayoritaria en el bolchevismo.

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