Info|krisis. – ¿Qué si Europa tiene solución? Pregunta retórica que
se contesta con un NO. En las actuales circunstancias internacionales y de
sumisión política de Europa a los intereses estratégicos de los EEUU y de
sumisión económica a los intereses de la alta finanza internacional y de los
grandes fondos de inversión, Europa ¡claro que no tiene solución! Hace ya más
de diez años que se colapsó la “construcción europea” tras el fracaso del
referéndum para una constitución continental y desde entonces ha llovido mucho:
lo suficiente como para saber que hoy “Europa” no es más que el recurso
utilizado por el Bundesbank para sangrar
en beneficio propio a los demás Estados europeos. Desde el punto de vista
moral, Europa está anclada en un humanismo de fin de temporada que abarca desde
la derecha (incluso desde la derecha más extrema) a la izquierda más radical.
Cuando se dice que podemos son “comunistas” se comete un error de percepción: Podemos es la prolongación del
zapaterismo con otra sigla y con otro líder. Nada más: no es marxismo, ni mucho
menos bolchevismo, es la ideología de la UNESCO, de la new age y del humanismo más alicorto. Todo esto viene a cuento de
la foto del niño muerto sobre la arena cuando intentaba ganar las costas
europeas.
Inmigración: cambio de excusa
No albergo la menor duda de que
la difusión de esa foto (como de otras muchas que se vienen repitiendo en estos
años en los que una foto pasada por photoshop
pasa a ser considerada, sin más, como “pieza de convicción”) forma parte de una
campaña de “operaciones psicológicas” (Opsic) para ablandar aún más si cabe la
conciencia de los europeos y permitir que pasen oleadas y más oleadas de
inmigración.
Es evidente que ya no puede
entrar más inmigración con la excusa de que van a contribuir al “crecimiento
económico europeo”. En un continente asolado por el paro, lo que sobran son,
precisamente, inmigrantes. Hace veinte años, a este pueblo español, que ha
perdido la capacidad crítica y la funesta manía de pensar, se le podía hacer
creer que los inmigrantes venían a pagar las pensiones de los abuelos. Hace
veinte años, Aznar y los sindicatos nos podían asegurar que la inmigración no
tenía nada que ver con las rebajas salariales. Hoy ya nadie se atreve a decir
eso mismo sin arriesgarse a ser considerado como un perfecto ignorante.
Sin embargo, “Europa” (esto es
las economías europeas y concretamente algunos sectores patronales, pues hoy “Europa” no es más que eso, un agente
económico) precisa que entre aún más inmigración. ¿Motivo? Nos lo dicen los
ministros de economía y los presidentes de las patronales: “para ganar competitividad”. Dado que ningún país europeos es dueño
de su moneda, solamente puede “ganarse competitividad” rebajando los costes de
producción… y especialmente salarios. Y para ello es preciso que la oferta de
puestos de trabajo esté muy por debajo de la demanda de trabajo, solamente así
se logra que los salarios bajen aún más. Por eso han entrado en España en los
últimos 20 años 8.000.000 de inmigrantes y por eso hace falta que entren muchos
millones más en la UE para que los salarios se aproximen a los de China (336
euros de salario mínimo) y nuestra economía sea “competitiva”. Delicias de la
globalización, en cualquier caso.
Pero esta excusa económica ya no
es digerible para el electorado europeo que, poco a poco, va dejando de apoyar
a las opciones tradicionales y se vuelve hacia los partidos considerados como “xenófobos y racistas” que, simplemente,
alertan sobre la naturaleza del problema: que una Europa así concebida es
inviable dentro de un mundo globalizado. De hecho, incluso, cabe decir que la
globalización es el peor de los destino posibles. Y, dado que la excusa
económico–social ya no es viable, es preciso encontrar otra línea de argumentos
para que los europeos sigan abiertos a la llegada de nuevas oleadas de
inmigración que tendrán, inevitablemente, como resultado y por su mera
presencia, bajadas salariales, necesarias para que una manufactura europea se
pueda vender en algún mercado compitiendo con un producto chino.
Es ahí en donde pasa a primer
plano el “argumento humanitario” que ya no apela a la economía sino a las
vísceras.
La esencia del “argumento humanitario”
Hoy existen zonas del planeta que
están absolutamente descontroladas y sumidas en guerras gracias a la “estrategia
del caos” sembrada por los EEUU desde el comienzo del milenio y que comenzó con
la invasión de Afganistán e Irak como respuesta a los extraños atentados del 11–S.
Después de más de una década venteando el fantasma del “terrorismo
internacional”, la ejecución oficial de Bin Laden en 2011, cerró aquel período.
Las “revoluciones verdes” en el Magreb convirtieron la orilla sur del
Mediterráneo en un hervidero y la guerra civil siria, inducida desde el
principio por los EEUU para extender a aquel país la “oleada democrática” que
se pensó iban a ser las “revoluciones verdes”, aumentó la tensión en la zona de
Oriente Medio, extendiendo el conflicto al Kurdistán y a Irak. Era evidente que
se iban a generar millones de refugiados.
Hoy, en Libia, ya no existe nada
digno de ser llamado “Estado”. Las distintas zonas del país están controladas
por bandas armadas ninguna de las cuales es completamente hegemónica en
relación a las demás. Desde hace año y medio se ha generado una carrera entre
las distintas bandas armadas de la zona para hacer pingües beneficios con el
negocio de la inmigración a Europa. Llama la atención que los “refugiados
sirios” no busquen asilo político ni en los emiratos del golfo Pérsico, ni en
Arabia Saudí, ni siquiera en el cercano Líbano o en Irán, países en los que se
encontrarían como en casa a tenor de la lengua, de la religión e incluso de la
proximidad, sino que su objetivo sea Europa.
Es evidente que esos flujos
migratorios no nacen espontáneamente, sino que son orientados y dirigidos por
alguien. ¿Quién? Mafias, nos dicen los ministerios del interior. Bien,
supongamos que son entidades mafiosas: si se trata de combatirlas, lo primero
es cortar esos flujos, impidiéndoles que crucen el Mediterráneo (y, de paso,
impidiendo que un porcentaje relativamente alto perezca en el intento) y en
segundo lugar, devolviendo a las costas de las que han procedido a quienes logren
llegar sanos y salvos a Europa. Nadie se arriesga a ahogarse si sabe que al
final de su aventura existe un viaje de retorno a la orilla de la que se ha
partido. Así se termina el negocio de las mafias de un día para otro…
Pero esto, medidas simples –casi
de nota– no se adoptan… ¿Por qué? Porque no son las “mafias” las que orientan a
esos flujos migratorios hacia Europa. Tales mafias (que, indudablemente,
existen), no son más que el eslabón más débil de una cadena de intereses geopolíticos
y económicos. La UE (cuyo gobierno no ha sido elegido por nadie y que es, de
hecho, una institución todavía provisional y mal asentada jurídicamente) tiene
interés ECONÓMICO en que entren riadas de inmigrantes: solo así, como hemos
visto, su economía (no la economía de los ciudadanos de Europa, sino de la
banca, la alca finanza y el capital) se hace más competitiva.
Luego está el papel de los EEUU y
de sus intereses GEOPOLÍTICOS. Los EEUU tienen un interés particular en que
estas riadas migratorias lleguen a su destino. Europa no es un “aliado” de
EEUU: es un vasallo. Y se trata de que los vasallos nunca puedan reivindicar su
primacía, ni cambiar de “señores”. Una buena forma de conseguirlo consiste en
crear problemas internos que aumenten la debilidad y la pérdida de peso
político de Europa.
En Europa –y en España– ya existe
experiencia histórica suficiente como para saber que la llegaba masiva de
inmigración se convierte pronto en un peso muerto que tienen que soportar los
ciudadanos y que se traduce en altas tasas de delincuencia, en la creación de
una bolsa aspiradora de recursos sociales, en bajadas salariales constantes
(que mejoran las cifras “macroeconómicas”, pero que empeoran la capacidad
adquisitiva de la mayoría de la población) y, sobre todo, restan IDENTIDAD: la
identidad es una suma de elementos homogéneos y armónicos que hunden sus raíces
en la historia y que hacen que los distintos pueblos europeos no solamente sean
similares entre sí, sino que cuando existen diferencias estas no supongan
brechas antropológicas y culturales, sino que entre un portugués del Alentejo y
un noruego habitante de Narvik, entre un gallego y un griego, exista una
contigüidad que no existe con un marroquí separado 14 km de Tarifa o con un egipcio
separado por 400 km de las costas de Creta. Rompe la unidad étnica y
antropológica, la unidad religiosa y cultural de un país y lo que harás será
romper su pasado, romper sus raíces, romper su identidad… Se sabe lo que ocurre
cuando a un árbol se le cortan las raíces.
Y para que los pueblos europeos
asuman que son ellos (y no otros más próximos, más parecidos a los componentes
de estas riadas migratorias) quienes deben recibir, acomodar, subvencionar ad infinitum a los “refugiados políticos”,
se crea el ARGUMENTO HUMANITARIO. Su esencia es: “tienen problemas, les tienes que ayudar”. ¿Cómo? De momento
compadeciéndoles por sus sufrimientos; luego, “entendiendo” su opción de venir
a Europa y no a Qatar o a Líbano; finalmente, facilitando su asentamiento entre
nosotros en condiciones de igualdad con los hijos de los que han construido
estas naciones… A esto se le llama “integración”: existen dos conceptos que no
deben confundirse: “asimilación” (cuando los recién llegados asumen la cultura
y la forma de vida del país receptor) e “integración” (cuando conservan sus
tradiciones y aceptan convivir con otras en el país receptor). La vía elegida
en Europa es la segunda que implica, en sí misma, pérdida de identidad y
reconocimiento explícito de que en Europa es admisible cualquier identidad con
tal de que conviva con otras. Sabemos
lo que es Islam entiende, desde Mahoma, por convivencia:
cuando es minoría, plegarse a las normas intentando extraer las mayores
ventajas posibles; cuando empieza a ser mayoritario, imponer dobles criterios
(uno para musulmanes y otro para infieles) y, finalmente, cuando es
mayoritario, imponer la sharia.
¿De dónde sale el “argumento humanitario”?
Nadie se siente bien ante la foto
de un niño ahogado. Incluso los más fríos de corazón experimentamos un
encogimiento ante imágenes como esa. Pero la cuestión no es tomar esa imagen en
sí misma, sino encuadrarla en el contexto que le es propio: el de una “operación
psicológica” que apela a los sentimientos de la población y pretende obtener
una reacción emocional que parta de sus vísceras y no de su cerebro. Desde ese
punto de vista la foto adquiere otra dimensión.
A poco que pensemos qué ha
ocurrido para que se haya podido tomar una foto así, empezaremos a ver que las
cosas no son tan simples como parecen y entenderemos perfectamente lo que se
pretende con la difusión masiva de una instantánea de la que desconocemos casi
todo, incluso si es auténtica o un nuevo montaje propio de una “operación psicológica”.
Si pensamos con la cabeza y no
con las vísceras, nos preguntaremos qué hacía un niño sirio alejado casi 2.000
km de su país. Nos preguntaremos porqué sus padres n lo trasladaron a Jordania
o al Líbano o a Turquía (fronterizas con Siria) donde hubieran podido pedir
asilo político. Nos preguntaremos, igualmente, porqué no atravesó los 100 km de
territorio jordano hasta llegar a la frontera con Arabia Saudí o los 900 km que
separan las fronteras sirias de las de Kuwait. O incluso porque no optaron por
viajar a Chipre, a la zona turca, cuya punta oriental está apenas a 70 km de
las costas sirias… ¿Por qué a Europa cruzando un mar en el que ya han muerto
demasiadas decenas de miles de personas? ¿Por desesperación? No, por inducción.
Y entonces tendremos que caer en la cuenta de que el discurso que hemos
presentado antes era racional y razonable. Y la conclusión simple: Europa no
puede admitir incondicionalmente a riadas y riadas de inmigrantes. La única
forma de poner fin a esta sangría y a las consecuencias que implica, es
cortarla en seco: y esto solamente se puede hacer negando la presencia en
Europa de un solo “refugiado político” que no pida asilo en cualquier país
europeo por conductos legales, esto es, en el Consulado del país europeo que
elija más próximo a su país de origen. No hay otra solución.
El “argumento humanitario” es el “papeles
para todos” de hace veinte años, redivivo. Es torpe, falso y mendaz, como lo
era el otro. Apto sólo para corazones “solidarios” y cerebros nublados que no
ven nada más allá de los bytes de una
foto digital. Y, sin embargo, este argumento humanitario progresa en una Europa
que haría bien en mirarse a sí misma y reconocer que existen bolsas de pobreza
y problemas irresolubles en su interior que comprometen su futuro y que, por
tanto, preocuparse por terceros indica abandono del pensamiento lógico: solucionados
estos problemas irresolubles, luego, ya habrá tiempo de “ser solidario”. La
virtud de la solidaridad con el Tercer Mundo que llega a Europa es que quien la
ejerce se cree liberado de reconocer que en Europa existen problemas difíciles
de afrontar sin romper con la globalización o con el dominio del
neoliberalismo, la especulación y la alta finanza. Es mucho más fácil llorar ante
la contemplación de una imagen dramática que por hacer algo contra los
verdaderos riesgos que afronta hoy Europa.
Las “operaciones psicológicas” (y
ésta lo es) nunca tienden a estimular las neuronas, sino que apelan a las
vísceras. La racionalidad –la apelación al pensamiento lógico– es algo que
puede ser superado “por arriba” o “por abajo”. Cuando se apela a las vísceras,
obviamente, se hace por abajo. “Por arriba”, en cambio, el pensamiento lógico
puede ser superado por la instintividad. Los instintos nos dicen qué es
positivo y qué es negativo, sin necesidad de establecer los silogismos que
exige el pensamiento lógico. No hay que olvidar que el ser humano tiene una
componente biológica que ha garantizado la supervivencia de la especie y que
está presente también en otros mamíferos superiores.
Las pautas de comportamiento que
implican las reacciones instintivas pueden racionalizarse, pero no son el
producto de la razón lógica. Preexisten a ella. Están en las raíces de nuestra
naturaleza. Ciertamente, el ser humano, tiene conciencia de sí mismo y por
tanto es superior al resto de especies y precisamente por eso tiene una
dimensión espiritual que lo hace radicalmente diferente, pero la instintividad,
situándose como emanación directa de “lo biológico” es lo que nos ha permitido
hasta ahora sobrevivir en el mundo.
El instinto de agresividad se
traduce en formas de defensa, ataque y huida ante un peligro. El instinto de
supervivencia es lo que hace que tengamos a tener descendencia y que una
generación quiera trascender a otro alumbrando a sus hijos. El instinto
territorial es lo que nos hace amar a la tierra natal, luchar por ella,
considerarla nuestro espacio natural. No parece necesario argumentar que son
precisamente estos instintos, los que hasta ahora han garantizado la
supervivencia de la especie, los que precisamente hoy ESTÁN COMPLETAMENTE
AUSENTES EN EUROPA.
Para neutralizar una campaña de “operaciones
psicológicas” como ésta, destinada a aceptar nuevas oleadas de inmigración, es
preciso trabajar en dos frentes: sobre el razonamiento lógico y la
instintividad. Europa, los europeos, tenemos adormecidos nuestros instintos. La
cantinela humanitaria difundida desde la UNESCO y traducida por miles de
agitadores que creen en su vacuidad, puede progresar gracias a que los europeos
han ido priorizando imágenes ante las cuales se experimenta una respuesta
visceral en lugar de escuchar sus instintos. Como el perro de Paulov que ante
un estímulo equívoco generaba la respuesta esperada por el manipulador. Cabe
recordar que, una de los rasgos de la cultura europea desde sus albores ha sido
el modular sus instintos mediante instituciones como el derecho, la estructura
trifuncional de las sociedades indoeuropeas, y su traslación al Estado, etc.
Cuando se carece de instinto de
supervivencia, de instinto territorial, de instinto de agresividad, es cuando
uno puede ser “solidario” con cualquier desconocido y cuando personajes tan
absolutamente tristes y unidimensionales como la corte de alcaldesas que
componen Podemos pueden apelar a
formar “listas cívicas de acogida”,
prometer ayudas municipales a las nuevas oleadas de inmigración y creer que
hacen algo “por la humanidad” (Proudhom decía “si alguien os habla de humanidad ¡cuidado! Está intentando engañaros”).
En realidad, lo que están haciendo es mostrar que los europeos han perdido casi
completamente el contacto con sus instintos y dejar en evidencia, por eso
mismo, que Europa, así concebida, no tiene solución.
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