Info|krisis.- El triunfalismo de Artur Mas
cuando el recuento andaba por el 75% de los votos era lo que cabía esperar. La claca soberanista ha aplaudido a rabiar y
todos los miembros de la candidatura han aguantado la sonrisa y se han
esforzado en mostrarse optimistas y vencedores… Pero esa victoria no está tan
clara: los resultados obtenidos por Junts
pel Sí son inferiores a los que obtuvo hace cuatro años ERC + CiU (38 en
2012… 32 en 2015: 6 diputados perdidos que han ido a parar a CUP: 3 en 2012, 7
en 2015 y el resto de votos a UDC). El soberanismo oficialista no ha avanzado:
ha retrocedido, se mire como se mire.
Si eran elecciones “plebiscitarias”, el plebiscito no ha ido bien para
sus promotores
Tal como se esperaba, los
independentistas han ganado en escaños pero han salido derrotados en votos.
Después de cuatro años de obsesión soberanista y de presión continua en los
medios de comunicación catalanes, Artur Mas no solamente no ha logrado avanzar,
sino que ha retrocedido. Que él y si claca
hayan optado por enmascarar la realidad ante su parroquia y presentar los
resultados como una “victoria histórica” quizás logre emocionar a algún incauto
soberanista de corazón blandengue, pero ni entre los analistas políticos, ni
entre las cancillerías europeas, las consecuencias de estos resultados pueden
enmascararse: el 47,5% de los votos han ido a parar a las dos candidaturas
soberanistas; el 52% a las no soberanistas… a pesar de que los 72 escaños
soberanistas les den mayoría parlamentaria.
Los resultados son exactamente
iguales en número a los obtenidos durante el referéndum del pasado 27 de
noviembre: 1.800.000 votos, tal es el techo del soberanismo. Menos de 2.000.000
de votos. Con este resultado cabe “felicitar” a Artur Mas por haber fracturado
a la sociedad catalana y verse incapaz de avanzar más allá del techo
soberanista.
De todas formas vale la pena
realizar algunas consideraciones suplementarias sobre el bloque soberanista.
Algo ha cambiado en estas elecciones: CiU ha dejado de existir y Artur Mas ha
preferido que CDC no concurriera sola, para ello ha lanzado la cortina de humo
con el cartel de Junts pel SÍ en el
que quedaban difuminadas y enmascaradas las debilidades de CiU (los casos de
corrupción especialmente y la destrucción de la coalición que ha sido
hegemónica en Cataluña desde hace casi 40 años).
De no haberse elaborado esta
lista unitaria, probablemente ERC hubiera pasado a ser el primer partido
catalán. En su sentimentalismo nacionalista, Junqueras ha querido evidenciar su
“generosidad” difuminándose en una lista unitaria pensando que con ella se
podría romper el techo soberanista obtenido en el frustrado referéndum del 27–N.
No lo han conseguido. El proyecto soberanismo ha llegado a su tope histórico: a
partir de aquí solo le queda remitir y todo va a depender de las dosis de
realismo que sea capaz de asumir el independentismo.
El gran error de Mas
Lo que parece confirmado es la
defunción política de Artur Mas que pasará a la historia como el presidente de
la Generalitat que gobernó solamente para una parte de Cataluña, utilizó los
recursos institucionales descaradamente para beneficio de un partido y olvidó
cualquier otra cosa que no fuera una política soberanista; el presidente se ha
limitado a obtener una mayoría de escaños (gracias a la particular ley
electoral catalana destinada a eternizar el nacionalismo en el poder) pero no
de votos….
El gran error de Mas ha sido
presentar estas elecciones como “plebiscitarias”… en las que lo que cuentan ¡son
los votos, no los escaños! Su segundo gran error ha sido acudir a las
elecciones sin más activos que el haber partido a Cataluña en dos: ni éxitos
económicos, ni éxitos en educación, ni éxitos en política laboral, ni éxitos en
sanidad, sino más bien con una lenta degradación de estos servicios. Y el
problema es que el soberanismo lleva ya desde 2004 recreándose, primero en el Nou Estatut y luego en la campaña
soberanista: 11 años sin acción de gobierno (más allá del reparto del 3%) y con
una creciente presión soberanista… que hace tiempo que ha tocado techo.
El soberanismo no entiende que
una mayoría del 51% (que no ha tenido) de los votos o de apenas cinco escaños
por encima de la mayoría absoluta (contando los votos de CUP) son insuficientes
para proclamar la independencia. Solamente la ingenuidad, sino la estupidez
nacionalista, podía creer que Cataluña sería el primer caso en la historia de
una nación generada por una votación (que, a fin de cuentas, no es más que una
fotografía de la opinión de una sociedad en un momento dado y en absoluto el
relejo de un proyecto histórico).
No albergamos la menor duda de
que el soberanismo no extraerá consecuencias de este resultado y seguirá
atascado en el “referéndum” (que perderían) y en una fuga hacia adelante a
pesar de que los resultados electorales y el análisis más superficial indica
que el soberanismo carece de mayoría social.
La coalición soberanista es muy
posible que estalle en mil pedazos al examinar con calma los resultados del 27–S
fuera de las cámaras de TV. No está claro siquiera que Artur Mas siga siendo
presidente de la Generalitat, ni de lo que ocurrirá mañana. También en el
soberanismo existen sectores más lúcidos y otros más obtusos y obcecados. De
todas formas el soberanismo no puede, a estar alturas, renunciar al que ha sido
su leitmotiv desde que en 2003 Carod–Rovira,
entonces secretario general de ERC afirmaba seriamente que “2014 será el año de la independencia”. No lo ha sido y, a medida
que pase el tiempo, será cada vez más imposible alcanzar ese objetivo.
La peripecia de los partidos estatalistas
Toca ahora hablar del bloque del
bloque estatalista formado por Ciudadanos
y el PP.
El partido de gobierno en España
apenas ha obtenido 11 escaños, quedado en quinta posición. El llamado “efecto
Albiol” llegó demasiado tarde y, por lo demás, no aportaba gran cosa. Su
mensaje y el de Rajoy no era otro que el de cumplir la constitución y la
imposibilidad legal de que un proceso soberanista llegara hasta el final. Para
ellos, el problema de la independencia se reducía al respeto de la
constitución… ¡Y esto lo decía el partido que tradicionalmente, –hasta que Mas
se vio afectado por el sarampión soberanista– había pactado una y otra vez,
reiteradamente con CiU, le había tapado sus vergüenzas, había mirado a otro
lugar ante sus corruptelas e incluso había accedido a remover a algún líder del
PP en Cataluña (Vidal Quadras) sólo porque Pujol lo exigió a aquel Aznar que
afirmaba seriamente hablar en catalán en familia… El PP ha perdido más de
100.000 votos en lo que constituye un fracaso histórico y sin precedentes que
lo contrae todavía más.
Estos votos, indudablemente han
ido a parar íntegramente a Ciudadanos que,
por lo demás ha recibido votos procedentes del PSC y de la abstención. Cs, con
un programa basado únicamente en la lucha contra el soberanismo, sin ningún
otro tema añadido, ha triplicado prácticamente sus votos y sus diputados.
Insistimos: Cs no tiene absolutamente ningún otro atractivo para el electorado
catalán más allá de la lucha contra el soberanismo. Esto lo sitúa en un espacio
próximo al PP: a partir de estos resultados, Cs tenderá a aproximarse al PP en
lo relativo a la gobernabilidad del Estado y si este partido pierde la mayoría
absoluta en las próximas elecciones generales, sabe que tendrá a Cs como apoyo.
Las elecciones catalanas han aproximado a ambas opciones irremediablemente.
Esto es todavía más preocupante
para el bloque soberanista porque uno de sus escenarios, el más querido, era
una mayoría absoluta en votos y diputados que negociara, no con el PP, sino con
un gobierno de izquierdas encabezado por el PSOE y apoyado por Podemos. Era la forma de obtener algún
rédito: pero el panorama cambia extraordinariamente si el soberanismo se las
tiene que ver en 2016 con una coalición PP–Cs en la que Cs sea consciente de
que su pujanza en Cataluña se debe solamente a su decidida e intransigente
posición antisoberanista.
La miseria de la izquierda y del catalanismo moderado
Si Junts pel SÍ ha obtenido una victoria pírrica (cuyo carácter será
más visible todavía en los próximos días) ha habido dos grandes derrotados: Catalunya si que es pot (Podemos + IVC)
y UDC. La rotura de la coalición CiU ha desvelado por fin el misterio de lo que
tenía detrás los democristianos de UDC, apenas nada, tan solo 100.000 votos que
no les han dado ni para un diputado testimonial. Es el fin histórico del
catalanismo conservador, la imposibilidad de resucitar la Lliga de Cambó en
versión siglo XXI. Un partido de esas características desaparecerá en los
próximos meses sin dejar huella y una vez abandonado el pesebre nacionalista,
sin haber conseguido hacerse con un espacio propio. Los más oportunistas
intentarán reentrar en CDC por la puerta trasera o acomodarse de alguna manera
en el PP a la vista de que la debilidad de este partido precisa cómo sea de
nuevas contribuciones.
En cuanto a Catalunya si que es pot, ha cosechado un gran batacazo que, sin
duda, pesará en las espaldas de Podemos
en las próximas elecciones generales. Han hecho una muy mala campaña. Cuando se
inició la campaña electoral aparecían como el segundo partido con más intención
de voto, quince días después habían caído a la cuarta posición… ¡aun teniendo
en cuenta que esta coalición sumaba los votos de ICV más los partidarios de Podemos, el resultado ha sido inferior
al que obtuvo hace cuatro años ICV en solitario!
El porqué de esta derrota se debe
a la ambigüedad de sus propuestas: en un momento en el que lo que estaba en
juego ¡únicamente! era definirse o no ante el soberanismo, Catalunya si que es pot, se ha ido por las ramas aludiendo a
solidaridad con la inmigración, dar la palabra a los movimientos sociales,
escuchar las alternativas vecinales… y mantener cierta ambigüedad en materia de
soberanismo. Pablo Iglesias, de todas formas, ha sido el que se ha expresado
con más claridad en una opción claramente antisoberanista… pero su candidato en
Cataluña Franco Rabell afirmó seriamente que él, él era independentista. El
resultado ha sido que esta coalición ha obtenido menos votos de los que había
obtenido hace cuatro años ICV en solitario. Un fracaso absoluto que indica que
no siempre la “unidad” multiplica los votos…
Queda aludir al PSC. Hace un año
esta opción empezaba a ser residual ante el ascenso de Podemos, especialmente
en Cataluña. El PSC sigue perdiendo votos, pero no ha sufrido la sangría que se
podía prever. Atrapado entre el bloque soberanista y el antisoberanista, el PSC
ha tirado por la vía de en medio, fiel a su tradición en este sentido que data
ya desde los tiempos de la Segunda República: ni soberanismo, ni españolismo…
“tercera vía”, lo que en 1931–36 llamaban “República Federal Española”, un
proyecto que no ha generado más entusiasmos que el voto cerril que siempre ha
tenido el PSC en Cataluña. Lejanos están los tiempos en los que el PSC era la
segunda fuerza y el apoyo del PSOE para obtener mayorías absolutas. El PSC ha
perdido cuatro diputados y 25.000 votos, pero puede darse por satisfechos si ha
logrado detener la sangría que se preveía. No ha sido por méritos propios,
desde luego. La única contribución de Iceta ha sido un mal y torpe baile de
osito de peluche en un mitin mucho más que sus propuestas, el resto lo ha hecho
la rama catalana de Podemos–IU que ha demostrado su incapacidad para ir más
allá de las ambigüedades tradicionales de la izquierda catalana.
¿Cómo evolucionará la situación en Cataluña en los próximos meses?
Parece difícil que Artur Mas siga
siendo interlocutor válido para el gobierno central, parece difícil incluso
que, a la vista de que el proceso soberanista se va alargando más de lo
previsto, que ERC reivindique espacios mayores de poder… ¿incluso la
presidencia de la Generalitat? Está en su derecho, la cuestión es cómo
reaccionara Artur Mas y en qué términos accedería a pasar a segunda fila y a
reconocer que su proyecto está embarrancado, frustrado y congelado desde la
mitad de la legislatura pasada.
En las próximas semanas se
evidenciarán los conflictos en el interior de la coalición soberanista y se
verá lo que están dispuestos a ceder a la CUP, hoy más necesaria que nunca para
que el proyecto soberanista reciba un último aliento. Demasiadas
contradicciones, demasiadas tensiones entre las partes y, sobre todo, un 3% en
los tribunales que tizna con su porquería cualquier opción soberanista mientras
los antiguos cuadros de CDC sigan frecuentándola.
No hay que excluir que el bloque
soberanista opte por ignorar la realidad de las urnas y mantener el proyecto
soberanista conscientes de que es su último tren. En un mundo globalizado en el
que cada vez hay menos lugar para la soberanía de las naciones, una pequeña
nación inédita hasta ahora, va en contra sentido de la historia. Y lo que es
peor: en una Cataluña con un 20% de inmigración, a lo que hay que sumar un 2–3%
más de hijos de estos inmigrantes nacidos en Cataluña pero ajenos a la sociedad
catalana y no integrados, en una Cataluña con 1.500.000 inmigrantes de los que
la mayoría es de origen islamista, Cataluña, independiente o integrada en el
Estado tiene un gran problema, mayor que cualquier otra región del Estado.
El fracaso del PP catalán ha
deslegitimado a García Albiol como su primer espada. Eso es importante en clave
interna, pero también en el sentido de que deja un espacio político libre que
en estas elecciones la prensa daba cubiertas por el PP de Albiol: el espacio
anti–inmigración. Ahora se abre una nueva época para PxC a condición de tener
claro cuál es su espacio político: la rama catalana de un movimiento anti–inmigración,
euroescéptico e identitario que defienda la realidad catalana de un territorio
dos identidades y que tenga el valor de recordar que la constitución de 1978
está muerta y enterrada y en 38 años solamente ha sido capaz de dar vida a
cuatro lacras: partidocracia – corrupción
– centrifugación – inmigración ilegal y masiva. Ha hecho bien PxC en evitar
desgastarse en una competición en la que las posiciones estaban polarizadas.
La ausencia de un proyecto español en Cataluña… y en todo el Estado
Pero estas elecciones han
revelado algo más, mucho más en realidad: la ausencia de un proyecto político
español que fuera más allá del respeto a la constitución (Cs) y de la amenaza del miedo al vacío de una
Cataluña independiente (PP). Lo más decepcionante de estas dos candidaturas ha
sido lo pobre de sus argumentos y de sus proyectos.
Las naciones no se crean ni se
destruyen porque una generación, en un momento dado de su historia, haya
depositado un voto en una urna. Eso solamente indica, como hemos dicho, una
fotografía puntual del estado de ánimo de la población nada más. Pero una
nación tampoco se mantiene ni se puede mantener –y esto es lo que olvidan Cs y
PP– mediante el recurso a una legalidad caduca y a unos terrores patológicos. Una nación se mantiene porque existe un
proyecto nacional en torno al cual se polariza la población y que indica los
objetivos a alcanzar, y hacia dónde dirigir los esfuerzos. Lo que algún “innombrable”
llamó “un proyecto sugestivo de vida en
común”. Pues bien, este proyecto hace tiempo que está ausente para España y
ni los últimos gobiernos han sido capaces de elaborarlo, ni la sociedad civil
ha conseguido generar algún tipo de ilusión, ni los intelectuales han tenido el
valor de afrontar el tema y, por supuesto, esta tarea está más allá de las posibilidades
de la clase política surgida al calor de la constitución del 78.
Mientras ese proyecto nacional
que debe indicar “misión” y “destino” de España en el contexto internacional y
objetivos en materia interior y en políticas sociales, nuestro país no podrá
enarbolar una bandera en la que nos podamos sentir identificados. En esas
circunstancias, no nos cabe la menor duda de que si el proyecto soberanista
cede será por cansancio y saturación, no porque un proyecto español le siegue
el césped bajo sus espardenyas… Ni el
soberanismo alcanzará su objetivo ni renacerá un patriotismo constructivo,
vitalista y enérgico que dé un nuevo sentido al ser español.
Las elecciones del 27–S no han
resuelto ningún problema, simplemente han abierto más dudas. El fracaso del
soberanismo ha tenido su contrapartida en la cortedad de los argumentos de los
partidos no soberanistas. Hoy casi todos los partidos utilizan los más
inverosímiles argumentos para declararse vencedores, pero a poco que lo
mediten, ninguno puede alardear de victoria alguna. Todos han perdido algo. La
sociedad catalana ha perdida más. Ya no hay una “sociedad catalana”, hay dos.
El gobierno del 3% es, además el gobierno del 47,5%.
© Ernesto Milà – info|krisis – http://info-krisis.blogspot.com