Info|krisis.- Respuesta a Eduardo López Pascual. Vaya por delante que
no soy falangista y que salvo en un período excepcionalmente breve de mi vida
en que me endosé la camisa azul, nunca me he definido como tal. Añadamos de
paso que, desde mi independencia, en absoluto hostil ni a Falange, ni a José
Antonio, me ha interesado el fenómeno político del nacional-sindicalismo, su
historia y las vicisitudes de sus fundadores. Mi posición es, pues, la de un
observador que se sitúa fuera del falangismo.
He dicho en varias
ocasiones –y me reitero ahora– que Falange y José Antonio son historia, sólo
historia y nada más (y nada menos) que historia. En lo que se refiere al
partido, creo que pocos dudan que fuera la adaptación a España de un fenómeno
político-ideológico propio de los años 30. Después de 1945, este fenómeno –los
fascismos– resultó barrido, y si en España pudo persistir,
fue por la circunstancia de que existió un gobierno conservador-autoritario en
los siguientes treinta años. Pero la muerte de los doctrinarios y la
desaparición del fenómeno a nivel internacional, convirtió a Falange en algo
cada situado más fuera de su tiempo.
Fue sólo a partir del
nacimiento del FES cuando empezó a desvincularse los términos “falange” y “José
Antonio”. Se pensaba que lo primero estaba irremisiblemente lastrado y
contaminado por tics fascistas
durante el período histórico (1933-36), por su participación al lado del
franquismo y por el oportunismo demostrado por algunos de sus exponentes. En
cambio, las referencia a José Antonio, a poco que se realizaran con un poco de
sutileza y se manejara hábilmente el índice temático de las Obras Completas –encontrando en cada
momento la cita necesaria y aduciendo, finalmente, que siguió una “evolución”
para excluir otras citas incómodas– se podía defender mejor el ideal, no
falangista, sino “joseantoniano”. Error. Y error de bulto.
Primero porque el
pensamiento y la biografía de José Antonio demuestran que impregnó su
pensamiento y su obra en Falange Española. Falange era lo que José Antonio
quería que fuese. En los años 50 y 60 todavía no se habían expurgado
suficientemente archivos y textos y era posible sostener la existencia de un “José Antonio ideal”, frente a un “José Antonio real”. A no olvidar, por
ejemplo, que no fue sino muy tardíamente (a principios de los años 70) cuando
quedó confirmado que Falange se adhirió por medio de Giménez Caballero al
primer encuentro internacional fascista de Montreux (a pesar de que José
Antonio redactó una nota para la prensa española desmintiendo su presencia) y
estuvo presente en el segundo encuentro de Montreux. Aún después de conocerse
el texto de su intervención y de conocerse todos los particulares de por qué
fue allí y lo que obtuvo, todavía hoy, existen falangistas que consideran que
todo esto son patrañas y falsificaciones.
Los “joseantonianos
puros” nos dicen que José Antonio era “personalista” (sin explicar ni de dónde
procedía está influencia, ni a cuál de los personalismos se adhirió). Nos
hablan de una rápida evolución que le condujo desde la vicesecretaria general
de la Unión Monárquica en 1930 al “personalismo social”, ¿cuándo? “en su última etapa de evolución”,
responden. Error.
Es mucho más cierto
que en José Antonio existió una creciente observancia de las reglas del juego
de la política (“no decir lo que se hace, ni hacer lo que se dice”: por ejemplo),
llamó “buñuelo de viento” al fascismo italiano, pero acudió a Italia a pedir un
subsidio (algo de lo que quedan abundantes rastros documentales) cuando
Renovación Española interrumpió sus aportaciones. Y salió en defensa de la
Italia fascista cuando la Sociedad de Naciones intentó imponerle sanciones por
la invasión de Abisinia. Es más, comprometió al partido a finales de 1935 en
esa campaña en defensa de la invasión de Abisinia (lo cuenta David Jato en La Rebelión de los Estudiantes). Los
argumentos utilizados por Sigfredo Hillers (Falange
y fascismo) para desmentir todo esto, son pobres y parten de datos parciales
y erróneos.
Pero hay algo más:
José Antonio y su partido, se comprometieron en la vía insurreccional
tempranamente. Primero –en Gredos– José Antonio propuso un “golpe” en solitario.
Todos los que acudieron a aquel encuentro recuerdan que se aludió a que al
frente de los falangistas se pondría “un
general”, añadiendo varios autores “que
todos entendieron que se trataba de Sanjurjo”… Sanjurjo, el general
monárquico que solamente dos años antes había improvisado un golpe de Estado
que le llevo al exilio en Portugal. Luego José Antonio en persona multiplicó
sus contactos con generales monárquicos amigos de su padre (Mola, Goded y
Franco). Sondeó a los carlistas, cuando el ejército vaciló, para valorar la
posibilidad de una insurrección con ellos. Incluso estando en prisión estos
contactos prosiguieron: contactos para promover una insurrección junto a otras
fuerzas de derecha…
Políticamente, el
José Antonio de 1936 había “evolucionado”, si por evolución se entiende una
mayor sutileza, un mayor realismo y una tendencia a negociar con otras fuerzas…
de derechas, por mucho que en el programa apareciera un Punto 27. Algo que se percibe inmediatamente si, en lugar de tener
en cuenta permanentemente las biografías canónicas, se leen libros escritos por
historiadores profesionales. Políticamente no hubo apenas evolución entre 1931
y 1936 ni en José Antonio ni en Falange. Es cierto, que el “humanismo” del que
hacía gala José Antonio (y mucho más las condenas que realizaba la jerarquía
católica de la “estatolatría” fascista) le impedían reconocer la superioridad y
preeminencia del Estado sobre el individuo. Un elemento esencial de la doctrina
del fascismo. Pero ese matiz doctrinal, no le impedía entrevistarse con
Mussolini y recabar ayudas.
Podría seguir así
durante cientos de páginas, pero mi tesis final es que José Antonio y Falange
nacieron políticamente a la derecha; que existió una asimetría entre las
relaciones que tuvieron con la derecha y las que tuvieron con la izquierda y
que la inmensa mayoría de falangistas procedían de la derecha y solo una escasa
minoría de la izquierda. Si en la primavera de 1936 ingresaron en FE-JONS,
entre 15 y 20.000 antiguos miembros de las JAP, no parece que fueron más que
unas pocas decenas las que procedían de la izquierda. Con Goicoechea o Ansaldo
había amistad… con Prieto simple “cortesía parlamentaria” y con Pestaña apenas
un par de encuentros que no terminaron en nada concreto.
Falange y José
Antonio se alzó contra la República y contra las izquierdas junto a otras
fuerzas de la derecha, de la extrema-derecha, junto a la Iglesia y el ejército…
y no con la izquierda en defensa de la República. Vale la pena no olvidarlo. Tal
es la realidad que se percibe –con todos los matice que se quiera– en la
historia de la Falange anterior a la guerra civil.
Mitificar a José
Antonio y deslindarlo de la historia de FE-JONS no parece la mejor opción. Y esta es la cuestión: o se asume la
totalidad de lo que fue el partido falangista durante el período histórico y se
interpreta cada episodio, o bien se prescinde de la filiación histórica,
evitando nombre, símbolos, uniformes, cánticos y programas que remitan a
“Falange Española” y al “nacional-sindicalismo”. Lo que no puede hacerse es
utilizar unos pobres subterfugios que básicamente son: 1) deslindar al “jefe”
de su “obra (lo que hicieron buena parte de los franquistas), 2) situar la
discusión solamente en el terreno
ideológico, evitando cualquier referencia histórica (lo que hizo el FES), 3)
negar como falsificación deliberada
los datos históricos no integrables en una interpretación “humanista”,
“democrática” y “progresista” (lo que hizo FE-JONS-auténtica).
El historiador, a la
vista de la documentación existente, trata de insertar “lo historiado” dentro
de la “historia” de su tiempo. Si a un falangista se le dice que no existe
ningún texto joseantoniano para avalar el que el fundador fuera “republicano” y
ni siquiera existen huellas de anti-monarquismo, más allá de los reproches
elegantes a Alfonso XIII y a la monarquía “gloriosamente
fenecida” (¿Por qué utilizar el término “glorioso”
cuando el que cabía era “bochornoso”?),
lo negará: pero si busca en las Obras
Completas la referencia anti-monárquica definitiva, comprobará por sí
mismo, que está… ausente.
Alguien dirá que “siempre
nos quedará la doctrina”. No, la doctrina falangista, tal como la presentó José
Antonio ya no responde a las exigencias del momento histórico presente. Es,
indudablemente, un pensamiento anticapitalista… pero el capitalismo de los años
30 queda muy atrás respecto al capitalismo globalizador moderno. Frente aquel
capitalismo, los sindicatos ofrecían un defensa… frente al capitalismo globalizador,
los sindicatos son completamente inútiles. Inevitable recordar que el “sindicalismo” es la columna vertebral
del falangismo. Quita el espinazo del ser humano y verás lo que ocurre.
Si de lo que se trata
es de demostrar una “vertiente social”, en los años 30 eso era algo novedoso
(la unión de “lo nacional” con “lo social”). Hoy ya no lo es. Pedir la
nacionalización de la banca y/o del crédito tampoco supone nada definitivo en
un momento de financiarización de la economía y de moneda única europea.
¿Y qué decir de “lo
nacional”? Este es otro problema, porque en los años 30 el patriotismo
reformulado por la Generación del 98, mantenía todavía su vigencia. El problema
de nuestro país es que ese pensamiento no se ha actualizado desde entonces y,
hoy, ya no responde a las exigencias de la modernidad. En un momento en que los
seis mayores fondos mundiales de inversión mueven más recursos financieros que
una nación europea de tamaño medio, es evidente que la “dimensión nacional” ya no
está adaptada para afrontar el neoliberalismo.
Dice Eduardo López
Pascual que los que nos afamamos por negar la “ideología predicada por José Antonio” hacemos mucho más daño al
movimiento “que todos los adversarios
juntos”… Exageraciones, porque siempre es mucho mejor que te recuerden las
limitaciones actuales del pensamiento nacional-sindicalista los “amigos” (que no “camaradas”) que los
enemigos declarados. Yo creo que, más bien, quien hace un daño irreparable es
aquel que, llamándose falangista, desconoce su historia o tiene de ella una
versión de prontuario o catecismo, por no aludir a aquel otro que adaptan el
pensamiento de José Antonio y del nacional-sindicalismo a sus propios intereses,
conveniencias y visiones parciales del nacional-sindicalismo. Si vimos como
alguien presenta a Ramiro Ledesma como “nacional-bolchevique”, hemos visto
también quienes han presentado a José
Antonio como “franquista”, “doctrinario más que jefe político” u “hombre de
izquierdas”… Lao-tsé decía que la justicia era como el timón, hacia donde se le
da gira. Eso también puede aplicarse a la consideración biográfica de los
personajes… pero viajar al fondo de su “auténtico” rostro es la mejor tarea que
puede asumir alguien que sienta simpatía por tal o cual personaje histórico.
¿Alguna conclusión?
Varias y por este orden:
1. Falange, el
nacional-sindicalismo, el pensamiento de José Antonio pueden y deben ser
examinados como fenómenos históricos de su tiempo que la particular historia de
España después de 1939 hizo que se pudiera prolongar la sigla unas décadas más,
cuando ya había desaparecido el mismo impulso en toda Europa.
2. Falange, el
nacional-sindicalismo y el pensamiento de José Antonio eran la respuesta de un
sector de nuestra sociedad a la situación de caos republicana: hoy la situación
es muy diferente a aquel tiempo; luego la respuesta debe ser igualmente
diferente.
3. Fue el franquismo quien
instauró el “culto joseantoniano” que
ha podido proyectarse, paradójicamente, hasta nuestros días incluso en
falangistas no franquistas o incluso anti-franquistas, pero el personaje del
que nos habla ese “culto” tiene solamente un remoto parecido con el personaje
real que fue José Antonio Primo de Rivera.
4. Finalmente, el
dilema para los falangistas es solamente uno: hacer política o hacer testimonialismo (testimonialismo
joseantoniano, testimonialismo nacional-sindicalista, testimonialismo
falangista, testimonialismo patriótico, testimonialismo sindical, etc.).
Si lo que quieren es
hacer política, ni la doctrina enunciada en los años 30 les va a servir hoy
para mucho, ni van a poder rescatar la figura de José Antonio deslindándola de
otros doctrinarios de la época, ni podrán por todo ello podrán nunca despegar…
Y esta es la triste realidad que sugiere la lógica y el sentido común y que
considero mi obligación transmitir a los amigos que militan hoy en el ambiente
falangista.
(para ver el artículo
al que hace referencia esta respuesta y las suculentas
respuestas que han seguido a la publicación de estas líneas véase: http://elmunicipio.es/2015/06/jose-antonianos-contra-falange/#comment-5657
)
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