domingo, 28 de junio de 2015

Los problemas de la interpretación del pensamiento joseantoniano.



Info|krisis.- Respuesta a Eduardo López Pascual. Vaya por delante que no soy falangista y que salvo en un período excepcionalmente breve de mi vida en que me endosé la camisa azul, nunca me he definido como tal. Añadamos de paso que, desde mi independencia, en absoluto hostil ni a Falange, ni a José Antonio, me ha interesado el fenómeno político del nacional-sindicalismo, su historia y las vicisitudes de sus fundadores. Mi posición es, pues, la de un observador que se sitúa fuera del falangismo.

He dicho en varias ocasiones –y me reitero ahora– que Falange y José Antonio son historia, sólo historia y nada más (y nada menos) que historia. En lo que se refiere al partido, creo que pocos dudan que fuera la adaptación a España de un fenómeno político-ideológico propio de los años 30. Después de 1945, este fenómeno –los fascismos– resultó barrido, y si en España pudo persistir, fue por la circunstancia de que existió un gobierno conservador-autoritario en los siguientes treinta años. Pero la muerte de los doctrinarios y la desaparición del fenómeno a nivel internacional, convirtió a Falange en algo cada situado más fuera de su tiempo.


Fue sólo a partir del nacimiento del FES cuando empezó a desvincularse los términos “falange” y “José Antonio”. Se pensaba que lo primero estaba irremisiblemente lastrado y contaminado por tics fascistas durante el período histórico (1933-36), por su participación al lado del franquismo y por el oportunismo demostrado por algunos de sus exponentes. En cambio, las referencia a José Antonio, a poco que se realizaran con un poco de sutileza y se manejara hábilmente el índice temático de las Obras Completas –encontrando en cada momento la cita necesaria y aduciendo, finalmente, que siguió una “evolución” para excluir otras citas incómodas– se podía defender mejor el ideal, no falangista, sino “joseantoniano”. Error. Y error de bulto.

Primero porque el pensamiento y la biografía de José Antonio demuestran que impregnó su pensamiento y su obra en Falange Española. Falange era lo que José Antonio quería que fuese. En los años 50 y 60 todavía no se habían expurgado suficientemente archivos y textos y era posible sostener la existencia de un “José Antonio ideal”, frente a un “José Antonio real”. A no olvidar, por ejemplo, que no fue sino muy tardíamente (a principios de los años 70) cuando quedó confirmado que Falange se adhirió por medio de Giménez Caballero al primer encuentro internacional fascista de Montreux (a pesar de que José Antonio redactó una nota para la prensa española desmintiendo su presencia) y estuvo presente en el segundo encuentro de Montreux. Aún después de conocerse el texto de su intervención y de conocerse todos los particulares de por qué fue allí y lo que obtuvo, todavía hoy, existen falangistas que consideran que todo esto son patrañas y falsificaciones.

Los “joseantonianos puros” nos dicen que José Antonio era “personalista” (sin explicar ni de dónde procedía está influencia, ni a cuál de los personalismos se adhirió). Nos hablan de una rápida evolución que le condujo desde la vicesecretaria general de la Unión Monárquica en 1930 al “personalismo social”, ¿cuándo? “en su última etapa de evolución”, responden. Error.
Es mucho más cierto que en José Antonio existió una creciente observancia de las reglas del juego de la política (“no decir lo que se hace, ni hacer lo que se dice”: por ejemplo), llamó “buñuelo de viento” al fascismo italiano, pero acudió a Italia a pedir un subsidio (algo de lo que quedan abundantes rastros documentales) cuando Renovación Española interrumpió sus aportaciones. Y salió en defensa de la Italia fascista cuando la Sociedad de Naciones intentó imponerle sanciones por la invasión de Abisinia. Es más, comprometió al partido a finales de 1935 en esa campaña en defensa de la invasión de Abisinia (lo cuenta David Jato en La Rebelión de los Estudiantes). Los argumentos utilizados por Sigfredo Hillers (Falange y fascismo) para desmentir todo esto, son pobres y parten de datos parciales y erróneos.

Pero hay algo más: José Antonio y su partido, se comprometieron en la vía insurreccional tempranamente. Primero –en Gredos– José Antonio propuso un “golpe” en solitario. Todos los que acudieron a aquel encuentro recuerdan que se aludió a que al frente de los falangistas se pondría “un general”, añadiendo varios autores “que todos entendieron que se trataba de Sanjurjo”… Sanjurjo, el general monárquico que solamente dos años antes había improvisado un golpe de Estado que le llevo al exilio en Portugal. Luego José Antonio en persona multiplicó sus contactos con generales monárquicos amigos de su padre (Mola, Goded y Franco). Sondeó a los carlistas, cuando el ejército vaciló, para valorar la posibilidad de una insurrección con ellos. Incluso estando en prisión estos contactos prosiguieron: contactos para promover una insurrección junto a otras fuerzas de derecha…

Políticamente, el José Antonio de 1936 había “evolucionado”, si por evolución se entiende una mayor sutileza, un mayor realismo y una tendencia a negociar con otras fuerzas… de derechas, por mucho que en el programa apareciera un Punto 27. Algo que se percibe inmediatamente si, en lugar de tener en cuenta permanentemente las biografías canónicas, se leen libros escritos por historiadores profesionales. Políticamente no hubo apenas evolución entre 1931 y 1936 ni en José Antonio ni en Falange. Es cierto, que el “humanismo” del que hacía gala José Antonio (y mucho más las condenas que realizaba la jerarquía católica de la “estatolatría” fascista) le impedían reconocer la superioridad y preeminencia del Estado sobre el individuo. Un elemento esencial de la doctrina del fascismo. Pero ese matiz doctrinal, no le impedía entrevistarse con Mussolini y recabar ayudas.

Podría seguir así durante cientos de páginas, pero mi tesis final es que José Antonio y Falange nacieron políticamente a la derecha; que existió una asimetría entre las relaciones que tuvieron con la derecha y las que tuvieron con la izquierda y que la inmensa mayoría de falangistas procedían de la derecha y solo una escasa minoría de la izquierda. Si en la primavera de 1936 ingresaron en FE-JONS, entre 15 y 20.000 antiguos miembros de las JAP, no parece que fueron más que unas pocas decenas las que procedían de la izquierda. Con Goicoechea o Ansaldo había amistad… con Prieto simple “cortesía parlamentaria” y con Pestaña apenas un par de encuentros que no terminaron en nada concreto.

Falange y José Antonio se alzó contra la República y contra las izquierdas junto a otras fuerzas de la derecha, de la extrema-derecha, junto a la Iglesia y el ejército… y no con la izquierda en defensa de la República. Vale la pena no olvidarlo. Tal es la realidad que se percibe –con todos los matice que se quiera– en la historia de la Falange anterior a la guerra civil.

Mitificar a José Antonio y deslindarlo de la historia de FE-JONS no parece la mejor opción.  Y esta es la cuestión: o se asume la totalidad de lo que fue el partido falangista durante el período histórico y se interpreta cada episodio, o bien se prescinde de la filiación histórica, evitando nombre, símbolos, uniformes, cánticos y programas que remitan a “Falange Española” y al “nacional-sindicalismo”. Lo que no puede hacerse es utilizar unos pobres subterfugios que básicamente son: 1) deslindar al “jefe” de su “obra (lo que hicieron buena parte de los franquistas), 2) situar la discusión solamente en  el terreno ideológico, evitando cualquier referencia histórica (lo que hizo el FES), 3) negar como falsificación deliberada los datos históricos no integrables en una interpretación “humanista”, “democrática” y “progresista” (lo que hizo FE-JONS-auténtica).

El historiador, a la vista de la documentación existente, trata de insertar “lo historiado” dentro de la “historia” de su tiempo. Si a un falangista se le dice que no existe ningún texto joseantoniano para avalar el que el fundador fuera “republicano” y ni siquiera existen huellas de anti-monarquismo, más allá de los reproches elegantes a Alfonso XIII y a la monarquía “gloriosamente fenecida” (¿Por qué utilizar el término “glorioso” cuando el que cabía era “bochornoso”?), lo negará: pero si busca en las Obras Completas la referencia anti-monárquica definitiva, comprobará por sí mismo, que está… ausente.

Alguien dirá que “siempre nos quedará la doctrina”. No, la doctrina falangista, tal como la presentó José Antonio ya no responde a las exigencias del momento histórico presente. Es, indudablemente, un pensamiento anticapitalista… pero el capitalismo de los años 30 queda muy atrás respecto al capitalismo globalizador moderno. Frente aquel capitalismo, los sindicatos ofrecían un defensa… frente al capitalismo globalizador, los sindicatos son completamente inútiles. Inevitable recordar que el “sindicalismo” es la columna vertebral del falangismo. Quita el espinazo del ser humano y verás lo que ocurre.

Si de lo que se trata es de demostrar una “vertiente social”, en los años 30 eso era algo novedoso (la unión de “lo nacional” con “lo social”). Hoy ya no lo es. Pedir la nacionalización de la banca y/o del crédito tampoco supone nada definitivo en un momento de financiarización de la economía y de moneda única europea.

¿Y qué decir de “lo nacional”? Este es otro problema, porque en los años 30 el patriotismo reformulado por la Generación del 98, mantenía todavía su vigencia. El problema de nuestro país es que ese pensamiento no se ha actualizado desde entonces y, hoy, ya no responde a las exigencias de la modernidad. En un momento en que los seis mayores fondos mundiales de inversión mueven más recursos financieros que una nación europea de tamaño medio, es evidente que la “dimensión nacional” ya no está adaptada para afrontar el neoliberalismo.

Dice Eduardo López Pascual que los que nos afamamos por negar la “ideología predicada por José Antonio” hacemos mucho más daño al movimiento “que todos los adversarios juntos”… Exageraciones, porque siempre es mucho mejor que te recuerden las limitaciones actuales del pensamiento nacional-sindicalista los “amigos” (que no “camaradas”) que los enemigos declarados. Yo creo que, más bien, quien hace un daño irreparable es aquel que, llamándose falangista, desconoce su historia o tiene de ella una versión de prontuario o catecismo, por no aludir a aquel otro que adaptan el pensamiento de José Antonio y del nacional-sindicalismo a sus propios intereses, conveniencias y visiones parciales del nacional-sindicalismo. Si vimos como alguien presenta a Ramiro Ledesma como “nacional-bolchevique”, hemos visto también  quienes han presentado a José Antonio como “franquista”, “doctrinario más que jefe político” u “hombre de izquierdas”… Lao-tsé decía que la justicia era como el timón, hacia donde se le da gira. Eso también puede aplicarse a la consideración biográfica de los personajes… pero viajar al fondo de su “auténtico” rostro es la mejor tarea que puede asumir alguien que sienta simpatía por tal o cual personaje histórico.

¿Alguna conclusión? Varias y por este orden:

1. Falange, el nacional-sindicalismo, el pensamiento de José Antonio pueden y deben ser examinados como fenómenos históricos de su tiempo que la particular historia de España después de 1939 hizo que se pudiera prolongar la sigla unas décadas más, cuando ya había desaparecido el mismo impulso en toda Europa.

2. Falange, el nacional-sindicalismo y el pensamiento de José Antonio eran la respuesta de un sector de nuestra sociedad a la situación de caos republicana: hoy la situación es muy diferente a aquel tiempo; luego la respuesta debe ser igualmente diferente.
3. Fue el franquismo quien instauró el “culto joseantoniano” que ha podido proyectarse, paradójicamente, hasta nuestros días incluso en falangistas no franquistas o incluso anti-franquistas, pero el personaje del que nos habla ese “culto” tiene solamente un remoto parecido con el personaje real que fue José Antonio Primo de Rivera.

4. Finalmente, el dilema para los falangistas es solamente uno: hacer política o hacer testimonialismo (testimonialismo joseantoniano, testimonialismo nacional-sindicalista, testimonialismo falangista, testimonialismo patriótico, testimonialismo sindical, etc.).

Si lo que quieren es hacer política, ni la doctrina enunciada en los años 30 les va a servir hoy para mucho, ni van a poder rescatar la figura de José Antonio deslindándola de otros doctrinarios de la época, ni podrán por todo ello podrán nunca despegar… Y esta es la triste realidad que sugiere la lógica y el sentido común y que considero mi obligación transmitir a los amigos que militan hoy en el ambiente falangista.

(para ver el artículo al que hace referencia esta respuesta y las suculentas respuestas que han seguido a la publicación de estas líneas véase: http://elmunicipio.es/2015/06/jose-antonianos-contra-falange/#comment-5657 )


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© Ernesto Milá – ernesto.mila.rodri@gmail.com